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Réquiem por Bejoygarh

Fuentes: Himal Southasian

Traducido para Rebelión por S. Seguí


Durante estos últimos años he guardado este trozo de papel, aunque no sé bien por qué. Este pedacito de papel arrugado, que llegó volando a mi vida un atardecer extraño. Por alguna razón, recuerdo con claridad cada detalle de ese anochecer. Era a finales de abril, la temporada de los vientos del noroeste; y todos los que hayan presenciado una tormenta del noroeste en Calcuta saben de la calma y la belleza de los momentos anteriores a la tormenta. Esa noche, el cielo se oscurecía con rapidez y había un extraño frescor en el aire. Los árboles estaban inmóviles, esperando que la tormenta los enloqueciera. Salí de mi casa para comprar algunos phuchkas, otra especialidad de Calcuta, unas galletas de harina que se comen con una mezcla especiada de puré de patatas y zumo de tamarindo.

El vendedor de phuchkas tenía un puestecito al otro lado de la calle, frente a mi casa. Llegué hasta allí y pedí. Una racha de viento anunció la tormenta y casi me arranca el primer phuchka de la mano. El vendedor se apresuró a cerrar su puesto y correr en busca de cobijo, y de repente sentí que algo me cubría la cara. Cuando lo retiré resultó ser una hoja de papel, del tipo que utilizaba el vendedor para envolver sus phuchkas. Estaba a punto de hacer con ella una bola y arrojarla lejos, cuando algo me llamó la atención. La Nación de Bejoygarh, se titulaba. Ahora la tormenta era ya más fuerte, había comenzado a gotear y los árboles comenzaban a cimbrearse. El vendedor se había ido sin esperar mi dinero, que por otra parte había volado lejos. Me eché el papel al bolsillo y corrí a casa.

Me acomodé en mi cama, encendí la lámpara de lectura y saqué el papel del bolsillo. He aquí lo que leí:

La nación

Señoras y caballeros, esto no es un cuento. Esto es historia. Es la historia de una nación engullida por la ciudad de Calcuta. Calcuta se llama ahora Kolkata. El gobierno considera que es un delicado nombre bengalí. Pero voy a contarles una historia muy dura. No escribo esto en bengalí, porque los bengalíes son gente de mira estrecha. He disertado en muchos lugares sobre mi nación, que ya no existe. Pero todos me llaman chiflado, y a veces loco. Y sí, estoy loco. Estoy loco de pena. Estoy loco por causa de la historia. Estoy loco de furor.

Estoy escribiendo la historia de mi nación, Bejoygarh. Es una nación, que luego fue colonia, establecida por mis abuelos y abuelas. Escribiré a mano cien ejemplares de esta historia y luego los distribuiré por ahí. Estoy seguro que un día al menos una de ellas llegará hasta un alma sensible que comprenda esta historia. Entonces, es preciso que esta persona se asegure de que se publica, para la edificación de la posteridad.

Permítanme que comience con una pregunta: ¿qué define a una nación? Y luego permítanme que responda: Bejoygarh lo tenía todo. Tenía unos límites. Al oeste con Arabinda Nagar, al sur con Pallisree, al este con la colonia de Bidyasagar, colonias todas como nosotros, pero que no eran nosotros. Nosotros teníamos nuestro territorio y nuestra comunidad. No era cosa imaginaria, como algunos nuevos pensadores parecen pensar. De hecho, yo no soy nadie, pero me gustaría dejar algo claro. Estas grandes naciones son la conspiración de los grandes estados. En nuestra Nación de Bejoygarh, todo el mundo conocía a los demás miembros de la comunidad. Es así como deberían ser las naciones. ¿Quién necesita un gran Estado? ¿Quién necesita una gran nación? Nadie. Sólo la gente que fabrica bombas, y también los que desean aferrarse a poder con ayuda de la policía y los soldados. Mi propia historia se lo demostrará, tal como voy a contar un poco más adelante.

En nuestra nación también teníamos guerras con otras naciones, pero todas se dirimían en el terreno de fútbol. No vengan ahora a decirme que el patriotismo futbolero llegó con la transmisión por televisión de las Copas del Mundo, ni que se limite a Brasil. Todavía recuerdo con toda claridad la pasión patriótica que generaban los partidos entre la Asociación Cultural Bejoygarh y el Pallisree Nabarun. Nosotros, los nacionales de Bejoygarh, animábamos a nuestro equipo, y los nacionales de Pallisree al suyo. Es así como definíamos la supremacía nacional, no bombardeando Iraq ni ocupando territorio checo.

Nuestra tierra tenía también una frontera con un muro. Era el Royal Calcutta Golf Club. Cuando era niño, oí decir que era el segundo mayor terreno de golf de toda Asia. No sé cuál era el primero. Eramos conscientes de la abrumadora existencia de nuestro todopoderoso vecino, Calcuta, al Sur. Del mismo modo que los países latinoamericanos saben de Estados Unidos. El Golf Club formaba una tierra de nadie entre la enorme ciudad y nuestra nación. Era también éste el club que practicaba el apartheid. Nosotros, los nativos, no estábamos autorizados a entrar en los campos de juego. De manera que nosotros, los nativos, teníamos unos hierros de golf que nos hacía nuestro herrero y jugábamos en el maidan de Bejoygarh utilizando las viejas pelotas de golf, ya usadas, que a menudo volaban hasta nuestro territorio desde más allá del muro.

Sí, teníamos también nuestra economía. Teníamos zapateros, herreros y fabricantes de dulces que hacían un merengue buenísimo a base de jugo de caña de azúcar.

Detrás mismo de nuestra frontera sur estaba Jadavpur. Un gran mercado en torno a las estaciones de ferrocarril y autobús, que era también nuestra puerta de entrada a Calcuta. Es cierto que no necesitábamos pasaporte para viajar a Calcuta, pero hacerlo significaba sin ninguna duda viajar más allá de nuestro país. Decíamos: «Papá se ha ido a Calcuta.» Los medios de transporte eran también diferentes. Calcuta tenía tranvías, autobuses de uno y dos pisos, trenes locales, taxis, coches particulares, rickshaws tiradas por un hombre y algunas motos y escúters. Hasta comienzos de la década de 1990, el único transporte público en Bejoygarh eran las rickshaws tiradas por bicicletas, y el único transporte privado eran las bicicletas.

Además, Calcuta tenía electricidad. Nosotros teníamos lámparas de kerosene a prueba de intemperie. Y bombas de agua, y vacunas contra el cólera y las paperas. Teníamos nuestra escuela y hasta un instituto de enseñanza media superior, y un centro de maternidad.

Dos

Hoy día, se habla mucho de lo global y lo local. Se afirma que lo local está directamente vinculado con lo global a través de los medios de comunicación globales; se afirma que las fronteras han desaparecido. Por mi parte, escucho y río. ¿Dónde estaban todos éstos cuando Valentina Tereshkova y Yuri Gagarin, los dos astronautas soviéticos, vinieron a Bejoygarh? ¿A qué distancia estaba lo local de lo global si conseguimos recibir a Hillary Vila, de Ghana, para que nos dictase algunas lecciones en nuestro maidan? ¿Cómo es pues que el primer film que vi en mi vida fuera Nanook of the North? Creo que lo vi en 1964.

¡Dios mío! Esto me recuerda la época en que mi padre organizó algunas celebraciones con ocasión del Día de África. Habíamos invitado a Hillary Vila, entonces estudiante en la Universidad de Calcuta. En aquellos días, muchos estudiantes africanos solían venir aquí a estudiar provenientes de los países del bloque socialista; ahora tengo la impresión de que sólo vienen futbolistas. De cualquier modo, se organizó la jornada y todos estábamos allí, tensos de excitación. Yo había memorizado el famoso poema de Tagore Africa.

El contingente africano, compuesto por unos pocos estudiantes, llegó finalmente, y la verificación del micrófono terminó. Teníamos un vecino que había trabajado en África unos años y que era el único miembro de nuestra nación que había viajado a ese continente. Mi padre pidió al vecino que subiera al estrado para narrar su experiencia como trabajador en África. La idea era que dijese algunas cosas agradables sobre los africanos, a partir de su propia experiencia. En cambio, subió a la tribuna y dijo: «Los africanos son gente muy elemental. Van desnudos y comen bananas.»

¡Imagínense! Afortunadamente, hablaba en bengalí, de manera que los ghaneanos no pudieron comprender una sola palabra. Entonces, mi padre tradujo sus palabras de la siguiente manera: «Nuestro vecino, que ha trabajado en África acaba de decirnos que los africanos sienten un amor innato por la inmediatez de la naturaleza, y que prefieren la comida natural.» Los demás dejamos ir un suspiro de alivio y aplaudimos.

Tres

Como puede verse fácilmente, esta es la historia de una nación independiente que había establecido sus propias conexiones con el mundo exterior. Teníamos vínculos estrechos con Vietnam, y Lumumba y Castro eran nuestros héroes. Combatimos por la restauración de los derechos de los refugiados. Pero yo no recuerdo que hubieran asesinatos o bombardeos en nuestro país.

Y en esas llegaron los años 70, y todo cambió. Algunos de ustedes puede que sepan que fue en esta época cuando el movimiento maoísta conocido como naxalismo comenzó a ganar terreno en Bengala. Miles de jóvenes se volvieron contra el Estado y fueron brutalmente torturados y asesinados a centenares por la policía y las fuerzas paramilitares, así como por matones del partido gobernante.

Bejoygarh no escapó a esta violencia. Un gran número de jóvenes de nuestras tierras abandonó el partido marxista gobernante y se unió al naxalismo. Más tarde, este movimiento se dividió en muchas facciones en medio de gran confusión. Yo era sólo un niño entonces, pero fui testigo de la sangre y del estallido de las bombas. Vi muertes, por parte del Estado y de los jóvenes de los partidos. Los marxistas y los naxalistas se combatían. El Partido del Congreso los mataba a ambos. Nuestras escuelas estaban cerradas y las fuerzas de polícía de la reserva central patrullaban las calles. El partido marxista, más arraigado, se libró de los naxalistas y combatió contra la fuerza pública durante casi dos años. Eran una especia de grupos locales de resistencia. Era una colonia única de refugiados basada en la guerra de guerrillas urbana.

Durante el día, las fuerzas especiales de policía podían ir a todas partes, pero durante la noche la zona estaba bajo control de las siluetas escurridizas de los cuadros políticos, armados de bombas caseras y morteros hechos a mano. Lo que dificultaba tanto las cosas a las fuerzas del Estado eran las estrechas y tortuosas callejuelas de nuestro barrio, con pasajes y atajos complejos que ningún extranjero podría conocer. Las casas eran en su mayoría cabañas. La zona estaba llena de estanques y marismas, y había cuarteles abandonados que habían sido del Ejército estadounidense durante los días lejanos de las guerras mundiales. Los marxistas tenían escondrijos imposibles de encontrar.

Y entonces llegó 1975: Indira Gandhi declaró el estado de Emergencia. Pero en 1977 los vientos del cambio comenzaron a soplar: los marxistas ganaron las elecciones del estado y volvieron al poder, arrasando, en Bengala Occidental, donde siguen hasta hoy.

Cuatro

Y mi nación, mi tierra cambió. Una vez más, he aquí una historia que ningún historiador ha narrado. A lo largo del decenio de 1980, las organizaciones monetarias internacionales y el Estado indio gastaron decenas de millones de rupias para construir carreteras y alcantarillas por toda nuestra tierra. Todas las carreteras estrechas fueron pavimentadas, se hicieron mapas y se pudo llegar a todas las colonias con jeeps y coches.

El cambio más importante fue el desarrollo de un complejo urbanístico llamado Golf Green. Se le arrebató al Golf Club un gran pedazo de tierra para construir el complejo urbanístico y una carretera de entrada. Esta carretera abría ahora Bejoygarh a la ciudad de Calcuta como nunca lo había estado antes. Había un acceso directo a Anwar Shah Road. Con el nuevo milenio, un nuevo puente por encima de las vías del ferrocarril contribuyó a acortar las distancias aún más.

En conjunto, Bejoygarh perdió su identidad. La nueva generación de residentes son simplemente personas que residen casualmente en un lugar concreto. No tienen tiempo para la historia o la cultura locales. Todos visten marcas globales y cantan los hits venidos de lejos. Su idea de la cultura global es la Pepsi Cola y los programas como Operación Triunfo . Para ellos, Che Guevara es sólo una camiseta sexy .

Tengo 76 años y me estoy muriendo. Sigo viviendo en una dirección postal llamada Bejoygarh. Pero Bejoygarh está ya muerto. Este tipo de nombre es hasta una molestia para las familias yuppies que gustan más de lugares como Apsara Heights o South City para vivir.

Se trata de un desplazamiento de identidad único. El lugar está ahí, pero la identidad ha desaparecido. Calcuta ha arrollado a mi país. Sentimiento de orgullo por una comunidad con un desarrollo contaminado y sin rostro en el que los árboles han sido sustituidos por minibuses, los estanques por ríos de orina, los vecinos por extranjeros, las caras por cartas de visita, los salones de té por aparatos de televisión en color…

El otro día volví al vendedor de phuchkas, buscando la página o páginas siguientes. Pero ya no las tenía. Así pues, nunca sabré qué había escrito después… Envío este escrito por si puede ser publicado, como quería el desconocido autor o autora. No sé si vive. No sé si, llegado el caso de que me lo publicasen, podría hacerle llegar un ejemplar. Pero…

Rangan Chakravarti es director de cine, productor y consultor de medios de comunicación, y vive en Calcutta.

S. Seguí pertenece a los colectivos de Rebelión y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar el nombre del autor y el del traductor, y la fuente.

http://www.himalmag.com/Requiem-for-Bejoygarh_nw1983.html