Los rohingyas, la minoría musulmana que se asentó hace siglos en el oeste de Birmania, una sociedad mayoritariamente budista que nunca tuvo una patria, y si alguna vez no fue así ya nadie lo recuerda. Mucho más a partir del 2017, cuando la dictadura militar birmana inició el proceso de limpieza étnica que continúa imperturbable hasta hoy, incluso durante el Gobierno “democrático” dirigido desde las sombras por Aung San Suu Kyi, Premio Nobel de la paz 1991, quien incluso profundizó la persecución.
Durante estos últimos siete años, miles de efectivos del Tatmadaw (ejército birmano), junto a monjes budistas pertenecientes a la secta Theravada, la más atrabiliaria de las cuatro con que cuenta esta religión, junto a grupos paramilitares, batieron la selva buscando asentamientos rohingyas para iniciar el proceso de expulsión de los dos millones de rohingyas que habitaban en el Estado de Rakhine/Arakan.
Cientos de miles, tras el saqueo de sus campamentos, el incendio de sus cosechas, los fusilamientos de muchos de sus hermanos y las violaciones masivas de sus mujeres, escaparon hacia Bangladesh o se lanzaron al mar buscando una costa amiga.
Los más de un 1.200.000 que llegaron a Bangladesh fueron internados en improvisados campamentos en la zila (distrito) de Cox´s Bazar, de los que se hicieron al mar poco y nada se conoce.
Más allá de la sangrienta limpieza étnica, algunos miles de rohingyas, según estimaciones difíciles de comprobar unos 600.000, permanecieron en Birmania, bien por no haber tenido la posibilidad de escapar o por haber mantenido la esperanza de que la persecución cesase algún día, lo que, está dicho, nunca ha sucedido.
Pero el estallido de la guerra civil en mayo de 2021, tras el golpe que había derrocado en febrero al Gobierno de Suu Kyi, empeoró todavía más la vida a la minoría musulmana.
No exentos de las catástrofes de cualquier guerra, los rohingyas han vuelto a vivir nuevas masacres, saqueos, violaciones, ataques con drones y reclutamiento forzoso.
Los hombres rohingyas han sido incorporados tanto al Tatmadaw como al Ejército de Arakan, una de las milicias más activas y poderosas de la decena que participa en la guerra. La gran mayoría de ellos, con escaso o nulo entrenamiento, han sido involucrados en grandes operaciones en las que, paradójicamente, se han debido enfrentar a hermanos de etnia, defendiendo las posiciones de los que, por igual, tanto militares como milicianos, los han perseguido sin piedad desde hace años.
Mientras esto sucede, los pocos campamentos rohingyas que continúan en pie en Rakhine, donde la subsistencia alimentaria es un desafío cada nuevo día, son blanco de ataques aéreos y de artillería.
La virulencia de la actual situación ha obligado a muchas familias, ancianos y mujeres solas a intentar llegar a la frontera con Bangladesh, donde la situación ha cambiado mucho desde que fue derrocada en agosto último la Primera Ministra Sheikh Hasina (Ver: Bangladesh, jaque mate a la reina) y que los militares junto a la embajada estadounidense colocaran en el poder al banquero y Premio Nobel de la Paz, ejemplo de oxímoron si los hay, Muhammad Yunus.
La dictadura de Yunus está aplicando medidas mucho más restrictivas acerca de la llegada de más refugiados rohingyas. Ha ordenado el cierre de los pasos fronterizos con Birmania y que tanto el cuerpo de la Guardia Fronteriza de Bangladesh (BGB) como la policía y la Guardia Costera, extremen los controles para evitar la llegada de más rohingyas.
Mientras, en noviembre pasado el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo advirtió que el estado de Rakhine, donde la guerra está afectando a la agricultura y el comercio, se aproxima a una crisis alimentaria.
El pasado 5 de enero, unos 40 rohingyas fueron detenidos cuando intentaban ingresar a territorio bangladesí, tras lo que fueron obligados a volver a Birmania. El día 11 otros 60 rohingyas que intentaban cruzar con la ayuda de traficantes de personas fueron apresados y corrieron la misma suerte que la camada anterior. El día 15 unas 30 mujeres rohingyas, con varios niños a cargo, provenientes de Rakhine, fueron detenidas por miembros de la policía, sin que hasta ahora se conozca nada más acerca de su destino.
El diplomático Khalilur Rahman fue nombrado por Yunus alto representante para cuestiones rohingyas y, en declaraciones a la prensa, señaló cuáles serán las nuevas normas de su secretaría: “Nuestra política es no permitir que los residentes indocumentados de un país extranjero entren en Bangladesh. Esto se aplica a los rohingyas, que son residentes de Birmania”.
Mientras, el asesor de Interior de Yunus, el teniente general (retirado) Md Jahangir Alam Chowdhury, informó de que en diciembre pasado se había entrevistado tanto con la junta militar que gobierna Birmania como con la milicia Ejército de Arakan para conocer de primera mano la situación a lo largo de la frontera entre las dos naciones, de apenas 270 kilómetros, y casi su totalidad se encuentra surcada por el río Naf, controlado por la insurgencia Arakan.
Un puerto lejano
Se desconoce el número exacto, aunque se sabe que han sido miles los rohingyas que optaron por lanzarse al mar para huir de la represión en todo tipo de embarcaciones, por lo que es imposible conocer con exactitud acerca de posibles llegadas o naufragios.
Aunque sí se conoce que, en diversas oportunidades, han arribado a algunas de las miles de islas poco vigiladas que existen en el mar de Burma. Mientras que, en muchas oportunidades, cuando alguna de sus embarcaciones se aproxima a alguna costa, como ha sido en Tailandia o Malasia, las autoridades han preferido enviarles a patrullas de prefectura para impedirles la llegada y, como máximo, proveerlos de agua, alimentos y medicamentos para que continúen su derrota hacia otras costas.
En este contexto, en varias oportunidades la deriva rohingya llegó a las lejanas costas de Sri Lanka, que se encuentra a más de 2.000 kilómetros, cruzando en línea recta hacia oeste el Golfo de Bengala, muy alejadas de las rutas más frecuentes que los llevan hacia oriente.
Desde 2008, con alguna frecuencia, la mítica Lágrima de la India ha recibido rohingyas, aunque rápidamente se ha deshecho de ellos, reubicados la mayoría de ellos en otros países.
En diciembre del 2022 fueron rescatados en el mar de Jaffna por la marina esrilanquesa más de un centenar de ellos. Lo mismo sucedió en diciembre último, cuando unas 120 personas, en una embarcación que estuvo a la deriva por dos semanas, fueron rescatadas en Mullivaikkal West y trasladadas al puerto de Ashraff, de la ciudad Trincomalee, y desde allí a un campamento en Mirihana.
Los náufragos, después de haberles tomado declaración, fueron detenidos por
el Departamento de Inmigración y Emigración, en una escuela. en
Trincomalee, donde han recibido asistencia por parte de los servicios sociales
locales y personal del Alto Comisionado de las Naciones Unidas.
para los Refugiados (ACNUR).
Mientras las autoridades, ya a mediados de enero, siguen discutiendo sobre
su situación, por lo que podrían ser deportados a su país de origen si son
considerados inmigrantes ilegales o conseguir el status de refugiados, de
comprobarse que han escapado de la guerra, permitiéndoseles ser
localizados en algún campamento en la isla o en algún otro país del área.
Según informaron algunos periodistas locales, este grupo de rohingyas escapó de Rakhine después de haber sufrido todo tipo de abusos, tanto por parte del ejército como de la milicia local.
Incluso denunciaron el robo del oro que tenían para comprar una embarcación y que debieron juntar los últimos recursos para sobornar a las autoridades y que les permitieran escapar a lo que parece ser el único lugar seguro para los rohingyas, el abismo.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asía Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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