El ridículo protagonizado por el tándem Sánchez-Albares esta semana, firmando un documento propio del siglo XV donde juraron vasallaje al Sultán de Marruecos, ha dejado estupefacta a prácticamente la totalidad de los seres vivos racionales que habitan la península Ibérica y parte del planeta Tierra.
Será muy complicado resumir en un artículo la larga lista de sandeces y esperpentos derrochados durante sólo cuatro días por el posiblemente tándem más ridículo, funesto y nefasto de la clase política española durante sus casi 50 años de democracia.
Levantaron el telón de sus desatinos designando a unos de los pocos regímenes feudales que quedan en el mundo, como lo es Marruecos, como portavoz de la política exterior española. Nunca jamás, en los anales de la diplomacia y las relaciones internacionales, se ha visto un país tomar una decisión tan trascendental para su política tanto interna como externa y encargar a otro país, y posiblemente el menos indicado, para el anuncio y la comunicación de dicha decisión.
Una vez publicados los comunicados del régimen marroquí como nuevo portavoz del Gobierno de España, Albares publicó un comunicado surrealista basado en los comunicados marroquíes y cuyo contenido concede prioridad, veracidad y sometimiento jerárquico a lo expresado en los comunicados del régimen feudal marroquí, algo insólito en las relaciones diplomáticas. En el comunicado de Albares se habla de casi todo menos del tema central de la carta de Sánchez que es la cuestión central del Sáhara Occidental.
La lamentable y barriobajera actuación de Sánchez- Albares (no podemos hablar del Gobierno de España porque por lo visto casi nadie estaba al tanto de esta decisión) no tiene precedentes en la historia democrática de España, fue una decisión casi personal, sólo sostenida por los conocidos lobistas de Marruecos en España, los infames e iletrados Zapatero, Planas, Moratinos, Maruenda etc.
Casi todo el mundo coincide en calificar la carta de Sánchez de patética en todos sus sentidos: lingüístico, político, diplomático e incluso en lo relativo a su contenido, que demuestra sumisión, entreguismo y culpabilidad. En algunos pasajes de la carta da la sensación de que es España la responsable de mandar a 10.000 inmigrantes a la frontera, que es España la que tiene cerradas las fronteras desde hace dos años o que es España la que pone condiciones para restablecer las relaciones. En definitiva, parece que el culpable de todos los males crónicos, chantajes y extorsiones que sufren las relaciones entre los dos países la culpa es de España.
La decisión, que fue rechazada por todas las fuerzas políticas, instituciones, sindicatos y la sociedad civil española en su conjunto, no solo atenta contra el abandonado y olvidado pueblo saharaui, sino que atenta contra los propios intereses de España en beneficio de otros países.
Argelia, el país que suministra más de 50 % del gas a España, ha retirado a su embajador, paso previo a la ruptura de relaciones. Nadie duda de que Argelia cumplirá los contratos adquiridos. Pero tampoco nadie duda de que el desaire del dúo Sánchez-Albares traerá consecuencias nefastas y desastrosas en materia energética para los españoles. Argelia, después de conocer el documento de pleitesía al régimen feudal marroquí, ya inició gestiones que inclinan la balanza de sus exportaciones petroleras y gasísticas a China e Italia.
El sentido del ridículo del dúo Sánchez-Albares empezó a adquirir tintes satíricos cuando intentaron justificar la decisión de la sumisión al rey marroquí con que protegían los intereses de España. Albares, que quiso tomar a toda la sociedad española por tonta, anunció a bombo y platillo que lo hacían para proteger el interés y la seguridad de Ceuta, Melilla, Canarias y Andalucía, además de garantizar el control migratorio. Pero la dudosa capacidad intelectual y política del aprendiz Albares y sus asesores no les hizo reparar en que de golpe y porrazo han concedido derechos, atribuciones y potestades desconocidas hasta la fecha al régimen marroquí sobre unos territorios con plena e histórica soberanía española.
Por otro lado, el gran error de la carta de Sánchez es que se envió antes de que el régimen feudal marroquí firmara ningún tipo de documento comprometiéndose a la citada seguridad de estos territorios. En este punto el tándem Sánchez-Albares pecó de principiante, porque cualquiera sabe que el régimen marroquí nunca firmará un acuerdo conjunto renunciando a Ceuta y Melilla. Es también de sobra conocido que aunque Marruecos firme mil documentos tampoco los cumplirá, la historia es testigo de ello, por lo que la apuesta de Sánchez es una especie de inmolación sin sentido ni objetivos en la que se pierde casi todo y no se gana nada. La gran confusión de Sánchez es llegar a pensar que Marruecos dejará de utilizar el chantaje como arma para obtener las ventajas que ha obtenido durante los últimos 40 años.
Al tercer día de la denigrante carta, Sánchez y Albares empezaron a parapetarse detrás de una presunta rectificación. Primero recurriendo Staffan de Mistura como colchón salvavidas para anunciar que nada ha cambiado y que siguen en el marco de la ONU y las cartas de las Naciones Unidas, algo que es diametralmente opuesto al contenido de la carta de Sánchez al Rey de Marruecos. Desde el mismo instante de la foto con De Mistura Albares, como un disco rayado, lleva varios días repitiendo el mismo discurso, aunque en ocasiones le traiciona el subconsciente e intenta justificar el repliegue ante el régimen marroquí. De todos modos no deja de ser una argucia que están utilizando el dúo Sánchez-Albares como paraguas para protegerse del aluvión de críticas de toda la clase política, de la sociedad civil e incluso internacional (La ONU, OUA y UE).
Para completar su “exitosa faena” el nefasto dúo está exhibiendo como trofeo de su éxito la vuelta de la embajadora de Marruecos. Una circunstancia que si Maquiavelo o el Cardenal Richelieu levantaran la cabeza negarían cualquier vinculo con este tipo de diplomacia cutre, vulgar y arrabalera que practica el Gobierno de España. La señora Karima Benayaich se fue de España hace casi un año soltando pestes por su boca y amenazando al país donde está acreditada, violando todo tipo de protocolos diplomáticos. La señora Karima dijo en la escalera del avión que la llevaba de vuelta a su país refiriéndose a España: «Hay actos que tienen consecuencias y se tiene que asumir». Con sus declaraciones, la señora Karima vino a justificar la habitual política de su país caracterizada desde hace 50 años por el chantaje y la extorsión y que en este caso se materializo a través de la invasión a territorio español de más de 10.000 inmigrantes marroquíes, entre ellos más de 4.000 niños.
Sólo un país bananero y sin personalidad acepta la vuelta de una embajadora que saltándose los más básicos modales de la cortesía diplomática insulta y amenaza al país de acogida.
La mayoría de los diplomáticos marroquíes que ocupan puestos relevantes son gente criada y educada en el entorno del palacio real, no tienen ninguna cultura democrática y menos diplomática. Están formados como siervos y solo sirven a los interese de su amo, con una lealtad ciega harán lo que haga falta por su señor, insultar, mancillar o agredir.
Es por ello que tienen estos comportamientos insolentes como los exhibidos por la señora Karima a lo largo de la crisis, ofendiendo y faltando el respeto en reiteradas ocasiones al país anfitrión de su misión como embajadora.
De la chapucera y humillante carta de Sánchez al déspota marroquí, se pueden extraer dos conclusiones irrefutables: La primera radica en que Sánchez con su cesión viene a trasladarle al gamberro régimen marroquí el mensaje de que va por el buen camino y que persista en su política de presión y extorsión, que es la que le ha dado buenos dividendos para seguir alcanzando sus objetivos a base del chantaje.
La segunda conclusión es la relativa a que España como potencia administradora del territorio del Sahara Occidental, con profundos y estrechos vínculos con las dos partes y con gran responsabilidad en el conflicto, se ha autoexcluido como parte facilitadora o mediadora para llevar el conflicto a una real, verdadera, creíble, definitiva y justa solución que se ajuste al derecho internacional. Después de 47 años, Sánchez, no sólo ha perdido la credibilidad al alinearse con una de las partes, sino que ha colocado a España como un actor extra en una posible solución futura del conflicto saharaui.
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