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Entrevista a Noam Chomsky

Sobre Iraq, Irán y Norman Finkelstein

Fuentes: Counterpunch

Traducido del inglés para Rebelión por S. Seguí

«En estos momentos estoy completamente superado por las peticiones, pero realmente me gustaría realizar esta entrevista, sólo que no sé cuándo podrá ser», respondió Noam Chomsky -79 años, prolífico autor, lingüista, académico y disidente político- al primero de mis muchos correos electrónicos intercambiados a lo largo de seis meses. Es el más citado y probablemente el más controvertido intelectual vivo, según Global Intellectuals Poll. Si bien los medios de comunicación dominantes le niegan su espacio, el New York Times asegura que Chomsky sigue siendo uno de los intelectuales vivos más influyentes y más solicitados por estudiantes, universidades, activistas, simposiums académicos e incluso líderes mundiales, como el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

Mi primer encuentro con este activista académico polémico y de mala reputación se remonta a 2002, cuando moderé una sesión de preguntas y respuestas en la que participó, celebrada en mi antigua alma mater de UC California-Berkeley. (El acontecimiento educativo e informativo sería luego incluido en el libro Power and Terror: Post 9-11 Talks and Interviews ). Antes del programa, tuvimos una larga conversación de una hora, y me impresionó su inagotable memoria, su falta de afectación y el brillante resumen de datos, nombres y fechas que utilizó en respuesta a mis interminables preguntas. Cuando le pregunté cuál era su faceta dominante, académico o activista, me respondió que ninguna de las dos cosas de modo exclusivo, y me dijo que la disidencia ha sido siempre parte de él desde el primer artículo que escribió, a los diez años de edad, en el que condenaba el triunfo del fascismo durante la Guerra Civil española. Aunque la arrogancia de muchos intelectuales y académicos sólo se ve superada por su propia inseguridad, lo que da como resultado un elitismo frío y egoísta, siempre he visto en Chomsky a alguien generoso, adaptable y dispuesto a compartir su tiempo y sus conocimientos.

Así, no fue una sorpresa que después de seis meses de mensajes electrónicos, el profesor Chomsky pudiera disponer de un poco de tiempo para responder a mis preguntas, según sus propias palabras. En esta entrevista en exclusiva, Chomsky discute acerca de la amenaza de Irán, los paralelismos y diferencias entre Vietnam e Iraq, los medios de comunicación en Estados Unidos, sus críticos y detractores, Pakistán y la denegación del título de profesor numerario a Norman Finkelstein.

* * *

Ali: En 1969 usted publicó su primer trabajo político de importancia, American Power and the New Mandarins (El poder estadounidense y los nuevos mandarines) una acerada crítica de la intervención de Estados Unidos en Vietnam y el Sureste asiático. Como sabe, muchos establecen paralelos entre la actual guerra de Iraq y la de Vietnam. Otros, por supuesto, rechazan esta comparación. Usted, como persona con gran experiencia en el estudio de ambos momentos tan significativos históricamente, ¿considera que dicho paralelismo es prematuro y osado? ¿O bien cree que pueden establecerse similitudes importantes entre ambas guerras en lo que se refiere a la intervención estadounidense?

Chomsky: La primera similitud tiene que ver con el modo de considerar las guerras en Estados Unidos, y en Occidente en general. Marginales aparte, las opiniones oscilan entre lo que se conoce como halcones y palomas . En ambos casos, los halcones aseguraban que una mayor intervención de Estados Unidos podría llevar a la victoria. Las palomas, en ambos casos, participan de la opinión expresada por Barack Obama sobre Iraq (se trata de una metedura de pata estratégica que nos está resultando demasiado cara) o por el destacado historiador de centro-izquierda y asesor de Kennedy Arthur Schlesinger en 1966, cuando Vietnam aparecía ya como una aventura demasiado costosa para Estados Unidos. Schlesinger afirmó en su día: todos rogamos por que los halcones tengan razón y que un número mayor de tropas -lo que hoy se conoce como surge – traiga la victoria. Y si resulta que tenemos razón -decía- todos alabaremos la sabiduría y el liderazgo del gobierno estadounidense, que ha conseguido una victoria dejando atrás ese trágico país destripado y devastado por las bombas, quemado por el napalm y desertizado por la defoliación química, un país de ruina y escombros con su tejido político e institucional totalmente destrozado. Pero Schlesinger no creía que la escalada tuviera éxito, y sí en cambio que nos podría costar demasiado cara, lo que parecía indicar la necesidad de pensar de nuevo toda la estrategia. La posición de las palomas en relación con Iraq es bastante parecida. Si, por ejemplo, el general Petraeus pudiera conseguir algo parecido a lo que Putin ha conseguido en Chechenia sería elevado a los altares, con el aplauso de las palomas progresistas.

Es casi inconcebible, dentro de los cauces establecidos de la cultura intelectual occidental, la posibilidad de hacer una crítica de la guerra basada en cuestiones de principio, es decir, el tipo de crítica que realizamos, reflexiva y adecuadamente, cuando algún país enemigo comete una agresión: por ejemplo, cuando Rusia invadió Checoslovaquia, Afganistán o Chechenia. No criticamos estas acciones por razones de costo, error, metedura de pata o empantanamiento. En cambio, las condenamos como horrendos crímenes de guerra, tanto si tienen éxito como si no.

En sí mismas, las guerras de Vietnam e Iraq, sin embargo, son muy diferentes por sus motivos y carácter. Vietnam no tenía ningún valor para Estados Unidos por sí mismo, aunque el presidente Eisenhower intentase conseguir apoyo a su violación de los acuerdos de paz de Ginebra recurriendo a los recursos disponibles en aquel país, de estaño y caucho. Si Vietnam hubiera desaparecido del mapa, hundido en el mar, no hubiera significado gran cosa para los planificadores estadounidenses. Iraq es algo totalmente distinto. Tiene, probablemente, las segundas mayores reservas petrolíferas del mundo, con la particularidad añadida de que son de fácil extracción: no hay permafrost ni arenas bituminosas. Y además se halla exactamente en el centro geográfico mundial de los mayores recursos energéticos mundiales, fácilmente explotables.

En el caso de Vietnam, la preocupación consistía en que un desarrollo independiente exitoso   de este país podía ser un virus que ampliara el contagio a otros, si aceptamos la retórica de Henry Kissinger en relación con el socialismo democrático en Chile. Este razonamiento ha sido el motivo primero de intervención militar y subversión en todo el mundo desde la II Guerra Mundial, la versión racional de la teoría del dominó . El contagio consiste en que otros que sufren similares fatigas puedan ver en un desarrollo independiente exitoso un modelo, y puedan intentar seguir por esta misma vía, con lo que se erosionaría el sistema de dominación. Por ello, hasta el más pequeño y débil país plantea una amenaza extrema al orden.

Los asuntos internacionales son en gran medida como los asuntos mafiosos: un Padrino no puede tolerar la desobediencia, ni siquiera la de un pequeño tendero que se niegue a pagar la protección, porque la manzana podría llegar a pudrir el barril entero , en la terminología de los planificadores estadounidenses: aquí la podredumbre consiste en un desarrollo independiente exitoso, al margen del control estadounidense. Se temía que Vietnam pudiera infectar a sus vecinos, como Indonesia, con sus ricos recursos. Y que Japón -que el destacado historiador de Asia John Dower llamaba el superdominó – pudiera acomodarse a un Asia Oriental independiente, convirtiéndose con ello en su centro industrial y tecnológico, haciendo realidad el nuevo orden que el Japón fascista había intentado construir por la fuerza durante la II Guerra Mundial. Estados Unidos no estaba dispuesto a perder la fase del Pacífico de la II Guerra Mundial unos pocos años después.

Cuando se teme que el contagio pueda extenderse es preciso destruir el virus e inocular a los que pudieran infectarse. Y esta operación se hizo. Vietnam sufrió una casi total destrucción (igual que toda Indochina, cuando EE UU extendió su guerra a Laos y Camboya). A finales de 1960 era evidente que nunca podría ser modelo para nadie, y que la mera supervivencia sería providencial. Y la región fue inoculada mediante la imposición de tiranos asesinos: Suharto en Indonesia, Marcos en Filipinas, etcétera. El golpe militar de Suharto en 1965 fue particularmente importante, y fue descrito con toda precisión: el New York Times afirmó que se trataba de un «asesinato masivo espeluznante» -y también como «un rayo de luz en Asia»-, en unos momentos en que el ejército del dictador asesinaba a un número estimado de un millón de personas, en su mayor parte campesinos sin tierras; destruía el único partido político popular de masas del país, un partido de los pobres, como lo describió el especialista australiano Harold Crouch; y abría la puerta de los ricos recursos del país a su explotación por las corporaciones occidentales. La euforia ni siquiera se disimuló. Retrospectivamente, el asesor de seguridad nacional de Kennedy y Johnson McGeorge Bundy afirmó que Estados Unidos podía haber puesto fin a la guerra de Vietnam en 1965, después de esta gran victoria de la libertad y la justicia.

Estados Unidos consiguió una significativa victoria en Indochina, aunque no consiguió su objetivo máximo: instalar un Estado satélite. Por consiguiente, para la conciencia imperial, la guerra de Vietnam fue un desastre .

Como he dicho, Iraq es otra cosa. Es demasiado valioso para destruirlo. Es fundamental que permanezca bajo el control de EE UU, en la medida de todo lo posible, en forma de Estado satélite obediente que albergue importantes bases militares estadounidenses. Siempre fue evidente que éste era el objetivo primero de la invasión, pero ahora ya no hay siquiera que discutirlo. Estos planes los ha hecho explícitos el gobierno de Bush con su declaración de noviembre de 2007 y posteriores afirmaciones, acompañadas de la descarada exigencia de que las grandes corporaciones estadounidenses del petróleo tengan acceso privilegiado a las enormes reservas de crudo de Iraq.

Ali: Parece que el público estadounidense ha descubierto por fin, después de 60 años, la existencia de Pakistán. ¿Es sincero el general Musharraf cuando afirma querer reconstituir la democracia en su país? Concretamente, ¿por qué Estados Unidos confía en Musharraf más que en otros rivales potenciales, como Bhutto y Zardari del PPP, Nawaaz Sharif, etc., en su guerra contra el terrorismo y su busca y captura de Bin Laden?

Chomsky: No debemos perder el tiempo valorando las intenciones de Musharraf de reconstituir la democracia. Estados Unidos lo ha apoyado tanto tiempo como ha podido, del mismo modo que apoyo a otros tiranos, como Zia ul-Haq. La elección de un determinado aliado se realiza siguiente un criterio muy simple: se trata de buscar el satélite más leal, aquél que más nos asegure que va a obedecer órdenes. A pesar de alguna excepción ocasional, la uniformidad es impresionante.

Ali: Recientemente, un informe de los servicios secretos de EE UU afirmaba que Irán había puesto fin con éxito un programa de armas nucleares hace cuatro años. Irán mantiene que en realidad nunca tuvo un programa de este tipo. No obstante, el presidente Bush, el presidente israelí Olmert y altos cargos de Washington aseguran que Irán sigue siendo una gran amenaza y que persigue la obtención de armas nucleares. ¿Son sostenibles estas opiniones de EE UU e Israel? Y si no lo son, ¿a qué se debe la retórica de enfrentamiento con Irán, y de qué modo favorece la política exterior de EE UU en la región de Oriente Próximo?

Chomsky: Estas afirmaciones debería evaluarlas la Agencia Internacional de Energía Atómica. Yo, por supuesto, no tengo ningún conocimiento especial. No sería tan sorprendente que se descubriese que Irán tiene algún tipo de programa de armas nucleares, junto quizás a planes de emergencia. Las razones las expuso uno de los más importantes historiadores de Israel, Martin van Creveld, cuando dijo que Irán estaría completamente loco si no desarrollase un arma de disuasión nuclear en las actuales circunstancias: con las fuerzas hostiles de una superpotencia violenta en dos de sus fronteras, y una potencia regional hostil (Israel) que dispone de cientos de armas nucleares clamando por un cambio de régimen en Irán. No obstante, las pruebas disponibles indican que si este país tuvo un programa así, le puso fin hace algunos años.

Desde la perspectiva estadounidense, Irán cometió un grave crimen en 1979. Como es sabido, en 1953 Estados Unidos y el Reino Unido desmantelaron la democracia parlamentaria iraní e instalaron a un brutal tirano, el Sha, que fue un baluarte del control estadounidense de la rica región petrolífera hasta 1979, cuando fue depuesto tras un levantamiento popular. Se trataba de un caso bastante parecido al derrocamiento del dictador Batista en Cuba en 1959, y a otros actos de desafío exitoso a los principios de Washington, según el término acuñado en sus documentos internos. El Padrino no puede tolerar un desafío exitoso . Es una amenaza demasiado grande a lo que llaman estabilidad, es decir, a la obediencia a los amos.

La independencia iraní no es un problema menor. Amenaza el control estadounidense de uno de los botines más valiosos del mundo, el petróleo de Oriente Próximo. Como consecuencia, desde 1979 Estados Unidos ha sido duramente hostil hacia Irán. Washington respaldó el feroz y mortífero ataque de Sadam Hussein contra Irán, e incluso una vez terminada la guerra siguió apoyando a este aliado hasta el punto de invitar a ingenieros nucleares iraquíes a recibir formación avanzada para el desarrollo de armas nucleares en 1989. Más tarde, promulgó graves sanciones contra Irán, a la vez que profería con frecuencia amenazas de atacar a este país y derrocar su gobierno.

Y así hasta hoy. En estas fechas, 15 de junio de 2008, la agencia de noticias Reuters informa lo siguiente: «Los analistas estiman que si se ofrecen a Irán garantías de seguridad -una idea lanzada por Rusia- se pondría fin al punto muerto actual, considerando que estas garantías constituyen el objetivo fundamental de Irán dada la política de Bush de cambio de régimen hacia este país. Pero Estados unidos afirmó, el pasado mes, que las grandes potencias no tenían planes de compromiso en materia de seguridad con Teherán.»

En pocas palabras, EE UU insiste en mantener su actitud de Estado fuera de la ley, rechazando los principios fundamentales del Derecho Internacional, entre otros la Carta de las Naciones Unidas, que prohibe el uso de la fuerza en los asuntos internacionales. Bush cuenta con el apoyo de los dos principales candidatos presidenciales para 2008 y el de las élites de EE UU y Europa, aunque no con el de la opinión pública estadounidense, que apoya con gran diferencia la diplomacia y se opone a las amenazas de guerra. Pero la opinión pública es en gran medida irrelevante a la hora de elaborar las políticas, y no sólo en este caso.

La clase política, en toda su amplitud y con raras excepciones, está comprometida con el mantenimiento del control estadounidense de los principales recursos energéticos del mundo, y con el castigo de los desafíos exitosos . Por consiguiente, EE UU ha hecho grandes esfuerzos por movilizar una alianza contra Irán entre los Estados suníes de la región, aunque sin mucho éxito. Los dos viajes de Bush a Arabia Saudí, a comienzos de 2008, fueron en este sentido fracasos sin paliativos. La prensa saudí, normalmente muy comedida con los visitantes importantes, condenó las políticas propuestas por Bush y la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, como «no una diplomacia en busca de la paz, sino una locura en busca de la guerra.» Las monarquías del Golfo Pérsico no son amigas de Irán, pero aparentemente prefieren el acomodo a la confrontación, lo que constituye un duro golpe a las políticas estadounidenses. Washington se halla ante problemas similares en Iraq y Líbano. En un segundo plano existe una preocupación más profunda: que los países productores de energía de la región puedan volverse hacia el Este, e incluso que sigan el ejemplo de Irán de establecer vínculos con la Organización de Cooperación de Shanghai (1), en la que India, Pakistán e Irán gozan del estatuto de observadores, estatuto que se le ha negado a Washington.

Ali: El conflicto entre suníes y chiíes se ha agravado sensiblemente estos últimos años, en particular en Iraq, debido a la creciente insurgencia y la guerra civil desatada por la caída de Sadam Hussein y el vacío de poder subsiguiente. ¿Cree usted que este conflicto, suní-chíta, puede extenderse a todo Oriente Próximo, y si es así cómo, en particular en países como Iraq, Irán y Líbano, y en relación a la guerra contra el terrorismo? ¿Vamos a ser testigos de más actos terroristas, más extremismo y más antiamericanismo, o podrá este divide y vencerás ayudar a las fuerzas estadounidenses y las políticas extranjeras a pacificar la región?

Chomsky: Según estudios sobre la opinión pública iraquí realizados por el Pentágono, los conflictos sectarios de Iraq no fueron causados «por la caída de Sadam Hussein y el vacío de poder subsiguiente», sino por la agresión estadounidense. Si me permite citar el resumen publicado por el Washington Post de los documentos del Pentágono publicados en diciembre de 2007, dice así: «Iraquíes de todos los grupos sectarios y étnicos creen que la invasión militar estadounidense es la raíz primera de las violentas diferencias entre ellos, y consideran que la salida de las fuerzas de ocupación es clave para la reconciliación nacional.» Como he dicho, Estados Unidos no ha tenido mucho éxito en su inspiración de un conflicto regional entre suníes y chiíes, aunque las tensiones entre ellos sean bien reales e inquietantes. La invasión de Iraq ha potenciado los actos de terrorismo mucho más de lo que hubiera podido pensarse de antemano, llegando algunas estimaciones, como las realizadas por los especialistas en terrorismo Peter Bergen and Paul Cruickshank tras el análisis de cifras cuasi oficiales, a considerar que se ha multiplicado por siete. Lo que vaya a suceder a continuación depende en no escasa medida de cuáles vayan a ser las políticas estadounidenses, si bien hay también muchos factores internos propios de esta compleja región.

Ali: El 20 de septiembre de 2006 el presidente venezolano, Hugo Chávez, promocionó su libro Hegemony or Survival: America’s Quest for Global Dominance (2) en la Asamblea General de las Naciones Unidas, y lo elogió por demostrar que el mayor peligro para la paz mundial es en estos momentos Estados Unidos. Inmediatamente, hubo un gran alboroto en los medios de comunicación. Usted, por su parte, rechazó las demandas de entrevistas porque en su opinión los entrevistadores ni siquiera se habían molestado en leer el libro y discutir su contenido, y estaban en cambio buscando sensacionalismo. ¿Hay en los medios de comunicación estadounidenses un lugar para el periodismo informativo y educativo, y para la información contrastada que no esté teñida de sensacionalismo o retórica promocional? ¿Permite la aparición de Internet -los blogs, YouTube, los webzines, etc.- contrarrestar lo que usted ha llamado la fabricación del consenso , consistente en que organismos poderosos, como las grandes corporaciones y el gobierno estadounidenses suministren a los medios y al público información preparada y propaganda y medias verdades adecuadas?

Chomsky: Si tuviera que limitarme a un único diario, elegiría el New York Times, aunque he escrito centenares de páginas en las que documento en detalle sus falsas representaciones, distorsiones y cruciales omisiones al servicio del poder. Y lo haría por su importancia y recursos superiores a los demás. Se aprende mucho con una lectura atenta y crítica de los medios de comunicación dominantes, aunque hay otras fuentes también valiosas. Internet permite acceder a una gran variedad de información, opinión e interpretación. Pero, como cualquier otra fuente, es útil a condición de que se utilice de un modo discriminado y reflexivo. Los mejores biólogos no son aquellos que más han publicaciones técnicas de su ámbito han leído, sino aquellos que disponen de un marco de comprensión que les permite seleccionar lo que puede ser significativo, aunque por lo demás un determinado documento sea de poco valor. Este mismo tipo de discernimiento es necesario en el estudio de los asuntos humanos.

Ali: Sus críticos -y los hay en gran número- afirman que su retórica e ideología parece un disco rayado: una interminable letanía y un rollo de ataques repetitivos a la política exterior estadounidense, y a sus acciones militares. ¿Cómo responde usted a los críticos que afirman que su descripción de la política exterior de EE UU es simplista y cínica? ¿Es realmente Estados Unidos un imperio del mal? ¿No hay casos en que la intervención estadounidense o su ayuda haya respondido a criterios altruistas, siguiendo los ideales de la Constitución?

Chomsky: Este tipo de crítica que señala se le ha hecho a los disidentes de casi todas las sociedades en la historia de la Humanidad, por lo que no hay que hacerle ningún caso. Si los críticos tienen argumentos y pruebas, con gusto las estudiaré, en este ámbito como en cualquier otro. Cuando lo único que hay son rabietas del tipo de las que usted señala, podemos descartarlas como nuevos ejemplos de lo que el creador de la teoría de las relaciones internacionales realistas, Hans Morgenthau, llamó «nuestra conformista obediencia a los que detentan el poder», refiriéndose a los intelectuales estadounidenses -y a los occidentales en general-, sin perjuicio de las eventuales excepciones. Yo no respondo a estas acusaciones de que describo a Estados Unidos como un imperio del mal , porque esta acusación es un montaje infantil por parte de apologistas desesperados del poder estatal. De hecho, suelo hacer hincapié en que Estados Unidos es como cualquier otro sistema de poder. Es cierto que esta afirmación les resulta intolerable a nuestros nacionalistas, que insisten en el excepcionalismo de EE UU, del mismo modo que a los líderes políticos y las clases intelectuales en otros Estados poderosos, pasados y presentes, con mucha frecuencia. En cuanto al carácter genuinamente altruista de nuestras intervenciones, es difícil hallar ejemplos en el pasado, tal como la investigación histórica demuestra, aunque, por supuesto, cada intervención se presenta como altruista por parte de sus perpetradores, por muy monstruosos que sean. La imagen es más ambigua en lo relativo a la ayuda, pero no muy diferente cuando la observamos en detalle, y se ajusta también a un universal histórico, como he dicho.

Ali: En su opinión, ¿el veto que la Universidad DePaul impuso al nombramiento como numerario del profesor Norman Finkelstein por su mordaz crítica y refutación del libro de Alan Dershowitz Case for Israel es indicativa del clima de honradez e integridad intelectual en Estados Unidos? ¿Es acaso un aviso a los académicos e intelectuales que no se ajustan a las consignas y cuestionan abiertamente la ideología que defienden los poderosos grupos de intereses y lobbies? O bien, ¿es sólo un incidente aislado que no tiene más implicaciones en relación con el ambiente intelectual post 11 de septiembre?

Chomsky: El comportamiento de la Universidad DePaul al rechazar la recomendación de los profesores para el nombramiento numerario de Finkelstein fue por supuesto deplorable, pero este caso no puede generalizarse. Tiene rasgos específicos, en particular el papel del desesperado y fanático profesor de la Facultad de Derecho de Harvard Alan Dershowitz. Finkelstein demostró con impecable rigor académico que Dershowitz es un difamador, un mentiroso y un vulgar apologista de los crímenes del Estado que defiende. En un primer momento, éste removió cielo y tierra para impedir la publicación del escrito de Finkelstein, y tras su fracaso lanzó una cruzada histérica para intentar suprimir su contenido. No es un idiota y sabe que no puede dar respuesta en términos de hechos y argumentos, de modo que recurrió a lo que le es habitual: una retahíla de ataques e insultos y una extraordinaria campaña de intimidación a la que sucumbió al final la dirección de la Universidad, aparentemente por temor a la eventual movilización de sus patrocinadores. Esta depravada actuación ha sido analizada con ajustado detalle en publicaciones apropiadas, como Chronicle of Higher Education , y no voy a extenderme más aquí.

Es cierto que hay iniciativas importantes para impedir un debate honesto e independiente de los asuntos de Oriente Próximo, en particular los relativos a Israel. No obstante, éste es un caso especial que no tiene nada que ver con el ambiente intelectual posterior al 11 de septiembre.

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Wajahat Ali es ciudadano pakistaní y estadounidense, musulmán, autor teatral, ensayista, humorista y abogado, cuya obra The Domestic Crusaders (Los cruzados del interior) es la primera obra teatral que trata de los musulmanes estadounidenses en el periodo post 11 de Septiembre.

S. Seguí pertenece a los colectivos de Rebelión y Cubadebate.

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar el nombre del autor y el del traductor, y la fuente.

http://www.counterpunch.com/waj06172008.html

Notas:

(1) La Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) es un organismo intergubernamental fundado el 14 de Junio de 2001 por la RP China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán, dedicado a asuntos de cooperación económica, cultural y de seguridad. (N. del t.)

(2) Hegemonia o supervivència : Estats Units a la recerca del domini global , Editorial Empuries, 2004 (en catalán); Hegemonía o supervivencia: la estrategia imperialista de Estados Unidos , Ediciones B, 2005 (en español).