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Afganistán

Sólo hay una cosa más despreciable que una mujer, un comunista

Fuentes: Rebelión

Han pasado 25 años desde que los talibanes entraron en Kabul, una mañana del 27 de septiembre de 1996. La mayoría de los muyahidines eran refugiados pastunes que habían estudiado en las madrasas (escuelas coránicas) de Pakistán. Su líder, un ser oscuro, analfabeto y tuerto, el ulema Omar, se hacía llamar Amir-ul-Muminin (El príncipe de los creyentes).

Los primero que hicieron fue torturar y ejecutar extrajudicialmente al líder socialista Mohammad Najibulá Ahmadzai [1], cuyo cuerpo ensangrentado se expuso, junto al de su hermano, colgando de una farola en la céntrica Plaza de Pastunistán. 

El rostro de Najibula, en ese momento hinchado y morado, nada tenía que ver con el del hombre que hacía poco tiempo aparecía sonriente en miles de carteles prometiendo a su país un futuro mejor y animando a las mujeres a que salieran de casa y tomaran las escuelas y universidades.  

Así nos cuenta Khaled Hosseini (Kabul, 1965) en su obra “Mil soles espléndidos”[2] cómo fue aquella jornada en la que la omnipresencia de Alá (secuestrado por los Talibán) hizo temblar al mundo. Miles de altavoces colocados en mezquitas y casas lanzaron un mensaje que repetía la radio que desde ese momento se empezó a llamar La Voz de la Sharia: 

“(Najibulá) era un comunista. Mató a muchos musulmanes. Esto es lo que se hace con los infieles que cometen crímenes contra el Islam (…). A partir de ahora se prohíbe cantar, bailar, escribir libros, ver películas y pintar cuadros. Y ¡Atención las mujeres! Permaneceréis en vuestras casas. Si salís a la calle debéis ir con burka y acompañadas de un pariente varón. No hablaréis al menos que os dirijan la palabra. No miréis a los hombres a los ojos. No os reiréis en público. Si lo hacéis, seréis azotadas. No os pintéis las uñas, si lo hacéis se os cortará un dedo. Se prohíbe a las niñas ir a la escuela. Todas las escuelas quedan clausuradas. Se prohíbe trabajar a las mujeres. Si se halla a una culpable de adulterio, será lapidada”[3]. 

Mientras esos acontecimientos se suceden en Kabul, un hombre “satánico”, llamado Rashid, quien maltrata y da palizas a sus dos esposas, se dirige a ellas riéndose y las dice: “A los ojos de los talibanes ser comunista convertía a Najibulá en un ser un poco más despreciable que una mujer”[4]. 

Mientras en su primera novela “Cometas en el cielo”, Khaled Hosseini (quien se exilió en EEUU, con su familia, cuando tenía quince años), se muestra “pro estadounidense” (él es musulmán moderado), en Mil soles espléndidos, su segunda, reconoce que las mujeres en Afganistán nunca tuvieron tantos derechos y libertad como en la época soviética (1979-1989).

En boca de un buen hombre, socialista, culto y acérrimo defensor de las mujeres, elogia los grandes avances en educación que se lograron con el gobierno socialista. Su hija, Laila, recuerda así lo que le decía su “babi”:

“Los comunistas han actuado bien, al menos en el terreno educativo [5]. El gobierno socialista ha subvencionado clases de alfabetización para todas las mujeres. Y ahora, según afirmaba babi, casi dos tercios de las matrículas en la Universidad de Kabul correspondía a mujeres. Mujeres que estudiaban derecho, medicina, ingeniería. Las mujeres siempre lo han tenido difícil en este país, Laila, pero seguramente son más libres ahora, bajo el régimen comunista, y tiene más derechos que nunca – decía babi”[6]. 

Con la salida de la URRS de Afganistán y la derrota reciente de los EEUU, los máximos perdedores vuelven a ser las mujeres.  

El politólogo estadounidense Barnett Rubin (1950), autor del libro “La fragmentación de Afganistán: La formación de un Estado o el colapso del sistema internacional” (Universidad de Yale, 2002) explica – en unas declaraciones difundidas recientemente por la BBC- por qué fracasaron EEUU y sus aliados en Afganistán:   “El fracaso de la misión de Estados Unidos y sus aliados en Afganistán comenzó (hace veinte años) el 6 de diciembre de 2001, un día después de la firma de los Acuerdos de Bonn, cuando el Secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld, se negó a firmar un acuerdo político entre Hamid Karzai[7] y los representantes que quedaban de los Talibán».

Notas:

[1] Najibulá fue presidente de la República Democrática de Afganistán (1986-1987) cuando la URSS aún ocupaba el país, y luego gobernó la República de Afganistán, con “el apoyo de Moscú,” hasta 1992. 

[2] Mil soles espléndidos (Ed. Salamandra, 2007). 

[3] Ibíd. Págs. 275 y 276. 

[4] Ibíd. Pág. 277. 

[5] Aunque se les acusaba de ateos y de no respetar “los preceptos sagrados del Islam”. 

[6] Ibíd. 136. 

[7] Presidente 2001, 2004-2014. 

Blog del autor: Nilo Homérico 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.