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Más de 10 millones de personas han sido víctimas de desplazamientos forzados desde 2023, según ACNUR

Sudán, una guerra olvidada

Fuentes: Rebelión [Imagen: Unicef]

El balance de dos años de conflicto bélico en Sudán, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) de Naciones Unidas: 26 millones de ciudadanos sudaneses pasan hambre (la cifra incluye a 750.000 que se hallan al borde de la hambruna); entre las causas mencionadas por la ONU -el pasado 24 de julio- figuran el aumento del precio y las “limitaciones de acceso” a los alimentos, así como el impacto de la guerra (el precio de los comestibles locales ha escalado un 120% respecto a junio de 2023).

El portavoz de Naciones Unidas, Stéphane Dujarric, detalló algunos de los puntos críticos del balance: “El paso fronterizo de Tine, utilizado para transportar mercancías desde Chad a la región sudanesa de Darfur, es actualmente intransitable debido a las inundaciones; además, las rutas del sur están inaccesibles”.

Dujarric subrayó la necesidad de respaldo económico, ya que según las estimaciones de la ONU, el plan de 2.700 millones de dólares para “cubrir las operaciones humanitarias” de 2024 está financiado sólo en un 30%.

Asimismo, la Misión Internacional Independiente de Investigación de la ONU para Sudán ha visitado uno de los países fronterizos -Chad-; la Misión ha registrado violaciones de los derechos humanos como consecuencia de la guerra; así, refugiados de nacionalidad sudanesa revelaron asesinatos, casos de violencia sexual (incluidas las violaciones colectivas); saqueos; torturas; detenciones inmotivadas; desapariciones forzadas o incendios de casas.

A conclusiones similares llega el informe de Médicos Sin Fronteras (MSF) Guerra contra las personas: el coste humano del conflicto y la violencia en Sudán, difundido el pasado 22 de julio; los datos del reporte fueron recogidos entre abril de 2023 y mayo de 2024, en el contexto de los “combates generalizados” entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).

En los territorios en conflicto de Jartum, Gezira y Darfur, los hospitales y salas de urgencia en funcionamiento son escasos, subraya el reporte; la ONG ha atendido a personas heridas por el fuego cruzado, “los bombardeos a gran escala y el fuego de artillería”; una de las consecuencias de la guerra es la inutilización/destrucción de hogares, instalaciones sanitarias e infraestructuras básicas.

Uno de los ejemplos difundidos por MSF es el del hospital Al Nao, en la ciudad sudanesa de Omdurmán; entre agosto de 2023 y abril de 2024, resultaron ingresadas 6.776 personas como “heridos de guerra” (en casi todos los casos por bala y metralla); el centro hospitalario fue bombardeado en tres ocasiones.

Además, agrega la nota informativa de MSF, “una explosión causada por un ataque aéreo en mayo mató a dos niños tras derrumbarse el techo de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del hospital pediátrico Baker Nahar, en la ciudad de El Fasher; el hospital se vio obligado a cerrar”.

La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) cifra en más de 10 millones, las personas víctimas de los desplazamientos forzados (internos) en Sudán, desde abril de 2023 (inicio de la guerra civil entre las FAS y el grupo paramilitar FAR, liderado por Mohammed Hamdan Dagalo –Hemetti-).

La violencia tiene asimismo una dimensión política; el presidente del Consejo de Soberanía de Transición de la República de Sudán -desde 2021-, Abdelfatah al Burhan, logró salvar la vida el pasado 31 de julio tras un intento de homicidio; el ataque tuvo lugar en la ciudad de Jebet, a 100 kilómetros de Jartum, durante una ceremonia militar.

En el mismo ceremonial de graduación, el impacto de una aeronave no tripulada causó cinco muertes –estudiantes y un oficial- y varios heridos. La información publicada en Descifrando la Guerra por la colaboradora Andrea Chamorro da cuenta de la relevancia geopolítica de la guerra:

“Se ha estancado en el tiempo e involucra cada vez más a actores extranjeros, como es el caso de Rusia e Irán de parte de las FAS y Emiratos Árabes Unidos apoyando a las FAR; una de las cuestiones que más ha llamado la atención de este conflicto son las conexiones que éste posee con la guerra en Ucrania”; el oro es una fuente de riqueza e ingresos relevante para la antigua colonia británica.

El analista internacional Guadi Calvo complementaba esta información en el artículo Sudán, una guerra sin horizonte (periódicos Rebelión y Resumen Latinoamericano, abril 2024); añadía a otros “jugadores”, como Egipto o Libia.

Y, respecto a Hemetti, subrayaba el periodista argentino: “Desde los tiempos de al-Bashir (exmilitar y presidente de Sudán hasta 2019) y gracias a sus ‘méritos’ en el genocidio de Darfur (2003-2008), se le permitió involucrarse en la explotación y comercialización ilícita del oro, lo que llegó a convertirle en el hombre más rico del país. Fortuna con la que también financia a su fuerza”.

El historiador francés Gerard Prunier aboga también por explicaciones de fondo, como el tráfico internacional de armas y las importaciones (“masivas”) de material bélico, por ejemplo de Emiratos Árabes Unidos para las FAS y de Egipto a las FAR (Sudán: de la transición a la disolución, Le Monde Diplomatique –LMD-, marzo 2024).

En otro artículo en LMD (¿Sudán sigue siendo un Estado?), Prunier recuerda que el conflicto entre el Norte y el Sur de Sudán se saldó con número de muertes que oscila entre 500.000 y un millón (la primera guerra civil sudanesa se produjo entre 1955 y 1972; la segunda, entre 1983 y 2005; la República de Sudán del Sur se convirtió en Estado independiente en el verano de 2011; el petróleo es uno de los recursos principales del país).

De este modo, el académico y consultor francés trasciende las explicaciones publicadas en los medios informativos convencionales, que ponen énfasis en las ambiciones personales de los señores de la guerra; en concreto, entre Abdelfatah al Burhan y Mohammed Hamdan Dagalo: los dos generales formaban parte del Consejo de Soberanía de Transición en abril de 2023.

Introduce otro antecedente de interés la activista y exportavoz de la Alianza de Trabajadores Sudaneses para la Restauración de los Sindicatos (SWARTU), Rabab Elnaiem; en 2018 se produjo un levantamiento y movimiento de desobediencia civil que llevó a la destitución –en abril de 2019- del “gobierno islamista” de Omar Hasán Ahmad al Bashir.

“Es importante tener en cuenta que el régimen de Bashir estaba destinado a colapsar. No había forma de que continuara y la pregunta era, ¿qué tipo de cambio queremos?”, afirma Rabab Elnaiem (entrevista de Marya Hannun, editora del proyecto MERIP, reproducida en la revista Sin Permiso, junio 2024, con traducción de Enrique García).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.