Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
182.936 agricultores se han suicidado en India en 1997 y 2007. Cerca de dos tercios de esos suicidios han ocurrido en cinco Estados (India tiene 28 Estados y siete territorios de la unión). Los Grandes 5 [Estados] – Maharashtra, Karnataka, Andhra Pradesh, Madhya Pradesh y Chattisgarh – representan sólo un tercio de la población del país, pero dos tercios de los suicidios de agricultores. La proporción de agricultores que se matan en esos Estados es mucho más elevada que las tasas de suicidios entre los no-agricultores. Los suicidios en el campo también han ido aumentando en otros Estados del país.
Es significativo que la cantidad de agricultores que se quitan la vida aumente a pesar de la disminución de la cantidad de agricultores, es decir, sobre una base agrícola en disminución. Hasta 8 millones de personas abandonaron la agricultura entre los dos censos de 1991 y 2001. La cantidad de gente que ha abandonado la agricultura sólo ha aumentado desde entonces, pero recién tendremos la cifra actualizada de los agricultores en el censo de 2011.
Esos datos de suicidios son oficiales y tienden a ser inmensas subestimaciones, pero son de por sí bastante tristes. Los datos de suicidios en India son reunidos por el Buró Nacional de Registros de Crímenes (NCRB), una sección del Ministerio de Asuntos Interiores del gobierno de India. El propio NCRB no parece hacer mucho daño a los datos. Pero los Estados que los reúnen dejan afuera a miles en la definición de «agricultor» y, por lo tanto, amañan los resultados para reducirlos. Por ejemplo, las mujeres que trabajan el campo no son normalmente aceptadas como agricultoras (por costumbre, la tierra casi nunca está a sus nombres). Hacen la mayor parte del trabajo en la agricultura – pero son sólo «esposas de agricultores.» Esta clasificación posibilita que los gobiernos excluyan innumerables suicidios de mujeres agricultoras. Son registradas como muertes suicidas – pero no como «suicidios de agricultores.» Del mismo modo, muchos otros grupos, han sido también excluidos de esa lista.
La avalancha de suicidios en las granjas – la mayor ola continua de tales muertes registrada en la historia – acompaña la adopción por India del ‘mundo feliz’ del neoliberalismo. Muchos informes sobre ese proceso y cómo ha afectado a la agricultura han sido publicados aquí mismo, en el sitio CounterPunch. [Y en Rebelión, N. del T.] La tasa de suicidios de agricultores ha empeorado particularmente después de 2001, cuando India iba bien avanzada por el engañoso camino de la OMC en agricultura. La cantidad de suicidios de agricultores en los cinco años – 1997-2001 – fue de 78.737 (o sea un promedio de 15.747 por año). La misma cifra para los cinco años 2002-2006 fue de 87.567 (o sea un promedio de 17.513 por año). Es decir, en los cinco años siguientes después de 2001, un agricultor – o agricultora – se quitó la vida cada 30 minutos en promedio. Las cifras de 2007 (detalladas a continuación) colocan también ese año, en la tendencia creciente.
¿Qué tienen en común los suicidios en las granjas? Los que se quitaron la vida estaban profundamente endeudados – los hogares campesinos endeudados se duplicaron en la primera década de las «reformas económicas» neoliberales, de un 26% de los hogares agrícolas a un 48,6%. Lo sabemos por datos del Muestreo Estadístico Nacional. Pero en los peores Estados, el porcentaje de semejantes hogares es mucho más alto. Por ejemplo, un 82% de todos los hogares agrícolas en Andhra Pradesh estaba endeudado en 2001-2002. Los que se quitaron la vida eran sobre todo agricultores de cultivos comerciales – cultivadores de algodón, café, caña de azúcar, cacahuetes, pimienta, vainilla. (Hay menos suicidios entre los agricultores de cultivos para la alimentación – es decir, cultivadores de arroz, trigo, maíz, lentejas.) La filosofía del ‘mundo feliz’ ordenó a innumerables millones de agricultores del Tercer Mundo que pasaran del cultivo para la alimentación a cultivos para la comercialización (el mantra del «crecimiento impulsado por la exportación»). Para millones de agricultores de subsistencia en India, esto significó costes de cultivo mucho más elevados. Préstamos mucho mayores, deudas mucho más altas, y estar atrapados en la volatilidad de los precios globales de las materias primas. Es un sector dominado por un puñado de corporaciones multinacionales. La medida en que el paso a cultivos comerciales impacta al agricultor se refleja en lo siguiente: solía costar aproximadamente Rs. 8.000 (165 dólares actuales) cultivar un acre de arrozal en Kerala. Cuando muchos pasaron a cultivar vainilla, el coste (para 2003-2004) por acre fue de casi Rs. 150.000 (3.000 dólares) por acre. (El dólar equivale a unas 50 rupias.)
Cuando gigantescas compañías semilleras desplazan a híbridos baratos y variedades tradicionales más resistentes con sus propios productos, un agricultor de algodón en la red de Monsanto paga mucho más por semillas que lo que algún día hubiera llegado a imaginar. Las variedades locales e híbridos fueron desplazados con entusiasta apoyo estatal. En 1991, se podía comprar un kilo de semilla local por sólo Rs. 7 o Rs. 9 en Vidarbha, la región más afectada actualmente. En 2003, se pagaban Rs. 350 (7 de dólares) por una bolsa con 450 gramos de semilla híbrida. En 2004, los socios de Monsanto en India comercializaban una bolsa de 450 gramos de semilla de algodón Bt por entre Rs. 1.650 y Rs. 1.800 (33 a 36 dólares). El precio fue reducido dramáticamente de un día al otro debido a la fuerte intervención gubernamental en Andhra Pradesh, donde cambió el gobierno después de las elecciones de 2004. El precio cayó a cerca de Rs. 900 (18 dólares) aún muchas veces superior al de 1991 o incluso de 2003.
Mientras tanto, la desigualdad fue el gran devorador de hombres entre los «tigres emergentes» del mundo en desarrollo. La comercialización depredadora del campo devastó todos los demás aspectos de la vida para los campesinos y los trabajadores sin tierra. Los costes de la salud, por ejemplo, aumentaron dramáticamente. Muchos miles de jóvenes se salieron de las escuelas y universidades para trabajar en las granjas de sus padres (incluyendo muchos que tenían becas). El gasto promedio mensual per cápita del hogar agrario indio era de sólo Rs. 503 (diez dólares) a principios de esta década. De eso, aproximadamente un 60% era gastado en alimento y otro 18% en combustible, vestimenta y calzado.
¿Gastaban tanto dinero en alimentos los agricultores? Para comenzar, millones agricultores indios pequeños y marginales son compradores netos de cereales alimenticios. No pueden producir lo suficiente para alimentar a sus familias y tienen que trabajar en los campos de otros y en otros sitios para cerrar la brecha. Al tener que comprar parte de los cereales que necesitan en el mercado, son profundamente afectados por los aumentos en los precios de alimentos, como ha sucedido desde 1991, y de modo particularmente agudo en este año. El hambre entre los que producen alimentos es algo muy real. Hay que agregar a esto que la «disponibilidad neta per cápita» de cereales alimenticios ha bajado dramáticamente en India desde que comenzaron las «reformas»: de 510 gramos por indio en 1991, a 422 gramos en 2005. (No es una baja de 88 gramos. Es un caída de 88 multiplicada por 365 y luego por un millón de indios.) Como ha estado señalando constantemente la profesora Utsa Patnaik, la más destacada economista especializada en agricultura de India, la familia pobre promedio tiene aproximadamente 100 kilos menos actualmente de lo que tenía hace diez años – mientras que la elite come como si se estuviera pasando de moda. Para muchos, el paso de cultivos de alimentación a cultivos comerciales empeora las cosas. A fin de cuentas, si es necesario uno se puede comer su arrozal. Es difícil comer algodón. Mientras tanto, incluso el sector de los cultivos de alimentación cae cada vez más bajo control de la fijación oligopolítica de las corporaciones. La especulación en los mercados a término hizo subir este año los precios de cereales en todo el globo.
Mientras tanto, el modelo neoliberal que impulsó el crecimiento a través de un tipo de consumo también significó la reorientación de inmensas cantidades de dinero del crédito rural a la promoción de los estilos de vida de las elites ambiciosas de las ciudades (y también del campo). Miles de filiales bancarias rurales cerraron durante los 15 años desde 1993 a 2007.
Incluso al derrumbarse los ingresos de los agricultores, también lo hicieron los precios que obtienen por sus cultivos comerciales, gracias a los obscenos subsidios que los agricultores corporativos y acaudalados de Occidente reciben de EE.UU. y de la UE. Su batalla sólo por los subsidios para el algodón (de un valor de miles de millones de dólares) destruyó a los agricultores de algodón no sólo en India sino en naciones africanas como Burkina Faso, Benín, Mali, y Chad. Mientras tanto, durante todo el tiempo, India fue reduciendo la inversión en la agricultura (procedimiento neoliberal estándar). La vida se hacía más y más imposible para los pequeños agricultores.
Mientras subían los costes, el crédito se acababa. La deuda se descontroló. Los subsidios destruyeron sus precios. La ausencia de inversiones en la agricultura (de un valor de miles de millones de dólares por año) aplastó al campo). India incluso cortó muchos de los pocos salvavidas que tenía para sus agricultores. La confusión fue total. Desde fines de los años noventa, los suicidios comenzaron a ocurrir en lo que entonces parecía un ritmo acelerado.
De hecho, la crisis agraria de India puede ser resumida en cuatro palabras (llámela Ag Crisis 101): el impulso hacia la agricultura corporativa. La ruta (en cuatro palabras): comercialización depredadora del campo. El resultado: El mayor desplazamiento en nuestra historia.
Las corporaciones todavía no controlan directamente la tierra de labranza india y no realizan directamente las operaciones cotidianas. Pero controlan todos los demás sectores: insumos, distribución, mercadotecnia, precios, y se orientan también hacia el control del agua (que los Estados en India se ocupan de privatizar de una u otra manera).
La mayor cantidad de suicidios en las granjas sucede en el Estado de Maharashtra, sede de la Bolsa de Valores Mumbai y con su capital Mumbai [Bombay] donde están 21 de los 51 multimillonarios en dólares de India y más de un cuarto de los 100.000 millonarios en dólares del país. Mumbai atrajo la atención global cuando terroristas masacraron a 180 personas en un espantoso ataque en noviembre. En ese Estado con su capital Mumbai, ha habido 40.666 suicidios de agricultores desde 1995, que han recibido muy poca atención en los medios.
Los suicidios de agricultores en Maharashtra volvieron a cruzar la marca de los 4.000 en 2007, por tercera vez en cuatro años, según el Buró Nacional de Registro de Crímenes. 4.238 agricultores se quitaron la vida en ese Estado durante ese año, el último para el cual hay datos, los que representan un cuarto de los 16.632 suicidios de agricultores en el país. El total nacional muestra una ligera caída de los 17.060 suicidios de agricultores de 2006. Pero la tendencia general de la última década parece ser inconmovible. Los suicidios en granjas del país desde 1997 suman ahora 182.936.
Para volver a repetirlo, los cinco Estados más afectados: Maharashtra, Andhra Pradesh, Karnataka, Madhya Pradesh y Chattisgarh – representan dos tercios de todos los suicidios de agricultores en India. En conjunto, fueron 11.026 en 2007. De estos, solo Maharashtra representa más de un 38%. De los 5 Grandes, Andhra Pradesh tuvo una disminución de 810 suicidios de su total de 2006. Karnataka tuvo un aumento de 415 durante el mismo período. Madhya Pradesh (1.375) mostró una disminución de 112, pero los 1.593 suicidios en las granjas de Chattisgarh significan un aumento de 110 sobre 2006. Factores específicos en esos Estados alimentan el problema. Son zonas de agricultura altamente diversificada, comercializada, donde dominan los cultivos comerciales. El estrés acuático ha sido una característica común, y empeora con el uso de tecnologías como la semilla Bt que exige inmensas cantidades de agua. Los altos insumos externos y sus costes son también comunes, así como el uso de productos químicos y pesticidas. La desregulación sin discernimiento cavó muchas tumbas, prendió muchas piras.
Maharashtra registró una baja de 215 suicidios en 2007. Sin embargo, ningún otro Estado llega a la marca de los 3.000. Y Andhra Pradesh (con 1.797) y Karnataka (2.135) – los dos Estados peor afectados que le siguen – no pasan en conjunto la marca de más de 4.000 de Maharashtra. Una baja de 221 en un año, ocurrió también en 2005, en Maharashtra, sólo para ser seguida por al punto más alto de todos los tiempos de 4.453 suicidios en 2006. La tendencia del Estado no muestra ningún cambio y sigue siendo deprimente.
La cifra de 4.238 de Maharashtra en 2007 viene después de un año y medio de «paquetes de ayuda» agrícola por un valor de Rs. 5000 crore (1.000 millones de dólares) y una visita del primer ministro a mediados de 2006 a la afligida región Vidharbha. El Estado también ha visto una plétora de informes, estudios de comisiones de investigación oficiales entre 2005 y 2007, orientados a encarar el problema. Sin embargo, los 12.617 suicidios en las granjas en los mismos años es su peor total de todos los tiempos para un período de tres años desde que el Estado comenzó a registrar datos semejantes en 1995. Por cierto, los suicidios agrícolas en Maharashtra desde ese año han sobrepasado la marca de los 40.000. Las causas estructurales de esa crisis parecen no haber sido tocadas.
A escala nacional, los suicidios de agricultores entre los años 2002 y 2007 fueron peores que para los años entre 1997 y 2001. Los datos del NRBC para todo el país existen ahora desde 1997 hasta 2007. En los cinco años hasta 2001, hubo un promedio de 15.747 suicidios de agricultores al año. Para los seis años desde 2002, ese promedio es de 17.366 suicidios de agricultores por año. El aumento es angustiosamente superior en los principales Estados en crisis.
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P. Sainath es editor de asuntos rurales de The Hindu y es autor de «Everybody Loves a Good Drought.» Es colaborador regular de CounterPunch. Para contactos, escriba a: [email protected].