Alrededor de 20 por ciento de la población de Nicaragua dejó el país en los últimos 16 años, buscando sobre todo empleo y mejores ingresos. Los que se marchan son los jóvenes, en una tendencia que divide familias y devuelve remesas. «Era maestro de inglés en un colegio de primaria en Rivas (departamento sureño fronterizo), […]
Alrededor de 20 por ciento de la población de Nicaragua dejó el país en los últimos 16 años, buscando sobre todo empleo y mejores ingresos. Los que se marchan son los jóvenes, en una tendencia que divide familias y devuelve remesas.
«Era maestro de inglés en un colegio de primaria en Rivas (departamento sureño fronterizo), pero apenas me pagaban 130 dólares al mes, y mis amigos que se fueron a Costa Rica ganaban más de 400 dólares, así que yo también decidí irme a buscar los billetes porque en este país no veo futuro», explicó a IPS Juan Carlos Baltodano, de 28 años, antes de cruzar el puesto fronterizo de Peñas Blancas, en la frontera sur.
Si pudieran, más de 60 por ciento de los jóvenes nicaragüenses menores de 25 años emigrarían, según estudios de la Red de Migrantes de Nicaragua y de otras instituciones investigadoras del fenómeno migratorio.
De acuerdo con estadísticas oficiales, aproximadamente un millón de nicaragüenses residen fuera del país, tras haber emigrado por razones económicas en los últimos 16 años. Martha Cranshaw, representante de la Red de Migrantes, considera que hay entre 900.000 y más de un millón de emigrantes, unos 600.000 en Costa Rica, 350.000 en Estados Unidos y unos 100.000 en El Salvador.
El 21 de agosto, la firma M&R Consultores publicó un sondeo en el cual seis de cada 10 entrevistados jóvenes afirmaban estar dispuestos a irse del país. El mismo estudio establecía que se trataba de «una tendencia histórica» sostenida desde mayo de 2004, cuando la misma empresa registró siete de cada 10 encuestados que querían emigrar.
Los motivos, ahora y en 2004, son los mismos: 80 por ciento en busca de trabajo y mejoras económicas. «La gente no encuentra empleo en el país y ve como los que se van consiguen oportunidades en el extranjero y pueden mandar remesas al resto de la familia», explicó a IPS Raúl Obregón, director de M&R.
En Nicaragua, 80 por ciento de sus cinco millones de habitantes son pobres, al sobrevivir con menos de dos dólares al día, según datos de la organización no gubernamental Coordinadora Civil.
Las cifras sobre las intenciones juveniles de emigrar son inclusive más amplias, dice otro estudio. La no gubernamental Fundación Desafíos, que se dedica a asuntos de juventud y adolescencia, realizó en agosto un sondeo en el que casi tres cuartos de jóvenes menores de 25 años entrevistados en zonas rurales dijeron desear irse al exterior por falta de trabajo.
La consulta de la Fundación, aplicada a 1.725 personas que habitan fuera de cascos urbanos, indicó que setenta por ciento se irían apenas por un empleo con salario fijo.
Ochenta y dos por ciento de los consultados señalaron que nunca recibieron ayudas económicas para proyectos personales y sólo 12 por ciento dijeron haber obtenido becas.
Las estadísticas sobre las intenciones de emigrar por falta de trabajo contrastan con las cifras de empleo del gobierno. En agosto, el presidente del Banco Central de Nicaragua, Mario Arana, anunció que en cinco años de gestión del presidente Enrique Bolaños se había logrado reducir el desempleo abierto hasta 5,6 por ciento.
Para el economista independiente Néstor Avendaño, esa cifra de desempleo es «irreal».
De acuerdo con sus cálculos, los desempleados y subempleados (en tareas informales y sin salario fijo) suman por lo menos 25 por ciento de la población económicamente activa, estimada en 2,2 millones de personas mayores de 12 años, según el censo del año pasado del Instituto Nicaragüense de Estadísticas y Censos.
Mientras, crece el flujo de dinero enviado a las familias por quienes consiguen trabajo en el exterior.
Avendaño dijo a IPS que el monto de las remesas familiares aumentó de 800 millones de dólares en 2004 a un poco más de 1.000 millones en 2005, lo que representa 20 por ciento del producto interno bruto.
Cranshaw indicó que esos ingresos provienen sobre todo de los nicaragüenses que trabajan en Costa Rica, Estados Unidos y El Salvador.
«Si se considera que la población de Nicaragua es de 5,1 millones, y un millón de ellos viven fuera de sus fronteras, quiere decir que este país se está volviendo un expulsor de su propia gente, ya que tendríamos a casi 20 por ciento viviendo fuera por falta de condiciones económicas», dijo a IPS el sociólogo Juan Carlos Gutiérrez, consultor de organismos internacionales en pobreza y población.
Para Gutiérrez, esta diáspora no representa pérdidas económicas, sino ayuda en lo inmediato.
Pero «los daños son otros», dijo a IPS Cranshaw, autora de un estudio según el cual más de 400.000 niños y jóvenes nicaragüenses crecen sin la atención debida de uno o dos de sus progenitores, ya que éstos abandonan el hogar para conseguir empleo en otros países.
La investigación «¿Qué ha significado para mí y mi familia la migración?», divulgada este mes, señala que 77 por ciento los niños cuyos padres han emigrado viven con tristeza desde el momento en que el progenitor toma la decisión de irse hasta el día que regresa, lo cual repercute en su educación y en su conducta social.
«Hablamos de que la juventud se nos va del país y la niñez crece con problemas psicológicos al no contar con la presencia de uno o ambos de los miembros de su familia. O sea que afectamos a la población por varias vías al no tener respuestas a las necesidades económicas», sin mencionar los riesgos de que los jóvenes caigan en redes de tráfico de personas, opinó Cranshaw.
Sólo este año se han reportado en la cancillería denuncias de más de 25 mujeres que partieron en busca de trabajo y fueron secuestradas y prostituidas en Honduras, El Salvador y Guatemala.
Además, Gutiérrez reconoció que hay una pérdida de «mano de obra joven y por lo tanto productiva».
«La mayoría de los emigrantes se encuentran en el rango de edad de entre 24 y 26 años. La emigración de la mano de obra joven es un elemento negativo para Nicaragua, porque a veces es la más calificada de sus comunidades. Puede que hayan llegado a sexto grado, pero son los más capacitados en sus familias», dijo.
«Entonces, hay una pérdida de capital humano, y no habrá cómo concretar los planes de desarrollo porque la fuerza más activa se fugó», admitió el sociólogo al comentar los aspectos negativos de la emigración.
Mientras se discuten beneficios y daños, Cranshaw no deja pasar un hecho que considera vital para el desarrollo: «Hay 1.000 millones de dólares de remesas del exterior. Sin esa plata, la situación de pobreza de este país sería peor».