Asía Central ha sido desde siempre unos de los lugares más complejos de la política internacional, y no es casualidad que más de un imperio haya salido muy maltrecho de sus desfiladeros y cordilleras: Británicos, soviéticos y norteamericanos, pueden dar buena cuenta ello y lo sigue siendo. Tras el anuncio del presidente afgano Ashraf Ghani, […]
Asía Central ha sido desde siempre unos de los lugares más complejos de la política internacional, y no es casualidad que más de un imperio haya salido muy maltrecho de sus desfiladeros y cordilleras: Británicos, soviéticos y norteamericanos, pueden dar buena cuenta ello y lo sigue siendo.
Tras el anuncio del presidente afgano Ashraf Ghani, del reinicio, en pocas semanas, de las conversaciones de paz con el talibán, que habían sido suspendidas en julio último tras el reconocimiento de la organización salafista de la muerte, en 2013, de su líder el Mullah Omar y la asunción a la jefatura del Mullah Akhtar Mansour.
Conociendo la dureza de muchos comandantes del Talibán, se puede especular que hacia el interior de la organización el reinicio de las conversaciones, que según anunció Ghani participaran nada menos que Estados Unidos y China, no son buenas noticias.
La respuesta inmediata a las declaraciones del presidente ha sido el ataque a la Embajada española en Kabul, que dejó dos policías españoles muertos.
Ghani pareciera querer sentarse a negociar desde una posición de fuerza, que el mundo entero sabe que no tiene, y de no ser por la presencia militar de los Estados Unidos su destino tendría el mismo final del ex presidente Mohamed Najibula asesinado por el talibán en 1992. A pesar de haber finalizado su misión de combate el 31 de diciembre pasado, la OTAN mantiene una dotación de cerca de 4 mil hombres, cifra que se triplicará el año próximo. Por su parte Washington tiene casi 10 mil soldados, de los que 5000 permanecerán más allá del mandato de Barack Obama en enero de 2017.
Ghani, tras reunirse con el Primer Ministro pakistaní Nawas Sharif en Islamabad el miércoles último, se refirió a la necesidad de afianzar la confianza mutua para enfrentar al terrorismo y terminar con «la guerra no declarada» entre las dos naciones.
En la capital pakistaní, también se llevarán a cabo las negociaciones a las que tanto Pekín como Washington se comprometieron asistir.
Ambas potencias están obligadas a enfrentar el fundamentalismo de una manera concreta. Para Estados Unidos, que desde hace más de una década lleva su guerra contra el terrorismo fuera de sus frontera, lo sucedido en San Bernardino, donde el ataque de la pareja Tashfeen Malik y Syed Farook de, produjo 14 muertos, le obliga mucho más a extremar sus esfuerzos. Sabe que podrían abundar lobos solitarios dispuestos a repetir los hechos. Mientras China tiene enquistado en su territorio el Movimiento del Turquestán Oriental (MITO) que pretende convertir al territorio autonómico de Xinjiang en un estado islámico, por lo que desde hace varios años viene protagonizando sangrientos ataques en diferentes puntos de China.
El presidente Ghani espera que el Mullah Mansour haya podido poner orden en su tropa para volver a las mesas de conversaciones, aunque los últimos episodios protagonizados por el talibán alejan esa posibilidad.
¿Quién manda entre los talibanes?
Sin duda esta debe ser la pregunta que todos los que de una manera u otra participan de este problema se deben estar haciendo. Aunque posiblemente absolutamente nadie tenga la respuesta.
La noticia sin duda habrá detenido la respiración de muchos involucrados en el conflicto, cuándo se supo que a fines de noviembre una fuente reveló que el Mullah Abdullah Sarhadi, uno de los líderes de la línea más dura del movimiento talibán, habría disparado contra el Mullah Mansour en medio de una reunión donde se estaba discutiendo sobre las conversaciones de Islamabad.
El cónclave se estaba llevando a cabo en Kechlaqh, a las afueras de la ciudad pakistaní de Quetta, en la propia casa de Sarhadi, quién habría matado a cuatro de los hombres que acompañaban a Mansour, el que habría sido herido de gravedad, sin conocerse hasta ahora si ha sobrevivido. De confirmarse la muerte o que haya quedado mal herido Mansour, su remplazante sería su segundo el jeque Haibtullah Akhunzada.
Sarhadi había sido detenido en 2001 por Estados Unidos y recluido en Guantánamo, para luego ser puesto en libertad y vuelto a detener por las autoridades pakistaníes, que lo liberaron en 2012.
La versión del enfrentamiento entre ambos comandantes no es el primer episodio que estaría señalando un resquebrajamiento interno en la fuerza terrorista.
El comandante Mohammed Rasool Akhund, estaría aglutinando a los rebeldes que se opone a Mansour, en un nuevo grupo llamado «Consejo Superior del Emirato Islámico», que pretende seguir combatiendo al Gobierno Central afgano y a sus aliados extranjeros, oponiéndose a cualquier proceso de paz.
El anuncio de la escisión fue hecha a principio de noviembre; según la declaración han anunciado su renuncia a «seguir las órdenes del Emirato Islámico de Afganistán, con sede en la provincia pakistaní de Baluchistán, para crear el Consejo Superior del Emirato Islámico».
Más allá de la escisión y el boicot a las negociaciones en Islamabad, se teme que en búsqueda de recursos los hombres de Rasool Akhund intente un acercamiento con las facciones de Estado Islámico que ya operan hace más de un años en Afganistán y han tenido duros choques con los talibanes en la provincia afgana de Nanhargar.
Se cree que los últimos tres ataques que el talibán se atribuyó en Afganistán y Pakistán estarían vinculados a esta «guerra» interna por la jefatura.
El ataque al Aeropuerto Internacional de Kandahar, en que murieron 50 personas, lo habría iniciado un grupo de 14 combatientes, durante la noche del martes 8. Desde una zona civil cercana al aeropuerto donde además funciona la principal base de los Estados Unidos en el sur del país y el cuartel general de la Policía regional. Los combates se libraron por más de 12 horas, en el sector civil del aeropuerto.
En occidente la noticia del atentado contra la embajada de Madrid en Kabul, donde perdieron la vida dos policías españoles, ha sacudido las conciencias que el atentado contra el mercado de ropa usada de Eid Gah de Parachinar, capital de la región de Kurram, en Pakistán, donde más de 30 personas perdieron la vida.
El mercado, que es visitado mayoritariamente por musulmanes chiitas, según la policía no se podría inscribir en la guerra religiosa que los salafistas vienen llevando contra esta escuela.
Fuentes policiales vinculan el ataque al primer aniversario de la masacre de 151 personas, entre ellas 125 niños, en un colegio militar Peshawar, realizado por el Talibán pakistaní llamado Tehrik-i-Taliban Pakistan, (Movimiento talibán paquistaní) el 16 de diciembre de 2014. Los talibanes justificaron entonces aquel ataque como un acto de venganza por las operaciones que viene realizando el ejército de Pakistán contra los terroristas en la provincia de Waziristán del Norte, donde ya perdieron la vida casi 4 mil fundamentalistas.
Afganistán sigue siendo uno de los países más remotos del mundo, tan remoto y lejano como la misma paz, que ha sucumbido como un imperio más.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.