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Ucrania, cuatro tesis

Fuentes: Rebelión

El Weltanschauung de un autócrata.

A la muerte de Franklin D. Roosevelt el 12 de abril de 1945 Adolf Hitler se alegró. Consideró la muerte del presidente norteamericano como el principio del fin para lo que creía una débil alianza de divergentes y circunstanciales aliados, la misma rara alianza que en poco más de dos semanas derrotaría a Alemania y obligaría al otrora poderoso Führer a cometer suicidio. Imagino la alegría de Vladimir Putin ante la renuncia del inquilino del No.10 de Downing Street. -Alegría superior lo habría embargado de haber ganado la ultraderechista Marine Le Pen, y no el ex militante socialista y hoy socioliberal Emmanuel Macron, las elecciones francesas-. Boris Johnson ha liderado, junto a EE.UU., esta rara y débil alianza de divergentes y circunstanciales aliados contra Rusia. El autócrata siempre ha despreciado a las democracias: orgulloso de su permanencia ilimitada -e indiscutida- en el poder se mofa de aquellos a los que la alternancia dictada por la democracia limita ese poder. El autócrata se jacta de que no existe ser, ley o institución que le discuta o restrinja el poder. De ahí se burle de aquellos a quienes la democracia niegue semejante desafuero. El autócrata -dado su permanencia ilimitada en el gobierno y la total concentración de autoridad en sus exclusivas manos- atesora mucha experiencia. Todo es fácil y expedito en una autocracia: no hay Parlamento, Senado, Congreso u Asamblea que niegue, enmiende o discuta algo; Ley alguna que respetar; Institución ante la cual rendir cuentas o medios de difusión u opinión pública -lícitamente expresable- que se oponga. Si se levantase algún oponente el autócrata lo suprime. Para un autócrata todo es posible. Fácil. Expedito. Lícito. Y es que el autócrata lo es todo per se: Parlamento, Ley, opinión pública, Prensa, Sociedad Civil. El infalible Espíritu Santo. Un autócrata lo es todo. De ahí que el autócrata se mofe de la democracia. Se mofe y considere inferiores a aquellos que son elegidos para ejercer -temporalmente y en los plazos previstos por la ley nacional de la que se trate- el poder acorde a la periódica y libremente expresada voluntad general. Un autócrata considera ¡siempre! -se trata de un purísimo fenómeno de telepatía social- que Él y solo Él encarna la voluntad nacional. En Él se concentra. Él es -a partir de otro raro fenómeno de moderna transustanciación- el Pueblo. Recuérdese la máxima nazi: ein Volk, ein Reich, ein Führer. (1) Un autócrata es siempre ultranacionalista. Recuérdese aquella otra máxima nazi: alles für Deutschland. (2) Un autócrata considera ¡siempre! deleznable a la democracia. De ahí que Vladimir Putin considere que saldrá victorioso de ese terrible error de juicio que fue su grosera y antediluviana invasión a Ucrania. Para Vladimir Putin un mundo multipolar es aquel en el que no solo EE.UU. y la OTAN puedan urdir razones para invadir o bombardear naciones: ¡también puede hacerlo Rusia! Tal vez considere que el mismo macabro derecho lo tiene China. De ahí que declare que el mundo unipolar ha muerto. Un autócrata admira a otro autócrata con la misma fuerza con que desprecia a un socialdemócrata. De ahí el deleite con que el Kremlin publicitara a inicios de la guerra la foto de un aleccionador y amenazante Vladimir Putin hieráticamente sentado frente a un Emmanuel Macron pequeño e insignificante ubicado al lejano extremo de una aséptica y muy larga mesa para, días después, publicitar -con idéntico deleite- una foto abrazado y sonriente junto a ese otro troglodita que es Jair Bolsonaro.

Irresolutos Versus Temerario.

Unas 30 naciones han enviado ayuda militar a Ucrania desde el 24 de febrero. Estos envíos los han encabezado 4 naciones: USA, Gran Bretaña, Polonia y Alemania. Mas… preguntémonos: ¿Occidente realmente puede suponer que Ucrania es capaz de resistir la furiosa arremetida de miles de tanques, blindados, piezas de artillería, aviones y misiles de uno de los ejércitos más poderosos del mundo con 18 cañones Caesar franceses; unos pocos Howitzer; 14 HIMARS; unas decenas de M777 norteamericanos; unos pocos MRLS M270 ingleses; 20 Bayraktar turcos, unos cuantos vehículos blindados Bushmaster australianos y menos de una decena de equipos de artillería autopropulsada alemana Panzerhaubitze 2000? España tuvo la intención de enviar a Ucrania unas decenas de viejos blindados Leopard 2A4 alemanes -fabricados en 1987- pero jamás recibió la aprobación germana. Polonia deseó donar viejos Migs-29 rusos -esos que frente a modernos Sukhoi-35 son solo ataúdes volantes- y la OTAN y EEUU se opusieron. En lo que se refiere a entrega de armas pesadas, esas que realmente cuentan -no misiles Javelin o Stinger-, blindados -que no sean viejos T-62 o T-72 de la era rusa-, aviones y misiles de largo alcance, las entregas han sido inexistentes. Si se publicita el monto de la ayuda militar en $ Usd parece alta. Los sofisticados equipos militares de hoy día resultan altamente costosos. Un Leopard 2A6 alemán, por ejemplo, tiene un costo ¡por unidad! de 8,5 millones de euros. Solo 12 blindados de esa clase significarían más de 100 millones de euros. Sin contar la munición. Una sola unidad HIMARS, sistema fabricado por la Lockheed Martin, tiene un costo de producción de 5.6 millones de $ Usd. Sin contar la muy costosa munición. Si la ayuda militar se mide en cantidad y tipo de equipos militares resulta en extremo irrisoria. La UE y la OTAN no desean provocar a Rusia. Así lo han hecho saber. En consonancia no proveen a Ucrania, país agredido, de lo necesario para defenderse. Estado alguno podría soportar la invasión demoledora de un ejército poderoso -como lo es el ruso- con la entrega -no pocas veces demorada- de unas pocas decenas de equipos. Lo que ha hecho Ucrania hasta hoy no solo es heroico sino harto asombroso y admirable al tiempo que resulta en extremo bochornoso para Rusia. Si lo que ocurre en Ucrania no resultara tristemente dramático parecería que la UE, la OTAN y EE. UU. se burlan. A un país invadido, bombardeado y misilizado a diario no se le provee de armas con las cuales defenderse del país agresor. Emmanuel Macron habla de no humillar a Putin -¡que los humilla a todos!-. Los alemanes profundizan devaneos -¡con alguien que sin devaneos los chantajea a diario con el petróleo y el gas!- Todos hablan de no provocar a un agresor -¡que desde el inicio no duda un minuto en provocarlos a todos!-. En 1938 no se deseaba provocar a Alemania y Daladier y Chamberlain fueron capaces de regalar a Hitler Checoslovaquia. Hoy la UE y la OTAN no desean provocar a Rusia: ¿serán capaces de regalar Ucrania a Rusia para no sufrir el invierno desgaseado y gélido que se les avecina? Los espectros de Daladier y Chamberlain deambulan hoy por Europa. Putin lo sabe y juega a dosificar el petróleo. A cortar el gas. A impedir la salida de cereales de los puertos ucranianos. A inundar de hambre al mundo. A que el Euro pierda todo su valor. A que la inflación crezca. A invocar al fantasma de la recesión. A que los precios de la energía tengan cada día nuevo techo. Juega, en puridad, a poner cada vez más en peligro la vida del bon vivant europeo. Putin cuenta con que el bon vivant europeo no resista y salga a las calles. Cuenta con que el bon vivant europeo -en aras de salvaguardar su estado de bienestar- exija a sus respectivos gobiernos abandonar a Ucrania. Si Vladimir Putin logra eso Ucrania será ofrecida en holocausto. Será ocupada, desmembrada y destruida. En breve la UE o EE.UU. pueden pedir a Ucrania que acepte perder el Dombass -o lo que sea, como antes se cruzaron de brazos ante la ocupación rusa de Crimea- en nombre de lo que sin lugar a dudas llamarán ¨la paz mundial¨, el ¨equilibro económico, energético y financiero del mundo¨ o ¨salvar del hambre al planeta.¨ Cuando eso suceda un autócrata megalomaníaco y ultranacionalista, aquejado de severo complejo de inferioridad, ínfulas de macho alfa, maquiavélico y desprovisto de toda ética dictará los destinos del mundo. No será el mundo multipolar: será el mundo Putinpolar: Putin no se va a detener en el Dombass ni se va a contentar únicamente con Ucrania. Será el derecho a invadir y bombardear que se agenciará cualquier poderoso en aras de resolver el diferendo que se le antoje. Y la culpa será de Occidente y de EE. UU. Si no estaban dispuestos a plantarle cara decididamente a un amoral, temerario y muy sagaz loco de atar debieron antes negociar con el loco de atar.

Las ventajas del autócrata.

Puede alguien preguntarse: ¿es que las sanciones comerciales y financieras diseñadas y aplicadas por la UE y EE. UU. han actuado cual bumerán para solo dañar a sus artífices, como el afiebrado zarévich del Kremlin ha repetido y hace repetir a sus adláteres? No. Por supuesto. Rusia puede tambalearse ante los golpes pero nadie lo dirá en Rusia. La economía y las finanzas en las democracias resultan temas abiertos de discusión. Se anuncian indicadores y cifras públicamente. En el caso de una autocracia -como la rusa- se trata de datos secretos o manipulados al antojo del autócrata. Una autocracia goza de muchas ventajas con respecto a una democracia. En una autocracia la prensa pertenece al autócrata: en consecuencia, solo publica loas al autócrata y a su sistema y silencia todo lo que a este pueda afectar. Para ello existe en Rusia el Roskomnadzor -Servicio Federal de Supervisión de las Telecomunicaciones, Tecnologías de la Información y Medios de Comunicación-, servicio que se asegura que tales medios reflejen ¡únicamente! lo que al moderno Zar le plazca. En una autocracia el autócrata es dueño de la Ley: en consecuencia, se dictan leyes con las que se sanciona a quien sostenga lo opuesto a lo que Él sostenga. En una autocracia no existen más datos económicos, financieros, comerciales u sociales que aquellos que favorecen al autócrata. En una autocracia bulle por decreto del autócrata la bonanza y cunde ipso facto por similar decreto la felicidad. En una autocracia no existen más encuetas que aquellas que permite y son afines al autócrata. En una autocracia si el autócrata sostiene que todo está bien… pues ¡halleluyah! y también abracadabra, y davai, y jarachó: ¡todo está bien! ¡Inmejorable! Es el mejor de los mundos posibles. En una democracia la oposición publica textos o se alza en los medios de difusión, puja en elecciones periódicas por llegar al poder, debate con el gobernante de turno o lo enfrenta y desmiente en el Parlamento. En una autocracia quien se atreva a oponerse está preso, se va al exilio o es debidamente desaparecido. De ahí que, por ejemplo, Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez tengan un curul en el Congreso de EE. UU.; en España los militantes de Vox no estén presos; en Francia Marine Le Pen acabe de disputar la presidencia de ese país; en Grecia los neofascistas de Amanecer Dorado tengan lugar en el Consejo Heleno mientras en Rusia Alekséi Navalni está encarcelado, otros se han marchado al exilio y un grupo de desdichados disidentes han sido desdichadamente envenenados. En una democracia se llega al poder por elecciones periódicas libres en las que entre muchos el pueblo elije a uno, quizá, por el 51 % de los votos con la abstención, pongamos por caso, del 22 %, uno que a su vez será removido más adelante del poder por nuevas elecciones periódicas o dada la pérdida del apoyo parlamentario -como acaba de suceder a Boris Johnson en Gran Bretaña-. En una autocracia solo contiende el autócrata que es elegido ad aeternum por extraña unanimidad sin que Parlamento, elección, Institución o Ley alguna alcance jamás a privarle de confianza y… por supuesto ¡no existe ese extraño fenómeno que en democracia se conoce como abstención!

La alexitimia de cierta izquierda o la filia con los autócratas.

Una gran parte de la izquierda mundial ha justificado o apoyado la invasión rusa a Ucrania. El dislate ha llegado a que no falte quien sostenga que Putin tenía derecho a ejecutar su invasión dado que EE. UU. acumulaba ya muchas. La izquierda desde 1917, esto es desde la llamada Revolución de Octubre rusa, se ha caracterizado por manifestar una muy rara filia por las autocracias que comulguen o favorezcan a ese signo ideológico. El leninismo y el estalinismo fueron entonces autocracias aceptadas. Elogiadas. Defendidas. En nuestros días ello puede ser llamado -parafraseando a Lenin- la enfermedad senil del izquierdismo. La izquierda de este nuevo siglo debe desentenderse de toda autocracia, debe defender de manera total los preceptos de la democracia contemporánea ¡y ahondarlos!, debe amparar el respeto inalienable de todos los derechos -no solo de un grupo de ellos- e… ¡ir más allá! Una izquierda ajena a lo anterior no resulta izquierda. La izquierda no puede ser autocrática, antidemocrática o ajena al respeto de todo el corpus de Derechos Humanos hoy reconocidos. Algo básico a entender por la izquierda internacional descansa en el axioma de que el enemigo de mi enemigo no es -por mero default- un amigo. Que Rusia contienda con EE.UU., la UE y la OTAN por el dominio del mundo no hace a Rusia aceptable. La izquierda internacional no puede obviar que la lucha de hoy entre Rusia, EE. UU., China y la UE -a los que cada bando suma sus respectivos y circunstanciales aliados y sus respectivas y circunstanciales falacias- resulta una lucha por el dominio imperialista del mundo, lucha en la que militar de un lado u otro, apoyar a unos u a otros, justificar las fechorías de unos o de otros resulta éticamente inaceptable. Resulta harto bochornoso. Resulta deshonesto. Resulta ajeno al Humanismo. A la Verdad. A lo que se tiene por Justo. Todo imperialismo debe ser rechazado: el ruso también. Toda invasión debe ser condenada: la rusa también. Todo intento por lograr la hegemonía mundial debe ser condenado: el ruso también. Todo militarismo debe ser condenado: el ruso también. Toda violación del Derecho Internacional debe ser condenada: la rusa también. La izquierda no puede llamar ¨golpe de estado¨ al movimiento que derriba a un Gobierno que le resulta afín y ¨revolución popular¨ al movimiento que derriba a un gobierno que no le agrada. La izquierda no puede llamar ¨fascista¨ a un opositor por el mero hecho de ser opositor. La izquierda no puede combatir las falacias llegadas desde el dominio mediático de la derecha con las falacias que hace aparecer en la prensa de izquierda. La izquierda tiene que privilegiar la Verdad. La Honestidad. La Ética. El Humanismo. El respeto a la Carta Universal de los Derechos Humanos. Al Derecho Internacional. A la soberanía, la integridad territorial de las naciones y el principio de la solución pacífica de los conflictos. El apoyo de la izquierda internacional a las fechorías del Zar y Macho Alfa del Kremlin llega desde esa rara -y ya antediluviana filia- por las autocracias y el apoyo a todo aquel que se diga o se alce como enemigo del imperialismo norteamericano y europeo. Un hombre de izquierda no puede apoyar fechoría alguna, no puede apoyar autocracias. No pude aplicar los mismos dobles raseros que condena cuando son empleados por la derecha internacional. No puede condenar a un imperialismo y apoyar a otro imperialismo. No puede condenar a un invasor y apoyar a otro invasor. No puede denunciar que las bombas y los misiles lanzados por unos asesinan niños mientras silencia el asesinato que causan las bombas y misiles lanzados por otros. Eso desacredita y mancha y enloda y desautoriza a quien lo haga. ¡Y si lo hace la izquierda -tristemente- desacredita y mancha y enloda y desautoriza a la izquierda!

Dejemos la realpolitik a los gobiernos. La derecha internacional puede mentir. Ser amoral. Ser deshonesta. Para eso es la derecha. Los intelectuales -¡al menos los de izquierda!- debemos ser dignos, honestos, justos, respetuosos de todos los derechos, y… ¡éticos!

Notas:

(1) Un pueblo, un imperio, un caudillo.

(2) ¡Alemania por encima de todo!

Rafael de Águila. Narrador, critico, ensayista, politólogo.

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