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Ucrania en el predregoso camino a la paz

Fuentes: Rebelión

La conversación telefónica del 12 de febrero entre Trump y Putin, esperada por pacificadores, pero temida por los muchos belicistas en cargos de gobierno en Occidente, abre una gran cisura en las relaciones internacionales occidentales de los tres últimos años, que, en lo referente a la seguridad internacional, estaban marcadas por la narrativa de defensa incondicional a Ucrania y el tono marcial a un enemigo “agresor” y “visible”: Rusia. Por ello, esta conversación que abre negociaciones de paz, puede calificarse de histórica en medio de una atmósfera occidental de rechazo a toda voz pacifista de alto al fuego, a las muertes y destrucción que acarrea la guerra. Por lo pronto, tiene ya serias consecuencias para los diferentes actores que tuvieron una participación estrecha en la contienda.

Para la Unión Europea

Este primer contacto de paz que se extiende también a la reanudación de relaciones diplomáticas y comerciales entre EEUU y Rusia, representa un duro golpe al belicismo europeo y Occidental. ¿Cómo queda ahora la Unión Europea, que participó activamente en la guerra contra Rusia a órdenes de Washington, llevando al extremo la victimización de Ucrania y demonización de Rusia, y con ello, haciendo el papel de su fiel sirviente? A las élites políticas de la Unión Europea, que aún siguen manteniendo en alto sus espadas contra Rusia, no les quedará otra opción más que bajar a regañadientes su tono bélico y esconder la humillación pidiendo a Washington participar en negociaciones de paz.

Pero las relaciones entre Washington y la Unión Europea no son ahora las mejores. De ésta última se oye resistencia y hasta rebeldía al gran giro político estadounidense sobre Ucrania, quedándose ella sola como su única defensora acérrima. De ahí que Trump concederá a la Unión Europea asiento en las negociaciones de paz, en todo caso después de ser elegido el nuevo gobierno alemán, y siempre que éste se someta a las directrices y mandatos de Estados Unidos en la causa ucraniana. Estados Unidos no hará concesiones a su satélite Europa Occidental si sus gobiernos no marchan al son de su política; y esto lo sabe el próximo canciller del partido conservador CDU, Friedrich Merz, que aún persigue alimentar la guerra con mejores armas, como los misiles Taurus, y más dinero a Ucrania; actos que torpedearán los esfuerzos de paz de Trump. Pero no creo que se llegue a ello; ya en el cargo tendrá que educarse en la política pragmática de Trump lograr la paz en Ucrania y trabajar con él en esa dirección; es decir, tendrá que hacer una conversión de Saulo a Pablo para evitar retaliaciones y hasta sanciones por parte de Washington.

Pero es de gozar este momento de “golpe” duro a la arrogancia de la élite europea, desesperada por no encontrar aún el tono consonante con Washington. Sobre todo, el ver cómo se van derritiendo esos “soldados de plomo” que azuzaron la confrontación militar contra Rusia con propaganda y tambores de guerra, obtuvieron el consentimiento de sus poblaciones con toda clase de falsedades sobre Rusia y Putin, arriesgando no solo una Tercera Guerra Mundial sino una confrontación nuclear de dimensiones incalculables para la humanidad. “Soldados” de escasa o nula sensibilidad humana hacia las diarias y cuantiosas pérdidas humanas; quienes censuraron y oprimieron las voces de “paz”; quienes se alistaban ya a una confrontación directa y larga contra el “enemigo ruso”, que ellos mismos construyeron en su “posición de superioridad” militar, económica, política y moral, que ni siquiera era suya, sino prestada de su hermano mayor hegemónico, Estados Unidos.

Solo es de lamentar que las poblaciones de la Unión Europea en su mayoría hayan caído en ese juego político manipulativo de sus gobernantes, en complicidad con los medios de comunicación de masas. En todo conflicto siempre hay dos partes que cuentan su historia diferente. En una guerra, en la que está de por medio la vida de una gran parte de la población, siempre se culpa al enemigo, obviándose la máxima pacifista y de equidad de que se debe escuchar también a la otra parte a la que se culpa. Que los hechos son obvios porque Rusia comenzó la guerra con su incursión militar en Ucrania, sí, pero esta narración, neutral, puede cargarse con acusaciones de “invasión”, “agresión”, “crimen de guerra”, “exterminio”, genocidio, etc. etc., cuando el otro lado porta su justificación de que se trató de una “intervención militar” de carácter humanitario. Conflicto éste para ser dirimido por un tribunal internacional, pero el sistema internacional no está apto para hacerlo; por ello solo queda el camino de la negociación de acuerdo a las normas internacionales de la buena fe y del debido respeto mutuo entre las partes.

Para Estados Unidos

Estados Unidos bajo la administración de Biden fue el planificador y promotor de esta guerra, cargándosela inmediatamente en los hombros de la élite europea occidental y aliados de la OTAN, quienes la ejecutaron y engrandecieron sobrepasando los deseos de su promotor. Las órdenes de Washington se ejecutaron bajo la santa consigna de ser Occidente parte combatiente sin serlo. ¡Aah! ¡Entonces les salió perfecta a los estrategas de Washington la cuadratura del círculo, calculando que Putin, aún con tanta provocación, nunca llegaría a declarar la guerra a Estados Unidos, a la Unión Europea y a la OTAN, por sus consecuencias nefastas de desatarse una Tercera Guerra Mundial! Tanto Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN, que son al fin y al cabo casi la misma cosa, son partes combatientes, pero de forma indirecta, por proxy. Es así que pudieron tomar tranquilamente parte activa en los combates con armas, dinero y personal, camuflados con “ayuda a una víctima”, mientras Rusia tenía que aceptar con cabeza fría esta situación desventajosa.

Esta brillante táctica de encender la mecha de una guerra ejecutada por otros, esto es, por proxy, para esquivar toda responsabilidad legal en la arena internacional, siempre le ha salido perfecta a Estados Unidos. Táctica de la que es “maestro” por haberla aplicado en casi la totalidad de guerras, téngase sólo algunos ejemplos en Somalia, Afganistán, Irak, Libia, Siria, etc. Se necesitará una investigación más exhaustiva para reconstruir todas las guerras del siglo XX y XXI y conocer a ciencia cierta sobre este modelo de crear, planear y hasta ejecutar guerras encubiertas en el mundo.

La nueva administración Trump de 2025 se ha propuesto firmemente acabar con esta guerra heredada de su antecesor. Esto no será nada fácil porque tendrá primero que poner en orden “su casa” y civilizar a la élite corrupta de la Unión Europea y Ucrania. Tampoco le resultará muy fácil su acercamiento a Rusia bajo las reglas del respeto mutuo, estando tan extendida la rusofobia en las élites occidentales. Es aquí que está presente el peligro de hacerse él mismo vulnerable frente a enemigos políticos que buscan precisamente lo contrario. El Deep State existente en Estados Unidos es un pantano de corrupción económica y política de donde salen planes de guerra en el mundo y desde donde se controla la política interna y mundial estadounidense, como se vio más claramente con la administración de Biden.

Para Ucrania

Ucrania tuvo momentos de gloria al ser vista ante la opinión pública mundial como país “víctima” de la “agresión rusa.” Realmente su población fue víctima de esta guerra innecesaria, no así sus gobernantes. Su presidente Selensky era recibido con honores en Occidente, y ha gozado hasta hoy de cuantiosa ayuda en dinero, armas, y suministros. Su figura cazaba como pieza exacta con las piezas de juego maniobradas por Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN en la escalada de la guerra. Es más, mientras la guerra se cobraba cientos y miles de vidas ucranianas a diario, Selensky y sus allegados no encontraron la mejor oportunidad para enriquecerse desviando parte del dinero en el contrabando de armas, entre otros tantos negocios turbios, que necesitarán ser investigados.

Ahora con Trump, su suerte está caída. Con apoyo europeo, se muestra indeleble en su posición de seguir con la guerra, lo que sólo lo lleva a un callejón sin salida. Políticamente está liquidado. Pero unas nuevas elecciones en Ucrania no solucionarán el problema de la rusofobia ya arraigado en buena parte de la sociedad. La élite política ucraniana que llegue al poder querrá continuar con la guerra, si lo respalda la Unión Europea, lo que la hace incapaz de aportar seriamente a la paz.

El infortunio de Ucrania se selló en marzo de 2022, a pocas semanas de la intervención militar rusa, cuando Selensky acordó con Rusia un alto al fuego y la firma de un Tratado de Neutralidad y Garantías, que acabaría con la guerra. Pero a los pocos días de su firma se retractó, suspendió toda conversación de paz y endureció el curso de la confrontación militar. Ahora se sabe que lo hizo bajo órdenes de Washington y Londres quienes presumiblemente lo convencieron a seguir con la guerra, calculando que la cuantiosa ayuda en dinero, armas y personal de Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea le traería una victoria sobre Rusia; cálculo que a tres años de guerra resultó falso. En el campo de batalla Ucrania no ha logrado recuperar ninguno de los territorios incorporados a Rusia según los protocolos internacionales. Mientras más pronto Ucrania se dé cuenta que debe hacer las paces con su vecino grande Rusia, y vivir en pacífica convivencia, saldrá más rápidamente de su estancamiento. Mientras más pronto se opere una auto reflexión de los errores propios, estará más cerca a la superación de su pasado con la mirada al futuro.

Para Rusia

En contra de lo propagado en Occidente, Putin nunca quiso estar confrontado en una guerra con Ucrania. La evitó por todos los medios diplomáticos proponiendo un Tratado de Garantías para Europa que terminó en la papelera de Washington. Rusia asume su responsabilidad de haber iniciado la guerra con su incursión militar en territorio ucraniano y con la aceptación de la región ucraniana del Donbás como parte de Rusia, a pedido de sus poblaciones. Si fue o no una invasión, agresión y/o anexión, es una cuestión jurídica que tendrá que ventilarse ante un tribunal internacional imparcial. En el campo de batalla se ha mostrado superior e invencible en una guerra asimétrica, no contra un enemigo diminuto militarmente como Ucrania, sino con una alianza de treintena de países como Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN, todos éstos actuando por proxy.

Como si ello no fuera poco, Rusia tuvo que resistir una agresiva guerra híbrida por parte de estos mismos actores. Decenas de paquetes de sanciones, aislamiento social, persecución jurídica a sus más altos representantes, boicot de rusos en eventos deportivos, culturales, etc., múltiples provocaciones con operaciones encubiertas y apropiación de sus activos en cuantiosas sumas. Actos que hubieran acabado con la moral de cualquier nación, fueron resistidos sorprendentemente por este país.

Cabe mencionar que la Rusia de Putin ha desempeñado un papel muy importante en la vida internacional de estos últimos 20 años haciendo de contrapeso a los excesos de poder de Estados Unidos en sus aventuras militares contra países sin la capacidad de defenderse. Su comportamiento internacional de acatar el orden normativo internacional y exigir un orden multipolar es impecable, y su diplomacia es la mejor del mundo, muy lejos de la de China, a la que aún le falta la seguridad y firmeza cuando se llega a asuntos duros de la política internacional. China tiende a no meterse en problemas que no atañen sus intereses vitales; de ahí que dejó a Rusia defenderse sola en la guerra de Ucrania, queriendo jugar el papel de actor neutral a pesar de ser un aliado estratégico de Rusia.

Ahora el acercamiento de Trump a Rusia podría ser visto como reparación a un país próspero por sus propios logros que ha sido torpedeado en su desarrollo. En tanto no se presente ante sus ojos un evento que lo obligue a cambiar de opinión, su apoyo y acercamiento a Rusia parece ser sincero. Mas, no hay que confiar ciegamente en su infalibilidad. Todavía hay incoherencias en su política ucraniana, como su pedido de canje de metales tierras raras por ayuda militar a Ucrania, o el dejar que los europeos sigan ayudando a Ucrania con armas, que equivale a continuar con la guerra. Asuntos que se irán aclarando con el tiempo.

Conclusión

Es aún muy temprano pronosticar en qué dirección nos llevarán las negociaciones de paz y cuánto tiempo tomarán hasta llegar a la firma de un Tratado de paz. Desde Washington las señales son claras de que se persigue su pronta firma. Si ésta no es posible en vista de estar abierta la cuestión de la presidencia ucraniana, se tendrá que firmar un alto al fuego mientras avanzan las negociaciones de paz con un nuevo presidente, lo que tomará su tiempo. Mientras tanto, Washington no deberá mostrar flaqueza en el curso ya tomado, ni cambiarlo significativamente porque debilidades no se perdonan en la arena política.

Un pequeño avance para Rusia está en encontrar respaldo de Washington ante la ONU para retirar toda calificación de “agresora” en las resoluciones sobre Ucrania; defensa que debió haberla hecho China tiempo atrás. Ojalá que los vientos que se vienen sigan soplando favorablemente para Rusia y se rehabilite como país valiente que más ha contribuido a la paz internacional en estos últimos veinte años que todos los demás en el Planeta, y se ha mantenido firme dentro de los márgenes del ordenamiento jurídico internacional, hasta en los tiempos más difíciles de la guerra en Ucrania.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.