Nuestros marines están cautivos. Puede que los sometan a juicio. Bombas molotov estallan tras los muros de la embajada británica en Teherán. Pero en definitiva no es una guerra al terror. Es una guerra de humillación. La humillación de Gran Bretaña, de Tony Blair, de las fuerzas armadas británicas, de George W. Bush y de […]
Nuestros marines están cautivos. Puede que los sometan a juicio. Bombas molotov estallan tras los muros de la embajada británica en Teherán. Pero en definitiva no es una guerra al terror. Es una guerra de humillación.
La humillación de Gran Bretaña, de Tony Blair, de las fuerzas armadas británicas, de George W. Bush y de todo el duelo de disparos en Irak. Y el maestro de la humillación -aunque Tony Blair no se dé cuenta- es Irán, nación que se siente humillada por Occidente desde siempre. ¡Qué complacidos han de sentirse los iraníes al escuchar a Blair y Bush exigir la liberación «inmediata» de los infortunados 15, porque es una demanda a la que fácilmente se le pueden poner oídos sordos! Y así será: tanta insistencia de los dos gobernantes ha asegurado que permanezcan semanas encerrados.
«Conducta inexcusable», rugió Bush el sábado… y a los iraníes les encantó. El ministro iraní, entre tanto, esperaba un cambio en la «conducta» de Gran Bretaña. Mahmoud Ahmadinejad, el presidente del infierno, negador del holocausto, llama a Blair «arrogante y egoísta» -lo mismo decimos todos nosotros, por cierto- luego de negarse a actuar ante el público en la Organización de Naciones Unidas. Soltarán a la «servidora» Faye Turner. Luego que siempre no. Faye, de velo, con un cigarrillo y con una cortina barata estampada de flores al fondo, presentando esas ridículas cartas donde expresa almibarada amistad hacia el «pueblo iraní» y se disculpa con abyección por la incursión británica en aguas iraníes -escrita, sospecho, por los chicos del Ministerio de Orientación Islámica- es la estrella del espectáculo en Irán.
Allá en 1980, cuando Teherán montó su mucho más ambiciosa ocupación de la embajada estadunidense, la estrella fue un balbuciente infante de marina -un tal sargento Ladell Maples-, a quien se indujo a expresar aprecio por la Revolución Islámica del ayatola Jomeini poco antes de los noticieros estadunidenses de horario triple A.
Los iraníes, ven ustedes, entienden a Occidente. Lo entienden mucho mejor de lo que nosotros entendemos -o nos molestamos en entender- a Irán.
Hemos olvidado los años de ocupación aliada en la Segunda Guerra Mundial, la deposición del sha pro alemán y luego, humillación de humillaciones, el derrocamiento del primer ministro democrático Mohamed Mossadeq, orquestada por Allen Dulles, de la CIA, y un excéntrico profesor británico de griego, ex operativo de los Servicios Especiales -llamado Monty Woodhouse-, con algunas armas y un montón de dólares.
Y los iraníes recuerdan bien hasta qué extremos llegó el sha de Irán, nuestro «policía» en el Golfo, el Rey de Reyes, Luz de los Arios, descendiente de Ciro el Grande, para tender a los jóvenes hombres y mujeres iraníes de la resistencia en las parrillas tostadoras de los torturadores de su Ministerio de Seguridad, conocido como Savak.
Tampoco han tenido los iraníes ninguna intención real de llevar a Faye y sus amigos ante cualquier tribunal; prefieren con mucho tener a los británicos mordiéndose las uñas frente a las imágenes de su «nana» en Sky TV, por cortesía, claro, del canal árabe Alalam de Teherán. ¿Y notaron ustedes esa pequeña etiqueta de «exclusiva» en la esquina superior izquierda de la pantalla cuando el riflero Nathan Summers decidió presentarse en público?
Cómo les encanta a los iraníes remedar a sus opresores. Cuando la jerarquía del Ministerio de la Defensa presentó una complejidad de mapas para demostrar que nuestros chicos estaban en aguas iraquíes, los iraníes sacaron a un humilde guardacostas con un mapa Minotauro para mostrar que estaban en su zona de soberanía. La bandera británica aún ondea en su balsa de hule, pero arriba de ella flota la enseña iraní. Noto que nadie ha explicado todavía para qué llevan rifles nuestros chicos y chicas en sus aventuras de navegación si su deber es entregarlas cuando los atacan. ¿Será que en realidad estamos tratando de proporcionar más armas a los guardias revolucionarios?
Pero detrás de todo esto yacen algunas preguntas oscuras… las cuales tendrán, me temo, respuestas aún desconocidas pero todavía más oscuras. Los servicios de seguridad iraníes están convencidos de que los servicios de seguridad británicos tratan de provocar a los árabes de la provincia iraní de Khuzestan para que se subleven contra la República Islámica. Ha habido bombazos allí, uno de los cuales dio muerte a todos los ocupantes de un camión de los guardias revolucionarios, y Teherán culpó al MI5 británico. Escandaloso, dijo. Inexcusable.
Los británicos no hicieron comentarios, ni siquiera cuando los iraníes colgaron a un hombre acusado de esas muertes, del cual se dijo que colaboraba con Londres.
¿Está el Servicio Aéreo Especial británico acosando en el suroeste de Irán a los chicos de Basora con armas ultranovedosas, como dicen que hacen los iraníes en el sureste de Irak? ¿Soltarán los británicos a los cinco iraníes que daban visas a kurdos en Erbil, a los que encerraron hace un par de meses? No, dice Bush. Bueno, ya veremos.
Hay mucho que no sabemos -o no nos interesa- en todo esto. Mientras tanto, quedará para Blair, Bush y el eje de conmoción y pavor de SKY-BBC-CNN-FOX-CBS-NBC-ABC seguir con el jueguito iraní. ¿Enjuiciarán a Faye? ¿Amenazarán a nuestros muchachos con la ejecución? Respuesta: no, pero de seguro pronto los iraníes nos dirán que todos son espías. Mentira, por supuesto. Pero Blair fulminará y Bush rugirá y los iraníes se sentarán a disfrutar cada segundo.
Decenas de miles de iraníes murieron para destruir las legiones de Saddam Hussein. Y ahora nos observan retorcernos las manos de angustia por 15 almas perdidas. Para ellos es una superproducción, la humillación política en pantalla gigante. Y los iraníes no sólo saben montar el drama: hasta escribieron el guión para Blair.
(c) The Independent
Traducción: Jorge Anaya