La repentina muerte del sempiterno presidente de Uzbekistán, Islam Karimov, a los 78 años, según la versión oficial, a raíz de un derrame cerebral producido el 27 de agosto y cuya muerte fue reconocida de manera oficial el pasado viernes dos, en la capital Tashkent, obliga a poner en marcha una difícil pugna sucesoria. Karímov, […]
La repentina muerte del sempiterno presidente de Uzbekistán, Islam Karimov, a los 78 años, según la versión oficial, a raíz de un derrame cerebral producido el 27 de agosto y cuya muerte fue reconocida de manera oficial el pasado viernes dos, en la capital Tashkent, obliga a poner en marcha una difícil pugna sucesoria.
Karímov, quien gobernó el país desde 1990, y cuyo mandato tuvo acusaciones de violencia estatal, corrupción y fraude electoral, será enterrado en su ciudad natal Samarcanda, por lo que las autoridades han decretado tres días de duelo nacional.
De manera contraria a otros líderes regionales que se sucedieron en el poder tras la caída de la Unión Soviética y fundaron verdaderas dinastías, Karímov, no ha dejado un claro sucesor.
De acuerdo a la constitución, debe ser remplazarlo por el actual presidente del Senado Nigmatilla Yuldashev quién tendría que llevar al país por un alambicado proceso eleccionario, de llegarse a esa instancia, claro esa.
El propio Yuldashev, ex ministro de Justicia, que fue designado para la presidencia del senado por Karímov, en enero de 2015, intentará legitimarse como sucesor del líder.
Nada asegura que la transición que se abrió, apenas se conocido la gravedad del accidente cerebro vascular, entre varios funcionaros que han entrado en la tómbola del poder, puedan llegar a un acuerdo. Entre los posibles sucesores también se inscribe el actual Primer Ministro, Shavkat Mirziyayev, de 59 años. El otro candidato sería el veterano ministro de Finanzas, Rustam Azímov, que, según la agencia noticiosa rusa Regnum, fue puesto en detención domiciliaria, apenas algunos medios anunciaran la presunta muerte del presidente. Algunas fuentes indican que incluso el omnipresente y temido jefe del Servicio de Seguridad Nacional (NSS), Rustam Inoyatov, sería otro de los postulantes a remplazar a Karímov.
Por su parte la hija mayor de Karímov, Gulnara, que fue embajadora en España, de conocidas ambiciones políticas, incluso se llegó cree que participó de un intento para derrocar a su padre, por lo que fue arrestada en 2014. Se cree que a partir de ahora Gulnara podría volver a intentar hacerse con el poder. Seguramente durante los próximos días o semanas, estos candidatos irán perfilando sus verdaderas posibilidades.
Justamente es este proceso que se inicia en Uzbekistán, el país más poblado de Asía Central, con más de 30 millones de habitantes, ya inquieta a sus vecinos, en particular a Kirguistán y Tayikistán.
Ya que toda la región está amenazada por el extremismo religioso y Karímov, se había convertido en un enemigo acérrimo de estas organizaciones. Como para marcar los tiempo el martes 30 de agosto, un suicida lanzó su Mitsubishi Delica , contra las puerta de la Embajada China en Bishkek, la capital de Kirguistán, lo que produjo una explosión que además de la muerte del terrorista, hirió a tres empleados kirguises de la embajada: dos jardineros y una mujer que no fue identificada. Kirguistán que tiene frontera con China, es de mayoría musulmana sunitas moderados, donde todavía no haba permeado es fundamentalismo, de todas maneras el personal diplomático chino, como los de la embajada norteamericana fueron evacuados tras el incidente.
F uncionarios kirguises de alto nivel han declarado que fueron las políticas represivas de Karímov que propiciaron el desarrollo del radicalismo islámico en la región.
Si bien Karímov, ha gobernado Uzbekistán como un autócrata, y no se ha privado de la violación de los derechos humanos, las persecuciones políticas y religiosas, el fraude electoral, la censura de prensa, y tener en debe la matanza de Andiján, el hecho más criticado de su largo mandato.
El 13 de mayo de 2005, en la principal plaza de la ciudad la población civil, fue reprimida cuando se desarrollaba una protesta contra el gobierno central. El ejército revivió la orden de abrir fuego por lo que se terminaron asesinado a cientos de personas. Si bien el recuento de muertos nunca pudo ser verificado las autoridades uzbekas han dicho que fueron 187, aunque otras organizaciones civiles elevan el número de víctimas entre 500 y 1000. A pesar de todo ello Karímov contó con el apoyo de Estados Unidos y de Rusia debido a sus notables riquezas minerales. Siendo sus yacimientos de oro el cuarto a nivel mundial, el séptimo en uranio, el catorceavo de gas natural.
Además, se intentaba no abandonar a Karímov, ya que el país tiene con una frontera de casi doscientos kilómetros con Afganistán, por donde permean organizaciones vinculadas al extremismo religioso, como el talibán, al-Qaeda y Estado Islámico.
La oscura presencia del terror
Desde hace varias décadas la presencia de organizaciones salafistas en Uzbekistán no es un secreto para nadie el IMU (Movimiento Islámico de Uzbekistán), que en marzo de 2015 realizó su bayat o juramento de lealtad al Estado Islámico, disgustados con el Mullah Omar, histórico líder del Talibán, que llevaba trece años sin aparecer públicamente. Lo que no sabían los miembros del IMU, que para entonces el Amir-ul Momineen ( príncipe de los creyentes) tenía dos años de muerto.
Recién en septiembre de 2015 el portavoz de MIU, Sadulá Urgenji, comunicó al mundo la bayat que acaban de realizar en honor del califa Ibrahim (Abubark al-Bagdadí) fundador y líder de Estado Islámico. El 90% de los uzbecos, son musulmanes, a pesar del laicismo que intentó imponerse en los largos años de dominación soviética. Lo que derivó en una versión muy moderada del islam, pero la represión y la invasión soviética a la vecina Afganistán, provocó el surgimiento de grupos extremistas.
El Movimiento Islámico de Uzbekistán, fue creado en 1989, junto al Hizb ut-Tahrir (Partido de la Liberación) han sido perseguidos por Karímov tras declararlos organizaciones terroristas y sus lideres Tohir Yo’ldosh y Juma Namangani, fueron condenados por un tribunal a muerte en ausencia. Más tarde Namangani moriría en Afganistán en 2001, y Tohir Yo’ldosh durante un ataque aéreo el 27 de agosto de 2009. Entre 1991 a 2004, el gobierno de Karímov, encarceló a más de 7 mil uzbekos acusados de su pertenencia a MIU.
El Movimiento Islámico de Uzbekistán, nace con la declaración de la yihad contra Karímov, por lo que el presidente incentiva sus políticas anti islámicas. En 2001 el MIU, se alía a los talibán afganos hasta su ruptura que en marzo de 2015.
El MIU ha sido responsable de algunos de los ataques en Taskent, como los cinco coches bomba que en 1999 destruyeron parte del Ministerio del Interior y estuvieron a punto de terminar con la vida del presidente, lo que conllevó una durísima represión.
El régimen respondió con ferocidad a todos los ataques atribuidos a los islamistas.
La masacre de Andiján de 2005 se inicia tras una operación armada, que liberó de una comisaria de la ciudad a un grupo de detenidos acusados de extremismo.
Karímov utilizó «la guerra contra el terrorismo» en beneficio de su propio gobierno haciendo pasar por el filtro de «islamistas», a cualquier tipo de opositor.
Se cree que varios cientos de hombres miembros de MIU, han marchado a luchar a Siria e Irak, por lo que se esperaba a su vuelta la intensificación de sus acciones, ahora más con la ausencia de Karímov. Sería de esperar que esto sucediera casi de inmediato aprovechando la delicada transición que enfrenta el país. Sin duda la muerte de Karímov, puede anticipar otra muchas, quizás tantas como cuando estaba en vida.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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