Nos han colocado al Sur. Para delinear nuestro espacio en este planeta nos endilgaron una «sureñidad» de tono desdeñoso. Nos arrojaron en el sumidero del mundo, en los reductos olvidados, en los más pobres escenarios. Nos lanzaron al olvido, la pobreza, las epidemias, la muerte Y se quedaron en el Norte, con su boato inescrupuloso […]
Nos han colocado al Sur. Para delinear nuestro espacio en este planeta nos endilgaron una «sureñidad» de tono desdeñoso. Nos arrojaron en el sumidero del mundo, en los reductos olvidados, en los más pobres escenarios. Nos lanzaron al olvido, la pobreza, las epidemias, la muerte
Y se quedaron en el Norte, con su boato inescrupuloso y sus atávicas injusticias; con sus guerras apocalípticas y su tecnología de punta; con su caridad burguesa y sus ayudas condicionadas. Un status quo que puede parecerle a unos cuantos ingenuos irremisiblemente consolidado.
El Norte y el Sur han gravado en su polaridad los debates que por estos días se han sucedido en La Habana. La XIV Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, nos demostró que los males de este mundo no son un destino manifiesto sino más bien un orden establecido por los poderosos y que puede variar con sólo proponérnoslo.
Quizá, el término más reiterado durante estos días de encuentro habanero ha sido unidad. Si José Martí sigue velando por nosotros, los pobres de esta Tierra con los que quiso su suerte echar, sus palabras obraron milagrosamente. Nunca antes se evidenció más claramente que «la conciliación es la ventura de los pueblos».
Corren tiempos buenos para los optimistas, pues asistimos al derrumbe valeroso de lo injusto. Los del Norte nos contemplan aturdidos y la sola concurrencia de un millar de periodistas a esta Cumbre, el reforzamiento de las corresponsalías permanentes y los cientos de despachos periodísticos que recorren el mundo, evidencian que la verdad del Sur no quiere ya, ni puede ser silenciada.
El propio Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan declaró en Cuba que el Movimiento No Alineado agrupa hoy a un numeroso grupo de países en desarrollo, que son el símbolo de un Sur novedoso y poderoso, en cultura y creatividad, y confirmó lo que es una verdad imposible de aplazar por más tiempo: que el Consejo de Seguridad debe reformarse, por el bien de los países en desarrollo y de las Naciones Unidas.
Evo Morales, el presidente aymara de Bolivia, nos ofreció un argumento imprescindible para entender por qué es inevitable el cambio: «no representamos la cultura de la muerte, sino la cultura de la vida», y tenemos la obligación de preservar a la especie humana del más despiadado exterminio que programan y ejecutan a diario los del Norte.
La Cumbre ha demostrado muchas verdades pero la más evidente es que el concierto de los desposeídos es ya un megaconcierto imposible de acallar. Las urgencias de las naciones del llamado Sur son tan imperiosas, que los pueblos han decidido tomar la batuta y ejecutar la obra de la justicia.
¿Qué podrán hacer los del Norte si los del Sur se unen en su fabulosa diversidad y con el alto sentido creativo que se prohíja en nuestras naciones, materializan la más eficaz de las integraciones?
¿Qué podrán hacer si el Banco del Sur se convierte en una fórmula financiera contrapuesta al FMI y el Banco Mundial, si en vez del ALCA florece en todo su esplendor el ALBA, si en vez de las guerras abusivas, se ven obligados a concertar políticas mediante un diálogo equitativo en el interior de los organismos internacionales?
Los del Sur cargamos con nuestras desgracias y la visceral pobreza a la que nos han sometido durante siglos. Pero les aventajamos sin dudas en que unidos sumamos más, les superamos con creces.
Es ese un sueño posible, como lo definió Fidel, el tenaz defensor de la unidad de nuestros pueblos, cuyo pensamiento y espíritu animaron cada idea noble y justa que se debatió en La Habana. «La unidad – nos dijo en ocasión del arribo de un barco venezolano que traía ayuda a Cuba tras el paso de un devastador ciclón – no sólo es un legítimo derecho, una aspiración noble, sino el requisito indispensable para la supervivencia» de la libertad de nuestros países y de la vida de la especie humana.
Hugo Chávez, para quien el magisterio del líder cubano es imprescindible, conminó desde la pasión y la clarividencia a sus «correligionarios» del Movimiento No Alineado durante la Cumbre habanera: «Unámonos de verdad compañeros. Unámonos de verdad en el Sur y tendremos futuro, tendremos vida y tendrán vida nuestros pueblos.»