Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Las organizaciones de los derechos humanos y las autoridades locales afganas dicen que se sienten impotentes para actuar contra una tradición de la provincia afgana (Ghor) situada en el centro y oeste del país, que implica vender a las mujeres en matrimonio a cambio de una determinada cifra de vacas y ovejas.
Ghor, con una población de casi 300.000 habitantes, es una de las provincias más atrasadas de Afganistán. Algunas de sus zonas más remotas están gobernadas por grupos armados y completamente fuera del control del gobierno.
Los novios afganos pagan tradicionalmente el mehr, o precio de una novia, a su futura familia política. En Ghor, muchas familias reciben ganado o armas de fuego en vez de dinero, y hay quien dice que esta tradición rompe con el propósito islámico original de la dote, que se dona a la mujer en previsión de que se produzca un divorcio o cualquier otra contingencia.
Durante una investigación desarrollada en el curso de seis meses, un enviado del IWPR viajó hasta algunos de los distritos más remotos de Ghor, incluyendo Taywara, Tulak, Saghar, Pasaband, Shajrak y Dawlat Yar, donde entrevistaron a docenas de patriarcas tribales y a comandantes de las milicias.
Las autoridades locales dicen que no pueden prohibir esa práctica porque data de hace mucho tiempo y advierten que podría costar décadas cambiar las actitudes de la gente.
Abdul Alim, un vecino del pueblo de Haji Nazar, en el distrito de Dulina, reveló muy contento que había casado a sus tres hijas -Gul Badan, Zainab y Ruqia- a cambio de un total de 250 vacas y ovejas, un kalashnikov y 3.000 dólares USA.
«Vosotros, los periodistas, consideráis que el precio de la novia significa poner en venta a nuestras hijas», dijo Abdul Alim a IWPR. «Sin embargo, aceptar el ganado de tu yerno es una tradición nuestra y no creo que sea algo malo».
Al preguntarle por qué no se permitía que las mujeres eligieran a sus propios maridos, contestó: «Para nosotros es vergonzoso preguntar a nuestras hijas con qué clase de hombre les gustaría casarse».
Najmuddin, un campesino del pueblo de Kasi, manifestó algún pesar tras vender a su hija Lala a un hombre del pueblo, Mohammad, que ya estaba casado y tenía cinco hijos, pero sólo porque aún no había recibido todo el precio de la novia.
«Es una vergüenza para Mohammad que su mujer, mi hija, esté a punto de dar a luz y que no me haya entregado aún las 30 ovejas que me debe.»
Mohammad se defendió diciendo que ya le había dado a Najmuddin alrededor de 26.000 dólares, que era lo que valían las ovejas.
Al preguntársele por qué se había gastado más de 30.000 dólares en su segundo matrimonio, contestó: «Porque mi primera mujer no era bonita ni elegante y yo quería casarme con la chica más hermosa del pueblo de Qatas y disfrutar de la vida».
Las tradiciones observadas en la conservadora provincia implican que a los hombres y mujeres que no están casados o que no son familiares próximos no se les permita reunirse. Para superar este problema, el enviado de IWPR reclutó a una mujer mayor, Bibi, para que se entrevistara en secreto con Lala y grabara la conversación.
Lala dijo que la habían vendido como si se tratara de otro enser del hogar.
«En realidad, mi padre aceptó 30 bueyes a cambio de una vaca llamada Lala», dijo la muchacha, añadiendo que su vida era ahora miserable.
«Es cierto que estoy casada, pero no se ha tenido en cuenta ninguno de mis deseos.»
Muchas familias consideran un gran honor que sus hijas se casen con un comandante de la milicia local porque esperan sobre todo que les asignen un precio de la novia especialmente abultado.
Nasrullah es desde hace seis años la persona más poderosa e influyente del distrito de Dulina, en Gharak. A la edad de 35 años, tiene ya ocho esposas.
«Tengo un montón de dinero, armas y 200 hombres armados», dijo a IWPR. «Controlo totalmente la zona de Gharak y puedo hacer lo que quiera; así pues, teniendo en cuenta todo esto, ¿por qué no voy a poder tener ocho esposas? Si alguna chica de la región me gusta, puedo casarme fácilmente con ella dándole a su padre un rebaño de ovejas y vacas.»
Consecuencias brutales
Said Arman es un abogado que trabaja con Hogar Seguro, un refugio bajo control estatal para niñas y mujeres en situación de vulnerabilidad.
Dijo que sus 40 residentes, registradas entre febrero de 2015 y 2016, eran todas víctimas de esos matrimonios forzados.
«Las 40 mujeres que están en Hogar Seguro son las que sus padres entregaron en matrimonio a poderosos hombres locales a cambio de muchas cabezas de ganado. Como esas mujeres no pudieron soportar la vida con esos hombres, huyeron de sus casas y se refugiaron en Hogar Seguro».
Novia-niña afgana (Foto: ABC News)
Pero la mayor parte de las mujeres que se ven forzadas a contraer matrimonio en esas condiciones no suelen hallar un puerto seguro.
Hubo un caso el año pasado que consiguió atraer la atención local e internacional: una joven de 19 años, Rujshana, fue asesinada en el pueblo de Ghalmin, a unos 40 kilómetros de la principal ciudad de Ghor, Firozkoh, tras ser acusada de adulterio.
En diciembre de 2011, su padre Abdul Karim, del pueblo de Odak, la había casado con Ghulam Yasin, que estaba parapléjico, a cambio de 85 vacas y ovejas.
Rujshana intentó escapar pero fue arrestada por la policía y devuelta a su padre. Para compensar a Yasin, el padre le entregó entonces a su hija Fátima, de ocho años de edad.
Nueve meses después, Abdul Karim vendió a Rujshana a un anciano pastor viudo de su pueblo llamado Abdul Razaq. El precio fue de 10 vacas y 60 ovejas.
Después de dos noches con Abdul Razaq, Rujshana huyó de nuevo. Los talibán la atraparon junto al hombre con el que se escapó y, el 25 de septiembre de 2015, Rujshana fue lapidada públicamente por adulterio. A su compañero le dieron 100 latigazos y le dejaron libre.
Su brutal muerte fue grabada en un video de dos minutos de duración, ampliamente difundido en las redes sociales.
Su madre, Hanifa, dice que aún no ha podido superar la pena.
«Los talibán lapidaron a mi hija ante mis ojos. Tuve que ver su rostro cubierto de sangre y escuchar su llanto y sus gritos. Aunque supliqué repetidamente a los talibanes que dejaran de apedrearla, no quisieron escucharme.»
Su padre, Abdul Karim, se lamenta ahora de haberla obligado a casarse.
«Fui yo quien vendió a Rujshana dos veces en contra su voluntad», dijo. «A mi hija no la mataron los talibanes; es como si yo mismo la hubiera matado y apedreado. No sabía que vender a mi hija podría acabar de esa manera».
Jawad Ulwi, director de la Comisión Independiente de los Derechos Humanos de Afganistán en Ghor, reconoció que la venta de mujeres en matrimonio es una práctica que se remonta a hace muchos años.
«Como esta práctica se ha convertido ya en una costumbre y tradición, no podemos hacer nada para luchar contra ella. Acepto que vender a las muchachas así se considere una grave violación de los derechos humanos, pero no podemos controlar esos casos ni informar de ellos a Kabul.»
La constitución afgana estipula la igualdad de derechos para hombres y mujeres, pero las autoridades locales dicen también que se ven impotentes para actuar contra esas prácticas.
«En Ghor, las mujeres son en realidad las esclavas de sus maridos, no sus esposas», dijo la exgobernadora de Ghor, Sima Joyenda, a IWPR en una entrevista celebrada en 2015.
«Venden a las mujeres como si se tratara de un vestido en una tienda y esto demuestra la grave realidad en la que viven. Me siento avergonzada y abochornada de decir que soy gobernadora de una provincia donde una muchacha cuesta lo mismo que unas cuantas vacas.»
Sin embargo, la misma Joyenda fue criticada por defender duros castigos para los denominados «crímenes de la moral». Después de que un tribunal ordenara flagelar a una pareja acusada de adulterio en Firozkoh, declaró en los medios afganos que el castigo era coherente con la ley islámica.
«Afganistán es un país islámico, Ghor es una de las provincias de Afganistán, y no podemos desobedecer lo que dicen las leyes del Islam y nuestra constitución», dijo en Ariana TV.
Pero los expertos religiosos señalaron que la ley islámica ordena que tanto el hombre como la mujer deben estar de acuerdo en la libre unión de sus voluntades propias.
El mullah Nizamuddin Habibi, miembro del consejo de sabios religiosos de Ghor, dijo: «La venta de niñas y mujeres no sólo está prohibida en el Islam, sino que es considerada uno de los peores pecados y, por tanto, deberá castigarse severamente a quienes lo cometan».
Añadió que había aspectos de la jurisprudencia de la Sharia que eran habitualmente ignorados, incluyendo la firma de un acuerdo de matrimonio en presencia de un juez y dos testigos.
«No he sido testigo en Ghor de ningún caso en que el acuerdo de matrimonio se firme siguiendo las leyes islámicas», continuó Habibi. «Además, tampoco se le pregunta a la mujer si acepta o rechaza al hombre que su padre le ha elegido para marido».
Por ahora, la práctica está profundamente arraigada. Un padre del pueblo de Qataas, en el distrito de Firozkoh, dijo a IWPR que no lamentaba haber cambiado a su hija de 20 años por un kalashnikov y 150 ovejas y vacas.
Declaró: «Vendí a mi hija porque para mí el valor de un arma es mucho mayor que una docena de hijas sin casar».
Fuente: https://iwpr.net/global-voices/afghanistan-sold-herd-cows
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