Vietnam se está convirtiendo en la referencia de los procesos de emancipación social que tienen lugar en diferentes partes del mundo. En unos momentos en los que la ideología cede el paso al «pragmatismo» en muchos de ellos, sobre todo en el ámbito económico, acaba de finalizar el XI Congreso del Partido Comunista de Vietnam […]
Vietnam se está convirtiendo en la referencia de los procesos de emancipación social que tienen lugar en diferentes partes del mundo. En unos momentos en los que la ideología cede el paso al «pragmatismo» en muchos de ellos, sobre todo en el ámbito económico, acaba de finalizar el XI Congreso del Partido Comunista de Vietnam (12-20 de enero) que ha sido seguido con atención tanto dentro como fuera del país.
En Vietnam, porque era importante saber el rumbo que iba a adoptar el proceso de Doi Moi (renovación) iniciado en 1986 y gracias al cual el país asiático ha obtenido unos logros económicos más que notables, con un crecimiento medio del 6’7% en su Producto Interior Bruto en la última década (con dos ejemplos claros: el arroz, pasando el país de importador del mismo a ser el segundo exportador mundial, y el café, donde Vietnam ya está a la par que Brasil en cuanto a exportación) y considerables avances sociales que comenzaban a tambalearse en los tres últimos años, cuando se optó por un proceso de industrialización acelerada que generó altos índices de corrupción, devaluación de la moneda (dong) y unos niveles de inflación que eran desconocidos en el país.
En el exterior, porque de la dirección que saliese del congreso se diferiría si Vietnam mantiene su histórico enfrentamiento con China o, por el contrario, se busca un acercamiento a la que ya es la otra superpotencia mundial. En una cita congresual no es muy normal que la política exterior juegue un importante papel, pero en este caso se ha convertido casi en tan crucial como el rumbo del Doi Moi puesto que las nuevas generaciones de dirigentes del PCV consideran que es poco menos que una locura provocar la ira de China y, mucho menos, un enfrentamiento abierto como el que sugirió la cumbre de la ASEAN celebrada el pasado mes de octubre en Hanoi y en la cual Vietnam se alineó con las tesis de Japón y Corea del Sur, reclamando a EEUU un «paraguas de seguridad» que permita controlar el «expansionismo» chino.
Junto a la atención que han prestado sus vecinos al desarrollo del congreso -con el periódico japonés Ashai Shimbun como paradigma, con información diaria de los pormenores del congreso, mientras que Corea del Norte y China han sido los primeros países en saludar el resultado del congreso y felicitar a los nuevos dirigentes- otros países más lejanos del continente asiático también han estado muy pendientes de esta crucial cita congresual -como ha sido el caso, entre otros, de Cuba- puesto que ven a Vietnam como el modelo a seguir en cuanto a los cambios económicos que se quieren desarrollar en una línea diferente a la china y que en Vietnam se conoce como «economía de mercado de orientación socialista».
Aún sin conocer en detalle los pormenores del Congreso y los documentos en él aprobados, se pueden hacer ya algunos análisis. El primero, y más fundamental, es que en contra de los deseos de la denominada «disidencia», alentada por las potencias que colonizaron el país y fueron derrotadas en guerras muy sangrientas, no se ha producido una batalla entre las dos tendencias existentes dentro del PCV.
Todo lo contrario, se ha llegado a un acuerdo significativo: el nuevo secretario general, Nguyen Phu Trong, fue el exponente público del rechazo a los planes desarrollistas -muchas veces sin el menor plan de sustentabilidad económica y social, como denunciaron los militares y un amplio sector del partido-; pero también se mantiene en su puesto el actual primer ministro, Nguyen Tan Dung, la cara más visible de esta política desarrollista que quiere hacer de Vietnam un país desarrollado e industrial en el año 2020 y altamente cuestionado antes del congreso por su apoyo a la explotación masiva de zonas ricas en minerales estratégicos (como la bauxita) o por la bancarrota de algunas empresas estatales. En el XI Congreso se ha hecho hincapié en la necesidad de impulsar una red de empresas que respeten el medio ambiente y en evitar casos como el de la mayor empresa naviera, Vinashin, en bancarrota técnica por una mala planificación de objetivos y peor gestión.
Esto significa que el PCV va a tener ahora un papel mucho mayor en el control del gobierno. No en vano, en el congreso, los 1.377 delegados que representaban a más de tres millones de militantes advirtieron que la aceleración del proceso de Doi Moi requería una «mayor inspección» como «salvaguarda de la construcción del socialismo». Es decir, «evitar la degradación ideológica y ética en los estilos de vida, la burocracia, la corrupción, el despilfarro y la negatividad» (1). Los delegados no hacían más que expresar en voz alta los miles de propuestas que la ciudadanía, militante o no del PCV, hizo en los debates previos al congreso en asambleas abiertas y donde las quejas por la corrupción, la mala gestión de los recursos públicos, el despilfarro que suponían algunos proyectos megalómanos (como la construcción de un tren de alta velocidad entre Hanoi y Ho Chi Minh) y la depredación del medio ambiente fueron una constante.
Por ello, en este congreso se ha fortalecido la dirección colectiva y se ha terminado con las especulaciones, al menos en los próximos cinco años, sobre un futuro preñado de enfrentamientos entre los sectores desarrollistas a ultranza -que más bien miran hacia los países occidentales como Japón y EEUU, aunque también a Rusia, como quieren los militares para modernizar su armamento- y los «hochiminhistas», los defensores a ultranza de la independencia del país frente a las potencias extranjeras.
Si esto es así o es sólo una impresión a vuela pluma tras concluir el congreso se verá el próximo 22 de mayo, cuando se celebren las elecciones a la Asamblea Nacional y, especialmente, para elegir representantes de los Consejos Populares. Estos son los responsables de los gobiernos locales y es donde en mayor número se ha notado la corrupción que ha llegado de la mano de los proyectos «desarrollistas» en los últimos tres años.
Pero, además, el que se haya elegido como secretario general a Phu Trong indica que Vietnam es consciente que un enfrentamiento con China no es beneficioso. En un gesto de gran significado y calado, Phu Trong, anunció en su primer discurso como principal dirigente del PCV que su primer viaje será a Beijing para discutir sobre el delicado tema de las disputas territoriales en el Mar de China (2) y su primer acto oficial ha sido el recibimiento de un enviado especial del gobierno chino, Wang Jiarui, para fomentar una mejor vecindad y cooperación. Son dos gestos de gran importancia y que indican una ruptura clara con la política exterior que se ha mantenido hasta el momento.
Aquí sí se puede decir que han «perdido» los partidarios de un distanciamiento con China, hasta ahora asentados en el aparato de relaciones exteriores del PCV. Han perdido peso en el nuevo Comité Central y en el Buró Político (compuesto por 14 miembros y de donde han desaparecido). Queda por ver si con la nueva composición de las máximas instancias del PCV se mantiene la política de «equilibrio con China» tal y como la entendían los dirigentes de la anterior dirección; estrechar las relaciones de todo tipo, incluidas las militares, con EEUU y los países de la ASEAN en aras de la «seguridad» de Vietnam.
En este congreso se ha reafirmado oficialmente el proceso de Doi Moi que cumple este año el cuarto de siglo de su aplicación. Pero surgen dudas en cuanto a cómo se va a «perfeccionar el régimen de economía de mercado orientada al socialismo» tal y como hasta ahora se ha implementado. Se sigue manteniendo el discurso de «transición al socialismo» que caracterizó el Doi Moi hasta los últimos tres años y se habla de «mantener firme los objetivos de la renovación y el socialismo, aplicando con creatividad el marxismo-leninismo y la ideología de Ho Chi Minh», pero en este congreso se han discutido con fuerza dos opciones claramente diferenciadas: la apuesta por «acciones de libre comercio» o una «expansión de la economía socialista y controlada por el Estado».
También será en las elecciones a los 493 puestos de la Asamblea Nacional del próximo mes de mayo cuando haya una seguridad completa de cuál es el rumbo que va adoptar Vietnam y su Doi Moi puesto que una de las primeras tareas que abordará el Parlamento será la aprobación de un nuevo gabinete de gobierno. Pero si como muestra vale un botón, una de las primeras iniciativas puestas en marcha al calor del XI Congreso ha sido la «reflotación» de Vinashin tal y como anunció el pasado 31 de enero el viceprimer ministro, Nguyen Sinh Hung, al afirmar que «la empresa ha comenzado a honrar sus compromisos y ha retomado la producción» (3).
Notas:
(1) Prensa Latina, 18 de enero de 2011.
(2) Alberto Cruz, «Vietnam y su proceso de Doi Moi (renovación) nacional e internacional» http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1044
(3) Prensa Latina, 31 de enero de 2011.
Este artículo ha sido publicado en la revista América XXI con el título «Conclusiones del XIº Congreso del Partido Comunista de Vietnam: Expansión socialista con control del Estado».