La visita de Xi Jinping a Europa tuvo lugar en un nuevo contexto global, caracterizado por una radicalización del conflicto entre la potencia establecida (Washington) y la potencia emergente (Pekín). No solo la dirigente del gigante de telefonía Huawei ha sido encarcelada durante un tiempo en Canadá (se dice pronto), sino que Donald Trump ha […]
La visita de Xi Jinping a Europa tuvo lugar en un nuevo contexto global, caracterizado por una radicalización del conflicto entre la potencia establecida (Washington) y la potencia emergente (Pekín). No solo la dirigente del gigante de telefonía Huawei ha sido encarcelada durante un tiempo en Canadá (se dice pronto), sino que Donald Trump ha pedido a sus aliados que descarten, en nombre de la seguridad occidental, el recurso a esta compañía para implementar la red G5, pese a que ofrece actualmente el producto más eficiente y de menor coste. La confrontación deja de ser meramente económica y deviene explícitamente geopolítica.
Washington impulsa la reconstitución de los bloques Este-Oeste, en una economía profundamente globalizada. Estamos entrando en una nueva dinámica que suscita muchas incógnitas. La visita de Xi Jinping es una oportunidad para evaluar la situación. EE UU aprovecha su posición dominante, pero el factor Trump y su política de hechos consumados preocupan a sus aliados, que no son consultados ni siquiera cuando están directamente en juego sus intereses. Es significativo que de entrada tan solo Canadá, Australia y Nueva Zelanda hayan atendido formalmente el veto de Washington a Huawei en el contrato de la G5.
Frente a la ofensiva general de EE UU, Xi Jinping se muestra esquivo, claro que después de proclamar en voz alta que el mundo está entrando en el siglo chino. Pekín no disfruta de un sistema sólido de alianzas diplomáticas con las capitales que cuentan en el ámbito internacional. Por lo tanto, China trata de reforzar su presencia a través de sus inversiones y sus préstamos, sin exigir que los países amigos de Occidente se distancien de Washington. Desde esta perspectiva, en Europa, son los Estados los que importan, no la Unión Europea como tal. El reparto de tareas entre Xi y el primer ministro chino ilustra esta prioridad de forma casi caricaturesca.
Es Le Keqiang quien se reunirá el 9 de abril con los presidentes de la Comisión Europea y del Consejo, Jean-Claude Junker y Donald Tusk. Sin embargo, el primer ministro chino es una figura que carece de poder dentro del núcleo dirigente, formado por la guardia pretoriana de Xi Jinping, a la que no pertenece. Representa al gobierno, mientras que, en estos momentos, es el Partido la única estructura de autoridad en el país (antes había tres: el Partido, la administración y el ejército) y Xi, el número uno de por vida, acapara personalmente las funciones centrales de mando en muchos terrenos.
Emmanuel Macron impuso a Xi Jinping una reunión con Angela Merkel y Jean-Claude Junker, sobre todo con el propósito de presionar a favor de una mayor apertura del mercado de servicios en China. Xi no tiene nada en contra de un encuentro de este tipo, siempre y cuando tenga las manos libres para establecer las relaciones bilaterales que desea con los Estados miembros de la UE. De hecho, dedicó su visita a la firma de acuerdos bilaterales, de Italia a Mónaco, dando más importancia al principado que a las instancias europeas. Firmó con Roma un protocolo que asocia a Italia al llamado programa de las rutas de la seda y refuerza las inversiones portuarias chinas en el Mediterráneo, concretamente en Génova y Trieste (además del Pireo en Grecia). Esto fortalece la presencia económica de Pekín en la UE y su capacidad para controlar las vías de comunicación en esta parte del mundo. En cuanto a Mónaco, ha optado por Huawei para el G5, sin esperar a que Bruselas aclare su posición.
La Unión Europea, como de costumbre, está dividida. No es una potencia mundial y por consiguiente no puede tocar su propia partitura. No puede hacer caso omiso de las presiones estadounidenses ni despreciar la importancia del mercado chino. Afirma principios (frente común europeo) que no puede cumplir. Macron ilustra estas contradicciones hasta la caricatura. Es el defensor más ferviente de la firmeza frente a una China que se ha convertido en una «rival sistémica» y una «competidora estratégica», pero firma con Xi el mayor contrato comercial: el famoso pedido de 300 Airbus…
¿Qué hace Bruselas mientras se libra la batalla de influencia entre China y EE UU en Europa Central y Oriental? En abril tendrá lugar la cumbre anual del foro 16 + 1 en Dubrovnik. Creado en 2012 a propuesta de Pekín, este foro reúne a 16 países del antiguo bloque soviético, 11 de los cuales son actualmente miembros de la UE. En respuesta, Polonia lanzó en 2015 la Iniciativa de los Tres Mares (I3M), que agrupa a 12 Estados miembros de la UE. Los tres mares son el Báltico, el Adriático y el Mar Negro. Estos Estados (excepto Austria) también son miembros del foro 16 + 1. Esta iniciativa recibió en 2017 la bendición de Donald Trump, quien acudió a Varsovia para defender su concepción de la civilización europea.
Estamos entrando en un periodo de incertidumbre. Asistimos a una dinámica de repolarización del mundo entre EE UU y China, que adopta formas híbridas y probablemente inestables. El desarrollo de las capacidades militares chinas relanza una carrera armamentística general y estimula asimismo la formación de bloques estratégicos, como la creación de un mando Indo-Pacífico que asocia estrechamente la India con EE UU. Washington quiere evitar a toda costa que China logre coronar su fuerte avance en altas tecnologías (microprocesadores…). Trump trata de sofocar su crecimiento… a riesgo de provocar una recesión mundial, ahora que la economía china ya está en crisis.
En la propia China, el desempleo crece y el equilibrio del sistema depende de la percepción del futuro que tiene la población. Si se disipa la esperanza de que los hijos vivan mejor que sus padres, pueden extenderse los movimientos sociales. Las luchas fraccionales en el seno del partido parecen intensificarse. El futuro es incierto.
Durante la visita de Xi Jinping, la falta absoluta de perspectiva de los editorialistas y líderes de opinión en Francia fue generalmente abismal. ¿No es democrático el Estado chino? Ciertamente. ¿Debería haber recibido Macron a Xi Jinping sin condiciones previas? El Estado francés apoya muchas dictaduras en África (y ha introducido el estado de emergencia en la ley común). ¡Debería comenzar a hacer su propio examen de conciencia en materia de democracia!
¿Corren el riesgo los países que se benefician de la ayuda china de quedar subordinados? Ciertamente. Las potencias europeas son muy conscientes de esto, no en vano han subyugado a muchos pueblos durante siglos. ¿Deben defender su seguridad? ¿Qué hacen frente a EE UU, que ha pinchado los teléfonos móviles de Merkel y Macron y es maestro en espionaje industrial? Y eso que Trump no deja de interferir en Europa (inclusive en la cuestión del brexit) y personas de su confianza apoyan políticamente y financian a la extrema derecha europea…
https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article48315
Traducción: viento sur