En esta etapa, “el despliegue del espíritu de lucha” es la actitud básica ante el “largo camino por delante”.
La expresión “espíritu de lucha” (dou zheng jing shen), bien podría ser la clave e inspiradora principal del informe presentado por Xi Jinping al XX Congreso del PCCh y que da el tono general del llamamiento a los más de 96 millones de militantes del Partido para encarar la nueva y compleja etapa que se avecina. Sin duda, es también el argumento idóneo para justificar su propio encumbramiento (como “núcleo”) y de su ideario asociado (el que será “pensamiento de Xi Jinping”) como referentes indiscutibles de este decisivo periodo.
Advirtiendo sobre diversos acontecimientos de «cisne negro» y «rinoceronte gris» que pueden ocurrir en cualquier momento, Xi instó al PCCh en el informe a “mantenerse preparado para afrontar vientos fuertes, aguas procelosas e incluso tormentas peligrosas».
En esta etapa, “el despliegue del espíritu de lucha” es la actitud básica ante el “largo camino por delante”, “sin dejarse engatusar por las falacias ni amedrentar por los demonios, ni temer a las presiones»…
«No debemos permitirnos en absoluto estados de ánimo laxos o de solaz, ni fatigosos o de hastío de batallar», advirtió Xi en la sesión inaugural. E instó a todos los miembros del PCCh “a no olvidar nunca la aspiración original y la misión fundacional y a tener el coraje y la capacidad de seguir luchando”.
«Debemos fortalecer nuestro sentido de la dificultad, adherirnos al pensamiento de fondo, estar preparados para el peligro en tiempos de paz, prepararnos para un día de lluvia y estar listos para soportar grandes pruebas de vientos y olas altas», dijo. Y en la misma línea, en una reunión con delegados de Guangxi, pidió a todo el pueblo chino que se mantenga unido como «una pieza de acero duro» bajo la dirección del PCCh.
Ciertamente, como es habitual, es bien denso el elenco de temas tratados por Xi en su informe. Recoge el balance de los últimos años (con alusiones al incremento de su peso económico y su influencia en el mundo, el aumento de los ingresos de la población, de la esperanza de vida, etc., que rubricarían el curso positivo de la senda elegida), y traza también los grandes objetivos para los dos grandes pasos (2035 y 2049) que deben conducir a la culminación del largo proceso de modernización y cuyo desarrollo más certero se expresará en los planes quinquenales. Pero el tono triunfalista cede ante el realismo de las expectativas.
Esa visualización, con mayor nitidez, de las dos etapas del xiísmo, afianza el toque de corneta a todo el PCCh con el horizonte del “segundo centenario” (2049, el primero se celebró el año pasado en alusión a los 100 años de la fundación del PCCh).
Pero más que el programa de acción, la declaración política que incorpora el informe abunda en la insistencia en la “confianza, determinación, capacidad” del Partido para encarar los retos por venir, complementándose con el nuevo aviso a navegantes de que “no será en absoluto un trabajo descansado y cómodo acompañado del son de tambores y gongs”…
Otro eje del discurso es el envolvente de la historia. Observamos un Xi y un PCCh enfundados hasta las cejas en la historia. No solo en términos de realce del valor histórico de las transformaciones y éxitos del último lustro, un periodo “sumamente fuera de lo común y extraordinario”, dijo Xi, sino, sobre todo, como caracterización de la envergadura de los desafíos en lo inmediato.
En suma, una invocación a completar la última fase de la modernización cuyo talismán sigue siendo el reconocimiento del papel dirigente y hegemónico del PCCh, que ahora trasciende aquella legitimidad con origen ya no en la revolución o en el crecimiento, sino en la dimensión histórica de su gesta.
El PCCh, no obstante, no renuncia, al contrario, a seguir “procurando beneficios” para la sociedad china, a fin de procurar “una vida mejor” a sus ciudadanos. Es mucho lo que resta por hacer en este sentido.
La coordinación del desarrollo, hasta ahora el pilar esencial del proyecto modernizador, con la seguridad, elevándose su importancia, debiera permitir afrontar con éxito las adversidades que aguardan. “La seguridad nacional es el cimiento para la revitalización de la nación y la estabilidad social es la premisa para el fortalecimiento y la prosperidad del país”, destacó Xi.
Más allá de esto pocas novedades hay en cuanto a aportaciones trascendentales que pudieran indicar cambios en las tendencias esenciales ya manifestadas en los últimos años. La única novedad a propósito de Taiwán, que muchos han llevado por la senda del recurso a la fuerza, es la curiosidad de que solo mencionó el Consenso de 1992 una vez. Ya nos refiramos a la economía (con mucho énfasis en la innovación), o los múltiples aspectos de la política interna (con el sorprendente ninguneo de la demografía) o exterior, el continuismo es la nota predominante.
La reivindicación de un camino propio de modernización, inédito y basado en la experimentación, que se inicia con su apelo a la sinización del marxismo (posición rectora en lo ideológico) como garantía de éxito en su aplicación, seguirá siendo el santo y seña del rumbo imprimido por el PCCh a esta China del siglo XXI.
Persistir, por tanto, innovar, legitimar, son los verbos principales que hoy conjuga el PCCh, a la vista del informe presentado por Xi Jinping al XX Congreso.
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