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Y tras Libia, ¿Qué pasará con el Chad?

Fuentes: Guin Guin Bali

El Gobierno del Chad y su embajada en Trípoli formó a militares y ciudadanos para participar en la Guerra de Libia a favor del régimen de Gadafi. Ellos son los negros. Una gran parte de «los mercenarios llegados del África subsahariana». El presidente Idriss Deby ha actuado de forma unilateral, saltándose las órdenes de la […]

El Gobierno del Chad y su embajada en Trípoli formó a militares y ciudadanos para participar en la Guerra de Libia a favor del régimen de Gadafi. Ellos son los negros. Una gran parte de «los mercenarios llegados del África subsahariana». El presidente Idriss Deby ha actuado de forma unilateral, saltándose las órdenes de la Unión Africana, y ha atacado a unos rebeldes que hasta hace días eran oposición, pero que hoy ya gobiernan Libia. Y son agasajados en Europa por medio mundo. Y los rebeldes saben que Deby, precisamente, no es su amigo.

ecir que el Chad es el corazón de África quizás es sobrevalorar la geografía. Sin embargo, resulta merecedor fijarnos en la arteria que supone. Sus vecinos no son nada convencionales. A Níger, la República Centroafricana y Camerún hay que sumarle otros tres países que conforman un triunvirato que tienen en común una sola cosa: El chad. Son Nigeria, Sudán y la importante Libia, que quizás de verdad, a base de impulsos de líquido negro, sí ha sido una de las válvulas del continente africano. Los datos se pueden constatar en sus aportaciones dinerarias a la Unión Africana, en el índice del Producto Interior Bruto o en el nivel de educación de sus adolescentes.

Desde que la OTAN aprovechase la revolución popular libia para fortalecer de forma considerable su presencia en el norte de África, la Unión Africana ha actuado con una paciencia que ha sacado de quicio a los proGadafi y ha sido el apoyo por omisión de oposición de los países más desarrollados del planeta. El compromiso apenas alcanzaba la «solicitud de una solución pacífica» en documentos oficiales a modo de memorandums de sesudas reuniones de jefes de Estado.

El Gobierno de Chad, que conoce muy bien a su vecino del norte, que le ha acompañado en su historia reciente, no ha seguido la unidad que solicitaba la Unión Africana en torno a una no decisión. De forma unilateral, no solo apoyó al régimen de Gadafi, sino que envió a militares hasta el país para involucrarse en el conflicto. La mayoría de los negros que quieren cazar y que han pasado a formar parte del imaginario creado por las grandes cabeceras de información son chadianos. Los «mercenarios llegados del África subsahariana», para entendernos.

Idriss Deby, presidente del Chad, ha sido acusado recientemente de ocultar la muerte de cientos de chadianos en los combates que corren como la pólvora en las calles de Trípoli. Otros tantos están desaparecidos, aunque la esperanza más real es que ocupen plaza en fosas comunes o en entierros masivos. Desde Francia se ha informado que la embajada chadiana en Trípoli ha participado en «la formación de ciudadanos chadianos en el combate». Además, hay constancia de unidades militares que llegaban directamente de la frontera con el país que ocupa el camino que cruza entre alguno de los países más importantes de África.

la esperanza más real es que ocupen plaza en fosas comunes o en entierros masivos.

La oposición ha acusado al actual Gobierno del Chad de que en Libia se ha usado a los chadianos como escudos humanos ante la OTAN. Y ahora, con los rebeldes. Escudos humanos que luchaban por una causa que desconocían, forzados a participar en una guerra ajena a su territorio. Además, la coalición internacional que bombardea con escasa piedad el territorio libio intuye que familiares de Gadafi han podido huir hasta el territorio chadiano, hacia el noreste de este país. Alejados de la capital Yamena. Y los buscan. Además, habrían huido con cantidades de dinero importantes. Quizás los buscan por eso.

Las decenas de miles de chadianos que residen en Libia -algunos a estas alturas de la guerra sólo residían- están pagando un alto precio por su color de piel y por su pasaporte. Son negros. Y los negros han sido los que han defendido a las tropas de Gadafi. La lógica dice que los negros, y se generaliza de forma perversa, están con el régimen y, por lo tanto, en contra de la revolución. Seguramente, la mayoría de negros, sólo estaban. Pero contra ellos se ha desatado la ira y hasta la Corte Penal Internacional ha llamado a los rebeldes a la calma. A que no beban a pesar de la sed de venganza contra todo lo que huela al régimen de Gadafi. Cuentan las crónicas que se pueden rescatar en las hemerotecas que los negros ya pagaban un alto peaje en Libia desde hace algún tiempo. Chadianos y no chadianos. Por ejemplo, en Zawiya hace más de diez años se articularon programas para evitar el racismo.

El Chad ya metió la pata en el conflicto de Darfur de la pasada década. Y ahora, su Gobierno, con razón o sin ella, ha vuelto a quedarse en fuera de juego y con todo occidente en contra. Su apoyo a Libia no ha pasado inadvertido. Idriss Deby preside un Gobierno frágil. A pesar de ganar con el 88% de los votos las últimas elecciones. Deby se ha quedado sólo en la región. Y ahora, a merced de Francia que le ayudó a sobrevivir a dos golpes en su sistema de flotación en el último lustro. Y tampoco cuenta con Nigeria y Sudán, que apoyan ciegamente las tesis de la OTAN en Libia.

Ahora, que el Consejo Nacional de Transición de los rebeldes no ejerce la oposición, sino que son agasajados en París con bebida, comida y firmas de múltiples contratos que facilitaran la extracción del crudo libio y, por tanto, ocupan el poder del país, al Chad le ha salido un enemigo con muchos amigos dispuestos a matar por él. O a matar por su petróleo, más bien. Deby ha dicho en los últimos días, cuando las tornas estaban girando que «no tenían otra opción». La amplia militarización de la política hacen que sea un blanco fácil para argumentar la necesidad de un cambio estructural.

Fuente: http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=3&id=2212