La religión es el opio de los pueblos Carlos Marx Ya ha pasado un tiempo suficiente como para intentar hacer un primer análisis de los dos hechos más importantes en estos largos últimos tiempos. La muerte de Hugo Chávez, presidente de la República Bolivariana de Venezuela y la designación de Bergoglio, como Papa de la […]
Carlos Marx
Ya ha pasado un tiempo suficiente como para intentar hacer un primer análisis de los dos hechos más importantes en estos largos últimos tiempos. La muerte de Hugo Chávez, presidente de la República Bolivariana de Venezuela y la designación de Bergoglio, como Papa de la Iglesia Católica. Ambos hechos tendrán incidencia en el rumbo del futuro social y política de nuestro planeta.
Lo asocio porque estoy seguro que Bergoglio, ahora Francisco -en homenaje al fundador de la orden que esclavizó a los indios de nuestro continente-, no sería Papa si la muerte de Hugo Chávez no hubiese demostrado lo que está pasando en las entrañas del continente latinoamericano. Un continente en ebullición más allá de la dirigencia de cada uno de los países. Más allá de quienes quieren ir al hueso de la lucha anticapitalista o los que se contentan con rozarla porque su única búsqueda es perpetuarse en el gobierno de su país.
Más de treinta naciones enviaron sus representantes a Caracas para las exequias del Comandante Chávez, alrededor de 15 mandatarios estuvieron presentes. Los hubo de distintos pelajes, pero ninguno pudo quedar afuera. Estuvieron los amigos, más amigos (Evo Morales, Raúl Castro, Rafael Correa) y algún adversario como Santos de Colombia que sintió que era mejor mostrarse como contemplativo que hacerse el indiferente. Eso si, todos pudieron ver a un pueblo que ama a su líder. Líder que había empezado a entender a Evo Morales cuando el dirigente indígena le decía que en la lucha contra el capitalismo hay que ir por todo, hasta el final, sino se fracasa.
El dolor del pueblo y los logros de Venezuela, no se pudieron ocultar y dieron vueltas y vueltas por todo el mundo. Tampoco pudieron ocultar la herencia de Chávez: la necesidad de hacer todos los esfuerzos por la unidad del continente. Entonces se habló del Alba, Petrocaribe, la Celac, la incidencia de Venezuela en el Mercosur. Esto terminó por acelerar los planes del enemigo que no quiere correr ningún riesgo.
En 1978 la designación del polaco Karol Józef Wojtyła (Pablo II), apuntó a que la Iglesia se sumara al golpe final de la ya fracasada experiencia de lo que dio en llamarse «Socialismo real». El poder no dudó en nombrar al primer Papa no italiano desde 1523, porque era el indicado para dar la estocada final.
En 2013, no dudaron en sumar al primer Papa latinoamericano, Jesuita y con un perfil humilde, de «cercana» relación con los pobres, aspectos que fueron los primeros que hicieron rodar por las calles del mundo: «viaja en colectivo y usa siempre los mismos zapatos», como millones de argentinos se olvidaron de decir. Perdón, algunos no tienen zapatos, ni zapatillas.
Un nombramiento, para una Iglesia que hacia agua por la corrupción intrínseca de la institución más antigua del mundo, por la criminal actitud mundial de esconder a los pedófilos -mientras se oponía al aborto y el matrimonio igualitario (igual que Bergoglio), porque tienen que resolver la responsabilidad de los bancos del Vaticano en la crisis de Europa, etc. Pero fundamentalmente, un nombramiento, para una Iglesia que pusiera su granito de arena en los planes en curso para escarmentar a América latina.
Para esa Iglesia, hacia falta un conductor que fácilmente se le pudiera armar un perfil. Si armar un perfil, porque Bergoglio era miembro de la jerarquía de la Iglesia Argentina durante los años de la dictadura militar. Porque Bergoglio no suspendió al cura Grassi y se aferró a esperar que hable la «Justicia». Porque Bergoglio no piensa en los pobres como los curas que viven con ellos. Pero Bergoglio es el Papa del fin del mundo y se lo puede mostrar con ese perfil, o acaso, los días en que se esperaba el humo blanco, no vimos carteles con la consigna «Viva el Papa». Cualquiera. Lo mismo da, para los fanáticos clericales que ahora elogian su sentido de humildad, hubieran vivado a cualquier Papa. No así los que debían elegir, ya no los reyes de Europa sino los dueños de las multinacionales, debía ser una figura que agiornada a los tiempos que corren les asegurara sus privilegios.
El cholulaje argentino no se merece más que un renglón y solo un renglón. Festejen que ahora ya completamos la grilla: tenemos a Dios (Diego el único de la gente), a una Reina (consorte) y ahora también tenemos un Papa argentino. Ya somos los mejores.
Otro renglón, porque es tema para otro escrito, para el Gobierno. Del enemigo de hace unos días al amado príncipe de Dios, al que se le pide permiso para tocarlo, al que se lo besa y se le pide cosas sentidas por los argentinos como la recuperación de las Malvinas, demagogia solo demagogia. Hipocresía solo hipocresía. Una lección de pragmatismo difícil de igualar.
En el ’78 un Papa para que se sume a la reaccionaria lucha por un mundo unipolar, capitalista y depredadora. En 2013 un Papa para contribuir a la búsqueda de los resquicios que impidan más unidad latinoamericana, que pueda disputar el poder del imperio.
Espero que esta vez los dirigentes que pelean por la Patria Grande, siguiendo los pasos de San Martín, Bolívar, Monteagudo, Belgrano, Moreno, Sucre o Miranda, y principalmente los pueblos, demostremos que aprendimos la lección y actuemos en consecuencia.
Blog del autor: http://ernestojnavarro.blogspot.com.es/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.