Este bonito nombre de Isla del Mar, en inglés Sea Island , designa una elegante localidad del Estado de Georgia, en la costa atlántica de Estados Unidos, cerca de la ciudad de Brunswick, justo al norte de la Florida. Rodeados de campos de golf, ahí es donde se encuentran concentrados, en el marco de la […]
Este bonito nombre de Isla del Mar, en inglés Sea Island , designa una elegante localidad del Estado de Georgia, en la costa atlántica de Estados Unidos, cerca de la ciudad de Brunswick, justo al norte de la Florida. Rodeados de campos de golf, ahí es donde se encuentran concentrados, en el marco de la cumbre del G-8, los amos del mundo.
Fue en 1974 cuando surgió esta idea de una reunión informal que juntase a las siete (¿por qué sólo siete?) grandes potencias industriales y que constituyera, de hecho, un auténtico directorio del planeta con más capacidad de decisión real -por lo menos en el ámbito económico- que el Consejo de Seguridad de la ONU. Y sin los inconvenientes de Naciones Unidas, donde cada país, grande o pequeño, dispone del mismo voto.
La idea la tuvo el presidente francés Giscard d’Estaing, un hombre de derechas, neoliberal pero con bastante imaginación política (el mismo que ha presidido la comisión autora del proyecto de Constitución europea). Y su idea fue aceptada por las grandes potencias occidentales. Estados Unidos, Reino Unido y Francia, porque así podían evitar los engorros de la ONU. Los vencidos de la Guerra Mundial, Alemania, Italia y Japón, para salir de su condición de apestados políticos. Y Canadá, por aliado de Washington y por estar muy ligado a Londres.
Con el tiempo, el G-7 se ha ido transformando en el verdadero patrón del planeta y en el piloto principal de la globalización liberal. Por eso, uno de los objetivos del movimiento altermundialista siempre ha sido denunciar a este autoproclamado consejo de administración del mundo y manifestarse contra su presencia en las ciudades que acogían la cumbre. Todos recordamos la inmensa protesta de julio 2001 contra el G-7 en Génova y las brutales cargas policiales causantes de centenares de heridos, detenidos, maltratados, y de la muerte del estudiante Carlo Giuliani.
Desde entonces, para prevenir estas molestias , los amos del mundo -que entre tanto han admitido en el club a Rusia, pero no a China- han tomado la decisión de reunirse en lugares imposibles como Kananaskis, inaccesible aldea de las Montañas Rocosas canadienses en el 2002, o en la pequeña estación balnearia de Evian en los Alpes el año pasado.
Sea Island, como su nombre indica, es un lugar aislado, fácil de controlar y de donde se estima que las fuerzas de seguridad podrán repeler sin problema a los militantes no global .
El presidente Bush ha impuesto su agenda. Mucho más política que económica. Porque su problema es Irak y éste condiciona su eventual reelección de noviembre. Por eso ha invitado, no sólo al nuevo presidente interino iraquí, el sunní Ghazi Al Yawar, sino también a los jefes de Estado de cinco países -Argelia, Afganistán, Bahrein, Jordania y Yemen- pertenecientes al Gran Oriente Medio que la administración Bush quiere redibujar. Pero no ha invitado a sus viejos aliados en la región, Egipto y Arabia saudí. Lo cual es muy significativo y revela las dificultades de Washington.
Por insistencia de Francia, están invitados también a la cumbre de Sea Island cinco presidentes africanos: Thabo Mbeki de Sudáfrica, John Kufuor de Ghana, Olusegun Obansanjo de Nigeria, Yuweri Musaweni de Uganda y Abdulaye Wade de Senegal. Y es que hasta los amos del mundo se dan cuenta de que los pobres de la tierra, si se les sigue marginando, se cansarán de aguantar. Y el día de mañana podría soplar sobre el planeta un nuevo huracán de violencias.