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El referendum en Egipto

Maquillaje democrático

Fuentes: Gara

El pasado miercoles Egipto vivio un inusual y original referendum, inusual porque el regimen autoritario de Mubarak no es prodigo a hacer consultas electorales y, original, porque es ironico consultar en referendum «si procede a la presentacion de mas de un aspirante a la presidencia o no», o sea que opte mas de un candidato […]

El pasado miercoles Egipto vivio un inusual y original referendum, inusual porque el regimen autoritario de Mubarak no es prodigo a hacer consultas electorales y, original, porque es ironico consultar en referendum «si procede a la presentacion de mas de un aspirante a la presidencia o no», o sea que opte mas de un candidato a la carrera presidencial.

La oposición laico-nacionalista e izquierdista aglutinada en el bloque, Movimiento por el Cambio ­Kifaya­, y los Hermanos Musulmanes han denunciado que los requisitos para ser candidato, aún incluso de ganar el «sí» en el referendo, son inalcanzables, por lo que han pedido el boicot. Sobre le papel, el carácter de la consulta es ridículo, si tenemos en cuenta que el Partido Nacional Democrático de Hosni Mubarak controla tres cuartos del parlamento y todas las asambleas regionales, por lo que en tales condiciones no debiera temer a nadie exógeno, pero es lo que resulta de combinar gestos y realidad.

En resumen, esa realidad demuestra que la consulta es un montaje publicitario para maquillar el régimen, similar a los recientemente celebrados «exitos» de la democracia en Kuwait, «permitiendo el voto a las mujeres», o Arabia Saudí, con unos comicios municipales, «los primeros de su Historia». Por mucho menos se invadió Irak, pero eso es otro cantar.

EEUU está obligando a sus fieles aliados autoritarios a maquillarse ante la evidencia de que su doble rasero es bochornosamente diáfano. En el caso egipcio por ejemplo, Mubarak lleva 24 años en el poder y ha sido reelegido cuatro veces por seis años, siendo, claro está, el único candidato. Un curriculum «electoral» muy similar, por cierto, al que sirvió para demonizar y condenar a Saddam.

Represion

La represión en Egipto es generalizada. Es un estado fortín que sobrevive cual olla a presión gracias a los 2.000 millones de dólares anuales de ayuda norteamericana, o sea 700 millones de ayuda humanitaria y 1300 millones de ayuda militar. Gracias a ese «oxígeno», Mubarak ha blindado el régimen y tiene suficiente energía para aplastar toda oposición, ya sea nasserista, izquierdista o islamista, ésta última la más popular e importante. Así es, los islamistas egipcios son de una relevancia tanto interna como externa determinante. Desde que en 1928 los Hermanos Musulmanes comenzaran a estructurarse, los islamistas siempre han estado frente a los nacionalistas laicos. De echo Nasser, en los 50 y 60, los reprimió con dureza. Pero eran otros tiempos de mayor gloria nacional, y la relevancia de los islamistas era menor. Por ello, Sadat aflojó la presión y abrió el país. Lo pagó con su vida. En los 70 y 80, la juventud egipcia no tenía esperanzas. El desastre económico, el colapso del país y su gran crecimiento demográfico contribuyeron al afianzamiento de importantes organizaciones islámicas como la Yihad Islámica Egipcia, muy popular en las universidades. La Fouat Alam, o Sociedad Egipcia del Interior seguía activa.

Los acuerdos de Camp David con Israel en 1978 fueron la guinda que colmaba el vaso. El 6 de octubre de 1981, Anuar al Sadat moría acribillado en un desfile. Nunca se le perdonó la traición a la lucha palestina, el reconocimiento del estado de Israel, contra el que se habían librado decenas de batallas.

El muftí, Omar Abdel Rajman y el médico Ayman Al Zawahiri fueron, entre otros, condenados por aquellos hechos, pero tras un breve periodo en prisión, se exiliaron en EE.UU y Afganistán, respectivamente. Hoy el clérigo ciego está condenado a cadena perpetua en EE.UU por los atentados contra el WTC de 1993) y Al Zawahiri ha sido primero subestimado en pos de Ben Laden y luego mítificado como «número 2» de Al Qaeda y el propio Ben Laden. De ahí que generalmente siempre se subraye la «marca» egipcia como el referente ideológico y militar más influyente de la Al Qaeda de los 90.

Hosni Mubarak, aprende de su predecesor Sadat. Aplica desde el inicio políticas que recuperaban la estabilidad retomando la represión exacerbada al islamismo y demás oposición, garantizaba una fidelidad absoluta a las políticas norteamericanas respecto de Palestina y gracias a ello estructuraba, con los generosos fondos anuales norteamericanos, un régimen a su medida.

En 1997 el islamismo armado reestructurado en la Gama Islamiya y otras organizaciones ataca el eje económico del país, el turismo, con el ataque de Luxor que deja decenas de turistas muertos. Desde entonces la represión se multiplica, los juicios colectivos ­muy «comunes» desde la época de Nasser­, los sumarísimos ­con decenas de ejecuciones­ y las detenciones masivas, tratan de aplastar a los grupos islamistas y crece la sensación de que Egipto es más que nunca una olla a presión a punto de reventar.

Con más del 52% de la población menor de 25 años, con dependencia estructural a los fondos de ayuda y una corrupción galopante; con una fractura evidente entre el Egipto oficial y la calle, en el que sin duda los Hermanos Musulmanes son de gran popularidad, Egipto es el pilar básico de la política norteamericana en Oriente Próximo. Al igual que Arabia Saudí o Marruecos, es un régimen impopular, represor y autoritario que por su condición geoestratégica y su capital posición política debe «aguantar como sea» la llegada de tiempos mejores en los que un Mubarak no sea necesario para EE.UU. Hasta entonces toda «apertura» será mero maquillaje y la olla seguirá subiendo de presión hasta que ¿estalle?

Oriente medio

La administración norteamericana quiere asentar su proyecto para Oriente Medio sobre países como Egipto que son paradigma de lo que «en teoría» EEUU siempre ha criticado del Irak de Saddam, Irán o Siria: autoritarismo, represión, pena capital, corrupción. Pero incluso partiendo de esa base comparativa, claramente discutible, los casos egipcio o saudí, por ejemplo, adolecen de las políticas sociales en las que los países mencionados están a años luz de las que puedan desarrollarse en los países fieles a Estados Unidos y la política de George W. Bush, pero claro, a estas alturas, este tipo de argumentos son ridículos, ya que todos sabemos lo que les importan las políticas sociales a los «libertadores» del mundo, del siglo XXI. –