1. El ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner acaba de afirmar en una entrevista televisiva que hay que prepararse para la guerra contra Irán. El Estado francés, señaló el señor ministro, debe prepararse para lo peor. ¿Y qué es lo peor? Kouchner no vaciló: la guerra. Añadió: «Nos estamos preparando poniendo […]
1. El ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner acaba de afirmar en una entrevista televisiva que hay que prepararse para la guerra contra Irán.
El Estado francés, señaló el señor ministro, debe prepararse para lo peor. ¿Y qué es lo peor? Kouchner no vaciló: la guerra. Añadió: «Nos estamos preparando poniendo a punto planes que son competencia de los Estados Mayores, pero eso no es para mañana».
El señor Kouchner recalcó que no se aceptará que Irán construya la bomba atómica y que se reclamará al gobierno de Teherán que suspenda el «enriquecimiento» de uranio. Admitió que, desde luego, tenía que negociarse hasta el final pero que la posesión del arma atómica por Irán sería un verdadero peligro para el mundo (¿Les suena esta última información?)
Pero, ¿cuál ha sido la verdadera finalidad de las declaraciones del ministro galo? ¿Preparar a la opinión pública para lo peor, vendido una vez más como necesario, postulándose esta vez, al mismo tiempo, como aliado estratégico de la cabeza del Imperio?
Los tambores de guerra suenan nuevamente. Sean solo para atemorizar o para iniciar la «triunfal» marcha
El actual ministro de exteriores francés participó en gobiernos dirigidos por un Partido llamado «Socialista».
Por cierto, ¿pensó el presidente francés, que veraneó en Estados Unidos entrevistándose con los señores Bush, en esta eventualidad bélica y en el cambio de orientación de la política exterior francesa cuando nombró ministro de Exteriores al señor Kouchner?
2. Alan Greespan ha publicado recientemente unas memorias en Estados Unidos. Afirma en ellas que el motivo esencial de la invasión de Irán no fue otro que el control del suministro del petróleo.
La empresa imperial ha costado hasta ahora la vida a más de medio millón de personas. Quizás a un millón.
Se acusó a la izquierda, una vez más, de estar perdida, de no escuchar, de no ver el peligro de las armas de destrucción masiva, de constituirse en aliada del terrorismo internacional, de apoyar a un dictador asesino.
El señor Greespan, por lo demás, no es un ciudadano cualquiera. Fue un alto dirigente económico del gobierno de los Estados Unidos. No ha dicho en lugar alguno que esa información que ahora cuenta la haya deducido o la haya descubierto recientemente.
Si es así, ¿por qué no informó a la opinión pública de los verdaderos motivos de una guerra anunciada y justificada mediante mentiras y apoyos impensables?
¿Qué justificación institucional le permitía el silencio? ¿Hay aquí algún asomo se complicidad?
3. Los mercados financieros muestran nuevamente su peor o una de sus peores caras. Especulación, engaños, hipotecas imposibles, sueños fraudulentos vendidos como cosas tangibles, anulación de préstamos, expropiación de bienes adquiridos con enorme esfuerzo por ciudadanos trabajadores.
La situación afecta a Estados Unidos y puede afectar, está afectando, a los países capitalistas europeos. España entre ellos.
¿Cuál ha sido la reacción inmediata de un gobierno denominado «socialista» que, además, se dice inspirado en un republicanismo de nuevo cuño, que impulsa la ciudadanía participativa, la información transparente y que dice ser gobierno de España? Visitar la sede del principal banco de país y dejarse fotografiar con el señor Botín, el principal representante del capital financiero especulativo español. A eso se le ha llamado enviar un mensaje de tranquilidad a los tensos mercados.
¿Es necesario recordar que el señor Botín fue acusado por numerosos «trabajos fraudulentos» y que solo la supeditación de algunos sectores de la justicia española al poder del capital le permitieron seguir con sus actividades de ingeniería financiera creativa y tareas afines?
4. Lo denunciaba recientemente el historiador Andreu Mayayo. Conocemos el escándalo de la fortuna de la casa de Borbón española: la tercera casa real europea por su patrimonio. ¿Conocemos la fortuna de la familia Franco? ¿Sabemos los medios que se usaron para generar esas cantidades? ¿No tiene nada qué decir la justicia española frente a ello? ¿Sólo Pinochet torturó, asesinó y prevaricó? ¿Es imaginable un país realmente democrático en el que los bienes de los principales responsables del fascismo sigan en manos de sus herederos sin intromisión alguna por parte de la justicia? ¿No hay nada que mirar en ese vertedero?
Sir Karl Popper iniciaba La sociedad abierta y sus enemigos con un error. No era el único de su celebrado ensayo. Atribuía autoría equivocada al aforismo que abría su ensayo. Venía a decir: «No hay disparate imaginable que no haya sido pensado alguna vez por algún filósofo». La cita era de Descartes.
No sé, en cambio, quien formuló esta sentencia: «No hay ningún horror concebible que esté alejado de la real historia de los seres humanos». He olvidado el nombre del autor y prefiero no cometer ningún error, pero todo indica que fue una persona muy razonable, con sentido común y con excelente conocimiento de eso que llamamos «Historia de la Humanidad».