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2065, el comienzo del Nuevo Nepal

Fuentes: Rebelión

Nepal ha entrado en el año 2065 de su calendario y ya se han celebrado las elecciones para la Asamblea Constituyente (después de dos aplazamientos) que ponga fin a la monarquía e inicie el camino a la proclamación de la República. Una aspiración de la mayoría del pueblo nepalí y que ha sido simbolizada por […]

Nepal ha entrado en el año 2065 de su calendario y ya se han celebrado las elecciones para la Asamblea Constituyente (después de dos aplazamientos) que ponga fin a la monarquía e inicie el camino a la proclamación de la República. Una aspiración de la mayoría del pueblo nepalí y que ha sido simbolizada por la lucha, política y armada, que ha venido desarrollando el Partido Comunista de Nepal (maoísta) desde 1996.

Nepal entra así en una nueva era y viene a coincidir con la revuelta popular que hace dos años derrotó al golpe de Estado de la monarquía feudal y obligó al rey Gyanendra a desaparecer de la escena pública, aunque manteniendo la institución monárquica. Ahora, y si se cumple lo establecido en el Acuerdo de los 23 puntos alcanzado el mes de diciembre de 2007 entre la Alianza de Siete Partidos (derecha e izquierda muy moderada) y los maoístas – tras el abandono de éstos del gobierno interino por el incumplimiento de otros acuerdos anteriores- la Asamblea Constituyente tiene como principal tarea la proclamación de la República.

La euforia por el hecho de que se hayan celebrado estas elecciones que pongan fin a la monarquía no tiene que empañar el hecho de que aún hay múltiples amenazas en el camino trazado por las fuerzas revolucionarias en pro del Nuevo Nepal. Los datos que se conocen indican que los maoístas van en cabeza en el recuento, a pesar de que la derecha estableció candidaturas conjuntas en muchos distritos, mientras que la izquierda (representada principalmente por los maoístas y los reformistas de la Unificación Marxista Leninista) acudió fraccionada, con candidaturas propias y enfrentada en el valle de Katmandú.Ç

Los intentos de crear un Frente Popular Nacionalista, Democrático y Republicano fracasaron. Mientras el PCN (m) logró una alianza con otros pequeños partidos como el Janamorcha Nepal y el Partido Comunista de Nepal (Unidos), el Partido Comunista de Nepal-Unificación Marxista Leninista se negó en redondo a cualquier alianza, excepto en algunos distritos puntuales, alegando que el PCN (m) no se ha convertido «en un partido democrático» (1).

Este hecho, teniendo en cuenta que en el Acuerdo de 23 puntos de diciembre de 2007 se estableció un sistema electoral mixto (el 42% de los escaños serán por elección directa, mientras que el resto será por un sistema proporcional), hace que no haya que descartar un reforzamiento de las tesis monárquicas, es decir, el mantenimiento de la monarquía como una figura ceremonial, según unos, y parlamentaria, según otros. La monarquía aún es fuerte en sectores empresariales, en el Ejército y entre la vieja clase dirigente -que también tiene un componente importante de casta- dentro de los partidos tradicionales, especialmente del Congreso Nepalí y el Congreso Nepalí (Democrático). Sin olvidar a todos los países occidentales, que apuestan por una monarquía al estilo británico.

La responsabilidad de organizaciones como el PCN-UML no es pequeña si se da esta posibilidad. Ellos ya integraron el gobierno monárquico en la década 1990-2000 (teniendo incluso la responsabilidad del gobierno en 1994 por unos meses) y fueron cómplices de la represión que se ejerció no ya sólo contra los maoístas, sino contra los luchadores sociales y populares, lo que generó las causas para que el PCN (m) iniciase la lucha armada en 1996.

El PCN-UML es lo que los sostenedores de la tesis de la viabilidad (la alianza con la derecha y sectores neoliberales como la única posible en un mundo globalizado) considerarían como «la izquierda correcta», aquella que no tienen ningún afán revolucionario y sólo se interesa por hacer más funcional el sistema, al estilo del Chile de Bachelet o el Brasil de Lula. Incluso del Partido Comunista de India (marxista), que estos días celebra su congreso y mantiene una alianza de colaboración «desde fuera» -a través del Frente de Izquierda, donde se integran otros partidos de este corte político- con el gobierno del partido del Congreso Nacional de India, considerado centro-derecha. No en vano, el embajador de EEUU en Nepal, James F. Moriarty, se ha reunido en numerosas ocasiones con el PCN-UML mientras que se niega a hablar siquiera con los maoístas, a quienes sigue considerando «terroristas». Moriarty ha repetido hasta la saciedad que EEUU «no vería con buenos ojos una alianza con los maoístas». Así lo dijo en marzo de 2007, cuando los maoístas aceptaron integrarse en el gobierno provisional, y lo repitió en diciembre de ese mismo año cuando se firmó el Acuerdo de 23 puntos (2). Los maoístas han acusado públicamente al PCN-UML de plegarse a las presiones estadounidenses (3) y de hacer fracasar la alianza de izquierda. No obstante, y si los resultados siguen la tónica que marcan hasta ahora, el principal perjudicado en estas elecciones sería el PCN-UML puesto que ni su secretario general habría sido elegido diputado.

El derecho de autodeterminación e India

Cuando el 17 de febrero de 1996 los maoístas iniciaron la Janayuddha, la guerra popular, lo hicieron apoyados en un programa político que es el que han mantenido inalterable hasta la fecha y con el que concurren a estas elecciones: enfatizar la soberanía e independencia nacional frente a la influencia dominante de India; abolición de los privilegios de la familia real y proclamación de la República; secularización del estado; medidas contra la explotación patriarcal de la mujer; contra la discriminación por motivo de casta, condición social o procedencia étnica o regional; creación de un sistema de autonomías en aquellos distritos en los que las comunidades étnicas sean mayoría; igualdad de oportunidades para todas las lenguas nacionales; reforma agraria, suministro de agua y electricidad a todas las comunidades rurales; atención a los desprotegidos y acción contra la corrupción. El sistema socioeconómico que subyacen estas medidas es evidente y enfrentado al actual.

El programa maoísta es, con mucho, el más avanzado de los que se presentan a las elecciones, especialmente en el apartado del derecho de autodeterminación de los pueblos. El PCN (m) divide Nepal en 11 estados autónomos, con derecho a la autodeterminación, y en dos sub-estados. Es decir, la fórmula maoísta del Nuevo Nepal es una república democrática federal que sustituye a la forma «unitaria-feudal» del sistema monárquico.

Una propuesta que está siendo utilizada por la reacción, tanto nepalí como hindú, puesto que en Terai -que comparte frontera con los estados indios de Bihar y Uttar Pradesh- existe una importante revuelta desde que se discute la formación del Nuevo Nepal, especialmente en dos aspectos: el fin de la monarquía y la proclamación de Nepal como un estado secular. Los monárquicos se han hecho fuertes en esta zona y consideran que se debe mantener la «identidad hindú» del país. Nepal ha vivido en los últimos 250 bajo una monarquía feudal autocrática, es decir, el rey es inviolable, además del dueño absoluto del país en una doble vertiente de gobernante y dios. Me explico, los nepalíes han considerado históricamente que el rey es la encarnación de un dios hindú, Vishnu, y no hay que perder de vista que casi la mitad del país es seguidora de las diferentes religiones hindúes, además de tener un tercio de su población considerada hindú. Y este es el factor que la monarquía está agitando en Terai.

Pero no sólo la monarquía. También India. El programa maoísta incluye el desconocimiento de los tratados firmados con India por los gobiernos monárquicos y una nueva elaboración de los mismos desde un ámbito de igualdad entre Estados. Tras la derrota de la monarquía por las movilizaciones populares de 2006, una de las primeras medidas que tomó el nuevo gobierno provisional, antes de la incorporación de los maoístas al mismo, fue la renovación automática del tratado comercial bilateral que Nepal e India firmaron el año 2002 (al que se han opuesto desde siempre los maoístas) y el Tratado de Mahakali, firmado en 1950 y por el que India pasa a beneficiarse casi en exclusiva de las aguas de esa zona fronteriza. Los maoístas han calificado históricamente este tratado como «obsoleto y desigual» y han dicho en reiteradas ocasiones que lo revisarán en busca de una mayor independencia económica para Nepal.

Al mantener la agitación en Terai, India se asegura una zona-tampón para evitar la ayuda de los maoístas nepalíes a sus camaradas hindúes. En septiembre de 2006 los partidos maoístas de Nepal, India, Bangladesh, Bután y Sri Lanka celebraron la IV Conferencia de Organizaciones Maoístas y el documento final reconoce la necesidad de agrupar las diferentes organizaciones maoístas que hay en India (tres, todas presentes en esa conferencia) y Bangladesh (dos, también presentes) y en «hacer avanzar las revoluciones por medio de la lucha armada» (4). La fase principal para los maoístas es la que en estos momentos se desarrolla en los estados indios de Bihar, Jharkhand, Uttar Pradesh, Madhya Pradesh, Andhra, Karnataka y Kerala. Y, como se ha dicho anteriormente, Bihar y Uttar Pradesh son fronterizos con Terai.

En estos momentos, India se enfrenta a una campaña armada sin precedentes por parte de los maoístas, que se han extendido a 14 de los 28 estados de India (Chatisgarh, Jharkhand, Uttar Pradesh, Asma, Uttaranchal, Kerala, Tamil Nadu, Bengala Occidental, Gujarat, Andhra Pradesh, Madhya, Pradesh, Orissa, Maharashtra y Bihar) y que, en cifras, significa que en 165 distritos -de un total de 602 en que está dividido administrativamente el país- son los maoístas quienes controlan la situación. De hecho, los maoístas hindúes (naxalitas) están comenzando a extenderse a las ciudades, especialmente a las zonas obreras e industriales de Delhi, Mumbai, Pune y Jammu alternando las acciones propagandísticas con las militares. En Nayararh, una de las más importantes ciudades del estado de Orissa, un comando naxalita realizó una de sus más audaces acciones hasta el momento: el 16 de febrero se produjo el asalto a una comisaría de policía y la requisa de 1.100 armas almacenadas en este establecimiento policial.

De ahí el interés de India en no perder su influencia en Nepal y en asegurarse, con el tema de Terai, una baza importante de negociación con el PCN (m) si los resultados electorales convierten a este partido en referente para la formación del nuevo gobierno. Así lo ha dicho expresamente un alto dirigente indio, M.K. Narayanan, que es ni más ni menos que el Consejero de Seguridad Nacional: «nuestra preferencia para estas elecciones es el Congreso Nepalí porque tenemos un muy bajo nivel de confianza en los maoístas, pero podemos trabajar juntos a pesar de las diferencias» (5). Estas declaraciones las hizo Narayanan al conocerse que India ha seguido enviando material bélico al Ejército de Nepal en lo que sería una violación flagrante del acuerdo de paz de 2006.

El nuevo Ejército

El programa de los maoístas nepalíes incluye también uno de los aspectos más sensibles para el Nuevo Nepal que nacerá con las elecciones del 10 de abril: la formación de un nuevo Ejército. La incorporación de la mayoría de los antiguos guerrilleros al nuevo Ejército se viene retrasando desde diciembre de 2006 a pesar de los acuerdos firmados. Este aspecto es, junto a la proclamación de la República, uno de los centrales en el programa maoísta y así está recogido, además, en el Acuerdo de 23 puntos firmado en diciembre de 2007.

El PCN (m) ha acogido las reivindicaciones de los antiguos gurkas (soldados nepalíes licenciados de los ejércitos británico e hindú) y eso le ha granjeado importantes simpatías y apoyos para la constitución del nuevo Ejército. Según la ONU, 19.000 ex guerrilleros aún permanecen acantonados en siete campamentos (otros 12.000 los han abandonado para realizar actividades políticas) y sería este contingente el que se incorporaría al nuevo Ejército nepalí tras las elecciones. De hecho, el actual jefe de personal Ejército, Rookmangad Katwal, ya ha manteniendo algún encuentro con el principal dirigente del PCN (m), Pushpakamal Dahal «Prachanda», para allanar el camino (6).

La desconfianza de los maoístas hacia el Ejército es grande, puesto que no ha podido lograr el castigo o el retiro de los generales más implicados en la represión monárquica ni en las matanzas durante la guerra popular revolucionaria. Además, el Ejército se ha opuesto sistemáticamente a discutir siquiera cualquier reforma estructural y la Alianza de los Siete Partidos no ha insistido en ello. En teoría, el Ejército se mantiene quieto y sin interferir en el proceso político, pero en la práctica sigue siendo autónomo, más allá de cualquier control democrático. De hecho, una de las instancias creadas tras la firma del acuerdo de paz, el Consejo de Seguridad Nacional, sólo existe sobre el papel y se ha reunido una sola vez en dos años. Tanto Estados Unidos como India ven en el actual Ejército nepalí un apoyo firme para evitar que los maoístas se hagan con el control del país. De ahí la importancia de la propuesta maoísta y la presión que ejerce en ese sentido para que sus combatientes se incorporen al nuevo Ejército.

Este es el panorama con el que ha comenzado el Nuevo Nepal de 2065. Muchas aspiraciones populares e intrigas y maniobras retardatarias de una reacción que cuenta con la prensa, una vez más, como fuerza de choque. Del resultado que consiga el PCN (m), a pesar de todos los escollos que está teniendo que enfrentar, dependerá el futuro no sólo de este país, sino de todo un proyecto político en esa parte de Asia.

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  1. The Himalayan Times, 28 de febrero de 2008.

  2. Nepal News, 27 de diciembre de 2007.

  3. Nepal News, 18 de marzo de 2008.

  4. The Red Star, 29 de septiembre de 2006.

  5. Nepal News, 30 de marzo de 2008.

  6. The Himalayan Times, 22 de marzo de 2008.


Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor especializado en Relaciones Internacionales.

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