El nuevo episodio de la crisis política en la que está sumida Tailandia desde el año 2006 ya ha desembocado en unos enfrentamientos violentos entre los «camisas rojas» y el ejército que el pasado 10 de abril se saldaron con la cifra de 20 víctimas mortales y centenares de heridos (en su inmensa mayoría manifestantes), […]
El nuevo episodio de la crisis política en la que está sumida Tailandia desde el año 2006 ya ha desembocado en unos enfrentamientos violentos entre los «camisas rojas» y el ejército que el pasado 10 de abril se saldaron con la cifra de 20 víctimas mortales y centenares de heridos (en su inmensa mayoría manifestantes), una violencia que Bangkok no había presenciado desde el año 1992.
Los «camisas rojas» han convocado para hoy una gran manifestación. Ante la fuerte presencia militar en el distrito financiero de Bangkok, los «camisas rojas» han decidido posponer la manifestación convocada para hoy, hasta que se retiren las tropas. Además, después de haberse negado durante días a hablar con el gobierno, se han mostrado dispuestos a hacerlo con algún mediador que negocie entre ambos. Los «camisas amarillas» de la Alianza Popular por la Democracia habían anunciado que están dispuestos a tomar la capital para parar los pies a los «camisas rojas» si el gobierno es incapaz de hacerlo. El final del enfrentamiento que ha dividido profundamente a la sociedad tailandesa desde el golpe de Estado que depuso al primer ministro Thaksin Shinawatra parece cada vez más lejano.
Para comprender mejor las reivindicaciones de los «camisas rojas» y la situación política del país, Periodismo Humano ha entrevistado al politólogo tailandés Giles Ji Ungpakorn. Ungpakorn, que se define a sí mismo como un marxista partidario de los «camisas rojas», era profesor de ciencias políticas en la Universidad de Chulalongkorn, en Bangkok, hasta que el año pasado se vio obligado a salir del país tras ser acusado de injurias al rey. Las acusaciones se basaban en el contenido de su libro A Coup for the Rich (disponible en pdf en la red), en el cual criticaba duramente a las élites que dieron el golpe de Estado de 2006 y cuestionaba la versión oficial sobre el papel de la monarquía en el mismo y en la vida política tailandesa. En la actualidad reside en Gran Bretaña.
Usted es miembro de la organización socialista tailandesa Workers Democracy Group [Organización de Trabajadores por la Democracia]. ¿Podría describir brevemente su ideología y sus líneas de actuación?
Nosotros nos autodenominamos el «giro a la izquierda». Somos trotskistas y formamos parte de la Tendencia Socialista Internacional. Apoyamos a las masas de «camisas rojas» pero no a Thaksin.
¿Cuáles son las demandas de los «camisas rojas» aparte de la disolución del Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones?
Más allá de sus demandas inmediatas, lo que quieren es una auténtica democracia, en la que no intervengan políticamente ni el ejército ni el Palacio. Quieren ser respetados como ciudadanos en pie de igualdad, quieren que terminen los dobles raseros judiciales, que terminen los privilegios de las élites. Quieren que el gobierno proporcione servicios al pueblo como atención sanitaria, educación, etc.
¿Por qué dicen los «camisas rojas» que el gobierno de Abhisit Vejjajiva es ilegítimo?
El Partido Demócrata de Abhisit nunca obtuvo mayoría alguna en unas elecciones generales. Sus miembros boicotearon las elecciones de 2006 y temen los procesos electorales porque son conscientes de que van a perder. Están en contra de emplear el dinero del Estado en servicios como la atención sanitaria. Consiguieron el gobierno después del golpe de Estado militar de 2006, dos golpes de Estado judiciales y de los actos de violencia de la organización semifascista Alianza Popular para la Democracia (APD). Los miembros del APD son extremistas monárquicos que en 2008 tomaron los aeropuertos internacionales y destrozaron la sede del Gobierno, lo que hicieron con el apoyo del ejército. El ejército también desechó la constitución democrática de 1997 y escribió su propia versión, en la que redujo el espacio democrático.
Los detractores de los «camisas rojas» afirman que están pagados por Thaksin Shinawatra, pero hay gente que sostiene, usted entre ellos, que es un movimiento que trasciende al propio Thaksin. ¿Hasta qué punto es un movimiento espontáneo y del pueblo?
Nadie participa una y otra vez en manifestaciones desde finales de 2008 y permanece en las calles de Bangkok en marzo y abril de este año sólo porque le paguen. Lo cierto es que los «camisas rojas» pertenecen a comunidades organizadas espontáneamente en todo el país, y también en Bangkok. Existen buenas razones para que les guste Thaksin: sanidad universal, la creación de fondos en los pueblos para estimular los negocios locales, etc. Quieren una democracia auténtica. El bando opuesto simplemente detesta y desprecia a los pobres, que forman la mayoría de la población. Los miembros de la clase media creen que son los únicos que poseen inteligencia.
También se ha dicho que se trata de un conflicto entre dos élites diferentes. ¿Cuáles son esas élites? ¿Cuál es la diferencia entre ellas?
Este conflicto comenzó como una lucha entre los monárquicos conservadores y Thaksin porque éste había logrado formar una poderosa coalición con la mayoría de la población. Las antiguas élites querían continuar gobernando sin tener en cuenta a los pobres. Thaksin se ganó a los pobres y las élites no podían competir en ningún ámbito electoral porque detestan las políticas a favor de los pobres. En realidad, tanto Thaksin como las élites conservadoras son monárquicos y partidarios del capitalismo de libre mercado y la globalización. La diferencia radica en su actitud con respecto a los pobres y la democracia. Las élites no pensaron que un conflicto entre ellas fuera a desembocar en una crisis como ésta. Esta crisis ha politizado a millones de trabajadores y agricultores corrientes y ha cambiado las reglas del juego. Ésa es una dimensión muy importante para comprender la crisis. El movimiento de masas de los «camisas rojas» cada vez es más antimonárquico y está adquiriendo una conciencia de clase cada vez mayor.
¿Cómo evolucionó el movimiento de los «camisas rojas», que al principio era fundamentalmente un movimiento de apoyo a Thaksin, hasta convertirse en un amplio y variado movimiento a favor de la democracia en el que incluso algunos miembros son sumamente críticos con Thaksin?
A falta de un movimiento de izquierdas fuerte, el partido de Thaksin se ganó a los pobres gracias a su programa de atención sanitaria universal y a otras políticas a favor de los pobres. Thaksin ha asumido el compromiso de utilizar el sistema electoral y, por lo tanto, es más «demócrata» que los partidos que ocupan el gobierno. Sin embargo, hay que decir que no tenía ningún problema en violar los derechos humanos en el sur y en la guerra contra las drogas y no es precisamente un socialista. El movimiento de los «camisas rojas» surgió de la gente que había votado a Thaksin a la que enfureció el golpe de Estado. Ha sido la lucha lo que ha ido radicalizando a esas personas, sobre todo desde 2008, pero la mayoría de los «camisas rojas» apoyan a Thaksin.
La comisión electoral ha pedido la disolución del Partido Demócrata en el gobierno. Ahora debe decidir el Tribunal Constitucional. ¿Cuál cree que será el resultado? ¿Cuál es el papel que ha desempeñado el poder judicial en esta crisis?
La judicatura no es más que una herramienta de las élites gobernantes. Su decisión sobre el Partido Demócrata dependerá de lo que decidan aquellos que detentan el poder. Ésa podría ser una salida a la crisis.
Se ha dicho que el ejército está profundamente dividido en esta crisis. ¿Cuál es su papel en ella? ¿Hay alguna división en su seno?
El ejército es el sector más poderoso de las élites. Deriva su legitimidad del rey, que es débil y carece de escrúpulos. Pero existen rivalidades internas dentro del ejército y está dispuesto a deshacerse de Abhisit si así le conviene.
Usted tuvo que exiliarse a Londres debido a sus críticas a la monarquía. ¿Cuál ha sido el papel de la monarquía en esta crisis?
En realidad, lo que sucedió es que escribí un libro académico en el que criticaba el golpe de 2006. Pero puesto que los golpistas atribuían su legitimidad a la monarquía, automáticamente se interpretó que mi libro era una crítica al rey. En cualquier caso, yo preguntaba por qué el rey no había criticado el hecho de que se hubiera destruido la democracia. Me enfrentaba a una condena de quince años de prisión si me aplicaban la ley de lesa majestad. El juicio se habría celebrado en secreto y la mayoría de profesores universitarios y organizaciones no gubernamentales de Tailandia apoyaban a los monárquicos de la APD. No tenía ni una sola oportunidad de ser sometido a un juicio justo.
La monarquía es débil y carece de escrúpulos. Se beneficia de la injerencia del ejército en la política y el rey es el hombre más rico de Tailandia. Se permite decir a los pobres que sean «autosuficientes» en su pobreza y permite a sus partidarios que se arrastren ante él y le traten como a un dios. Sin embargo el rey es muy anciano y está muy enfermo. La gente odia a su hijo y le teme. Un programa de televisión emitido recientemente en Australia mostraba imágenes del príncipe heredero obligando a su mujer a posar desnuda en la fiesta de cumpleaños de su perro.
¿Cómo interpreta usted el silencio del rey hasta el momento en este último enfrentamiento?
El rey nunca ha intervenido en ninguna crisis hasta que no ha estado seguro de quién había resultado vencedor. Él prefiere el ejército y las dictaduras a un gobierno que cuente con el apoyo de los pobres. La reina ha mostrado su apoyo al ejército y a la APD en más de una ocasión.
El ministro de Asuntos Exteriores, Kasit Piromya, ha hecho un llamamiento para que se produzca un debate abierto sobre la monarquía, una propuesta sin precedentes en un miembro del gobierno. ¿Cómo lo interpreta usted?
Kasit es un «tarambana», un partidario de la APD que participó en la toma de los aeropuertos. Estaba dispuesto a desencadenar una guerra con Camboya para exaltar el sentimiento nacionalista. Es posible que simplemente esté reconociendo que realmente existe un problema, pero no se le puede tomar en serio.
Se están produciendo muchas conjeturas sobre el futuro de la monarquía cuando el rey Bhumibol Adulyadej muera. Hay quien dice que su muerte puede desestabilizar el país. ¿Cuál cree usted que es el futuro que le aguarda a la monarquía? ¿Cree que existe la posibilidad de que se instaure un sistema republicano en Tailandia?
El rey nunca ha aportado estabilidad a la sociedad tailandesa. Sólo ha contribuido a fortalecer el poder de las élites. Apoyó el empleo de la fuerza mortífera contra los manifestantes en 1976. Tengo la esperanza de que podamos instaurar una república tras su muerte. Existe un sentimiento republicano muy fuerte en la actualidad, más fuerte que en los años treinta y que a finales de los setenta, cuando los movimientos republicanos eran influyentes.
Usted ha criticado el papel de las organizaciones no gubernamentales en Tailandia. ¿Por qué?
Las ONG tailandesas se han puesto del lado del ejército y de los antidemócratas monárquicos desde el golpe de 2006. Antes solían decir que «la respuesta se encuentra en los pueblos». Ahora dicen que los campesinos pobres son estúpidos y no merecen el derecho a votar, por lo que la respuesta ahora se encuentra en el ejército y las élites. Ya no son un elemento de la sociedad civil que luche por la democracia. En lo que respecta a las ONG internacionales, Amnistía Internacional sigue negándose a emprender una campaña para liberar a los prisioneros por lesa majestad. La delegación de Bangkok de Amnistía Internacional está dirigida por monárquicos. Focus on Global South apoya al gobierno de Abhisit.
¿Cuál es la postura de la llamada comunidad internacional, y más concretamente de la Unión Europea, con respecto a la crisis política Tailandesa?
Las potencias occidentales no tienen ningún problema en colaborar con cualquier gobierno que haya en Tailandia. No les importa si es democrático o no. Pero muchos ciudadanos y algunos políticos europeos están muy preocupados con lo que está ocurriendo allí.
El historial de violaciones de los derechos humanos de la época de Thaksin es pésimo. ¿Cuál es la situación ahora?
Tan terrible como antes, pero la censura de Internet y de los medios de los comunicación es todavía peor.
El conflicto entre el gobierno central y la insurgencia separatista del Sur se recrudeció en 2004 y empeoró en gran medida por culpa de algunas políticas implantadas por el gobierno de Thaksin. ¿Cuál es la situación en el sur tras su expulsión del poder?
La razón por la que se recrudeció la violencia con el gobierno de Thaksin fue el fracaso del arreglo que había negociado el general Prem [Tinsulanonda, actual jefe del Consejo Privado del rey y primer ministro de Tailandia entre 1980 y 1988] mediante el cual el ejército logró acercarse a los políticos locales. El gobierno de Thaksin no hizo más que continuar las antiguas políticas de represión a la población local. Es algo que ha estado ocurriendo durante 140 años. Pero la guerra civil se intensificó en 2004 cuando el régimen de Thaksin y el ejército asesinaron a 80 manifestantes desarmados en la población de Tak Bai. Sólo se podrá alcanzar la paz por medios políticos. El ejército debe retirarse y se debe conceder a la región algún tipo de autonomía.