La imagen de las operaciones de paz de la ONU se vio seriamente empañada en los últimos años, según algunos expertos independientes que controlan esas misiones en el mundo. El último ejemplo es el hecho sobre el que se ha informado reiteradamente en cuanto a que fueron cascos azules quienes introdujeron la mortal epidemia de […]
La imagen de las operaciones de paz de la ONU se vio seriamente empañada en los últimos años, según algunos expertos independientes que controlan esas misiones en el mundo.
El último ejemplo es el hecho sobre el que se ha informado reiteradamente en cuanto a que fueron cascos azules quienes introdujeron la mortal epidemia de cólera en Haití, tras el devastador terremoto del 12 de enero de 2010.
También allí, integrantes del cuerpo de paz de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) fueron acusados de atacar sexualmente a un joven haitiano, en un incidente que fue registrado con la cámara de vídeo de un teléfono celular.
Walter Dorn, un profesor canadiense que imparte un curso sobre misiones de paz en el Canadian Forces College de Toronto, es también el autor del libro «Keeping Watch: Monitoring, Technology & Innovation in UN Peace Operations» (En guardia: Control, tecnología e innovación en las operaciones de paz de la ONU).
Hay un espacio sustancial para las mejoras, sostiene Dorn, exasesor de la ONU.
Dorn admite en su libro que las misiones militares de alto perfil de la ONU, tanto en Haití como en la República Democrática del Congo, no son del todo exitosas.
Busca hacer que las operaciones de paz de la ONU sean «más efectivas» en cuanto a ofrecer seguridad a poblaciones civiles que enfrentan a facciones en guerra o desastres humanitarios en países como Congo.
Por ejemplo, los soldados de la ONU allí «han sido una fuerza estabilizadora muy importante», según Dorn.
Pero agrega que el hecho de que los cascos azules no impidieran en 2008 una masacre de por lo menos 150 civiles en la oriental aldea congoleña de Kiwanja, pese a haber estado a un kilómetro del lugar, se debió a que no aprovecharon plenamente la tecnología de comunicaciones y vigilancia para las operaciones terrestres.
«En muchos de los países en desarrollo donde actualmente están quienes mantienen la paz, no están familiarizados con la tecnología», plantea en el libro.
El historiador militar Sean Maloney, profesor del canadiense Royal Military College, dijo que «en Congo, la ONU no es exactamente neutral, y va tras las milicias en nombre del gobierno».
Lo que ocurre actualmente bajo los auspicios de la ONU no tiene nada que ver con el concepto original de misión de paz armada como una fuerza imparcial, según Maloney, autor del libro «Canada and UN Peacekeeping – Cold War by Other Means, 1945- 1970» (Canadá y las misiones de paz de la ONU: La Guerra Fría por otros medios, 1945-1970), publicado en 2002.
Laura Seay, profesora adjunta de política en el estadounidense Morehouse College y experta en asuntos de la República Democrática del Congo, dijo que una diminuta misión de la ONU enfrenta una tarea «imposible» al operar en un país tan grande pero con recursos insuficientes para cumplir su labor.
«Están demasiado desperdigados. Si hay un problema en un área, tienen que dejar atrás civiles vulnerables a un ataque», declaró a IPS.
Una de las muchas quejas es que los cascos azules en la República Democrática del Congo que suelen llegar de varios países del sur de Asia están mal entrenados, mal equipados, no pueden comunicarse en el idioma común -swahili- y no interactúan con la población local.
Seay confirmó que el apoyo de la ONU al gobierno central de ese país tiene su lado negativo.
«El ejército congoleño es una fuente de violaciones a los derechos humanos. Si se apoya al ejército y sus actividades, se tiene un efecto perverso sobre la protección civil», sostuvo.
No obstante, la ONU ha creado una apariencia de vida normal en el oriente de Congo, y ha hecho posible la actividad comercial, lo que a su vez ha vuelto populares a los cascos azules, agregó.
Sin embargo, para Courtney Frantz, autor de un informe del Consejo de Asuntos Hemisféricos en Washington, la misión de estabilización de la ONU en Haití «se ha vuelto un instrumento de Estados Unidos, Francia y Canadá, en lo relativo a sus intereses económicos (incluida la privatización)».
Poco menos de 10.000 efectivos de la ONU fueron enviados en 2004 a Haití, tras el derrocamiento del presidente Jean-Bertrand Aristide, que había sido democráticamente electo.
El envío se realizó de acuerdo con la Carta de las Naciones Unidas, considerando que el Consejo de Seguridad había determinado que la situación constituía «una amenaza o violación de la paz».
Pero Franz dijo a IPS que «no hay una amenaza internacional; en Haití no hay una guerra como hubo en Iraq, Afganistán o Congo».
Además, sostuvo que la misión de la ONU no ha jugado un rol significativo en aliviar el daño causado por el terremoto de 2010. El foro mundial también ignoró matanzas extrajudiciales ocurridas en Haití y «perpetró actos de violencia» contra habitantes de Cité Soleil.
Según Dorn, la ONU llevó la «ley y el orden» a Haití tras la redada que llevó a cabo en 2006 en ese tugurio capitalino.