Rusia, China y Estados Unidos son los centros de poder de un mundo cada vez más volátil, desde una visión geopolítica.
En este triángulo, los dos primeros mantienen relaciones sólidas, que les permite defenderse de las agresiones del tercero. Rusia y China comparten los mismos intereses, promueven un mundo multipolar y abogan para que las relaciones internacionales coexistan en un plano de igualdad. EEUU, en su interés por mantener su antigua hegemonía, busca eliminar a estos rivales, que considera sus enemigos acérrimos, una real amenaza para su seguridad primordial; creen que la guerra, para que Rusia y China acepten sus condiciones, es un proceso duro y largo, en el que deben ser implacables. Este es el meollo de la crisis actual.
EEUU inició una guerra de desgaste contra Rusia a partir del sangriento golpe de Estado en Ucrania, de tinte fascista, que en 2014 propició contra su gobierno legítimo. En cambio, a China le declaró la guerra de los chips, con la finalidad de frenar su desarrollo en las áreas de ciencia y tecnología; le teme, porque tiene un PIB por PPA de 30 billones de dólares, mientras que el de EEUU es de 25 billones, le supera en cantidad y calidad de publicaciones científicas, produce más científicos que nadie y es el mayor exportador del mundo, lo que le convierte en un competidor inalcanzable.
Los semiconductores son elementos que han revolucionado la electrónica y que se comportan como un conductor o como un aislante en dependencia del campo eléctrico o magnético, la presión, la radiación, o la temperatura del ambiente en que se hallan. Al hablar de semiconductor, generalmente silicio, se habla de la materia básica que se usa para la fabricación de un circuito integrado, CI, llamado también chip o microchip, una estructura de algunos milímetros cuadrados de superficie sobre la que se fabrican circuitos electrónicos que realizan las funciones de los tubos de vacío. Gracias a su alto rendimiento, bajo costo y pequeño tamaño, la tecnología de semiconductores se usa en naves, automóviles, computadoras, equipos electrónicos y misiles. Su rol en la economía moderna es central y es otro terreno de disputa entre China y EEUU, las dos mayores potencias económicas del planeta. China produce un poco menos que el 15% de semiconductores de la producción mundial y EEUU alrededor del 10%. China exporta unos 120.000 millones de dólares anuales de CI y compra 144.000 millones de CI. Estados Unidos vende unos 44.200 millones de dólares de chips al año, casi tres veces menos que China.
En octubre de 2022, el gobierno de Biden, para obstaculizar la industria de fabricación de semiconductores de China, exigió a las empresas que fabrican herramientas o software estadounidenses -sin importar en qué parte del mundo las fabriquen- licencias para exportar a China chips avanzados, utilizados en inteligencia artificial. Greg Allen, de la unidad de inteligencia artificial del Departamento de Defensa de EEUU, comentó: “Las últimas sanciones de EEUU dificultarán el avance de China para reforzar su posición como superpotencia tecnológica. Es una represión total, que trata de cortar cada cabeza de la hidra de la industria de chips de China”. Antes, el Presidente Biden había firmado la ley bipartidista CHIPS and Science Act, por 52.700 millones de dólares, para ayudar a los fabricantes estadounidenses de semiconductores a fortalecer su posición en la competencia con China, lo que provocará que China, que dispone de recursos suficientes para desarrollar la industria de semiconductores, invierta más dinero en dicha industria.
La respuesta China no se hizo esperar, dictó restricciones para la exportación de galio y germanio, materias primas estratégicas, claves para la fabricación de chips que se utilizan en fibras ópticas e infrarrojas, plásticos PET, electrónica y paneles solares. Además, China cuenta con el 63% de las tierras raras del mundo, o sea, diecisiete elementos químicos escasos e indispensables para la fabricación de productos de alta tecnología, sin los cuales no se puede fabricar absolutamente nada; este es un golpe fulminante para los estadounidenses. La industria de defensa de EEUU adquiere en China más del 80% de tierras raras, vitales para la producción de sus componentes militares modernos. Según el Servicio Geológico estadounidense, entre 2017 y 2020, EEUU importó de China el 78% de tierras raras. Por lo visto, en la guerra de los chips, China ha jugado la carta ganadora, pues si no tienes acceso a dichos elementos, no puedes manufacturar productos electrónicos, y en esa rama vales cero a la izquierda. Se pregunta: ¿Por qué EEUU, en lugar de cooperar, decidió atacar a China? ¿Sabía EEUU cuánto dependía del germanio, el galio y las tierras raras? Parecería que no y que su prepotencia lo obnubiló.
Da la impresión que EEUU apuesta al juego de perder perder, en el que, finalmente, China pierde. Pero una larga guerra, hasta que alguien se rinda, va contra la economía mundial, particularmente, la de China disminuiría en un 25%, pero EEUU tampoco se salvaría y su economía se vería afectada en un rango semejante. Además, China podría liquidar los bonos del Tesoro de EEUU, que le debe casi un billón de dólares.
Por otra parte, Bob Work, ex subsecretario de Defensa y presidente de la empresa de investigación Govini, indicó que “las patentes son un indicador adelantado del dominio tecnológico en el futuro, son la semilla para hacer nuevos descubrimientos que te colocan en la cima de la cadena alimentaria competitiva. Eso es lo que más me asusta, porque China lo está haciendo mucho mejor que nosotros en cuanto al número total de patentes; que China adelantó a EEUU en patentes concedidas en cada subsegmento de tecnología crítica; que desde 2018 el número total de patentes de ese país ha aumentado constantemente y ahora se encuentra en su tasa más alta y que en los últimos años ha disminuido el nivel de patentes de EEUU en todos los subsegmentos de tecnología crítica, con excepción de la modernización nuclear”.
Según su informe, a pesar de que el gasto público estadounidense en tecnologías críticas es de casi 200.000 millones de dólares, China sigue superando a EEUU en doce de esos ámbitos: Modernización nuclear, Supercomputación, Microelectrónica, Comunicaciones avanzadas, Inteligencia artificial, Tecnología espacial, Fabricación avanzada, Hipersónicos, Energía renovable, Materiales avanzados, Energía dirigida y Biotecnología. Además, Tara Dougherty, directora ejecutiva de Govini, señaló que ese estudio indica que algunos contratistas en tecnologías críticas de EEUU siguen dependiendo, en gran medida, de proveedores e inversores de China.
Wang Wentao, Ministro de Comercio de China, declaró, luego de la reunión con Gina Raimondo, Secretaria de Comercio de Estados Unidos, que su país está seriamente preocupado por las políticas estadounidenses en materia de semiconductores, las subvenciones discriminatorias y las sanciones contra empresas chinas. El hecho de que tan encumbrada autoridad norteamericana viajara a China es la señal que faculta a los empresarios de ambos países responder positivamente y con rapidez a los conflictos que surjan y evitar desacuerdos aislados y localizados que golpeen la arquitectura de las relaciones políticas, comerciales y económicas. Así se creará un entorno saludable para promover el comercio bilateral y restablecer las relaciones comerciales y económicas entre ambas potencias. El problema de los semiconductores, que en las disputas bilaterales es para China el principal factor de tensión, podría resolverse antes del fin del presente año.
Pese a que el 29 de agosto, Gina Raimondo aseguró que la relación económica entre EEUU y China es una de las cosas más importantes del mundo y que He Lifeng, viceprimer ministro del Consejo de Estado chino, confirmó la voluntad de China de realizar esfuerzos para mantener el consenso económico e impulsar la cooperación con EEUU, se duda que Washington cambie su línea de combate contra Pekín, más que nada, porque pudiera ser que el gobierno de Biden conceda alguna bagatela sobre las sanciones a ciertos funcionarios chinos, pero la dura política de EEUU hacia China no va a cambiar en lo fundamental, ni va a rever las restricciones tecnológicas contra China, ni los aranceles sobre los productos chinos; tampoco, el Congreso estadounidense hará concesión alguna y continuará su política agresiva contra China. Así las cosas, el mundo espera ver el desenlace de la guerra de los chips. ¿Se hundirá la economía estadounidense antes que la china? ¿Qué medidas sorpresivas tendrá China para sobrevivir a la agresividad de EEUU? ¿Podrá Rusia resistir la agresión que la OTAN realiza en su contra en Ucrania? ¿Hasta cuándo los pueblos de la UE van a soportar el yugo que EEUU les ha impuesto? ¿De qué manera repercutirá en la geopolítica mundial la lucha intestina entre Trump y Biden? De lo que no cabe duda es que la paciencia y la experiencia de la milenaria China, unida al sapiencia y la valentía de Rusia, por el bien de la especie, no serán derrotadas jamás.
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