Las migraciones forzadas y masivas de millones de personas ha sido uno de los rasgos de los procesos de la globalización, y han estado relacionadas al incremento de la desigualdad y del deterioro de las condiciones materiales de vida.
El desarrollo del capitalismo neoliberal (resultado de la reestructuración económica promovida por los países del norte global) ha producido las condiciones macro estructurales (falta de empleo, salarios insuficientes, incremento del costo de vida y deterioro de los derechos sociales) que provocan las migraciones.
Por años, los estados-nacionales de destino con economías de altos ingresos se han beneficiado del trabajo barato y precarizado de millones de migrantes. Estos trabajadores migrantes, no sólo resuelven la falta de población joven en los mercados laborales de los países con economías de altos ingresos, sino también reducen los costos de producción y aumentan el margen de ganancias de empleadores y empresas. El trabajo migrante incrementa la riqueza en el norte global.
A pesar de los claros beneficios socioeconómicos que provoca las migraciones en los países de destino, diversos líderes y organizaciones políticos del norte global (como Trump y el partido republicano) nuevamente usan política y mediáticamente la discriminación y la xenofobia hacia poblaciones extranjeras irregularizadas con fines electorales. Desde el marco de un rancio nacionalismo racista y con tintes de supremacismo blanco, el reiterado empleo del prejuicio de la “amenaza migrante” (los extranjeros como transgresores de la ley) es un artilugio tendencioso e ideológico que no corresponde, ni con las características y motivaciones de las poblaciones migrantes (que principalmente buscan trabajos mejor remunerados y condiciones de vida dignas), ni con la complejidad de los procesos migratorios (generados en buena medida por el intervencionismo político-económico de los países del norte global sobre las regiones de las que proceden los migrantes).
Por ejemplo, en el caso de Estados Unidos (EU) desde hace años diversos estudios de la Universidad Arizona y de la Universidad de Texas (en el Paso) han demostrado que no hay una relación entre migrantes y criminalidad. En los hechos, son muy muy pocos los extranjeros que cometen algún tipo de falta grave o delito de seriedad. De facto, los migrantes no son criminales.
También es falaz el argumento de que los migrantes generan problemas en los mercados laborales en los países de destino. Gran parte de los estados-nacionales del norte global, como EU, presentan estructuras poblacionales donde ya se llevó a cabo la transición demográfica (con procesos de envejecimiento), y donde hay una fuerte falta de población en plena edad productiva que afecta a diferentes nichos laborales (agricultura, construcción, servicios, etc.). Estos países necesitan trabajadores jóvenes. En resumen, la migración no es una amenaza violenta. La violencia, en cambio, proviene de los gobiernos de los países de destino del norte global, quienes criminalización sin fundamento a los migrantes.
Guillermo Castillo, UNAM
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