Hagamos una breve inmersión en algunos de los procesos que sustentan nuestro mundo moderno, hablemos del Estado. De las estructuras complejas en las relaciones sociales, el Estado juega un papel predominante en tanto se ubica al centro de la organización del sistema social contribuyendo enormemente a darle su forma. Los mecanismos de Estado hacen funcional en un gran sentido y dirección el entramado de las relaciones sociales y demás estructuras de dominación.
Por cuanto es el aparato de Poder y Control, el Estado es también el factor cohesivo de las sociedades antagónicas. La sinfonía del Estado en el entramado de relaciones burguesas, organizaciones capitalistas, estructuras de poder moral, cultural, tecnocientífico, relaciones sociales generales y lucha de clases; penetra y regula la interacción de fuerzas para moldear las sociedades actuales.
El Estado da corporeidad, consiente sustantividad, provee conjuntamente del sentido lógico, consensuado, regulatorio, y coercitivo a la vida social. En esta pugna de fuerzas, unos Estados se imponen sobre otros, así como lo hacen instancias monopólicas y/o financieras en la medida que cuentan con la cobertura permisiva de Estados poderosos.
Tómese en cuenta tan solo un corto tramo de los últimos 30 años en la historia de los países de nuestra América para observar los procesos estatales (internos y externos dada la influencia norteamericana) que rigen buena parte de nuestras vidas: adoctrinamiento social sobre la vida bella del capitalismo, imposiciones fondomonetaristas, control extremo de las economías, bloqueos económicos, políticas de contención social, crisis gubernamentales, cambios sociales frenados o derrotados históricas, golpes de Estado, legitimación del despojo, inducción del éxodo, quiebre de las economías, pérdida de derechos sociales, derechización de tendencias políticas, desarticulación de organizaciones. Este patrón tiene una larga secuencia, pero es la marcha de los Estados en una línea de seguimiento a las alternativas del capital.
Hasta qué punto los Estados cambian, hasta dónde lidian por alcanzar el máximo de control, cuánto problematizan nuestras decisiones y modos de ver o pensar la vida que transcurre frente y detrás de nosotros, así como el grado con que se confrontan entre ellos; depende de extensas y conflictivas redes de intereses a los que están vinculados vitalmente en las complejas relaciones que cultivan y en que se encuentran asimilados.
En la guerra de Ucrania se confrontan Rusia y China frente a la Unión Europea y los Estados Unidos, esta guerra que, si bien pudo evitarse, asomaba hacía varios años por la intensa presión que desde occidente se ejercía para ganar nuevos espacios hacia el este, detener las nuevas locomotoras de desarrollo económico capitalista, los cambios de hegemonía global y todo lo que esta situación pudiese potenciar. Ahora hay un conflicto que lo que tiene es energía acumulada para rato, extendiéndose a otros ámbitos.
Quizá no esté de más recordar que hoy día en la mayoría de las sociedades predominan las relaciones sociales capitalistas, nuestros Estados las regulan e institucionalizan en tiempo y espacio; inclusive en línea de sujeción a estas, los Estados adaptan otro tipo de relaciones preexistentes o surgidas en sus márgenes como es el caso de la condición subordinada que adoptan hacia los pueblos originarios por una parte, y la reorientación que ejercen sobre diversos debates en nuestras redes sociales referentes a las realidades en que vivimos.
El Estado funciona como un aparato de control con cuerpo propio que es el territorio, la nación, el poder gubernamental, las instituciones, el espacio ideológico-comunicacional y una base de relaciones establecidas a las que está adherido. De aquí se establece como un mecanismo tonificador de relaciones que propicia y magnifica desde esta organización privilegiada la inducción de relaciones de dominación según va desarrollándose el sistema social.
Muchas veces actúa al unísono con las oligarquías, otras veces con prerrogativas propias de su sentido regulatorio, presentando con ello ciclos de regulación de sus extremos. El Estado funciona como un fluido corrosivo que socava relaciones profundas reajustándolas al calendario de lo que consideran las relaciones clave en su historia para el establecimiento del poder. También funciona como un régimen de relaciones políticas monopolizadas dentro del panorama general del sistema social capitalista; viabiliza y faculta el ejercicio del Poder Político proporcionándole materialidad en los múltiples ámbitos gubernamentales e institucionales.
Todo eso indica en qué consiste buena parte de su activación. El Estado es un organismo de poder colosal inserto en una maraña de contradicciones sociales de valor fundamental, su centralidad está dada porque rige e integra la marcha de las sociedades. El Estado instituye el Orden dominante, gravita en torno a una clase social determinante y a la discordante tiranía de sus relaciones. Aunque parezca plenamente independiente, hasta cuando sus acciones favorecen algún sector especial (oligarquías, clase media o sectores en extrema pobreza), consigue vigorizar las relaciones establecidas en el fondo. Sus procesos se sustraen a la vez que se recrean de las relaciones de poder básicas del capitalismo.
La burguesía en su línea ascendente y diversificada como clase social asimila el impulso gravitacional del Estado para que este a su vez tome vigor retribuyendo al engrandecimiento de su estructura económica, a su mantenimiento como clase social, tanto como a su legitimación. Por ello el Estado es una máquina para mantener la dominación de la burguesía sobre el resto de clases y pueblos oprimidos. Esta compenetración rectora está enmarcada en los parámetros de acción estatal, al tiempo que las circunstancias continuas divergentes/convergentes en que desarrollan su relación marcan el tono de los procesos del Estado para preservarla en su perspectiva histórica bajo el influjo de complejos encuadres o matices políticos.
De igual modo, sin entrar demasiado en detalles las relaciones entre estados se rigen por ese fondo sumado a los procesos de imperialismo y hegemonía global. Para los Estados subordinados ello delimita sus operaciones aún más a condiciones rigurosamente demarcadas a no ser que den batalla, pero en este espacio esto solo lo consideramos como marco referencial.
Dada la preeminencia del Estado, los gobiernos tienden a colorear todas las funciones estatales, lo cual no les resta su espacio, aunque deriven en curvaturas, pero el sentido fundamental del Estado se resiste debido a que la capacidad operatoria está en el conjunto del aparato, las relaciones que coordina y bajo las que recibe su fe bautismal. En estos casos, ante todo, suele suceder lo opuesto a la “voluntad” del gobierno, la naturaleza sistémica del Estado termina por doblegar muchos de los ímpetus gubernamentales por esta suma de factores: a) por la fuerza institucional del entramado total del Estado, b) por el conflicto interno que implica maniobrar con el poder político y sus instancias, c) ante la compenetración de la gran empresa privada con los servicios y negocios del aparato estatal, d) para estabilizar una determinada gobernabilidad sobre la sociedad, e) por la presencia sumamente delicada del poder imperial frente a un Estado condicionado para controlarse.
Así surgen múltiples situaciones de conflicto y limitantes de la función estatal, más visible en torno a los gobiernos que intentan ir un tanto a contracorriente, cuya resistencia aun cuando difiere del sentido principal del aparato, suele sobredimensionar sus posibilidades de control frente a la maquinaria, pero en general esta situación está presente en todos los Estados. Puede verse desde distintos ángulos, como restricción de la capacidad de maniobra del Estado o como depuración en la movilidad gubernamental. Sucede en todos los ámbitos de la vida social, lógicamente que el impacto primordial reside en la cobertura de las políticas gubernamentales.
Para esta consideración tómese de paso el gobierno de Obama que en su momento derivó en una estratagema imposible sucumbiendo a la gran estructura imperialista; considérese también el gobierno colombiano de Petro o el de Argentina con Alberto Fernández que se atascaron en las relaciones de poder estatal.
Otro marco de referencia es la democracia liberal en México y el gobierno de Obrador, en estos casos sucedió un acortamiento de propósitos sometidos a relaciones de poder del más alto nivel, que redefinieron las conexiones políticas para retornar a inercias estatales. Es justo reconocer que el gobierno de la 4T nunca se propuso trascender el aparato de Estado, lo cual es una tarea que le supera como gobierno, el problema está en que diversas propuestas suyas tocaban transformaciones ineludibles del aparato estatal o no se podrían cumplir como en efecto aconteció.
La política migratoria que inició con ciertas aperturas, en el trayecto fue sometida a la presión de manufactura gringa, la cobertura mediática y los viejos esquemas policiacos de robo, extorción, derechos humanos y represión contra los migrantes de nuestra América Latina, el precio, la gobernabilidad. En política educativa el gobierno planteó una alternativa direccionada a sus políticas de pacificación, crítica pedagógica y moralización que fue sometida a la burocracia de la SEP hasta degradarla en su cadena de mando.
Los deseos no preñan salvo de buenas intenciones, menos cuando se es cultivado culturalmente en la ideología del Estado mexicano. Los logros que el país presenta son notorios, resaltamos el punto límite al cual llega porque el Estado sigue sus procesos operatorios. El expolio de territorios y comunidades continúa a manos del capital, los agronegocios se asientan causando múltiples daños al medio ambiente, la violencia del crimen organizado, el negocio del narcotráfico, feminicidios, concentración de la riqueza, las concesiones a cambio de algunas urgencias, el dejar hacer a las oligarquías, la mirada al margen del saqueo financiero continuado desde los tiempos del rescate bancario, la “revolución burocrática” truncada, la concentración del poder político y militar; dan cuenta de que las cosas siguen cimentadas en función del Estado capitalista porque en estos propósitos no podía ser de otro modo. Lo que se desprende en la percepción es una política gubernamental de restauración del Estado mexicano después de su reciente crisis neoliberal proyanqui.
Los cambios acontecidos en los márgenes de esta realidad estructural y otros que seguramente vendrán, conducen a distinguir lo que se queda en el fondo, lo claro es que todo se hará en un escenario permisivo del sistema social y su aparato. Con las mejores intenciones AMLO creó una ajustada línea de margen de maniobra, a la cual naturalmente Sheinbaum se aferrará porque al parecer es la línea posible para generar algunos cambios en los procesos y relaciones de política gubernamental, sin lugar a dudas es una gran batalla respaldada por amplios sectores populares. Pero nadie con los pies en la tierra les atribuirá o esperará un cambio radical en las estructuras y relaciones de poder, para ello habría que plantearse la destrucción de este Estado o mínimamente una democratización con todo lo que implica siendo que en su agenda el objetivo es gobernar para los pobres con esta estructura del capitalismo.
Dicha línea se construye bajo la presión de las fuerzas arriba señaladas y obviamente bajo los propios influjos por reajustar la actividad estatal y gubernamental tan vulgarmente degradada en el periodo anterior de su historia. Resultó ser la línea posible con el factor que surge en estos casos que es la concerta-sesión en las políticas del gobierno frente a las clases dominantes, un panorama ya visto en Brasil, Argentina o Uruguay, pero también en los gobiernos neoliberales de México para desmantelar la antigua estructura económica paraestatal, que fue derivando en el retorno de las políticas de derecha y ultraderecha.
Pero no solo es esto, los gobiernos suelen negociar ante sí mismos en la propia defensa del Estado que representan, es un aferrarse a la defensa de la investidura. Las propias fuerzas del Estado negocian internamente su legitimidad, presencia y poder como ha sido la situación de Ayotzinapa. De la gran promesa de esclarecer lo sucedido, se pasó a la coerción y represión. Valió más el compromiso con el cuerpo del Estado y la preservación de unas relaciones construidas en su interior que aún no se sabe a qué servirían en el devenir, que la huella dejada en esta criminal acción del Estado de hace 10 años, la historia nos factura, crudamente el crimen de Estado se perpetúa.
Aquí como en otros ámbitos se renunció a la inminencia de cambios estructurales de mayor calado. Sorpresivamente se descartan los cambios a los protocolos de ejercicio de la fuerza en la cadena de mando político-militar. Porque se opta por el compromiso concreto desde arriba y el compromiso abstracto con los de abajo, se renuncia a la oportunidad de cambiar la institución militar, de exponer su realidad y exigir los cambios democráticos necesarios a un producto cultivado en el autoritarismo y la represión histórica del pueblo mexicano.
Sin duda el balance arroja grandes saldos, los beneficios sociales dan la nota alta, pero lo positivo y lo que no lo es, hacen parte de una misma conexión, la textura del Estado, sus barreras infranqueables y los márgenes de maniobra que serán siempre eso, márgenes de maniobra en el tamaño que se presenten, generalmente tendiendo a acortarse en lugar de extremarse a otras posibles históricas como una democracia de corte popular que quebrante a las oligarquías y socave los trasfondos del Estado burgués.
Porque el poder del Estado ha sido tal que ha afectado la imaginación política para ver otras opciones alternativas cuando se movilizan los pueblos y su impacto posible en nuestras sociedades, si bien no se trata de una tarea fácil, en lugar de ello se practicó el retorno disimulado de la vieja política, la institucionalización de la corrupción y la injusticia para servirse super salarios, acordar con el narcotráfico las cuotas de poder, controlar y desviar presupuestos, matrimoniarse con buena parte de las castas políticas, esterilizar institucionalmente el sentido auténtico del concepto izquierda, y reestablecer relaciones de compromiso con las élites.
Hay logros en el escenario social, es necesario observar los beneficios después de transitar por el marasmo neoliberal, así también buena parte de los fracasos se deben al blindaje previo del Estado frente al sistema de presidencialismo sufrido por las oligarquías en otras etapas de nuestra historia (expropiación petrolera, estatización de la industria eléctrica, controles financieros). El discurso tuvo más alcances que la realidad, presenciamos un gobierno que escucha y abraza, que te envuelve, pero que no resuelve más allá de la conservación del Estado y sus instituciones en un sentido propagandístico liberal.
No existe presión gubernamental para superar esta realidad, lo cual lo compromete en ser parte sustancial del mismo en el margen de luchas políticas por una reforma concertada desde arriba que soslaya el problema del Estado y su naturaleza.
Se formó un gran potencial de lucha por las transformaciones sociales en el pueblo, su manejo resultó complicado para el gobierno de la 4T tendiente a mediatizarlo en función de intereses gubernamentales y estatales. Y todavía más para los sectores populares izquierdistas que por ahora no terminan de procesar estas circunstancias y el cómo empujar adelante el proceso dado que el mismo Estado los orilló a una política contestataria sumada a una falta de habilidad por concretar alternativas estratégicas.
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