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Saqueo del paraíso: El papel de China en la crisis medioambiental de Myanmar

Fuentes: The Irrawaddy [Imagen: Buscadores de Jade trabajan en una zona dañada por un deslizamiento de tierra en una mina de jade en el Hpakant del estado de Kachin en 2020. The Irrawaddy]

Traducido para Rebelión por Cristina Alonso

Para las personas viajeras interesadas en la artesanía local, es imprescindible hacer una parada en el mercado Bogyoke Aung San en Rangún. Antaño conocido como Scott Market, es una auténtica mina de oro de tiendas de antigüedades, joyerías tradicionales y boutiques repletas de artesanía birmana. Entre los muchos artículos preciosos, destacan los de jade. Pero al hablar con los vendedores se revela una historia inquietante.

Los comerciantes están preocupados por el futuro y la explotación de los recursos naturales de Myanmar y relatan cómo, avaros empresarios chinos respaldados por su gobierno, están esquilmando sistemáticamente las reservas de jade del país, dejando a las comunidades locales en la miseria.

Los abundantes recursos naturales de Myanmar llevan años siendo objeto de explotación. El actor más reciente y agresivo es China, cuya extracción de recursos ha provocado graves daños medioambientales y el desplazamiento de poblaciones locales. Las acciones de China en Myanmar son emblemáticas de una estrategia más amplia que da prioridad a la extracción de recursos con el pretexto del desarrollo, dejando un rastro de destrucción a su paso.

Myanmar cuenta con reservas de jade, madera, petróleo, gas y potencial hidroeléctrico. Durante años, estos activos han sido explotados por entidades extranjeras, pero la implicación china no tiene parangón. Como mayor socio comercial de Myanmar e inversor clave, China ha concentrado sus esfuerzos en las industrias ricas en recursos vertiendo, entre 1988 y 2019, más de 25.000 millones de dólares en el país.

Un informe del 2023 de la Agencia de Investigación Medioambiental (EIA, por sus siglas en inglés) destaca el impacto devastador de la tala ilegal vinculada a empresas chinas, que ha asolado amplias zonas de los bosques de Myanmar, especialmente en las regiones septentrionales de los estados Kachin y Shan. Otro ejemplo es el comercio de jade, principalmente localizado en el estado Kachin. Aunque el sector genera miles de millones al año, la mayor parte de los beneficios se canaliza hacia los compradores chinos y sus socios locales, dejando a la población local con pocos beneficios. Un informe del 2015 de Global Witness estimó el valor de la industria del jade en más de 31.000 millones de dólares al año, con la demanda china alimentando la minería ilegal desenfrenada y una importante degradación medioambiental.

La agresiva búsqueda china de proyectos hidroeléctricos en Myanmar subraya aún más su indiferencia hacia las comunidades locales y los ecosistemas. La presa de Myitsone, una iniciativa de 3.600 millones de dólares, apoyada por empresas estatales chinas, ha despertado gran polémica. Situada en la confluencia de los ríos Mali y N’Mai, en el norte de Myanmar, la presa supone una amenaza para el río Irrawaddy, cuna de la civilización birmana y elemento vital del país.

Las consecuencias medioambientales de estos proyectos son graves. Las presas hidroeléctricas alteran los ecosistemas fluviales, desplazan poblaciones locales y ponen en peligro la pesca, sector crucial para millones de personas. Según la organización ecologista International Rivers, la presa de Myitsone desplazaría a más de 18.000 miembros de la etnia kachin, destruyendo sus tierras ancestrales y su identidad cultural. Su construcción se paralizó en 2011 debido a las protestas públicas.

La implicación china también exacerba la tala ilegal. Los bosques de Myanmar, antaño famosos por su rica biodiversidad, se encuentran ahora en rápido declive. Un informe del Instituto de Recursos Mundiales destaca la asombrosa pérdida, entre 2002 y 2020, de casi el 20% de la cubierta forestal de Myanmar, con una parte importante de la madera siendo introducida de contrabando en China. La fuerza motriz de este comercio ilícito es la insaciable demanda de teca y otras maderas duras en el mercado chino.

Para combatir esta crisis, Global Forest Watch ha puesto en marcha alertas de deforestación para avisar a tiempo de la posible pérdida de bosques. En 2024, el sistema de alerta amplió su alcance al sudeste asiático continental, vigilando las alteraciones en las selvas tropicales primarias de otros cinco países, incluido Myanmar. Pero las ramificaciones de la tala ilegal van mucho más allá de la mera deforestación. Según el informe de 2023 de la EIA, se están destruyendo ecosistemas completos, desapareciendo hábitats de vida salvaje y la consiguiente erosión del suelo está intensificando inundaciones y corrimientos de tierras.

La minería, sobre todo la de jade y de otros minerales excepcionales, ha transformado importantes áreas de Myanmar en desastres ecológicos. Proyectos financiados por intereses chinos, en los estados Kachin y Shan, emplean métodos nocivos que contaminan los cursos de agua y convierten la tierra en no apta para la agricultura. La extracción de minerales excepcionales, esenciales para la tecnología contemporánea, plantea graves riesgos, ya que implica la utilización de sustancias tóxicas que contaminan los suministros de agua.

Un estudio reciente del gobierno tailandés ha señalado a la minería del este del estado Shan como factor clave en los deslizamientos de tierra sin precedentes que devastaron Mae Sai, ciudad fronteriza del norte de Tailandia, durante las recientes inundaciones. La investigación llevada a cabo por el Departamento de Recursos Naturales de Tailandia, en octubre de 2024, reveló que la extensa extracción de oro a lo largo del río Sai, al este de Mong Hsat, era responsable de los importantes daños infligidos a los residentes de Mae Sai por las aguas de las inundaciones cargadas de lodo. El análisis de los sedimentos de las inundaciones en la ribera del río reveló niveles alarmantes de metales pesados relacionados con actividades mineras, sobre todo de arsénico, níquel y zinc. Una muestra mostraba concentraciones de zinc 18 veces superiores a los límites de seguridad recomendados. En los dos últimos años, la extracción de oro para China ha aumentado en el este de Mong Hsat, sobre todo cerca de las aldeas de Mong Karn y Na Yao, que están bajo el control del Ejército Unido del Estado Wa, así como cerca de la aldea de Mae Jok, donde opera una milicia alineada con la junta militar.

Las consecuencias para la salud de las comunidades locales son nefastas. Las personas que viven cerca de las explotaciones mineras denuncian un aumento de las afecciones respiratorias y cutáneas, mientras que las fuentes de agua contaminada contribuyen a las enfermedades gastrointestinales. El Centro de Myanmar para la Empresa Responsable ha abogado constantemente por una normativa más estricta en el sector minero, pero su aplicación sigue siendo inadecuada, en gran parte debido a la poderosa presencia de empresas chinas.

La extracción de recursos por parte de China en Myanmar está estrechamente vinculada al tumultuoso entorno político del país. En muchas regiones ricas en recursos, el control no corresponde al gobierno central, sino a diversas facciones armadas de las minorías étnicas. Han surgido acusaciones de que Beijing aprovecha sus conexiones con estos grupos para acceder a valiosos recursos. Un ejemplo lo encontramos en el estado Kachin, donde las empresas chinas a menudo operan con el respaldo de grupos armados, compensándoles por la seguridad y el acceso a recursos.

Más allá de la extracción de recursos, la implicación de China en Myanmar abarca importantes proyectos de infraestructuras en el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés). Aunque estos proyectos se presentan como vehículos para el desarrollo, a menudo conllevan costes ocultos. Los préstamos asociados a proyectos a gran escala, como el puerto de aguas profundas de Kyaukphyu y la zona económica especial, han suscitado preocupación por la posibilidad de que el país caiga en la dependencia de la deuda. Detractores sostienen que estas iniciativas sirven principalmente a las ambiciones estratégicas de China más que a las auténticas necesidades de desarrollo de Myanmar. El puerto de Kyaukphyu, por ejemplo, permite a China acceder sin trabas al océano Índico, eludiendo el crítico estrecho de Malaca. A medida que aumenta la deuda birmana con los financieros chinos, disminuye la capacidad del país de aplicar políticas independientes, cediéndose así aspectos de la soberanía de Myanmar a Beijing.

La situación de Myanmar es un cuento con moraleja sobre los peligros de la inversión extranjera no regulada en países vulnerables. Mientras China disfruta de los frutos de esta explotación, Myanmar se enfrenta a las repercusiones: degradación medioambiental, inestabilidad social y disminución de la autonomía. Para rectificar, es esencial un enfoque unificado en el que participen el gobierno de Myanmar, la sociedad civil y las naciones vecinas solidarias. Solo mediante una mayor transparencia, responsabilidad y prácticas de desarrollo sostenible podrá Myanmar salvaguardar sus recursos naturales y asegurar un futuro mejor para su ciudadanía.

Vaishali Basu Sharma es analista de cuestiones geopolíticas y macroeconómicas.

Fuente original en inglés: https://www.irrawaddy.com/opinion/guest-column/plundering-paradise-chinas-role-in-myanmars-environmental-crisis.html