Mientras Trump se descontrola con sus proyectos globales de acaparamiento de tierras, los visionarios multipolares en Valdai estaban trazando las rutas territoriales reales y tangibles que definirán la geopolítica y la geoeconomía de este siglo.
MOSCÚ – La 14ª Conferencia de Oriente Medio del Club Valdai en Moscú fue sacudida por una bomba geopolítica de gran impacto en pleno desarrollo: el anuncio del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sobre la construcción de un futuro Casino de Trump en un complejo turístico en la llamada “Riviera de Gaza”.
Incluso antes de que la indignación internacional comenzara a desbordarse, desde el frente de los BRICS hasta la ASEAN y el mundo árabe -que lo ve como la Nakba 2.0-, llegando incluso a Arabia Saudita, pese a su afinidad con Trump, y los principales aliados de Estados Unidos en Europa, tambiém reaccionaron con desconcierto, y la perplejidad se instaló en Valdai entre la mayoría de los eruditos y académicos.
Dos excepciones destacadas fueron el profesor de la Universidad de Teherán Mohammad Marandi y el ex diplomático británico Alastair Crooke, analistas de Asia Occidental que siempre presentan perspectivas matizadas. Ambos han sostenido desde hace mucho tiempo que, a medida que el imperio estadounidense se vea obligado a retroceder, se volverá mucho más despiadado y asumirá mayores riesgos.
Marandi considera a Trump como «un regalo» para el declive global estadounidense. Crooke, por su parte, se pregunta si el primer ministro de extrema derecha de Israel, Benjamin Netanyahu, realmente atrapó a Trump en un atolladero, o si es al revés. Trump ahora parece tener a Netanyahu -a quien básicamente desprecia- exactamente donde lo quiere: debiéndole favores.
Trump ha hecho muchas promesas grandilocuentes, que Netanyahu puede vender como un gran éxito a los belicistas de Tel Aviv que son parte de su gobierno. Esto mantendrá su coalición por ahora. Sin embargo, a cambio, Israel todavía tendrá que seguir los próximos pasos del despreciado proyecto de alto el fuego. Y eso llevaría, en teoría, al fin de la guerra. Netanyahu quiere una Guerra Infinita, con una expansión y anexión ilimitadas de Eretz Israel. Y esto aún no es un trato cerrado, ni mucho menos.
Tal como están las cosas, a primera vista, de un solo golpe, Trump ha normalizado el genocidio, la limpieza étnica y la reducción de la tragedia de Gaza a un negocio inmobiliario de mal gusto en un «lugar fenomenal». Sus declaraciones de que «Estados Unidos se apoderará de la Franja de Gaza», «nosotros seremos los dueños» y «… allanara el lugar” no solo expone a los EE.UU. a una anexión extranjera sorprendentemente ilegal, sino que reviven el viejo y vergonzoso pasado de «no hay palestinos».
Pero esto está lejos de ser una «pura locura”, como lo definen los think tanks estadounidenses. Es una extensión natural de los intentos previos de comprar Groenlandia, anexionarse Canadá (en ambos casos, un aumento de la base de recursos de EE.UU.), apoderarse del Canal de Panamá y rebautizar el Golfo de México como el Golfo de América. Se trata de desviar la atención y cambiar la narrativa predominante en lugar de abordar la verdadera amenaza para el Imperio: la asociación estratégica entre Rusia y China.
En este caso, la «Riviera de Gaza» construida sobre una pirámide de calaveras no solo está respaldada sino que ya está prevista por los genocidas de Tel Aviv en tándem con los donantes multimillonarios de Trump, una parte clave del lobby de Israel en los EE.UU. La visión de Trump, según fuentes neoyorquinas, provino de su yerno Jared Kushner, quien hace menos de un año ya hablaba del oro inmobiliario que representaba la costa de Gaza. Kushner es aún más peligroso ahora que está actuando detrás de las cortinas en el segundo mandato de Trump, influyendo directamente en los planes de ocupación de Gaza por parte de los Estados Unidos.
Por el momento, el espíritu del reality show de deportación-construcción-venta se ha aplicado al problema más insoluble de Asia Occidental. Marandi lo llama el «problema entre Estados Unidos e Israel». Taha Ozhan, del Instituto de Ankara, lo califica como «el orden centrado en Israel», así como «el problema estadounidense».
Vivir bajo un «cambio de régimen global»
Las discusiones en Valdai, por supuesto, extrapolaron la bomba de Trump en Gaza. Ozhan se centró en la «inmensa prueba de estrés» en Asia Occidental, desde el genocidio en Gaza hasta la metástasis del plan «Assad debe irse» que ha derivado en que Al-Qaeda con trajes gobierne Damasco. Adviertió que el actual caos global puede engendrar nuevas guerras: Ahora estamos en un proceso de «cambio de régimen global», donde «la inestabilidad sostenible ha terminado».
La presencia palestina, a través del ministro de Desarrollo Social de la OLP, Ahmad Majdalani, no fue precisamente alentadora. Expuso los mismos temas de conversación habituales, como el problema de la «normalización de las relaciones entre Arabia Saudita e Israel en el contexto de la anexión de Cisjordania», mientras que «otras naciones musulmanas solo observan desde la barrera». Majdalani también se preguntó si «los BRICS serán capaces de funcionar como un contrapeso efectivo» al «problema estadounidense», como lo definió Ozhan. Pero sobre la tortuosa cuestión de la unidad palestina, no ofreció nada nuevo, y siguió quejándose de la imposibilidad de «los Acuerdos de Abraham sin el pueblo palestino».
El eminente Vitaly Naumkin, presidente del Instituto de Estudios Orientales de la Academia Rusa de Ciencias, publicó un excelente informe sobre Siria, en coautoría con Vasily Kuznetsov, también del Instituto de Estudios Orientales. Si bien subrayan que la caída del ex presidente sirio Bashar al-Assad representa una «ventana de oportunidad» para Israel, Turquía y las monarquías del Golfo, matizan los escenarios posibles.
¿Qué está tramando realmente Israel? ¿Establecer un control directo sobre ciertos territorios (¿cuáles exactamente?) o la creación de una amplia zona de amortiguamiento»?. En cuanto a Turquía, «es comprensible el interés de Ankara en infligir una derrota estratégica a los kurdos y posiblemente crear una zona de amortiguamiento a lo largo de la frontera sirio-turca». Lo que no está claro es «el alcance del compromiso [estadounidense] de invertir en los kurdos» bajo Trump.
En cuanto a las monarquías del Golfo, «fortalecerán su posición utilizando principalmente el apalancamiento económico». Sin embargo, «los intereses de los distintos países del Consejo de Cooperación del Golfo (Bahrain, Kuwait, Oman, Qatar, Arabia Saudi y los EAU) varían, y su alineamiento no siempre está claro».
En cuanto a Irán, Naumkin y Kuznetsov señalan de manera realista que si el nuevo sistema sirio, anteriormente extremista, «no logra consolidar la sociedad» -y esa es una posibilidad muy fuerte- «Irán podría otra oportunidad de restaurar su influencia».
Para Naumkin, las bases rusas en Siria «deberían quedarse», un tema que, por cierto, es fuente de un feroz debate en los pasillos del poder de Moscú. Argumenta esta posición principalmente porque Rusia «podría equilibrar los planes expansionistas de algunas facciones turcas en el norte de Siria».
Corridor-mania
A pesar de que la asociación estratégica entre Rusia e Irán recientemente firmada no se discutió específicamente en Valdai, Marandi señaló que «Irán se está moviendo muy rápido en lo que debe construirse, porque eso facilitará un acercamiento económico con India”.
El meollo del acuerdo entre Rusia e Irán no es militar: es geoeconómico y se centra en el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC), un proyecto clave de conectividad de integración entre Eurasia y los BRICS.
El INSTC es un acelerador de facto del comercio entre los principales miembros del BRICS -Rusia, Irán e India- destinado a aumentar las liquidaciones en sus propias monedas: ese es exactamente el tipo de mecanismo que llevó a Trump, erróneamente, a «acusar» a los BRICS de intentar crear su propia moneda. Rusia e Irán, ambos fuertemente sancionados, ya comercian fuertemente en rublos y riales.
En el frente geoeconómico más amplio, podría decirse que la contribución más estimulante de Valdai fue ofrecida por Elchin Aghajanov, director de la Red Internacional de Política y Seguridad de Bakú. Un soplo de aire fresco procedente del Cáucaso Meridional contrastaba con los sombríos huracanes geopolíticos que amenazan a Asia Occidental.
Aghajanov enfatizó la soberanía azerí, en contra de la hegemonía, al tiempo que reconocía las «aspiraciones geoestratégicas de Occidente». Describió a Azerbaiyán como una «encrucijada de corredores de transporte»; al menos 13 corredores, lo que le llevó a acuñar esta belleza: Corridor-mania (las cursivas son mías). A lo largo de la historia, el Cáucaso Sur siempre ha sido un centro geoeconómico clave de Eurasia.
La manía del corredor abarca todos los proyectos, desde el TRACECA hasta el Corredor Medio Chino, el Transcaspio y el INSTC, por no mencionar el hipercontrovertido Zangezur corridor– apoyado por Occidente – que debería abarcar 40 km de territorio armenio, en la frontera con Irán. Zangezur estaría conectada a los ramales de las Nuevas Rutas de la Seda desde Xinjiang y Asia Central hasta Turkiye y también conectada con el Transcaspio.
Aghajanov insistió en que con el corredor Zangezur, Azerbaiyán no tiene ninguna intención de anexionarse tierras armenias. Bakú también quiere que sus operaciones vayan a Irán a través de Armenia. La posición de Teherán es que mientras no haya anexión, la mejor opción sería la negociación diplomática, y el corredor debería seguir adelante. Aghajanov se refirió al vínculo entre Azerbaiyán e Irán a través del río Aras: «El difunto presidente [iraní] Ebrahim Raisi fue un firme partidario».
Aghajanov también enfatizó que así como Azerbaiyán es «un aliado natural de Turquía y Pakistán», lo mismo debería aplicarse a Irán, donde viven al menos 13 millones de azeríes étnicos. Define a Rusia como un «socio estratégico natural». También elogió un corredor hacia el norte, la Ruta del Mar del Norte: «El camino más corto de Nueva York a China es a través de Murmansk. Y el camino más corto de Brasil a China es a través de San Petersburgo«.
Mientras los perros de la guerra siguen ladrando, la corredor-manía sigue avanzando. Pero antes, Asia Occidental realmente necesita enterrar la absurda visión trumpiana de una Riviera de Gaza.
Fuente: https://thecradle.co/articles/in-valdai-confronting-the-american-problem-in-west-asia
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.