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De Bruselas a Riad, pasando por Múnich: Ocho días que estremecieron el mundo (y II)

Fuentes: Rebelión

La semana pasada hicimos una observación descriptiva de los acontecimientos internacionales, hacer un análisis de los mismos es un tanto más complejo. Me parece que las dificultades provienen de la idea de que es posible entender la situación creada en la actualidad a partir de una visión dicotómica unipolaridad vs. bipolaridad y de que las categorías de análisis usadas durante la guerra fría conservan validez aún. Incluso, algunos analistas hablan del surgimiento de una nueva bipolaridad China-Estados Unidos.

Hace unos días atrás, un amigo siempre bien informado y preocupado por dar seguimiento a los sucesos de la realidad internacional me escribió para decirme: “No entiendo cuál es la jugada. Estoy perdido. Quizá el imperio quiere rediseñar el mundo. Algo escribiste hace muchos años sobre las reparticiones…”

Todo ello me motivó a escribir este artículo que por su extensión, debió ser publicado en dos partes, lo cual no necesariamente es ventajoso. Efectivamente en marzo de 2014 se publicó en Chile primero y en Argentina después por la editorial Biblos mi libro “La balanza de poder. Las razones del equilibrio del sistema internacional”. Unos meses después, en septiembre vio luz la edición en inglés de la obra de Henry Kissinger “Orden Mundial”.

Tratando de establecer cuál sería el sistema internacional el futuro, en mi libro recorrí las variantes existentes a partir del estudio de las causas de los conflictos y la cooperación entre los Estados para resolverlos. Entonces, expliqué las propuestas de bipolaridad, multilateralidad, multipolaridad y apolaridad que estaban sobre el tapete. En lo personal, me atreví a exponer que las diversas condicionantes existentes anunciaban que, a mediano plazo se establecería un sistema internacional de balance poder.

La definición más clara de la balanza surgió de los estudios del politólogo estadounidense Morton Kaplan que en un trabajo escrito en 1966 titulado: “Algunos obstáculos en la investigación de sistemas internacionales”, estableció que los actores de la balanza tenían que ser como mínimo 5, exclusivamente de carácter nacional y ajustarse a la categoría de “actor nacional esencial para que el sistema funcionara”.

A continuación, instituyó 6 normas fundamentales que caracterizan el sistema de balanza de poder. Entre ellas, negociar antes que pelear, pelear antes que dejar de incrementar las capacidades, dejar de pelear antes que eliminar a un actor esencial, oponerse a toda coalición que intente predominar, limitar a aquellos actores que acepten principios organizacionales supranacionales y permitir que aquellos actores derrotados o limitados reingresen al sistema.

Este es un resumen muy sucinto de la propuesta esbozada por Kaplan. En mi libro, publicado hace solo 11 años atrás, exponía que, desde mi perspectiva, para China la búsqueda del equilibrio es parte de su política permanente mientras que para Estados Unidos, una fiera herida que da zarpazos, el equilibrio es una obligación de supervivencia.

Mi opinión era y es que el mundo avanza hacia un equilibrio de poderes. La posibilidad de destrucción del planeta como opción para imponer el capitalismo no es viable. Los capitalistas son inmorales, no suicidas. La acumulación tiene un límite -que en la actualidad viene impuesto por poderes confrontados- los cuales, en los hechos apuntan a una profundización de la debilidad y la pérdida de la hegemonía imperial. Una racionalidad del capital –si es que ella existe y es posible- establece como más viable un equilibrio que le permita conservar una cuota de poder antes que recurrir a una confrontación nuclear en la que, difícilmente puedan obtener alguna ganancia.

Como dije antes, unos meses después de la publicación de mi libro, el grupo editorial Penguin Random House publicó el libro de Kissinger bajo el sugestivo título de “Orden Mundial. Reflexiones sobre el carácter de las naciones y el curso de la historia”. Desde otra perspectiva, incluso antagónica a la mía, Kissinger establece que el equilibrio es la única alternativa de estados Unidos para conservar su poder.

Poco antes de la publicación de su libro, a finales de agosto de 2014, Kissinger escribió un artículo titulado “Sobre la Asamblea de un Nuevo Orden Mundial” que fue publicado en el periódico estadounidense The Wall Street Journal. En este texto, adelanta algunos elementos que desarrolla mucho más ampliamente en su libro. Considera como positivo que la democracia y la gobernanza participativa pasaran de ser una aspiración para convertirse en una “realidad universal”. Ojo, se debe tomar nota de Kissinger hablando de “gobernanza participativa”.

Resalta que la mayor parte del planeta está constituido por países que configuran Estados soberanos independientes pero agrega que Europa no cuenta con los atributos para crear un Estado, lo que ofrece un “tentador vacío de la autoridad”. Aquí, pareciera estar apuntando a actualizar las características de los Estados nacionales esenciales mencionados por Kaplan, que se orientan a la configuración de una balanza entre China, Rusia, Estados Unidos, India y algún país europeo que emergerá como líder en el actual conflicto, ¿Alemania? ¿Reino Unido? ¿Francia? No importa cuál sea, pero será solo uno de ellos.

Kissinger era de la idea que el orden internacional se enfrentaba a una paradoja, toda vez que –según él- la prosperidad dependía del éxito de la globalización pero el proceso estaba produciendo una reacción política que apuntaba a cuestionar sus objetivos. Para solventar esta anomalía proponía la creación de “un mecanismo efectivo de las grandes potencias para consultar y posiblemente cooperar en las cuestiones más consecuentes”.

Para lograrlo, Estados Unidos debería aceptar que existen dos niveles aparentemente contradictorios: principios universales por una parte y características locales y regionales particulares de otra. En cualquier caso, Kissinger no abandonaba su sustento ideológico imperialista al establecer que todo se debe considerar a partir de la naturaleza excepcional de Estados Unidos.

A nivel interno no obstante, esto pasa porque los ciudadanos estadounidenses lograran entender que, -dicho en términos coloquiales- acepten que no son los únicos que viven en este planeta, por lo que deben ceder parte de sus derechos a fin de avanzar en la globalización y que, incluso esos derechos, deberían seguirse conculcando [tal como está ocurriendo hoy en Estados Unidos] para dar espacio a la opinión de otros países.

Ya en el libro, Kissinger opina que las distintas tradiciones culturales permiten establecer el concepto de orden como base de las relaciones internacionales. En esto parece contradecir a Huntington quien creía que el futuro estaría marcado por los conflictos civilizacionales. Por el contrario, opina que los conflictos actuales se han originado en la identificación de ideas contrapuestas en torno a la forma que debe adquirir el sistema internacional en un momento en que se enfrenta el reto de que se organice el orden regional al mismo tiempo que se asegura que dicho orden sea compatible con la paz y la estabilidad en el resto del mundo.

Sin que pareciera salir de su pluma, Kissinger opina que existe un gran riesgo en caso que Occidente intente extender su modelo de democracia por el mundo, advirtiendo que en particular, el “idealismo norteamericano” sin una estrategia clara para ponerlo en práctica, no conducirá a amplificar la presencia de la “democracia liberal” por el mundo.

Parecieran antagónicas las nociones de imperialismo y equilibrio, pero no lo son. Quiero reiterarlo, para Estados Unidos se trata de sobrevivencia. Tal vez sea necesario estudiar el libro de Kissinger para comprender la actuación internacional del nuevo gobierno de Estados Unidos. Se sabe que durante la primera administración de Trump, habiendo pasado por mucho los 90 años de edad, Kissinger era un asiduo visitante de la Casa Blanca. Fallecido en 2023 a la edad de 100 años, sus ideas y su impronta conforman la médula de la actuación internacional de Estados Unidos en la coyuntura.

En diciembre de 2022, unos meses después de iniciada la Operación Militar de Rusia en Ucrania, con Joe Biden en el poder en Washington, Kissinger, en un artículo titulado “¿Cómo evitar otra guerra mundial?” opinó que debía buscarse la paz con un doble objetivo: confirmar la libertad de Ucrania y definir una nueva estructura internacional en la que Rusia debía tener un lugar. Asimismo, el ex secretario de Estado se mostró en desacuerdo con la opinión de que Rusia estaba obligado a convertirse en un país impotente tras el conflicto en Ucrania toda vez que era imperativo reconocer que Rusia “había contribuido decisivamente en la búsqueda del equilibrio mundial y el balance de poder durante más de medio milenio “por lo que su papel histórico no debía degradarse”.

Los temas que se han puesto sobre el tapete de la dinámica internacional actual como los deportados de Estados Unidos, el canal de Panamá o Groenlandia, son solo cortinas de humo para “entretener” al planeta y ponerlo a pensar y debatir sobre asuntos que no son prioritarios. Según el senador estadounidense Bernie Sanders el objetivo real de Trump es “desmantelar ilegal e inconstitucionalmente las agencias del gobierno” a fin de que los multimillonarios y las “clases gobernantes [que] siempre han querido y han creído que [el poder] es suyo por derecho, [obtengan] más poder, más control más riqueza”. Para ello, necesitan dinamitar las instituciones del país y restructurar el sistema internacional de acuerdo a los parámetros señalados por Trump.

Por cierto, para lograrlo, necesitan que en el nuevo sistema que pretenden construir, el enemigo sea China, no Rusia, no obstante ante una profundización estratégica de la situación crítica, la única solución para tratar de evitar la catástrofe y salvaguardar alguna cuota de poder, es orientarse a la búsqueda del equilibrio, tal como lo señalaba Kissinger.

Así lo hizo saber claramente hace casi dos años, en mayo de 2023, la subsecretaria de Defensa de Estados Unidos, Kathleen Hicks, en una conferencia celebrada en Washington en la que afirmó que el Pentágono percibía a China como el desafío militar que marcaba el ritmo de su país y “el único competidor estratégico con la voluntad y cada vez más la capacidad de rehacer el orden internacional”. Agregó que China constituía “un desafío generacional”, el cual, si bien cambiará con el tiempo, “no se irá a ninguna parte”.

Recordando la impronta de Kissinger durante el siglo XX, Hicks hizo memoria respecto de la experiencia histórica de enfrentar a la Unión Soviética, un competidor -según ella- “lento y pesado” mientras que ahora, en materia de Defensa, la nación norteamericana tiene que “evolucionar más rápido que las amenazas”.

Hicks afirmó que en esta “nueva era de competencia estratégica”, el objetivo de Estados Unidos “es disuadir, porque competencia no significaba conflicto”. Según la subsecretaria, el éxito del Pentágono era que “los líderes de la China se despierten todos los días, consideren los riesgos de agresión y concluyan: “Hoy no es el día y que piensen en eso hoy y todos los días entre ahora y 2027, ahora y 2035, ahora y 2049, y más adelante”, curiosamente señalando los años emblemáticos en que la República Popular China se ha propuesto alcanzar objetivos estratégicos.

En este momento, Trump conoce los costos que conlleva sostener 800 bases militares y un millón trescientos veinte mil militares fuera de su territorio, sin contar 11 grupos de ataque de portaviones de los cuales 7 están desplegados y 4 en reparaciones con una carga económica muy grande que conspira con el objetivo de hacer realidad que “Estados Unidos sea grande de nuevo”. Por ello, se ha adelantado a las circunstancias y el pasado 20 de febrero ha manifestado su disposición a negociar con Rusia y con China para reducir el número de ojivas nucleares, resaltando que considera inaceptable el uso de armas atómicas y el aumento del número de potencias nucleares. Parafraseando al ex presidente Bill Clinton se podría decir “Es la economía, estúpido”. 

Hay que decirlo claramente… y reiterarlo, el sistema internacional de la posguerra colapsó y va a dar paso a uno nuevo. Es verdad que la OTAN sigue existiendo formalmente, pero lo real es que tal como lo certificó el presidente Macron en noviembre de 2019, padece de “muerte cerebral”. La Secretaría general es un cargo, vació solo creado para que los europeos creyeran que pueden decidir algo. El verdadero poder se sostiene sobre los hombros del comandante supremo aliado en Europa que siempre es un general estadounidense. Ya se comenta que Trump ordenará retirar sus tropas dislocadas en la Europa del este, en aquellos países que formaron parte de la Unión Soviética o del Pacto de Varsovia. Así se volvería al status quo del fin de la guerra fría cuando desapreció la Unión Soviética y Occidente hizo compromisos con Rusia que nunca cumplió.

Ahora, cuando delegaciones del más alto nivel de Rusia y Estados Unidos se reunieron en Riad, capital de Arabia Saudita, “las aguas están volviendo a su cauce”. Marco Rubio sabe que Serguei Lavrov no es el indigno y mentecato canciller de Panamá, tampoco Putin es el genuflexo José Raúl Mulino. No se trata de la dimensión y el poder de un país respecto del otro. Un líder panameño, el general Omar Torrijos obligó a Estados Unidos a sentarse a dialogar, negoció de igual a igual solo con el poder que le daba la dignidad y la historia del heroico pueblo panameño y les ganó: los obligó a devolver el canal.

En Riad, Rubio debió medir sus palabras y hasta sus gestos. Fue un primer paso, que tuvo más de política bilateral que de revisión de la agenda internacional aunque el tema de Ucrania estuvo sobre la mesa. Pero el hecho de que las dos mayores potencias nucleares del planeta se hayan sentado a dialogar y que algunos de sus principales dirigentes se miraran de frente, cara a cara y apagaran el fósforo con que solo hace unas semanas se amenazaba con encender el fuego de la hecatombe nuclear, señala un alivio y un camino positivo para toda la humanidad amante de la paz y de la vida.

Hoy existe duda, confusión e incertidumbre y para los europeos, perplejidad, pero debemos acostumbrarnos: así es la dinámica Trump y así será por lo menos durante los cuatro próximos años. Mientras tanto, reconociendo y aplaudiendo lo ocurrido en Riad y los hechos que han conducido a aplacar la posibilidad de una guerra nuclear, hay que recordar siempre al Comandante Ernesto Che Guevara cuando el 30 de noviembre de 1964 desde Santiago de Cuba recomendaba que en el imperialismo, “no se podía confiar ni tantito así, nada”.

Blog del autor: sergioro07.blogspot.com

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