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Una maniobra desesperada del Imperio contra Venezuela

Capitalismo en crisis y guerra por la hegemonía ante la Cumbre de Shanghai

Fuentes: Rebelión

La Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) es una organización intergubernamental fundada en 2001 por China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Posteriormente se incorporaron India, Pakistán, Irán y Bielorrusia, sumando actualmente 10 Estados miembros.

A pocos días de la Cumbre de la OCS (Shanghai, 31 ago-1 sep 2025), Washington despliega tres destructores, un submarino nuclear y 4000 infantes frente a las costas venezolanas, invocando la lucha contra el “Cartel de los Soles”. La operación no responde a una lógica antinarcóticos –las evidencias públicas son inexistentes– sino a la urgencia de contener la multipolaridad energética que se fragua en Tianjin China. El capitalismo estadounidense, atravesado por sobre-acumulación, deuda y pérdida de reservas de petróleo pesado, recurre a la forma más extrema de su reproducción: la guerra como valor de uso para restablecer la renta geopolítica.

Desde la crisis de 2008 el dólar-petróleo se ha visto desafiado por rutas comerciales paralelas (China-Irán-Rusia) y por la desdolarización de los BRICS. La extracción de plusvalía ya no fluye por la apertura de mercados, sino por el cerco militar sobre los recursos. Venezuela, con 300 000 millones de barriles certificados y un flujo que en 2024 cubrió el 13 % de las necesidades de las refinerías del Golfo de México, se convierte en punto nodal de esa lógica. La maniobra naval no es un exceso; es la forma visible de una ley interna del capital que, cuando no puede crecer, bloquea.

Guerra y renta: el bloqueo como mecanismo de apropiación diferencial.
Al declarar “terroristas” a PDVSA y a sus dirigentes, EE. UU. produce una renta de riesgo que le permite:

a)    Congelar activos venezolanos en bancos occidentales (más de 5 000 M USD en 2025).

b)    Licenciar selectivamente a Chevron y Valero para que operen bajo supervisión directa

c)    Disuadir a China, principal comprador del crudo venezolano, de firmar nuevos contratos en yuanes durante la Cumbre de Shanghai.

El cerco naval funciona así como valla aduanera flotante: no necesita ocupar el territorio, solo filtrar los flujos según el interés hegemónico.

Doctrina Monroe 2.0 y el miedo a la OCS en el Caribe.
Washington percibe la posible incorporación de Venezuela como observador pleno en la OCS como una réplica de la “Doctrina Monroe invertida”: la multipolaridad desembarcaría en su “patio trasero”. De ahí la coincidencia temporal: el despliegue naval se anuncia una semana antes de la cumbre donde China, Rusia, Irán y, por primera vez, Bielorrusia, discutirán un mecanismo de compensación petrolera en monedas locales. La amenaza busca sembrar dudas en los socios asiáticos: ¿vale la pena firmar acuerdos si EE. UU. puede interceptar los barcos?

La misma Casa Blanca que ofrece 50 M USD por la cabeza de Maduro autoriza a Chevron a seguir extrayendo crudo. Esta doble vía expone la contradicción estructural del capitalismo imperial tardío: necesita el petróleo venezolano para sus refinerías, pero no puede permitir que ese crudo financie un polo alternativo. El resultado es una guerra híbrida que simultánea sanciones, despliegue naval y licencias comerciales selectivas, y que refuerza internamente al chavismo al presentarlo como víctima de un asedio externo.

El costo humano: migración y guerra social

Mientras tanto, la revocación del TPS y el cierre de rutas migratorias legales convierte a miles de venezolanos en mano de obra cautiva dentro y fuera del país, útil para bajar salarios en los sectores petroleros y de servicios. La guerra, en este sentido, no solo se libra con misiles, sino con la gestión de la precariedad vital.

La maniobra frente a Venezuela no es un episodio más; es la expresión terminal de una hegemonía que ya no puede reproducirse por la apertura de mercados, sino por el cerco militar sobre los recursos. Sin embargo, al hacerlo justo cuando la OCS articula una alternativa financiera y energética, EE. UU. acelera la multipolaridad que intenta frenar. La guerra se vuelve, así, la forma extrema de un capitalismo que se sabe en crisis y que, por tanto, no puede ya gobernar sin bloquear.

La OCS representa aproximadamente:

  • La mitad de la población mundial.
  • Un cuarto de la superficie terrestre.
  • Un cuarto del PIB global.

¿Qué se espera de esta cumbre?

Esta cumbre de Tianjin será la más grande en la historia de la OCS, con la participación de líderes de más de 20 países y representantes de 10 organizaciones internacionales

Durante la cumbre se prevé:

  • Firmar la Declaración de Tianjin.
  • Aprobar la Estrategia de Desarrollo de la OCS para los Próximos 10 Años.
  • Emitir declaraciones conmemorativas por el 80º aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial y la fundación de la ONU.
  • Adoptar documentos sobre cooperación en seguridad, economía y cultura.

Implicancias geopolíticas clave

  • Ampliación de la influencia de la OCS: La inclusión de nuevos miembros y la expansión geográfica refuerzan la posición de la organización como contrapeso a influencias occidentales
  • Fortalecimiento de lazos China-India: La asistencia del primer ministro indio Narendra Modi a la cumbre podría aliviar tensiones bilaterales y promover la cooperación regional
  • Nueva arquitectura de cooperación global: La cumbre busca establecer una alternativa multilateral al orden mundial liderado por Occidente, promoviendo un modelo basado en la cooperación mutua y el respeto a la diversidad

La cumbre de la OCS de Tianjin representa un momento crucial para la organización, buscando consolidar su papel como plataforma clave para la cooperación y el diálogo en Asia y más allá.

La cumbre de la OCS en China (31 de agosto–1 de septiembre) “molesta” a Occidente y, sobre todo, a Estados Unidos, por cuatro razones clave:

  1. Se fortalece un “club” anti-sanciones
    Con la entrada de Irán, Bielorrusia y la próxima de Bielorrusia, la OCS agrupa a varios de los países más sancionados por EE. UU. y la UE. Eso reduce el poder de los embargos occidentales y crea un espacio para intercambiar tecnología, financiación y mercados sin pasar por Washington.
  2. Desplaza la presencia militar estadounidense en Asia Central
    EE. UU. tuvo bases en Uzbekistán y Kirguistán tras el 11-S; hoy la OCS realiza ejercicios conjuntos y fomenta la cooperación de seguridad regional, lo que limita el margen de maniobra militar de Washington en el “corredor” entre Rusia, China y Afganistán.
  3. Aceleran la “desdolarización” del comercio energético
    Dentro de la OCS, Rusia, Irán y China ya pactan pagos en yuanes o rublos por petróleo y gas. Si en Tianjin se amplían estos acuerdos, se erosiona la hegemonía del dólar en los mercados de energía, un pilar clave del poder financiero de EE. UU.
  4. Compiten con la narrativa del “orden basado en reglas”
    La declaración final de la cumbre suele hablar de “multipolaridad” y “diversidad de civilizaciones”, lo que contrasta con la retórica estadounidense. Para Washington, eso no es solo diplomacia: es una batalla por la legitimidad global frente a países del Sur Global.

Cada cumbre exitosa de la OCS representa un “mini-G20 sin Occidente”, y eso erosiona la capacidad de EE. UU. de imponer sanciones, controlar rutas energéticas y fijar la agenda internacional.

La repentina amenaza militar de EE.UU. contra Venezuela justo antes de la cumbre de la OCS en Shanghái no es casualidad, y responde a varios objetivos estratégicos:

 1. Control energético y geopolítico

  • Venezuela tiene las mayores reservas probadas de petróleo del mundo y es un proveedor potencial que podría aliviar la crisis energética global.
  • En un contexto donde Rusia (otro gran exportador) está sancionada, Washington busca evitar que Caracas siga alineándose con China, Rusia e Irán.
  • Una amenaza militar es también un mensaje a los mercados: EE.UU. quiere marcar su control sobre el flujo de petróleo en el hemisferio occidental.

 2. Desestabilizar el bloque multipolar

  • La cumbre de la OCS simboliza la unidad del Sur Global y la resistencia al orden occidental.
  • Lanzar una amenaza a Venezuela en paralelo es una forma de golpear un punto sensible del eje Rusia-China-Irán, mostrando que Washington todavía tiene capacidad de presión militar.
  • Es un aviso preventivo: “no extiendan la multipolaridad a América Latina, porque este sigue siendo nuestro patio trasero”.

 3. Mensajes internos y externos de fuerza

  • Internamente en EE.UU.: en un año electoral (o de tensiones políticas), mostrar dureza frente a Maduro puede ser usado para ganar apoyo de sectores conservadores y del exilio venezolano en Florida.
  • Externamente: es una advertencia a otros países del Sur Global (África, Medio Oriente) de lo que puede pasar si profundizan demasiado sus vínculos con Pekín y Moscú.

 4. Interrumpir la proyección de China en América Latina

  • China ha invertido miles de millones en petróleo, infraestructura y telecomunicaciones en Venezuela.
  • Un escenario de intervención militar complicaría la capacidad de Pekín de consolidar su influencia en la región.
  • Para Washington, Venezuela es una pieza estratégica: si se mantiene en la órbita china, refuerza la multipolaridad también en el hemisferio occidental.

EE.UU. busca mostrar poder, controlar recursos energéticos y frenar la expansión del bloque multipolar en América Latina. La amenaza militar contra Venezuela, justo antes de la cumbre de Shanghái, es un golpe de advertencia: intenta neutralizar la narrativa de unidad del Sur Global recordando que en el hemisferio occidental Washington todavía pretende mantener la hegemonía.

No es un movimiento improvisado, sino bien calculado dentro de la lógica estratégica de EE.UU..

1. Cálculo geopolítico

  • La amenaza llega justo antes de la cumbre de Shanghái (OCS), cuando China busca proyectar la multipolaridad.
  • EE.UU. aprovecha el momento para recordar que su influencia militar es global y que aún tiene capacidad de alterar la estabilidad de un aliado clave del bloque (Venezuela).
  • Es un movimiento de distracción y presión simultánea: mientras la OCS celebra solidaridad, Washington genera incertidumbre en el patio trasero latinoamericano.

2. Cálculo energético

  • Con Rusia sancionada y Oriente Medio en tensiones, Venezuela representa una carta energética crítica.
  • Washington no necesariamente quiere invadir, sino controlar el acceso al crudo y enviar el mensaje de que cualquier intento de Pekín o Moscú por asegurar suministros venezolanos será contestado.
  • Así, mantiene el petróleo como herramienta de presión tanto contra Maduro como contra el bloque multipolar.

3. Cálculo político-estratégico

  • En clave interna: la amenaza fortalece el discurso de “mano dura” frente a regímenes antiestadounidenses, lo cual rinde electoralmente.
  • En clave externa: muestra que EE.UU. aún marca la agenda de seguridad hemisférica, alineando a gobiernos latinoamericanos dependientes de su protección o financiamiento.

El movimiento está cuidadosamente calculado. No necesariamente para ejecutar una intervención inmediata, sino como arma de disuasión: frenar la expansión de China y Rusia en América Latina, condicionar a Maduro y erosionar el relato multipolar de la OCS en un momento clave.

El movimiento de EE.UU. contra Venezuela —incluso si es solo una amenaza militar— conlleva riesgos muy serios en varios niveles. Te los detallo:

1. Riesgo de Escalada Regional

  • Respuesta de aliados de Maduro: Rusia podría enviar más asesores militares, China aumentar apoyo logístico y financiero, e Irán reforzar cooperación en defensa.
  • Esto convertiría a Venezuela en un foco de confrontación indirecta entre EE.UU. y el eje China–Rusia–Irán.
  • Países vecinos como Colombia y Brasil quedarían bajo presión: ¿alinearse con Washington o mantenerse neutrales?

2. Inestabilidad Energética Global

  • Venezuela es un productor clave de crudo.
  • Una intervención militar o incluso un bloqueo naval haría que el mercado petrolero global se dispare, en un momento en que EE.UU. y la UE ya sufren inflación energética.
  • Esto beneficiaría a Rusia (por precios más altos), pero golpearía a la economía mundial y a los propios consumidores estadounidenses.

3. Aislamiento Diplomático de EE.UU. en América Latina

  • Aunque Washington todavía tiene influencia en gobiernos de la región, una acción militar abierta contra Venezuela recordaría las viejas “intervenciones imperiales”.
  • Países como México, Brasil, Bolivia y varios caribeños podrían rechazar la acción, debilitando la legitimidad de EE.UU. en la OEA y la ONU.
  • Esto daría oxígeno al discurso de China y Rusia sobre la multipolaridad y la no injerencia.

4. Desgaste Interno en EE.UU.

  • Una operación militar prolongada sería muy costosa políticamente:
    • riesgo de bajas militares,
    • protestas internas contra “otra guerra innecesaria”,
    • rechazo del electorado cansado de intervenciones (Afganistán, Irak).
  • Esto podría volverse un boomerang electoral para la Casa Blanca.

5. Efecto Boomerang en el Sur Global

  • Si EE.UU. actúa contra Venezuela, otros países del Sur Global verán confirmado que Washington recurre a la fuerza cuando no logra controlar políticamente un recurso estratégico.
  • Eso fortalecería la narrativa de China y Rusia en foros como la OCS y los BRICS, acelerando la cohesión del bloque multipolar.

La amenaza contra Venezuela es calculada, pero altamente riesgosa. Puede derivar en un conflicto regional, un shock petrolero, un retroceso diplomático en América Latina y un debilitamiento de la posición global de EE.UU. Si Washington exagera la presión, podría terminar fortaleciendo, en vez de debilitar, al bloque multipolar que quiere contener.

El movimiento estadounidense debe entenderse bajo la lógica de lo que David Harvey llama la “acumulación por desposesión”: la guerra, las sanciones y la amenaza militar se convierten en mecanismos para reconfigurar mercados, disciplinar Estados y asegurar flujos de recursos vitales para el capital. La intervención —real o potencial— contra Venezuela se inscribe en este patrón, donde la violencia imperial no es un accidente, sino un instrumento estructural del capitalismo global.

De este modo, la maniobra militar no solo busca neutralizar a Caracas, sino también enviar un mensaje al resto del Sur Global: la multipolaridad tiene un precio, y ese precio puede ser la guerra.

Los riesgos del imperio en declive:

Sin embargo, la estrategia entraña riesgos profundos para Estados Unidos. Una acción militar contra Venezuela podría desatar un alza global del petróleo, debilitar su posición diplomática en América Latina y, paradójicamente, reforzar la narrativa de China y Rusia como defensores de la soberanía frente a la injerencia occidental. La maniobra revela más debilidad que fortaleza: un imperio que ya no puede sostener su hegemonía solo con diplomacia y debe recurrir al chantaje militar.

En la antesala de Shanghái, Estados Unidos quiso mostrar músculo. Pero lo que expone es fragilidad: la necesidad de intimidar a un país del Sur Global para mantener la ilusión de hegemonía. En realidad, cada amenaza de Washington acelera el proceso contrario: la cohesión del bloque multipolar, la resistencia del Sur Global y la lenta, pero inexorable, erosión del poder imperial.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.