El domingo día 8 Se reiniciaron de los combates fronterizos entre Tailandia y Camboya después de que un soldado tailandés sufriera graves heridas tras pisar una mina camboyana terrestre PMN-2 de la era soviética cuando patrullaba la frontera, la que, según Phnom Penh, había sido colocada después de ordenado el alto el fuego.
El hecho fue uno de los episodios que terminó por derrumbar el endeble acuerdo de paz firmado en Malasia el pasado octubre como resultado de las torpes presiones de Donald Trump, que había amenazado con la suspensión de privilegios comerciales. (Ver: Tailandia-Camboya: las paces de Donald Trump). Sin considerar la larga historia del conflicto, que se remonta a los tiempos de la Indochina francesa (Camboya, Vietnam y Laos), y su torpeza a la hora del trazado de mapas (1904) con el entonces reino de Siam (Tailandia), que dejó en disputa una serie de antiquísimos templos budistas-hinduistas (Ver: Tailandia-Camboya, la guerra de los templos).
Históricamente el reino de Siam había abarcado a Camboya y esa pérdida territorial todavía es para Tailandia una pérdida, mientras Camboya no ha dejado de observar a sus vecinos como una amenaza imperialista. Mientras que, para Tailandia, Camboya, al igual que Laos, no han dejado nunca de ser considerados territorios perdidos a manos del imperio colonial francés.
La demarcación fronteriza entre ambas naciones solo abarcó, hasta 2025, los seiscientos dos kilómetros analizados por un estudio conjunto, consiguiendo acordar cuarenta y cinco de los setenta y cuatro hitos establecidos en la frontera. Al tiempo que ciento noventa y seis kilómetros nunca fueron estudiados. Por lo que este limbo, que impide el trazado certero de mapas, es lo que ha precipitado inicialmente el conflicto, más allá del interés cultural y religioso de algunos templos.
A partir del reinicio de las hostilidades, una vez más Trump volvió a inmiscuirse en el conflicto con un inespecífico: “haré unos llamados”, de los que nadie se ha dado por aludido, mientras la escalada continúa en desarrollo.
Si realmente Trump logró realizar aquellas llamadas, sería bueno que se enterara de que ha fracasado y que los choques transfronterizos ya han superado las marcas, que habían provocado cuarenta muertos y trescientos mil desplazados. Lo que significaron entonces las acciones militares más importantes desde las que se produjeron entre 2008 y 2011. En este punto no hay que olvidar los severos incidentes de 2003, cuando fue incendiada la embajada thai en Phnom Penh, la capital camboyana.
En el actual contexto, las acusaciones entre Bangkok y Phnom Penh continúan. Tailandia sigue atacando con sus aviones de combate F-16 de origen estadounidense y los Gripen suecos, con los que atacó las Ghost Mountains, donde existió uno de los campos de prisioneros más importantes del gobierno del Khmer Rouge, en la provincia de Preah Vihear, al norte de Camboya, y en proximidades de la ciudad de Poipet, en la provincia occidental de Banteay Meanchy.
Mientras, Camboya responde con cohetería de origen ruso, los famosos BM-21 de medio alcance, que utiliza lanzadores montados en camiones, con capacidad para andanadas de hasta cuarenta proyectiles por vez.
Los sectores fronterizos particularmente más afectados son los sectores que comparten del lado tailandés la provincia de Sa Kaeo y del lado camboyano la de Banteay Meanchey. Aunque los ataques, según el primer ministro de Camboya, Hun Manet, también replican en la provincia nororiental de Prey Chan, donde habrían resultado muertos y heridos un número sin confirmar de civiles. (Ver: Tailandia-Camboya, una carrera al abismo).
Durante las primeras horas del lunes 22, los ataques continuaban, poniendo en riesgo el trabajo diplomático que está realizando la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), donde se intenta evitar por vía diplomática que el acuerdo de alto el fuego negociado por Malasia y los Estados Unidos no termine de estallar.
Desde el reinicio de los combates, los muertos ya superan las cifras de julio y el número de desplazados superó el millón de personas. Un número compuesto por pobladores de ambos lados de la frontera.
En estas últimas horas las denuncias se han seguido multiplicando. El Ministerio de Defensa Nacional de Camboya acusó a Tailandia de que los ataques de los F-16 fueron direccionados contra blancos de la provincia de Banteay Meanchay, incluyendo el rociado de un gas tóxico no determinado en cercanía de la aldea de Prey Chan, en las áreas de los templos en disputa. Estas afirmaciones han sido corroboradas por imágenes publicadas en las redes sociales, en las que se puede observar a la población civil, incluidos niños y ancianos, huyendo de los sectores atacados por la aviación tailandesa Los bombardeos también se han extendido a la provincia de Battambang en el oeste camboyano, que han provocado daños en viviendas y algunos heridos, sin que se hayan reportado muertes.
Mientras, medios tailandeses se encuentran informando sobre fuego cruzado con armamento pesado en el distrito de Khok Sung, de la provincia de Sa Kaeo, desde las primeras horas del día 22.
La multiplicidad de ataques y la variedad de sectores comprometidos, indican el incremento de la escalada, aunque también podría ser una estrategia para discutir desde posiciones de más fuerza. Ya que se espera en la ciudad de Kuala Lumpur, la capital de Malasia, en el marco de la reunión de la ASEAN. Representantes de ambos países posiblemente lleguen a la reunión. Este será el primer encuentro desde el rompimiento del alto el fuego.
La omnipresencia china
Mientras Camboya intensifica los ataques de artillería contra la provincia tailandesa de Sa Kaeo, donde las bajas tanto de militares como civiles se están incrementando, desde Kuala Lumpur, se informa la posibilidad de que entre el miércoles o jueves de esta semana se alcance un nuevo alto el fuego.
Más allá de esas esperanzas, lo realmente cierto es que el conflicto avanza en todas direcciones. La prensa tailandesa sigue informando acerca de más bajas de su lado, al tiempo que se siguen produciendo evacuaciones masivas, ya que aldeas y hospitales han sufrido grandes daños, al igual que infraestructura clave en esas áreas y algunas bases militares que han recibido ataques con artillería pesada.
Además de los sectores de Sa Kaeo, donde los bombardeos camboyanos son continuos, sucede lo mismo en otros distritos cercanos como Khok Sung, Ta Phraya, donde al menos veintidós soldados del ejército thai murieron en la mañana del lunes.
Si bien los enfrentamientos se suceden a lo largo de los ochocientos kilómetros de la frontera, el centro de los combates se está desplazando hacia Sa Kaeo. Donde el Ejército Real Tailandés está operando para recuperar áreas bajo el control camboyano. Como Ban Nong Chan, Ban Nong Ya Kaeo y Ban Klong Pang.
En este contexto, y mientras se profundizan los combates, Bangkok ha hecho conocer su disgusto por la venta de armas de China a Camboya, señalando que Beijing debería restringir esas ventas, ya que Tailandia es un socio comercial mucho más importante que Phnom Penh. La acusación fue respaldada mostrando material capturado a soldados camboyanos, como granadas y cohetes antitanques no guiados de ese origen, además de los cohetes de largo alcance PHL-03.
Las acusaciones de Tailandia tienen un asidero, ya que no es un secreto que desde hace años Beijing es el mayor proveedor de armamento de Phnom Penh, al tiempo que los Estados Unidos lo ha sido por décadas de Tailandia, incluso entrenando a sus militares en los ejercicios anuales Cobra Gold y otros, aunque en estos últimos años Beijing ha superado a Washington en la venta de armamento al reino, superando también en esto a los Estados Unidos.
Por su parte, el Ministerio de Defensa de Beijing se desligó de las acusaciones señalando que China “no tiene que ver en la reanudación de las hostilidades”.
Según artículos periodísticos estadounidenses, tuvieron acceso a informes de inteligencia tailandesa en los que se detallaba que semanas antes del estallido de julio China había enviado a Camboya unos cuarenta contenedores que transportaban armamento, lo que la Embajada de Beijing en Bangkok negó, declarando que, como amigo de ambas naciones en conflicto, no ha armado a ninguno y que las armas chinas de las que dispone Camboya han sido provistas con antelación al conflicto.
El incremento del comercio entre China y Tailandia estrechó también las relaciones políticas, un cambio histórico en el orden regional. Marco que ha posibilitado las negociaciones entre estos nuevos socios para la construcción de un megaproyecto de ferrocarriles de alta velocidad, entre la sureña ciudad china de Kunming y Singapur, que atravesaría Laos, Tailandia y Malasia, lo que aproximadamente demandaría más de siete mil kilómetros. Lo que agilizaría el comercio chino con todos los puertos del estrecho de Malaca, un paso vital para sus exportaciones e importaciones. Además, China negocia con Camboya el uso exclusivo de la renovada Base Naval de Ream, sobre el golfo de Tailandia, que le daría un estratégico acceso al sur del golfo, del que hasta ahora China ha carecido y es esencial para el control del cada día más caliente Mar de China Meridional.
Aunque más allá de cualquier especulación sobre esta nueva guerra que parece ignorar las presiones de Donald Trump, tal como sucede en el caso de la guerra civil de Sudán, lo que fue la de Etiopía, los golpes de Estado en Bangladesh (2024) contra la primera ministra Sheikh Hasina o el de Pakistán (2022) Imran Khan, el ya largo conflicto en Birmania o en el caso de la crisis que acabamos de describir, suceden siempre donde Beijing desembarca con inversiones millonarias, como si el sino de las brujas que no existen le persiguiera.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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