«Que el papa se transforme en batata y lo coma quien tenga hambre» Adrian Berra, Sigue Ciudad del Vaticano, 11 de febrero del 2013, en una reunión que a casi nadie le interesa se da una noticia que parece sorprender a todo el mundo: el Papa Benedicto XVI renuncia a su ministerio de Obispo […]
Adrian Berra, Sigue
Ciudad del Vaticano, 11 de febrero del 2013, en una reunión que a casi nadie le interesa se da una noticia que parece sorprender a todo el mundo: el Papa Benedicto XVI renuncia a su ministerio de Obispo de Roma y máximo jerarca de la iglesia Católica.
Las repercusiones no se hacen esperar: sus colegas jefes de estado, hablan de sorpresa y de «decisión respetable», sus subordinados obispos en la Iglesia católica se denominan «huérfanos» (¿los cuervos saben lo que es la orfandad?), etcétera, etcétera, etcétera…
Los medios masivos de desinformación hablan a cada momento de «decisión histórica». Realmente la medida tiene precedentes hace más de 600 años, pero en un contexto mucho más frágil del papado. La decisión, si es medida por la vara de sus antecesores papas, es una medida «histórica». Aunque reniego de utilizar el término, quizás porque la medida cristiana para ver si un paso es histórico es acercarse al Dios hecho historia, en el carpintero de Galilea… de esa historia, está muy lejos la jerarquía de la Iglesia Católica.
Estos días la desinformación girará en torno a ¿Por qué renunció el Papa? Ratzinger, un hombre de libros, ha calculado el paso y las razones: dijo estar limitado por la fuerza y la salud. Igualmente el porqué no nos interesa tanto. La pregunta central que tenemos es, ¿A qué renunció Ratzinger?
La primera respuesta es clara: renuncio al ministerio que se le ha encomendado como obispo de Roma (suelta el timón de la barca). Y este suceso tiene día y hora fijado: el 28 de febrero a las 10:00 el cardenal Ratzinger dejará de ser el Papa.
La pregunta se pone más interesante si se realiza en negativo, ¿A qué no renuncia Benedicto XVI?
Y la respuesta vuelve a ser, a mi entender, contundente: Ratzinger deja el cargo, habiéndose asegurado que el modelo de Iglesia que cimento Juan Pablo II, fue canonizado junto a su persona y permanecerá en el tiempo. Ratzinger deja «su ministerio», pero no renuncia a su modelo eclesial: la estructura institucional de una «iglesia» del poder (el poder sagrado que hizo posible la aberración estructural de esta «iglesia pedófila»), movida por el miedo, comprometida con el fundamento de este sistema capitalista de muerte, está más vigente que nunca. El papa en sus ocho años de mandato, ha dejado como herencia una generación de obispos nefastos que aseguran «la normalización» de su territorio diocesano… los embajadores miedosos del jefe, cumplirán las ordenes a rajatabla (la diócesis de San Cristóbal de las Casas es un ejemplo paradigmático).
Benedicto XVI se va, ¡porque sabe que se queda!
Entonces, algún «adulto», gritará que estas líneas nacen de un joven revoltoso por naturaleza, que tiene 60 años menos que el padre Ratzinger. Y tendrá razón, solo que también deberá escuchar, que somos muchos los creyentes que NO RENUNCIAMOS a que:
La Iglesia sea una mediación histórica para construir salvación en este mundo;
Los servidores de esta mediación, sean pastores y no funcionarios,
Y que esta Iglesia, se parezca cada día más a Jesusito, aquel artesano que amó hasta el extremo martirial de la cruz…
No renunciamos a luchar por un mundo nuevo, y hacerlo desde nuestra fe y desde la iglesia…
La historia nos reclama a los creyentes. Y la coyuntura abre puertas a nuestro favor. En medio de la crisis profunda que atraviesa el mundo, desde el ámbito económico, al político y ético, resulta necesario reformular una vieja pregunta: en la Edad Media, la pregunta era ¿fuera de la Iglesia puede haber salvación?; hoy la pregunta se decanta por ¿Cómo puede haber salvación dentro de esta secta farisaica que se ha vuelto al Iglesia institucional?
Creemos que no hay una voz que pueda responder a esta pregunta, porque creemos que el paso a dar es la democratización profunda de esta gran comunidad que es la iglesia. Entendemos democratización, en primer término, como la apertura franca del dialogo y la participación en los temas que configuran la vida de la comunidad, a todos y todas… que «los hombres de buena voluntad», destinatarios de tantos documentos, sean protagonista de los pasos realmente históricos que Dios exige en este tiempo.
Concretamente hay dos semanas antes que el Papa deje vacante «el trono de San Pedro» (increíble que un seguidor del pescador del lago de Galilea, sea revestido en un trono y no reciba un delantal en los suburbios, ¿no?)… muchos especularan con la llegada de un Papa negro o Latino (cuesta creer que los cuervos de la curia Romana lo permitan). Nosotros no queremos un cambio de color, sino de las reglas del juego (ya tenemos un afrodescendiente sentado en la siempre «casa blanca»):
– Hay que reformar el colegio cardenalicio que es el cuerpo elector del próximo Papa.
– Hay que replantear el rol del Obispo de Roma.
– Finalmente hay que presentar el compromiso histórico de abrir una franca transformación en los temas que son cruciales en este tiempo, una verdadera hoja de ruta de vuelta a Jesús…
Este proceso de cambio (que es nuestro sueño, más que una realidad que tengamos cerca), debe ser profundamente sinfónico, para volver a compartir los gozos y fatigas de este mundo. Y al estilo de «un tal Jesús», sentirnos estructuralmente con las entrañas conmovidas, para construir una institución desde los dolores de las mayorías (allí donde reside la única autoridad cristiana, la autoridad de los que cargan este mundo).
NUNCA MÁS una Iglesia sin ellas…
NUNCA MÁS una Iglesia sin los otros…
NUNCA MÁS una iglesia que se crea dueña de la verdad…
NUNCA MÁS una Iglesia encarnada en el poder de este mundo…
NUNCA MÁS una Iglesia que no nos invita a pensar…
NUNCA MÁS una Iglesia sectaria, que manipula a «Dios» según sus caprichos…
NUNCA MÁS una Iglesia que este al margen de la suerte de los pobres de este mundo…
NUNCA MÁS una Iglesia que traiciona a Jesús…
NUNCA MÁS una Iglesia que no se apasiona en la lucha por una humanidad nueva, por un mundo nuevo…
A LA IGLESIA DEL PODER QUE SOSTIENEN LOS DE ARRIBA… A ESA IGLESIA, NOSOTROS RENUNCIAMOS.
Nos queda la fe en el carpintero… a ellos la ambición de poder.
Nos queda la esperanza del Reino de Dios, que es Otro mundo posible (un mundo donde quepan muchos mundos)… a ellos las especulaciones y las trampas.
Nos queda el amor… a ellos mucho miedo.
Este no es un tratado sobre los cambios necesarios, sino simplemente un grito que reivindica nuestro derecho a querer vivir de otra manera la fe y la vida… y así decirlo, y así construirlo, y así lucharlo.
Francisco Herman Bosch (un creyente). Las Palmas, San Salvador (El Salvador)
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