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La situación en Irán

Ahmadinezhad: un error de Jameneí

Fuentes: Rebelión

Cuando hace tres meses Alí Jamenieí, la máxima autoridad de la República Islámica, decidió que fuese M. Ahmadinezhad el séptimo presidente del régimen, no se había imaginado que dos meses después se iba a lamentar de su grave error. Su apoyo al joven fundamentalista y representante del sector militarista no tenía otro objetivo que debilitar […]

Cuando hace tres meses Alí Jamenieí, la máxima autoridad de la República Islámica, decidió que fuese M. Ahmadinezhad el séptimo presidente del régimen, no se había imaginado que dos meses después se iba a lamentar de su grave error. Su apoyo al joven fundamentalista y representante del sector militarista no tenía otro objetivo que debilitar la posición de su gran rival, Hashemi Rafsenyani, «El padrino» de la teocracia islámica. Pero, el protegido del líder espiritual en poco tiempo ha cometido tantos errores que está poniendo en peligro la propia existencia de su particular república.

A nivel interno, sus gestiones radicales y beligerantes no sólo han causado la huida masiva de capitales nacionales y extranjeros del país , provocando la caída drástica de la bolsa de Teherán, sino que también han impedido conseguir el voto de confianza del parlamento para cuatro ministerios claves, entre ellos el de petróleo, que aun siguen sin tener responsables. Sin embargo, los asuntos internos preocupan menos a los dignatarios del país, puesto que saben que su telón de Aquiles se encuentra en su delicada posición internacional. Sólo les faltaba los discursos del nuevo presidente ante la ONU sobre la continuidad de su programa nuclear, y las amenazas a Israel para que empiece la cuenta atrás para una confrontación con EEUU., ya inevitable. Los viejos ayatolás que han sabido sobrevivir a las adversidades desde que tomaron el poder en 1979, han intentado rebajar rápidamente la tensión, obligando al gobierno, primero a expresar su voluntad a regresar sin condiciones a la me sa de negosaciones con la troica europea sobre el programa nuclear del país, y después publicar un comunicado en el que precisaba que «Irán es legal con sus compromisos basados en la carta de la ONU y nunca usó o amenazó con usar la fuerza contra ningún país». Para aislar aun más al presidente, Alí Larijani, secretario del consejo supremo de seguridad nacional iraní, afirmó que «sólo incumbe a los palestinos defender sus derechos y a nadie más».

Pero Jameneí ha ido más lejos de darle al presidente unos tirones de oreja y en un acto sorprendente ha cedido su facultad de supervisar las decisiones tomadas por los tres poderes, al Consejo de Conveniencia, precedido por el mismísimo Hashemi Rafsenyani, el actual presidente del Consejo de Conveniencia (una especie del Consejo de Estado), y enemigo de Ahmadinezhad, para contrarrestar el poder que el sector militar está tomando en todas las instituciones del país.

Algunos analistas iraníes creen que los gestos del presidente, lejos de ser «errores» forman parte de su estrategia para aumentar la crisis en las relaciones de Irán con la comunidad internacional, propiciando una situación bélica para monopolizar el poder. En esta línea, el presidente está advirtiendo a sus contrarios que es capaz de deshacer en unos minutos lo conseguido por la diplomacia durante años.

El asilamiento total de los reformistas del poder, ha cambiado la escena política del país, dejando la dicotomía al clero ultraconsrvador y los militares seculares ultraderechista, quienes no esconden sus deseos de enviar a los primeros a las mezquitas. La prensa reformista, como una medida para remediar esta peligrosa situación, ha pedido a Jamenei la destitución de los comandantes de las fuerzas armadas, e impedir que el jefe del ejecutivo formara un gabinete con ministros con expediente castrense, advirtiéndole que en caso contrario, tendrá que responder con «armas» a los hombres armados del presidente.

El plan de ataque en marcha

Teherán es consciente de que nada, ni el pantano iraquí en el que está atrapado, postergará la agresión militar de EEUU que según Scott Ritter, el ex jefe de inspectores de armas de la ONU en Irak, está puesto en marcha desde el mes de junio. El «ataque quirúrgico» se prepara en los países vecinos de Irán, por sus los cuatro costados: desde la República de Azerbaiyán, Irak y Turquía hasta Afganistán y Pakistán, sin olvidar los países árabes del Golfo Pérsico. El objetivo principal de Washington no será otro que acceder a las segundas reservas de gas y petróleo del planeta, ubicada en el país persa, el único de la región aun fuera de su control. Todo indica que sólo hay que esperar el anuncio televiso de una nueva «guerra preventiva».

Irán no es Irak

Lo más grave en este escenario es que EEUU no se han percatado de que ni Irán es Afganistán o Irak -desde el punto de vista histórico, tejido social y étnico, económico o militar -, ni los que gobiernan este país se parecen a los Taliban -una pequeña pandilla de simples lumpenes- ni a Saddam, un patoso dictador que cayó, en todos los sentidos, en la trampa de sus enemigos.

Las autoridades islámicas hace tiempo que hacen sus cábalas para que un ataque de EEUU les salga lo más costosos posible. Con tan sólo mostrar por su televisión, la tragedia diaria de la «liberación» de Irak, y recurrir al orgullo tradicional persa -de haber sido la primera superpotencia de la historia- tienen garantizado la no colaboración de diferentes etnias -como los kurdos-,con el agresor.

Por lo tanto, el gobierno iraní jugaría sus cartas en el terreno externo, amenazado a llevar, en caso de ser atacado, la guerra por todo el mundo. Para demostrar que puede hacerlo, celebra una particular reunión de «Internacional de Suicidas» en Teherán con miles de voluntarios procedentes de casi todos los países musulmanes, advirtiendo que, si hasta el momento su régimen no ha participado en ningún atentado terrorista, es porque no se lo había propuesto; tampoco oculta su poder de convertir a Irak y Afganistán en un verdadero infierno para los ocupantes, ni de su capacidad en sembrar el terror en Israel, desestabilizar Pakistán, Arabia, Líbano y Turquía entre otros; ni de minar el Golfo Pérsico e impedir la salida de 15 millones de barriles al día del Estrecho de Hormoz, y colocar el precio de petróleo en 150 dólares el barril, arruinando las economías occidentales.

En una palabra, mucho cuidado con quienes no dudarán en aplicar la táctica de «morir matando» a nivel global.