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Ahora, también Pakistán

Fuentes: La Estrella Digital

Tras casi siete años de combatir infructuosamente a los talibanes y a Al Qaeda con la cooperación de Pakistán, y ante el ya inocultable fracaso de las operaciones que EEUU desarrolla contra aquéllos en Afganistán (con el nombre clave de «Libertad duradera»), en julio pasado el presidente Bush autorizó, en una orden secreta, que las […]

Tras casi siete años de combatir infructuosamente a los talibanes y a Al Qaeda con la cooperación de Pakistán, y ante el ya inocultable fracaso de las operaciones que EEUU desarrolla contra aquéllos en Afganistán (con el nombre clave de «Libertad duradera»), en julio pasado el presidente Bush autorizó, en una orden secreta, que las fuerzas de operaciones especiales de EEUU pudieran atravesar la frontera desde Afganistán y operar en Pakistán sin la previa aprobación del Gobierno de este país.

En la práctica, estas acciones militares transfronterizas no se limitan sólo a algunas incursiones de comandos que continúan en tierras pakistaníes las operaciones iniciadas en Afganistán, lo que se entiende como «persecución en caliente» y se autoriza en la legislación internacional en algunos casos concretos, tras establecer acuerdos de cooperación policial entre los Estados. Por el contrario, utilizando aviones teledirigidos, armados con misiles aire-tierra, se han atacado desde el aire varios poblados pakistaníes.

Estas acciones que violan la soberanía de un Estado independiente se vienen desarrollando en las llamadas zonas tribales, sobre todo en Waziristán, donde a juicio del Gobierno de Bush la autoridad pakistaní es prácticamente inexistente. Esto, cuando no se sospecha abiertamente de cooperación oculta con los talibanes de los servicios de inteligencia pakistaníes y algunas autoridades locales.

En la primera semana de septiembre saltó a los medios de comunicación la ejecución de una operación de estas características con intervención de uno de los temibles aviones de «artillería aérea» C-130, de cuyos nefastos efectos en Afganistán -causando víctimas entre la población civil- se ha dado cuenta ya en estas páginas. El Gobierno pakistaní ha manifestado su condena: «Todo lo que han logrado ha sido matar a población inocente y aumentar el odio a América en las zonas tribales», declaró un portavoz pakistaní.

El embajador de Pakistán en Washington afirmó que «las acciones unilaterales de las fuerzas estadounidenses no contribuyen a la guerra contra el terrorismo, porque sólo irritan a la opinión pública. En este último incidente, nada se ha ganado tras el ataque militar». Un miembro de la Universidad Nacional de Defensa de Islamabad afirmó: «Esto juega a favor de los extremistas, sobre todo cuando el número de víctimas civiles es muy superior al que los americanos creen que están causando a los insurgentes o en sus refugios». Por otra parte, ya se han producido los primeros incidentes entre tropas estadounidenses y del ejército pakistaní, con intercambio de disparos, aunque las noticias al respecto son muy confusas, a causa de su crítica naturaleza para las relaciones entre EEUU y Pakistán.

El asunto es de complicada resolución porque, además, los aviones radiodirigidos armados con misiles pertenecen a la CIA, mientras que las fuerzas de comandos -del Ejército y la Marina- están controladas por el Pentágono. Las rivalidades entre organismos distintos pueden dificultar la coordinación, y a esto se suma el inocultable interés de la Casa Blanca por lograr a toda costa éxitos relevantes en los meses finales de la fracasada presidencia de Bush.

La situación se agrava aún más a causa del incremento de la actividad terrorista, no sólo en el Afganistán militarmente ocupado y en guerra, sino en el mismo Pakistán, donde el último atentado, de estremecedora brutalidad, tuvo lugar en Islamabad hace tres días. Cuando en julio pasado una bomba destrozó la embajada de la India en Kabul, en la CIA se sospechó que estaban implicados en el hecho los servicios de inteligencia pakistaníes, pero también altos mandos militares de este país, incluyendo al jefe del Ejército.

En términos geopolíticos no es aventurado suponer que los principales responsables de la seguridad pakistaní se apoyan en los grupos insurgentes de la zona para conservar su ascendiente y su influencia en esos territorios, manteniendo así una zona tampón frente a la India y Afganistán. Pero se trata de un juego de gran estrategia que puede tener muy graves consecuencias. Sobre todo, si se enfrenta a la peligrosa estrategia actual de la OTAN de llevar su centro de gravedad hacia el Este y conservar su presencia militar en las fronteras con China e Irán.

Aunque la clave de la política pakistaní sigue estando en su ejército, si prosiguen las violaciones de la soberanía por fuerzas de EEUU, la situación puede llegar a ser muy peligrosa. No se sabe qué pasos adoptará al respecto el nuevo inquilino de la Casa Blanca a partir del año 2009. Más que nunca, se hace necesario que EEUU y la OTAN tracen un plan claro de salida de Afganistán. Y que ese plan se complemente con una solución negociada de estabilidad en esta crítica zona, solución a la que no pueden ser ajenos otros países como Rusia, India, Irán y Pakistán. Porque lo único cierto hasta hoy es que tanto la OTAN como EEUU han fracasado rotundamente tras su irrupción violenta y militarizada en esta región después de los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001. Este frustrado modelo es el único que no tiene ya razones para sostenerse.

* General de Artillería en la Reserva