El gobierno alemán anunció el envío de mil cañones antitanque y 500 misiles antiaéreos Stinger, además de 400 cañones antitanque de fabricación nacional desde Países Bajos, y nueve obuses D-30 y municiones desde Estonia para apoyar a las fuerzas armadas de Ucrania en la guerra contra el ejército ruso y los grupos separatistas.
La medida marca una ruptura con la prohibición alemana de exportar equipos letales a las zonas en conflicto, vigente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945, y reforzada hace 20 años, cuando el país era gobernado por una coalición entre los socialdemócratas y los verdes (mismos partidos que, junto con los liberales del FDP, integran el gobierno actual).
Así, Alemania da su mayor giro desde la caída del Muro de Berlín. Aquella Alemania salida de la Guerra Fría, que gasta muy poco en defensa y que mantenía la mayor parte de sus cazabombarderos en tierra por falta de suministros y entrenamiento de sus pilotos, murió el sábado último. Aquella que con los gobiernos de Gerhard Schröeder y Angela Merkel intentó apaciguar a Rusia, negociar con Rusia, hacer negocios con Rusia, ya no existe.
El jefe de gobierno, el socialdemócrata Olaf Scholz, explicó en el Bundestag (Parlamento) que el ataque de Putin a Ucrania es “un parteaguas en la historia, nada será como antes”. Scholz dijo varias veces que se trata de “la guerra de Putin, no la guerra de los rusos”.
Los discursos que siguieron al de Scholz muestran que la Alemania de ayer no será la de hoy y que las certidumbres geoestratégicas de la primera potencia europea, sus informes de política exterior, están todos caducos.
La oposición está con Scholz. El nuevo líder de la CDU, Friedrich Merz, el hombre que sustituyó a Merkel a la cabeza de los conservadores, aseguró que apoyará al gobierno: “de forma brutal, un sistema autoritario lanzó una guerra de agresión en el corazón de Europa. La guerra de Ucrania sucede a menos de dos horas de avión de donde estamos”.
La tercera pata del gobierno, la del liberal Christian Lindner, dijo que para Alemania es “el fin de las ilusiones sobre la Rusia de Putin. Estamos del lado de los ucranianos”. Lindner, ministro de Finanzas señaló desde el ministerio de Finanzas que “. Vamos a aislar a Rusia. Económica, financiera y políticamente. Vamos a mantener el esfuerzo a largo plazo y estamos dispuestos a pagar el precio porque es el precio de la paz y de la libertad”.
Uno de los anuncios de Scholz se dirigió al empeño de su gobierno por romper la dependencia energética de Rusia y aseguró que además de agilizar el desarrollo de las energías renovables, será fundamental aumentar las reservas de carbón y gas –en este último caso en 2.000 millones de metros cúbicos–, al tiempo que anunció la construcción de dos terminales de gas natural licuado.
Si la clase política de la mayor potencia europea cumple su palabra, será en pocos años la primera potencia militar europea tras las fuerzas nucleares francesas y británicas, liderando la expansión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hacia el flanco oriental europeo. ¿Podrá desmarcarse de su pasado belicista, y en particular de los horrores del régimen nazi? Para los analistas, el respaldo militar a Kiev supone el fin de una dilatada tradición de equidistancia diplomática entre Washington y Moscú.
El canciller Olaf Scholz reaccionó a las operaciones bélicas rusas, anunciando la creación de un fondo especial de 100 mil millones de euros (superior al presupuesto ruso) para sus fuerzas armadas en los próximos tres años, y que en lo sucesivo mantendrá su gasto militar por arriba del dos por ciento del PIB, con lo que parece anticipar una confrontación prolongada y establecer un tono de fuerza ante el Kremlin.
Cabe recordar que la crisis económica y el ánimo de revancha fueron el fermento del que surgió la ideología nacionalsocialista a finales de los años 30 del siglo pasado y que auparon al poder a Adolfo Hitler, cuyo régimen contó con las simpatías de gobiernos y empresas occidentales para los que el enemigo a vencer no era el nazismo, sino el comunismo.
La obsesión hitleriana con la aniquilación del modelo de inspiración marxista llevó a Alemania a lanzar la Operación Barbarroja, la mayor campaña militar de la historia, en la que tres millones de soldados invadieron la Unión Soviética y asesinaron o causaron en forma indirecta la muerte de 27 millones de personas antes de ser derrotadas por el Ejército Rojo.
Por más que la propaganda de occidente se empeñe en presentar la caída del nazismo como una hazaña estadunidense y europea, no puede olvidarse que 80 por ciento de todas las bajas alemanas se dieron en el frente oriental, y el bloque soviético fue el que sufrió la mayor devastación bajo las tropas del Tercer Reich. Fue esa traumática historia, lo que guió la autolimitación alemana en el despliegue de su industria armamentística.
Pero ni tanto: Alemania es el cuarto mayor exportador de armas del mundo. Lo que esperan los optimistas es que las decisiones del canciller Scholz signifiquen un paréntesis y no un viraje definitivo en esa contención bélica, pues a nadie conviene un crecimiento del armamentismo y de la propensión a usar la violencia para dirimir diferencias.
*Doctorando en Comunicación Estratégica, Investigador del Observatorio en Comunicación y Democracia, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).