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Algo se cuece en Chechenia

Fuentes: Rebelión

Esta semana se cumplen nueve años de la histórica toma y liberación de Grozny por fuerzas independentistas chechenas, acción que supuso el inicio del proceso de paz de Jasaviurt, rubricado el 31 de agosto de 1996, por el que se reconocía por parte del Kremlin, entre otros puntos, el derecho de la República de Ichkeria […]

Esta semana se cumplen nueve años de la histórica toma y liberación de Grozny por fuerzas independentistas chechenas, acción que supuso el inicio del proceso de paz de Jasaviurt, rubricado el 31 de agosto de 1996, por el que se reconocía por parte del Kremlin, entre otros puntos, el derecho de la República de Ichkeria a la autodeterminación a partir de 2001. Acuerdo roto por el Kremlin con la invasión de 1999. Además, dicha acción demostró la imponente derrota militar del ejercito federal, fracaso por otra parte, que alimentó el resquemor enfermizo de importantes sectores rusos contra el pueblo checheno, y que, a día de hoy, explican, en parte gran parte, el porqué de este despropósito genocida.
Tras la invasión de 1999, la guerra en Chechenia, la «operación antiterrorista», ha ido enquistándose en una imponente clave explicativa poliédrica. La propia evolución del conflicto ha derivado en un gran proceso de implementación de ejes explicativos. Desde la negación unionista rusa de la soberanía chechena, hasta la guerra como negocio y lucro de sectores que se autoalimentan, pasando por las concepciones de tipo geoestratégico o el mero móvil vengativo; son decenas los ejes explicativos de un conflicto perenne. Así es, la cronificación del conflicto y su enquistamiento son a su vez elementos que garantizan un dinamismo extremo en los movimientos de los sujetos y autores. Alianzas, rupturas, tácticas contradictorias… el escenario ruso checheno se rige por unas constantes básicas ineludibles e identificables que se mezclan a su vez con decenas de variables de difícil interpretación.

Y es en este sentido en el que podemos creer que, en efecto, El Kremlin ha temporizado su táctica aritmética de liquidación total, tantas veces denunciada en estas páginas. Sus peones en el tablero checheno, las fuerzas kadirovistas y los escuadrones y regimientos de obediencia federal que han organizado en torno a importantes jefes militares chechenos (batallón Vastok dirigido por Sulim Yamadayev o la Milicia de Destino Especial de Chechenia, bajo el control de Ajmed Ajmadov, también ex-guerrillero y ahora partidario de Ramzan Kadirov) están siendo relegadas e incluso muchas de sus acciones denunciadas por la propia fiscalía federal. ¿La razón? Parece que Ramzan Kadirov, hijo de expresidente títere Ajmet Kadirov muerto en atentado en mayo de 2004, y «heredero» político de aquel, ha perdido «su papel» respecto al Kremlin, no es útil. Diversas fuentes insinúan que Ramzan, poderoso «señor de la guerra proruso», que controla gran parte del tráfico ilegal de petróleo y decenas de negocios mafiosos de modo parapúblico y jefe de una milicia superior a 5000 hombres está siendo apartado en virtud de una estrategia nueva del Kremlin: «normalizar Chechenia comprando voluntades».

Así es el Kremlin quiere «recontruir Chechenia». Una vez muerto el presidente legítimo Aslan Masjadov, entiende que Basayev y otros «comandantes jóvenes» serán incapaces de mantener el actual nivel de confrontación, y que la mayoría de los combatientes irán retornando, vía amnistías e indultos, «al orden», quedando aislados «los recalcitrantes». Para ello, trata de «vender» un nuevo convenio político por el que Chechenia sigue de modo indisoluble en la Federación, pero todos los derechos sobre la tierra, el subsuelo y los recursos naturales le son cedidos a la república por diez años. Además, plantean que todos los impuestos y recaudaciones serán para el presupuesto republicano, que los ciudadanos no pagarán ni por la electricidad ni por el gas. Chechenia recibirá cada año un crédito de tres mil millones de rublos y a cada checheno que sufrió de las represiones de Stalin (y estos son todos los nacidos antes del año 44) se le pagarán 150 mil rublos. Alu Alejanov, el actual presidente títere, a pesar de su falta de carisma sería el personaje a reforzar en detrimento del «loco» Kadirov y sus pistoleros.

Por lo tanto parece que El Kremlin quiere comprar la paz en Chechenia. Sabe que militar y aritméticamente le es imposible acabar con el conflicto, y antes que negociar piensa que puede «comprar» a los clanes chechenos. En parte es mera y tardía aplicación de la «filosofía» de vida norcaucásica.

Pero «la filosofía» es compleja, Chechenia es Chechenia, mucha Chechenia para el «medrero burócrata ruso», como decía Lenin. Un ejemplo. En la fase anterior, el Kremlin logró en pocas semanas organizar diversos «servicios de seguridad», con varios miles de milicianos chechenos, bajo mando checheno, «fieles a Moscú», para combatir a «los terroristas» esto es, a los independentistas y yihadistas. Solamente en Chechenia (y ahora en Irak) se pueden reclutar tan rápida y fácilmente a tantos «exterroristas» para la lucha contra esos mismos «terroristas». La idiosincrasia chechena volvió a causar una mala pasada a los «tácticos» del Kremlin: las fuerzas «prorusas» estaban más que infiltradas, eran parte del «colchón» de seguridad de muchos activistas que «descansaban» una temporada hasta el siguiente «cambio de bando». Porque a fin de cuentas como dice el refrán, «un checheno con otro checheno solo dejarán de pelear entre sí, porque se pondrán de acuerdo contra un ruso».

En la Chechenia «oficial» hay dos poderes: el del presidente elegido Alu Alejanov -actual presidente títere de Chechenia-, y el de Ramzan Kadirov. Y hoy, esto es un problema para el Kremlin. La estructura de Ramzan Kadirov prácticamente no está sometida a nada ni a nadie.

Por eso, Ramzan Kadirov, sabe, que si pierde su poder, la mayoría de sus fieles seguidores, se alejarán de él de la misma forma que a él llegaron: por un cambio de la coyuntura. Y el Kremlin, que ha sido hasta ahora el que garantizaba el poder del hijo de Kadirov ya no le necesita para tratar de buscar otro rumbo al desaguisado chechenio. Además, le odia demasiada gente, sería su final. De ahí que diversas fuentes sugieran algún tipo de negociación entre Kadirov y los independentistas, a espaldas del Kremlin, aunque todo esto es meramente especulativo con objeto de garantizar un escenario «pactado» de confrontación que garantice, no solo la pervivencia de los kadirovistas como sujetos o actores necesarios, sino el control de gran parte de los negocios que sustentan la actual situación chechena.