Cuando el profesor Carlos Taibo escribe sobre la exYugoslavia, parece que lo hiciera llevado por una pasión que lo perturba. La claridad y objetividad demostrada en otros temas, desaparece como por encantamiento al referirse a la cuestión de los Balcanes. No es una pasión nueva. Hace más de una década que se decantó por el […]
Cuando el profesor Carlos Taibo escribe sobre la exYugoslavia, parece que lo hiciera llevado por una pasión que lo perturba. La claridad y objetividad demostrada en otros temas, desaparece como por encantamiento al referirse a la cuestión de los Balcanes.
No es una pasión nueva. Hace más de una década que se decantó por el discurso occidental en esta cuestión, y sus artículos se limitan a vilipendiar a Slobodan Milosevic como si fuera el artífice y, prácticamente, responsable único de todos los desastres sufridos en esa región de Europa.
Desde luego que Slobodan Milosevic puede ser criticado por muchas razones. Y existen argumentos y pruebas que pesan en su contra. De lo que no estoy tan seguro es de que pueda ser condenado, sin previamente haber sido juzgado. Y como muy acertadamente escribe Javier Ortiz:
«No se puede ocultar que casi todos los comentarios publicados tras la desaparición del mundo de los vivos del que fuera presidente de Yugoslavia han dado por probada la totalidad de los delitos de los que estaba acusado, e incluso más que ni siquiera llegaron a formularse contra él.
En esas condiciones, no cabe duda de que el muy extraño fallecimiento de Milosevic le ha venido de perlas al Tribunal de La Haya, que ha obtenido una condena de facto sin tener que probar ni argumentar nada.
Vale la pena preguntarse por las razones de la evolución que ha seguido el juicio contra Milosevic, que empezó hace cuatro años y medio como un gran espectáculo […] El interés por aquel circo se apagó a toda velocidad en cuanto se vio que el ex presidente yugoslavo era capaz de responder a las acusaciones del tribunal aportando datos que venían a probar que sus enemigos, incluidos los de la OTAN, no habían tenido un comportamiento mucho más presentable que el que se le reprochaba a él. Recuérdese -o sépalo quien lo ignorara- que hoy en día ya no hay duda de que algunas de las matanzas que se le atribuyeron durante aquella guerra fueron meros montajes propagandísticos, fabricados para inclinar a la opinión pública occidental del lado de la intervención, y que hubo hechos de guerra muy luctuosos que le fueron reprochados y que, en realidad, habían sido actos de provocación de la parte opuesta.
El peligro que presentó el discurrir del juicio de La Haya no fue que Milosevic pudiera demostrar su inocencia angelical, ni mucho menos, sino que quedara patente que las fuerzas que lo derrocaron, con la OTAN al frente, también cometieron actos abominables, contrarios a las leyes de la guerra y merecedores de enérgico castigo. Si de veras se hubiera tratado de que un tribunal imparcial sometiera a juicio a los criminales de guerra de ese conflicto, en el banquillo de los acusados debería haberse sentado también no poca gente del otro bando».
Como si nada de esto tuviera importancia, Taibo esquiva cualquier referencia al papel jugado por la OTAN en los Balcanes y todas las cuestiones que rodean al Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia. Aunque de otro modo, difícilmente habría visto publicados sus artículos en El País. Sus afirmaciones, apoyadas en no se sabe qué fuentes, únicamente tratan de justificar su opinión personal sobre el asunto, pero no pueden ser tomadas en cuenta pues carecen del más mínimo rigor.
A diferencia de Taibo, no soy un estudioso en profundidad de lo ocurrido en los Balcanes, por tanto sólo citaré algunos ejemplos para tratar de aclarar a qué me estoy refiriendo.
Cuando nuestro autor asegura en su artículo (¿Adios a Milosevic?) que Slobodan Milosevic, «entre 1986 y 1991, acometió un decidido y planificado proceso de dinamitado del Estado federal [yugoslavo]», parece olvidar que éste no llegó a la presidencia de la República hasta mayo de 1989. Y que para entonces, la suerte ya estaba prácticamente echada.
Michel Chossudovsky asegura que «la desintegración de la federación Yugoslava tiene una relación directa con el programa macro-económico de reformas, impuesto al gobierno de Belgrado por los acreedores extranjeros. Este programa, adoptado en varias etapas desde 1980, actuó como iniciador del colapso de la economía nacional, que comenzó con la desintegración del sector industrial y la destrucción y el desmantelamiento del estado del bienestar. […] La reestructuración macroeconómica aplicada en Yugoslavia bajo una programa de política neoliberal condujo inequívocamente a la destrucción de un país entero. Ya desde el comienzo de la crisis, este papel principal de las reformas macroeconómicas fue cuidadosamente disimulado e incluso negado por los grandes medios de comunicación mundiales. […] El impacto social y político de la reestructuración económica en Yugoslavia fue cuidadosamente borrado de nuestra conciencia social y de la comprensión colectiva […] Las divisiones culturales, étnicas y religiosas se presentan dogmáticamente como la única ‘causa’ de la crisis cuando en realidad son la ‘consecuencia’ de un grave proceso de quiebra económica y política» [i].
La planificada intervención de Washington a este respecto, se encontraba en el documento secreto titulado «Política de Estados Unidos hacia Yugoslavia«. Una versión censurada del mismo fue autorizada en 1990, y gracias a ella se conocieron los objetivos que incluían «extender esfuerzos para promover una ‘revolución silenciosa’ y derribar Partidos y Gobiernos Comunistas» mientras se reintegraba a los países del este europeo hacia una economía de mercado [ii].
La primera fase de las reformas macroeconómicas iniciadas en 1980 poco antes de la muerte del Mariscal Tito «causaron estragos económicos y políticos… Redujeron el crecimiento, incrementaron la deuda externa y encarecieron, especialmente, el mantenimiento de los servicios, provocando también una devaluación que ocasionó una caída del nivel de vida yugoslavo… La crisis económica amenazaba la estabilidad política… también amenazaba con agravar las tensiones étnicas que se encontraban a punto de estallar» [iii]
En 1983, un segundo grupo de medidas se aplicaron con ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI) lo que ocasionó una masiva inflación. El crecimiento de la producción industrial, que alcanzó un índice del 7’1% anual durante el periodo 1966-1979, descendió al 2’8% en el periodo 1980-87, pasó cero entre 1987-88 y se precipitó hasta un -10’6% en 1990 [iv].
En 1988, un nuevo «Programa contra la posible inflación» aceleró aún más la crisis. «Todo se estaba yendo por el desagüe después de la sublevación de Octubre [1988] en Vojvodina y Montenegro. Slobodab Milosevic dijo en la Sesión de la Presidencia de la YCLCC [Comité Central de la Liga Comunista de Yugoslavia], que los tipos de interés estaban desgastando la economía. En un clima de caos total, los salarios se hallaban sin control… [v]. Recordemos que por entonces Milosevic era unicamente presidente de la Liga.
Ante Markovic, el gran reformador
Las medidas de reforma económica alcanzaron su clímax bajo el gobierno pro-estadounidense del primer ministro Ante Markovic. Éste «continuó con las mismas viejas promesas de ‘una política positiva’ en apoyo de las manufacturas, mientras de hecho, se iniciaba un desmantelamiento del sistema. Una vez que se fueron aboliendo reglamentaciones obligatorias, las presiones inflacionarias, que se habían contenido durante años, surgieron como una ola de hiperinflación…» [vi]. La inflación, que fue creada casi deliberadamente, creció gracias a la liberalización de precios y a las devaluaciones del cambio un 2.700 por ciento en 1989.
En mayo de 1989 Milosevic llegó a la Presidencia de la República. Pero para entonces, Markovic ya había establecido con Bush (padre) la implantación de más amplias reformas económicas incluyendo una nueva devaluación de la moneda, una congelación de salarios, la reducción de los gastos públicos, la mejora de la legislación para las inversiones extranjeras y la anulación de empresas de titularidad pública y en régimen de autogestión [vii].
El paquete de medidas económicas fue puesto en marcha en diciembre de 1989 bajo un Convenio de Apoyo del FMI y un préstamo del Banco Mundial (BM). Los recortes presupuestarios supusieron el colapso de la estructura fiscal de la federación y, consecuentemente, la suspensión de transferencias de pago del Gobierno Central de Belgrado hacia las Repúblicas y Provincias Autónomas, alimentando de ese modo un proceso de separación de hecho. La aplicación de estas condiciones eran también parte de los acuerdos alcanzados con los clubes de Londres y París para la negociación de la deuda. El gobierno de Serbia rechazó de plano el programa de Markovic, encabezando una huelga de protesta de unos 650.000 trabajadores serbios dirigida contra el Gobierno Federal [viii]. El salario real descendió un 41% en los primeros seis meses de 1990 [ix].
Las reformas también llevaron al sector industrial a la bancarrota. En apenas 2 años más de 600 mil trabajadores (sobre un total de 2,7 millones) quedaron en la calle. Fue en Serbia, Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Kosovo donde más casos de quiebra de empresas y despidos se dieron [x].
Lo que para Chossudovsky fue una «planificada intervención de Washington«, que certifica con datos e informes, para Taibo se debió al premeditado plan de Milosevic, quien «en la construcción del chiringuito correspondiente no faltó, dicho sea de paso, y aunque a menudo se olvide, una inmoral privatización de la economía pública en provecho de algunos de los familiares más cercanos de nuestro hombre«, sin que para creer en ello haga falta más prueba que su palabra.
Y otro tanto ocurre cuando relata un chascarrillo al parecer sucedido durante la negociación de Dayton, donde «no faltaron las disputas entre Milosevic y el primer ministro bosnio, Haris Silajdzic, granado defensor de la multietnicidad en su república. Sabedor el primero del deseo del segundo en el sentido de trazar por determinado lugar la línea de frontera entre las dos entidades que debía determinar el acuerdo, al conocer que el motivo de fondo del bosnio no era otro que dejar de su lado una localidad en la que se hallaba una antiquísima mezquita, irrumpió en risas no exentas de sarcasmo y explicó que con toda certeza el templo en cuestión había sido dinamitado por Karadzic y compañía«.
Taibo quisiera hacernos creer que la partición de Bosnia se realizó mediante un acuerdo de las partes en conflicto (Serbia, Croacia y Bosnia-Herzogovina), sin influencia extranjera y en alegre francachela. Pero la realidad fue bien distinta. Bosnia-Herzegovina se convirtió en un protectorado, inicialmente en manos de las tropas de ocupación de la OTAN, con una política macro-económica confiada a las instituciones financieras internacionales y al Tesoro estadounidense [xi]. Y en ese contexto, los acuerdos de Dayton incluían la precisa delimitación de las fronteras, atendiendo a la importancia estratégica de los intereses económicos occidentales, y no a los intereses de los yugoslavos, fueran estos serbios, croatas o bosnios.
En este sentido es muy clarificador el trabajo de Scott Cooper [xii], cuando recuerda que «los documentos declarados ahora en manos de serbios y croatas, pero conocidos por el gobierno de Bosnia, indican que los yacimientos de carbón y petróleo fueron identificados en la región de Dinar -el principal frente de batalla en este verano (1995) entre la ofensiva del ejercito croata y los serbios de Bosnia llevadas a cabo en Bosnia y Krajina… De acuerdo con los oficiales bosnios: Amoco (American Oil Company) -radicada en Chicago- y otras empresas extranjeras iniciaron entonces sus propias prospecciones en la región…«. De la misma época es la referencia que sobre este tema publicó el San Francisco Chronicle: «Occidente esta colérico por explotar esas regiones… El Banco Mundial -y las multinacionales que dirigen las operaciones- están poco dispuestos a divulgar sus últimos informes, sobre exploraciones, a los gobiernos combatientes mientras la guerra continúe» [xiii].
Mucho más se podría escribir sobre el papel de la OTAN, los crímenes de guerra, y las supuestas matanzas convenientemente armadas y publicitadas por Occidente, a las que Taibo nunca se referirá, salvo para legitimar lo ya dicho por el discurso dominante de los vencedores. Queda para otra ocasión.
Baste este pequeño apunte para advertir sobre el discurso, turbio y premeditadamente tendencioso, que entorno a esta cuestión despliega Carlos Taibo.
Notas:
[i] Michel Chossudovsky. Desmantelamiento de la economía en la antigua Yugoslavia (1995). [Traducción propia]
[ii] Sean Gervasi, «Alemania, Estados Unidos y la crisis yugoslava», Covert Action Quarterly, Nº 43, Invierno 1992-93
[iii] Sean Gervasi, ob. cit.
[iv] Banco mundial, Estudio de Reestructuración Industrial, Consideraciones, Resultados y Estrategia para las reformas«, Washington DC, Junio 1991.
[v] Dimitrije Boarov, «Un breve repaso a los programas Anti-inflación, la Maldición de los Programas de Muerte» Vreme News Digest Agency, Nº 29, 13 de abril 1992. (http://www.scc.rutgers.edu/serbian_digest/29/t29-2.htm)
[vi] Dimitrije Boarov, ob. cit.
[vii] Sean Gervasi, ob. cit.
[viii] Sean Gervasi, ob. cit.
[ix] Banco Mundial, Yugoslavia, Reestructuración Industrial.
[x] Banco Mundial, ob. cit.
[xi] Michel Chossudovsky, ob. cit.
[xii] Scott Cooper, «Ambición occidental desenmascarada en la ex-Yugoslavia», The Organizer, 24 de septiembre 1995.
[xiii] San Francisco Chronicle, 28 de agosto 1995.