Las protestas contra la visita del presidente de los Estados Unidos George W. Bush recorren América Latina. Se trata de un viaje sólo a los países de América Latina con cuyos mandatarios mantiene buenas relaciones, para, bajo el pretexto de afianzar los Tratados de Libre Comercio, recuperar la incidencia de los EEUU en el sur […]
Las protestas contra la visita del presidente de los Estados Unidos George W. Bush recorren América Latina. Se trata de un viaje sólo a los países de América Latina con cuyos mandatarios mantiene buenas relaciones, para, bajo el pretexto de afianzar los Tratados de Libre Comercio, recuperar la incidencia de los EEUU en el sur del continente americano. Las protestas que se vienen realizando desde los prolegómenos de esta gira de corte imperial se han extendido prácticamente a todos los países del Cono Sur. Particularmente cabe destacar las que han tenido lugar en Argentina y Montevideo, por su carácter masivo y porque a ellas fue invitado el presidente venezolano Hugo Chávez, en un viaje que ha supuesto el contrapunto al de Bush. De hecho, ambos mandatarios personalizan en estos momentos dos proyectos antagónicos: Los Tratados de Libre Comecio (TLC) con los que Bush pretende hacer frente al fracaso cosechado por el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), y la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA). Sólo que, mientras George W. Bush tiene en ello intereses ajenos a los de los países afectados, el proyecto bolivariano representa los anhelos de una parte importante del continente.
Bush ha firmado con Lula en Brasil un acuerdo para la producción de etanol, un biocombustible para cuya producción se debe utilizar gran cantidad de materia prima, lo que es duramente criticado en unos países aquejados de graves problemas de pobreza; en Uruguay ha ratificado el Acuerdo Marco para el Comercio e Inversiones, con el que su presidente Tabaré Vázquez esquiva el rechazo de la población uruguaya al TLC de Bush; con el fiel Gobierno de Uribe continuará dando pasos en el plan Colombia, además de intentar acelerar la aprobación del TLC a la espera del respaldo parlamentario; y tanto en Guatemala como en México, últimas escalas de su gira, Bush ratificará su política de inmigración que afecta gravemente a ambos países. Mientras el «diablo» Bush se reunía con mandatarios, firmaba acuerdos y se fotografiaba en actos oficiales, las calles se convertían en la expresión popular del rechazo a que continúe la injerencia yanqui en el continente.