Hace unas semanas, me refería a la válvula de escape que Ecuador podía representar en la búsqueda de posibles salidas beneficiosas a la difícil situación por la que atraviesa el rostro humano de WikiLeaks, Julian Assange. Transcurridos casi dos meses desde que la Embajada de Ecuador en Reino Unido le concediera el derecho de asilo […]
Hace unas semanas, me refería a la válvula de escape que Ecuador podía representar en la búsqueda de posibles salidas beneficiosas a la difícil situación por la que atraviesa el rostro humano de WikiLeaks, Julian Assange. Transcurridos casi dos meses desde que la Embajada de Ecuador en Reino Unido le concediera el derecho de asilo diplomático, el gobierno ecuatoriano ha reconocido favorablemente su petición de asilo político.
El posicionamiento de Ecuador es un acto de soberanía en toda regla que se desmarca del alineamiento de un poder establecido cuyo punto en común es haber estado en el disparadero de las filtraciones de WikiLeaks. El tener como enemigos al establishment económico, político y de los grandes conglomerados de comunicación ayuda a entender la falta de garantías procesales y judiciales concurrentes hasta el momento, que han puesto en común a Reino Unido y Suecia, y que invitan a pensar en intereses subrepticios de Estados Unidos por juzgar a un enemigo público para con sus intereses de Estado como es la figura de Assange.
El servilismo persecutorio de la (in) justicia al servicio de la desprotección no parece concluir una vez activados los mecanismos del Derecho diplomático. Mientras Assange se refugie en la Embajada de Ecuador en Londres éste quedará protegido por la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961. Todo ello, pese a la posibilidad de suspender la inmunidad diplomática que permite la Ley de Recintos Diplomáticos y Consulares de 1987 para los casos de violación de una ley internacional. Pese a que el Tribunal Supremo británico ya ha reconocido la extradición de Assange a Suecia por presuntos delitos sexuales, activar tal posibilidad podría desencadenar consecuencias muy negativas para el Foreign Office británico en buena parte del mundo.
Una vez que el salvoconducto o el reconocimiento diplomático no entrañan posibilidad alguna, en cuanto Assange ponga un pie fuera de la Embajada será detenido por las autoridades británicas. Las opciones de tomar un vuelo hacia Quito y hacer valer su derecho de asilo político se reducirían a opciones rocambolescas como, por ejemplo, tratar de dejar el país en forma de equipaje diplomático, que en principio gozaría de inmunidad.
Es de esperar un arduo proceso de negociación en el que sería deseable la intervención de terceros actores de la comunidad internacional y de la sociedad civil a fin de revertir unos intereses del poder establecido traducido hasta el momento en la de indefensión, acorralamiento y desprotección del propio Assange.
Jerónimo Ríos es Analista Político e Investigador en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
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