No hay barrera ni muro en Afganistán que pueda frenar a un kamikaze, y menos si éste conduce un coche cargado de explosivos. El objetivo del atentado más sangriento en la capital desde los bombardeos estadounidenses de finales de 2001 ha sido la embajada de India, potencia regional aliada del Gobierno títere de Kabul frente a su enemigo histórico, Pakistán. El atentado suicida segó la vida de 41 personas, entre ellas un general y un diplomático indios.
Un kamikaze hizo explotar su coche cargado de explosivos en la entrada de la embajada de India en el centro de Kabul, atentado que dejó un saldo provisional de 41 personas muertas y 139 heridas. El agregado militar indio, con rango de general, y un diplomático figuran entre las víctimas, sin olvidar a un número indeterminado de policías afganos y guardias de seguridad indios, además de decenas de civiles que hacían cola para conseguir visados.
Se trata del atentado más sangriento en la capital afgana desde el inicio de la insurrección de los talibán, expulsados del poder por la campaña de bombardeos que lanzó EEUU a finales de 2001 en venganza por los ataques del 11-S.
A primera hora de la mañana, un hombre a bordo de un vehículo trató de superar la barrera de acceso a la delegación aprovechando la llegada del coche de un diplomático, narró el embajador indio, Jayan Prasad. El cuerpo del diplomático, un consejero político, fue propulsado por la explosión hasta un inmueble vecino, donde fue hallado horas después.
La potente explosión provocó una inmensa nube de polvo negro y el solar se llenó de miembros mutilados y trozos de carne. La sede de la embajada quedó seriamente dañada. Las ventanas de los inmuebles de cientos de metros a la redonda saltaron por los aires. Una mujer ataviada con el burka -vestido tradicional afgano que cubre todo el cuerpo de la mujer, coronado por una rejilla a la altura de los ojos-, deambulaba entre los restos humanos. Otra mujer, con una pierna destrozada, sollozaba cubriendo el cuerpo del que parecía un niño.
Los talibán se desvinculan
Kabul ha sido escenario en los últimos años de una serie de atentados suicidas atribuidos a la resistencia afgana, particularmente a la guerrilla talibán, que concentra su ofensiva en sus bastiones del sur y del este del país centroasiático.
No obstante, los talibán desmintieron relación alguna con este ataque, por boca de uno de sus portavoces, Zabihullah Mujahid, quien contactó telefónicamente con la agencia AFP.
Anteriores desmentidos por parte de los talibán cuando se han producido atentados similares han sido rechazados por los investigadores, vinculados a los intereses de la coalición liderada por EEUU y que trata de apuntalar, con decenas de miles de soldados, al Gobierno títere del presidente Hamid Karzai, atrincherado en Kabul.
Este atentado coincide con una nueva ofensiva de primavera de la resistencia talibán, que no se limita al este y al sur sino que alcanza a la capital, Kabul, y a otras provincias del norte y oeste de Afganistán.
Uno de los ataques más audaces tuvo como frustrado objetivo, el pasado 2 de abril, al mismísimo presidente Karzai. Un comando talibán atacó con armas ligeras y lanzagranadas la tribuna oficial desde la que presidía un desfile militar de las milicias de Kabul.
El presidente títere afgano, Hamid Karzai, no dudó en responsabilizar el atentado a los «enemigos» de las buenas relaciones entre su régimen y la potencia nuclear india.
India es el principal aliado regional del Gobierno de Kabul, que afronta a la resistencia talibán desde 2001, una rebelión que se intensifica cada día que pasa pese a que cuenta con el sostén de 70.000 soldados extranjeros, cuyo contingente más numeroso se halla precisamente en la capital.
Nueva Delhi trata de defender sus intereses geopolíticos en la región suministrando ayuda a la reconstrucción de Afganistán, en guerra en los últimos 30 años, particularmente en la construcción y mantenimiento de las carreteras, de la red eléctrica y de otras infraestructuras.
El comunicado presidencial señaló genéricamente que el atentado habría sido obra «de los enemigos de la amistad que une a India y Afganistán». El régimen de Karzai utiliza con profusión esta terminología para designar a los talibán y a otros grupos de la resistencia islamista. No obstante, también lo ha solido usar para acusar al vecino Pakistán, al que acusa de hacer la vista gorda e incluso de favorecer el establecimiento de santuarios de la resistencia en las zonas tribales fronterizas de Pakistán, pobladas por pastunes, la misma etnia que los talibán. Ha llegado a acusar incluso a los servicios secretos paquistaníes de estar detrás de este tipo de atentados.
Islamabad, que condenó el atentado, rechaza estas acusaciones y pone el acento en la incapacidad de Kabul y sus aliados contra los talibán.