Antoine Ghanem era un blanco fácil. Tenía pocos guardaespaldas y nadie pensaría que un miembro del Parlamento que representaba a los armenios en Líbano sería un objetivo. La pequeña calle en que vivía, con bloques de torres altas, boutiques y florerías, no sería el lugar en que se trataría de matar a un enemigo de […]
Antoine Ghanem era un blanco fácil. Tenía pocos guardaespaldas y nadie pensaría que un miembro del Parlamento que representaba a los armenios en Líbano sería un objetivo. La pequeña calle en que vivía, con bloques de torres altas, boutiques y florerías, no sería el lugar en que se trataría de matar a un enemigo de Siria, si es que era realmente un enemigo de Siria. Antoine fue hecho volar en pedazos dentro de su automóvil cuando salía de su casa la noche del miércoles.
Esto significa que sólo queda un diputado que sostiene al gobierno. En otras palabras, sólo se necesita un asesinato más para hacer caer al gobierno democráticamente electo de Líbano.
Hace solamente unas semanas, Walid Jumblatt me llamó luego de que el antecesor de Ghanem fue asesinado. «Sólo faltan dos, Robert», dijo Walid. Así que esta noche hubo uno.
Describir la maraña destruida de un coche bomba como en el que murieron Ghanem y sus guardaespaldas se ha convertido en un ejercicio vil y obsceno, que es parte de la rutina de horror en Líbano. Los miembros de su escolta que no murieron me llevaron a ver los repugnantes restos de su muerte.
Líbano no es una democracia que se apegue al sentido occidental de la palabra. Para el caso, tampoco lo es Israel. La «democracia», como la entendemos en Occidente, no se ajusta fácilmente a esta parte del mundo. Pero la mayoría de los políticos libaneses son, con sus excepciones, hombres valientes que conocen el costo de defender a su país de sus vecinos más poderosos, como son Israel o Siria.
Serán pocos los que en este país no vean el asesinato de Ghanem como otro intento de los sirios de destruir cualquier forma de libertad en este pequeño país. Sin embargo, habrá pocas pruebas que demuestren que Siria fue responsable.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, sin mencionar a nuestro propio y querido Gordon Brown, lamentará este asesinato absurdo, que ocurre días antes de que los libaneses voten para que el Parlamento elija a su próximo presidente, y ahora dicho cuerpo tendrán un miembro menos.
De eso se trató el masivo coche bomba de este miércoles. Ghanem, de 60 años, era miembro de la formación de derecha Partido Cristiano de la Falange, fundado en Líbano cuando su líder, Pierre Gemayel, se inspiró en las Olimpiadas de los nazis de 1936. Fue el octavo político antisirio asesinado desde 2005.
Este asesinato ocurre sólo seis días antes de que el Parlamento de Beirut elija un nuevo presidente.
Al menos 22 personas resultaron heridas en la explosión de la bomba que mató a Ghanem, en el barrio capitalino de Sinal-Fil. Aparentemente, el artefacto explosivo fue detonado a control remoto.
El automóvil de Ghanem voló más de 45 metros de distancia. El ministro pro gubernamental Ahmed Fatfat dijo más tarde que «está claro que los legisladores del partido mayoritario están siendo liquidados».
Responsabilizó de esto al «único régimen que no quiere que se celebren elecciones presidenciales en Líbano. La única respuesta a este crimen debe ser que el Parlamento se reúna el 25 de septiembre para elegir presidente. Cualquier miembro del organismo que no tome parte deberá ser considerado un participante, ya sea directo o indirecto, en el crimen».
Los legisladores libaneses que contenderán en las elecciones parlamentarias del próximo mes fueron objeto del llamado imperioso del ex presidente Amin Gemayel, cuyo hijo fue asesinado el año pasado: «Es más una cuestión de supervivencia de este país y su democracia. Es nuestra nación lo que está en juego. En este momento, este acto criminal está enfocado a socavar los esfuerzos que se han hecho con el fin de lograr un acuerdo nacional libanés».
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca