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Bangladesh, los dioses atacan de nuevo

Fuentes: Rebelión

No sabemos si los estallidos de violencia religiosa que desde hace un par de semanas estallaron en Bangladesh e India, alentados por las políticas antimusulmanas del Primer Ministro indio Narendra Modi, están a tiempo de ser controlados.

Desde el pasado 13 de octubre en Bangladesh la ola de ataques a diferentes mandires (santuarios hindúes) no han logrado ser detenidos. (Ver: India, guerra a los dioses).

Tras un supuesto agravio al Corán en el santuario de Nauar Dighir Par Mondir, en el distrito oriental de la ciudad de Cumilla al este del país, que habría sido viralizado en las redes mientras se desarrollaban las celebraciones de “las nueve noches y diez días” en honor a la diosa Durga Puja, la deidad más venerada por la minoría hindú en Bangladesh, con aproximadamente unos 15 millones de fieles, se disparó que encolerizadas turbas de musulmanesse lanzaran a las calles contra dicho mondir, quedando en esa primera acción cerca de 10 muertos y cientos de heridos. Para algunos referentes de la comunidad, la organización con que los atacantes ejecutaron sus acciones hace creer que todo había sido preparado antes de que se produjera el sacrilegio contra el Corán el 13 de octubre.

Los hechos de Cumilla replicaron de manera inmediata en diferentes ciudades y regiones del país, tras lo que se multiplicaron las profanaciones a modires al tiempo que también fueron saqueados e incendiados comercios y viviendas de ciudadanos hindúes a lo largo de todo el país. Diferentes líderes comunitarios hindúes coincidieron en afirmar que si bien ya históricamente se producen  este tipo de refriegas religiosas, nunca antes alcanzaron los niveles de violencia que se están viviendo, considerando que según la organización de derechos humanos Ain o Salish Kendra (ASK), con sede en Dhaka, se han registrado entre enero de 2013 y septiembre de 2021 unos 3.600 ataques contra las diferentes minorías religiosas, que incluyen desde ataques incendiarios a propiedades y modires hindúes, apropiación de tierras, hasta la profanación de los templos budistas, la segunda minoría religiosa con cerca de un millón y medio de fieles.

En la localidad de Birgunj en el zilo (distrito) de Rangpur, en el norte del país, muchos vecinos han denunciado que familias enteras de hindúes se vieron obligadas a abandonarlo todo y buscar refugio en los arrozales cercanos, desde donde pudieron ver cómo sus propiedades eran devastadas por el fuego producido por las turbas musulmanas.

Apenas conocidos los sucesos de Cumilla y los que le continuaron, la Primera Ministra bangledí, Sheikh Hasina, realizó una visita oficial al Dhakeshwari Jatiya Mandir (Templo Nacional de la Diosa de Dhaka), el más importante del país, donde condenó los ataques a los templos y dijo que: “los responsables deben ser descubiertos y castigados”. Aunque la advertencia de la señora Hasina evidentemente no produjo efecto, ya que la violencia se siguió extendiendo por todo el país. Los ataques contra decenas propiedad de hindúes se reprodujeron en el norte del país al tiempo que por las redes usuarios musulmanesdenunciaron que miembros de la comunidad hindú seguían profanando mezquitas y madrassas.

Asaduzzaman Khan, el ministro del Interior, informó de que ya se habían producido cientos de detenciones además de confirmar que se estaba difundiendo información falsa acerca de ataques a musulmanes por parte de grupos hindúes, por lo que se decidió implementar la normativa 144, que prohíbe las reuniones públicas en muchas localidades del país, al tiempo que fueron desplegados numerosos contingentes de la Guardia Fronteriza de Bangladesh (BGB).

Innumerables procesiones, muchas de ellas de más de 15.000 participantes, que se realizaron contra la blasfemia al Corán, terminaron en batallas campales con las fuerzas de seguridad. En Noakhali, en la región de Chittagong al sureste de Dhaka, al menos 10 modires y más de 50 negocios de la comunidad hindú fueron atacados y al menos unas 70 personas, incluidos policías, resultaron heridas.

Según algunos estudiosos, en Bangladesh en los tiempos de la partición (1947) de Pakistán Oriental, la minoría hinduista de entonces alcanzaba aproximadamente el treinta por ciento de la población, habiéndose producido una importante disminución de ese colectivo desde entonces y llegando el actual nueve por ciento a pesar de que desde que se independizó de Pakistán en 1971 y la entrada en vigor su Constitución, que declara el islam la religión del Estado, ha mantenido políticas de tolerancia y respeto a las minorías religiosas. Por lo que el incremento de la violencia contra los hindúes se fundamenta en la creciente presencia del islam wahabita, instalado desde mezquitas y madrazas financiadas por Arabia Saudita, siempre violenta y ultramontana, pretendiendo instaurar un gobierno islámico de características rigoristas, a lo que hay que hay que sumar que Modi, desde su asunción en el ejecutivo indio, ha establecido profusas políticas antiislam pertenecientes al ideario del ultraderechista Partido Bharatiya Janata (BJP) al que pertenece Modi.

El mismo odio al otro lado de la frontera

En torno a los casi 3.300 kilómetros de frontera montañosa que comparte India y Bangladesh, del lado indio no se han quedado con los brazos cruzados a observar cómo sus hermanos de fe son atacados y perseguidos, incrementándose en India los hechos violentos contra los musulmanes, la primera minoría religiosa con más de 200 millones de fieles.

En la ciudad de Panisagar en el remoto estado de Tripura, con 850 kilómetros de frontera con Bangladesh, gobernado por el Bharatiya Janata Party (BJP) del Primer Ministro Modi, el pasado martes 26 en horas de la noche más de 3.000 activistas hindúesparticiparon en una protesta que rápidamente derivó en un enfrentamiento con grupos de choque del poderoso Vishva Hindu Parishad o VHP (Consejo Mundial Hindú), una organización ultraderechista de seis millones de afiliados que ha participado en hechos de máxima violencia en la historia reciente de la Unión India, como el asalto y demolición, en diciembre de 1992, de la histórica Babri Masjid (mezquita de Babur) de la ciudad de Ayodhya, tras lo que se inició una revuelta que terminó con más de 2.000 muertos.

El VHP es un importante aliado del Bharatiya Janata Party. En la trifulca del martes una mezquita y propiedades musulmanas fueron atacadas, lo que obligó a los residentes musulmanes a escapar de Panisagar. Sin que se hayan producido muertes y con un número desconocido de heridos, la ciudad fue puesta bajo control policial, impidiendo que la turba continuara sus ataques a una segunda mezquita.

Este fue el último episodio de una serie de ataques contra la comunidad hindúen respuesta a lo que está sucediendo con los musulmanes al otro lado de la frontera desde el 13 de octubre, eventos similares se están produciendo a lo largo de la intrincada frontera, donde los dioses siguen en guerra.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.