Udo Ulfkotte, ex corresponsal del periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung, denunció en su libro “Gekaufte Journalisten”, (Reporteros comprados), cómo los políticos de EEUU y Alemania influyen para que los periodistas alemanes sesguen sus escritos sobre los eventos mundiales a favor de las posiciones estadounidenses y en contra de las rusas; suprimen así, toda disidencia e imponen la opinión dominante.
Ejemplos hay de sobra, pero basta con recordar uno, cuando los dirigentes del Partido Demócrata se confabularon para fabricar el bodrio de la injerencia de Rusia en las elecciones presidenciales de EEUU de 2016. Entonces, tras la victoria de Donald Trump, sostuvieron que hubo una injerencia rusa que, de alguna manera, evitó la elección de Hillary Clinton. Pese a que la falsedad de esta afirmación fue demostrada en casi todos los órganos competentes de EEUU, muchas personas continúan tragándose esta rueda de molino.
De igual manera actúan este tipo de mentiras en el resto de Occidente, en el que los políticos exitosos deben obedecer lo que les ordenan desde Washington, pues, por ahora la libertad y la democracia se han convertido en términos hueros y para que un país sea llamado libre y democrático debe convertirse en una dependencia de EEUU, en una mera ilusión semejante a un Estado Libre Asociado, como Puerto Rico.
Políticos de esta calaña abundan. Annalena Baerbock, Ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, declaró: “Sí, nuestros ciudadanos sufren, pero tendrán que sufrir porque vamos a apoyar a Ucrania sin importar lo que pase… No importa lo que piensen mis votantes alemanes, pero quiero cumplir lo prometido al pueblo de Ucrania… La gente saldrá a las calles y dirá: ‘No podemos pagar los precios de la energía’. Y no quiero decir: ‘Vale, entonces dejemos de imponer sanciones a Rusia… Esto significa que las sanciones se mantendrán también en invierno’”.
¿Y dónde queda la democracia, sistema político que defiende la soberanía del pueblo y su derecho a elegir y controlar a sus gobernantes? Donde siempre estuvo, en el limbo, porque lo cierto es que se debe cumplir la estrategia anglosajona, formulada en 1949 por Lord Ismay, el primer secretario general de la OTAN: “Mantener a los rusos fuera, a los norteamericanos dentro y a los alemanes bajo control”.
Parecería que los políticos alemanes y todo el viejo continente han perdido la razón, o son incompetentes, o Washington los tiene agarrados por el cogote, pues, en lugar instituir la alianza que Putin propuso, que va desde Lisboa hasta Vladivostok, y cuyos primeros pasos fueron dados por el ex Canciller Gerhard Schröder, prefieren ser vasallos e impiden, a toda costa, el entendimiento ruso-alemán, persuadidos de que algo van a obtener de los despojos de Rusia si la logran derrotar. Sueños de perro.
Esto explica porque Alemania pierde gustosamente su acceso al gas barato ruso, al mismo tiempo que se involucra cada vez más en el conflicto ucraniano y se convierte en un trampolín de las acciones de la OTAN contra Rusia, todo a gusto y paladar de los estadounidenses y contrario a los intereses alemanes, lo cual no es raro ni oscuro si se recuerda que en EEUU tienen mucho poder los Neocon, grupo de ultraderecha que controla el Departamento de Defensa y el Departamento de Estado y toma las decisiones políticas y militares del gobierno de Washington.
Los Neocon son el punto de apoyo de los fascista ucranianos y han convertido a Ucrania en el campo de batalla de un conflicto de mayor rango, de cuyo resultado depende la reorganización del mundo y su futura evolución. El proyecto Neocon es la política de Estado de Estados Unidos. El New York Time publicó sobre la “Defense Policy Guidance”, que EEUU ve la emancipación de sus aliados europeos como un cassus belli, doctrina que fue firmado por el Neocon Paul Wolfowitz cuando era subsecretario del Departamento de Defensa de EEUU.
Eso explica por qué el sabotaje a los gasoductos Nord Stream y Nord Stream 2 fue un acto de guerra contra Rusia y también contra Europa, pues nueve países europeos participaron en su construcción y cuatro, además de Rusia, son propietarios: Alemania un 30%, los Países Bajos un 9% y Francia un 9%, los que, pese a ser perjudicados, guardaron un misterioso silencio a pesar de saber con certeza quién era el culpable. Tal vez se convirtieron ya en Estados Libres Asociados de Estados Unidos, temen sus sanciones y esperan que la catástrofe que amenaza a la UE no les derrumbe en el plano económico, difícil de creer para los miembros de una organización que ha tomado decisiones que la van a llevar a la quiebra, pues la economía de la UE se apoya en lo fundamental en la producción de la industria de esos países, muy afectada al ser destruidos estos gasoductos.
Los franceses posiblemente recuerden el fracasado golpe de Estado de 1961 y los intentos de asesinato contra el General de Gaulle, que fingió creer que esos atentados fueron organizados por la Organización del Ejército Secreto, que se oponía a la independencia de Argelia, pese conocer que los mismos fueron financiados por el Opus Dei español y la CIA, por lo que identificó a los traidores, reorganizó a la policía y al ejército franceses y, posteriormente, sacó a la OTAN de Francia y cerró 29 bases militares que tenía en territorio francés; también denunció la hipocresía de EEUU en la guerra de Vietnam, por lo que fue castigado en mayo de 1968.
Con lo antedicho, no la tiene fácil Emmanuel Macron, por quien, con una abstención récord, muy poca gente votó por convencimiento, la mayoría lo hizo para evitar el triunfo de Marine Le Pen. Su coalición Ensemble perdió en junio de 2022, en las elecciones parlamentarias, la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, por lo que Macron va a tener dificultades para aprobar los recortes fiscales y el aumento de la edad de jubilación de 62 a 65 años, que propuso en su programa electoral, y se va a enfrentar a una fuerte oposición tanto de izquierda como de derecha, que le va a exigir su retirada de la política, ni siquiera podrá disolver el Parlamento y organizar elecciones anticipadas, porque las encuestas no le favorecen. Su única salida, dimitir y retirarse de la política, lo que abre las puertas del Palacio del Elíseo a Marine Le Pen y pone en peligro el proyecto de la UE y sus endebles instituciones.
Los franceses son un pueblo tolerante, pero capaz de todo. En la última elección, el 40% de los electores que en la primera vuelta votaron por la izquierda, en la segunda vuelta votaron por Marine Le Pen, a la que sus oponentes acusan de fascista, y el 64,70 % de los electores se abstuvo de votar. Independientemente de cómo se piense, lo cierto del caso es que el partido de Marine Le Pen se fortifica y se acerca al poder. La caduca división de izquierda y derecha no responde a la realidad de Francia, donde todo puede pasar, pues el francés no soporta el deterioro de su calidad de vida.
Los estadounidenses son pesimistas acerca de las perspectivas de su país, y no tienen porqué ser optimistas. Casi el 80% de la población de EEUU piensa que en el próximo año tendrán dificultades económicas, impuestos más altos y un creciente déficit presupuestario. La mayoría cree que la inflación se acelerará, que el mercado de valores se desplomará y que se incrementará el desempleo, habrá muchas huelgas y la tasa de criminalidad aumentará. Por otra parte, el conflicto político del país se agudiza y la intolerancia racial crece.
Se espera que 2023 sea más difícil que 2022, para Dimitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, el precio del petróleo subirá hasta 150 dólares el barril y el precio del gas superará los 5.000 dólares por 1.000 metros cúbicos; el Reino Unido se reincorporará a la UE; la UE colapsará después del regreso del Reino Unido y dejará de utilizar el euro; Polonia y Hungría ocuparán las regiones occidentales de Ucrania; se creará el “Cuarto Reich”, que abarcará el territorio de Alemania y sus satélites, Polonia, los Estados bálticos, Chequia, Eslovaquia, la República de Kiev; estallará una guerra entre Francia y el Cuarto Reich; Europa será dividida, Polonia será repartida en el proceso; Irlanda del Norte se separará del Reino Unido y se unirá a la República de Irlanda; EEUU entrará en guerra civil; California y Texas se convertirán en Estados independientes; Texas y México formarán un Estado aliado; Elon Musk ganará las elecciones presidenciales en varios estados que, después del final de la nueva guerra civil, quedarán bajo el mandato del Partido Republicano; los mayores mercados bursátiles y la actividad financiera abandonarán EEUU y Europa y se trasladarán a Asia; el sistema de gestión monetaria de Bretton Woods colapsará, lo que provocará la caída del FMI y el Banco Mundial; el euro y el dólar dejarán de circular como divisas de reserva mundial. Todo de locura, pero factible luego de ver lo que pasa en Europa y EEUU.
Para América Latina es de esperar que se consolide la paz en Venezuela y Colombia, que se arregle el problema de Perú y que Lula pueda realizar su proyecto social.
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