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Brigadistas de la Solidaridad Internacional contra el fascismo ayer y hoy

Fuentes: Rebelión

Han pasado generaciones de personas que sufrieron el fascismo en sus diferentes características y formas. Han pasado también generaciones de personas que lucharon contra estas fuerzas organizadas que representan la más baja expresión de lo humano en las sociedades de los últimos siglos.

Hoy, en Occidente numerosos gobiernos, instituciones, representantes políticos y grupos de gente común apuestan, descaradamente, por el fascismo a pesar de las atrocidades del pasado sufridas por sus pueblos. Todo lo que parece libre información y redes sociales se transforma en nuevo formato del totalitarismo que se impone, construyendo diariamente mentiras sobre mentiras.

Entre quienes lucharon contra el fascismo están los Brigadistas Internacionalistas convocados por la solidaridad en defensa de la República durante la guerra civil que España vivió entre 1936 y 1939. De los más de 42.000 combatientes voluntarios, hombres y mujeres de 52 países que acudieron a luchar contra el fascismo, estuvieron los brigadistas de Estados Unidos y Canadá. A ambos grupos brigadistas les toco enfrentar la ilegalidad, aplicada por ambos estados a su acción solidaria. Muchos de ellos eran comunistas, que hacían frente a contradicciones reinantes en su dirección internacional, y socialistas, anarquistas y hasta social-liberales emergentes de sociedades donde más de la mitad de la población vivía muy pobre, ellos mismos sufriendo represión y terror aplicado por las fuerzas represivas norteamericanas enfrentando con violencia las grandes luchas que daba entonces la clase trabajadora en varios frentes.

Eran años de conflictos y crisis económica para la mayoría de los pueblos del mundo. En Europa los países que no tenían regímenes fascistas apoyaban a los fascistas de forma directa o indirecta, por ejemplo, el apoyo europeo a los franquistas en España que contó incluso con una brigada irlandesa de católicos fascistas que se presentó en España en apoyo del franquismo. En Estados Unidos y Canadá la simpatía al fascismo y al nazismo de políticos serviles de los ricos era evidente, veían solamente la “amenaza roja” (bolchevique) en todas partes, una obsesión de la clase dominante. Y por ello quienes combatieran la “amenaza” eran vistos como defensores de la “democracia,” falsa pero muy propagandeada terminada la Primera Guerra Mundial y con la caída de los imperios en Europa. Luego estos mismos países tuvieron que enfrentar el fascismo en la Segunda Guerra Mundial cuando se vuelven peligrosamente contra ellos, una mafia peleando a muerte a otra por dominio territorial.

La brigada de Estados Unidos, de nombre “Abraham Lincoln Brigade”, compuesta por 2800 combatientes voluntarios antifascistas en mayoría hombres y mujeres de entre 21 y 28 años de edad, muchos estadounidenses descendientes de africanos, un 30 por ciento de ellos judíos. De profesión, más de 1000 obreros industriales, 500 estudiantes y profesores, además de médicos y enfermeras entre otros. Una de las pocas biografías escritas por un combatiente, Harry Fisher, emerge como libro publicado en 1997 bajo el título “Comrades.” Para entonces Harry tenía más de 80 años de edad; escribió su libro a petición de su esposa, fallecida en 1993, quien lo convenció de la importancia de documentar las brigadas como documento histórico.

Harry Fisher, estudiante y trabajador, nacido en 1911 en Brooklyn, ciudad de New York, de descendencia judía, pasó su niñez en un orfanato. Al crecer se hizo joven comunista y vivió la pobreza que en 1932 azotaba New York y Estados Unidos todo. En sus experiencias relata los primeros tiempos de la Gran Depresión, cuenta que era común que las familias fueran desalojadas por falta de dinero para pagar la renta, en la calle quedaban paralizados al no saber ni que hacer ni donde ir. Un día un grupo de jóvenes comunistas como Harry en solidaridad con estas familias acarrearon sus muebles y pertenencias de nuevo al hogar de donde habían sido desalojados, lo hicieron hasta cinco veces, lo que era un trabajo duro pero que aseguraba que las familias no quedaran totalmente desamparadas en la calle. La policía simpatizaba con ellos; estos policías eran pagados directamente por el dueño de las viviendas a desalojar cada vez que entregaban una orden de desalojo. Cuando una familia tenía que ser desalojada más de una vez, gracias a la solidaridad de los jóvenes comunistas, el costo de desalojo para el dueño de la vivienda aumentaba. Entonces, muchas veces los desalojos eran suspendidos porque el dueño de la vivienda no podía pagar el alto costo y negociaba con la familia que arrendaba la vivienda. Lo que mostraba que la solidaridad era válida y que con cooperación y valentía puede haber resistencia.

Fisher también cuenta sobre unos cursos que completó en un instituto comunitario en Arkansas y sus entrevistas a granjeros y explica que, aunque estos vivían pobremente de vestimenta y comodidades tenían abundancia de alimentos, en las ciudades se suponía lo contrario, ya que los pobres de las grandes urbes que contaban con ropa y algo de comodidad, pero no tenían que comer y sufrían hambre regularmente.

Para el año 1936 Harry Fisher trabajaba en un centro comercial como empleado y era miembro del sindicato de ese lugar. El siguiente año, en febrero y en pleno invierno en New York, Harry se embarca para España como combatiente voluntario brigadista y forma parte del batallón XV “Abraham Lincoln Brigade.” Los brigadistas enfrentan a los fascistas en el valle de Jarama al este de Madrid inicialmente llenos de entusiasmo, pero pronto sus compañeros empiezan a caer bajo las balas enemigas y todos entienden claramente el sacrificio que la lucha implica. En su libro Fisher detalla en forma elocuente los frentes de Brunete, donde pelean con mucho calor y falta de agua y con limitadas armas en contra del masivo armamento y fuerzas militares ayudadas por los fascistas de Italia y Alemania. El único país que asistió a la Republica Española fue la Unión Soviética. Luego en la localidad de Albares los brigadistas conviven mucho con los habitantes del lugar. La batalla de Belchite es muy dificultosa y la lucha es cuerpo a cuerpo, casa por casa, con escaramuzas en la calle. En Tarazona les toca luchar en otoño con frio y mucha lluvia y viviendo en condiciones insalubres. Para mantener el control de Teruel hubo intensas batallas bajo bombardeo diario y con muchas bajas y al fin el lugar siguió en manos de los fascistas.

En marzo de 1938 comienza la retirada hacia el rio Ebro y los brigadistas caminan junto a los habitantes de Belchite, luchando y protegiendo a mujeres, niños y ancianos con el enemigo cada vez más cerca y bombardeos continuos de aviones que dejan bajas enormes entre los civiles principalmente, un escenario terrible que Fisher vive y describe de esa retirada. La ofensiva del Ebro sería la última batalla de Fisher, en el mes de julio y tratando de capturar el pueblo de Gandesa enfrentan a los fascistas que tenían muchas fuerzas de artillería y aviones bombardeando día tras día y de continuo. Es en la Cumbre 666 en donde caen muchos brigadistas. La España republicana estaba agobiada por el fascismo; el verano de 1938 se juntan 20.000 personas en Madison Square Garden en un esfuerzo para juntar fondos de ayuda a los republicanos españoles. Y en este mismo lugar se realiza en febrero de 1939 un evento impresionante de los nazistas estadunidenses que fue convocado por la German-American Bund, una de las famosas organizaciones pronazis de Estados Unidos en aquellos tiempos.

Fisher comienza su retorno a Estados Unidos el 21 de septiembre de 1938 luego de cumplir un año y medio voluntario en España. Para el 23 de ese mes el líder del gobierno Republicano, Joaquín Negrín, anuncia en la Liga de las Naciones en Génova que los brigadistas internacionalistas saldrían de España. Solamente 150 combatientes del batallón XV quedaron hasta el final de la Guerra Civil Española. Un tercio del total de combatientes voluntarios de Estados Unidos perdieron la vida combatiendo al fascismo en España. No todos los brigadistas podían volver a sus países de origen, los alemanes, italianos, polacos, húngaros y yugoslavos no podían regresar porque sus gobiernos eran para entonces fascistas y corrían peligro de ser apresados al llegar por los cuerpos de seguridad.

Harry se despide de sus camaradas con dolor por quienes ya no están. Todos entendían el valor de esta guerra en que el pueblo español lucha por sus derechos y libertad; Harry Fisher expresa orgullo de haber sido parte del ejército voluntario internacionalista. Después de seis meses de haber vuelto a casa Harry se casa con Ruth Goldstein y juntos trabajan por casi 50 años para la agencia soviética TASS -comparten la misma oficina, caminan diariamente juntos al trabajo, tienen sus hijos y tratan de disfrutar la vida. Harry fue siempre un activista, en especial contra la guerra, no sólo fue brigadista internacional sino también soldado en la Segunda Guerra Mundial, artillero de torreta en los aviones bombarderos.

Para 1986 los brigadistas internacionalistas deciden reunirse en España para conmemorar el 50 aniversario del comienzo de la guerra, Harry explica que junto a Ruth se juntaron con casi 100 veteranos de la “Abraham Lincoln Brigade” y con cientos de otros excombatientes de otros países. Visitaron Jarama, Brunete y otros lugares de batallas, sólo tuvieron un recibimiento en Madrid. La mayoría de los españoles no sabía nada de nuestra visita, explica Harry, el gobierno español intencionalmente trató de mantener nuestra presencia oculta, recibimos sólo un mensaje del primer ministro socialista dándonos la bienvenida, pero nada personal pues el gobierno socialista trató de mantener la guerra contra el fascismo tapada, bajo la alfombra, nada de recordatorios.

Para 1996 la historia fue diferente, luego que los socialistas fueron derrotados electoralmente varias organizaciones españolas celebran el 60 aniversario de 1936, invitando a 750 brigadistas internacionalistas. El parlamento español votó en favor de la celebración, incluso esta vez se pagó el pasaje de algunos veteranos que vivían en sus países en pobreza para que pudieran ser parte de esta celebración. En noviembre de 1996 más de 450 brigadistas, incluyendo 73 de Estados Unidos, y más de 1200 familiares de estos acudieron a la celebración. Esta vez el pueblo de España los recibió cálidamente, fueron momentos inolvidables y la gente más anciana recordaba a los brigadistas con lágrimas en los ojos mientras los jóvenes mostraban mucho respeto y admiración. Harry cuenta que en esta visita un estudiante español le pregunta el motivo que movió a los americanos a venir de un país rico a luchar con la gente pobre de España, y él le explica que la mayoría de la gente en su país era también pobre y que había entre ellos muchos antifascistas, que estaba orgulloso de la lucha que estaba dando el pueblo español, el primero que trató de detener a los fascistas con su propio esfuerzo.

A punto de terminar el manuscrito de su segundo libro, “Legacy”, Harry Fisher acude a una demostración contra la guerra y cae inconsciente el sábado 22 de marzo del año 2003, por corto rato en el hospital recupera su conciencia y recuerda que en ese mismo lugar (St. Vincent’s Hospital) fue atendido hace 70 años cuando fue herido por la policía en un piquete del sindicato. Fallece momentos después uno de los últimos combatientes internacionalistas de la Guerra Civil Española, tenía 92 años de edad. En 2013, a los 97 años de edad, fallece otro gran brigadista se trata de Jules Paivio canadiense, integrante del Batallón Mackenzie-Papineau. Paivio cruzó los Pirineos con sólo 19 años de edad para luchar en la guerra y siempre fue muy orgulloso de haber sido un combatiente. Dos años antes de fallecer España le había otorgado la ciudadanía española que él había solicitado, se la entregó el embajador español en Canadá en una ceremonia en Ottawa frente al monumento de los internacionalistas. Paivio, en silla de ruedas, agradece emocionado el reconocimiento de España, un reconocimiento que su país de nacimiento, Canadá, jamás le diera. El 28 de febrero del año 2016 fallece el último, quizás, veterano de las brigadas internacionalistas, Delmer Berg, también soldado por tres años durante la Segunda Guerra Mundial. Delmer, que vivía en un modesto pero muy lindo lugar en California en los faldeos de la Sierra Nevada, gozaba de total cordura hasta el último momento explicando sus experiencias de combatiente, tenía 100 años de edad. Todos ellos fueron activos críticos a la guerra y al fascismo, supieron disfrutar la vida a pesar de sus experiencias amargas, los recompensaba, sin duda, haber sido parte de una epopeya histórica y noble de honor y solidaridad. Su ejemplo es conmovedor y digno, pero no recibió reconocimiento oficial, ni de Estados Unidos ni de Canadá. Todo lo contrario, los brigadistas sufrieron siempre la desconfianza de quienes oficialmente “velan” por la “democracia,” los mismos que no desconfiaron nunca de los fascistas de ayer ni desconfían de los fascistas de hoy. Las memorias de los brigadistas internacionalistas se conservan en Estados Unidos y Canadá solamente gracias a las organizaciones que existen para honrar la memoria de esta hazaña suya tan transcendente.

En nuestros días tenemos conflicto en Dombass, Ucrania; fascistas y neonazis han cometido horribles crímenes contra ucranianos de habla rusa sin mayor disimulo por 8 años, y durante ese periodo han aparecido también brigadistas internacionalistas, por ejemplo la brigada Rubén Ruiz Ibarruri de la Caravana Antifascista de Banda Bassotti en apoyo de los habitantes de Dombass afectados. Ha habido también ciudadanos rusos que luchan allí en solidaridad, pero nuevamente muchos países occidentales simpatizando le han brindado abiertamente apoyo a los fascistas de Ucrania, tal como lo hicieron en el pasado.

Tres medios de comunicación canadiense a pesar del control y totalitarismo de la prensa de este país han denunciado el papel que han jugado las fuerzas armadas canadienses en entrenar al regimiento ucraniano neonazi Azov. Se trata de Radio-Canada, CTV y del diario Ottawa Citizen. Azov es responsable de crímenes contra ciudadanos ucranianos antifascistas, sexualmente diversos, estudiantes extranjeros y miembros del pueblo gitano de Ucrania. Canadá envió más de 1 millón de soldados a pelear contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, de ellos 43 mil murieron, 55 mil quedaron heridos, eran mayormente jóvenes. Canadá degrada su propia historia de la contribución de estos jóvenes que murieron o sufrieron enfrentando al fascismo.

Reyes, aristócratas, presidentes, secretarios de estado, políticos liberales con su ideología falsa abren las puertas al fascismo, mientras que los conservadores aseguran que los fascistas defienden sus “tradiciones” de discriminación y odio. Y quienes un día se vendieron como izquierdistas hoy se han ido por el embudo del oportunismo y la traición política. Todos aprueban la cruzada, ya no especialmente contra comunistas, socialistas u otros izquierdistas o minorías étnicas sino como parte de las fuerzas del imperialismo que representan al mundo occidental.

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