Los representantes de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, más Alemania, suscribieron un acuerdo con Irán. Todo el mundo festejó el compromiso, menos el sionista Estado de Israel. El 23 de noviembre se llegó a un acuerdo entre los cancilleres de las cinco potencias que ocupan un sillón permanente en el Consejo de […]
Los representantes de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, más Alemania, suscribieron un acuerdo con Irán. Todo el mundo festejó el compromiso, menos el sionista Estado de Israel.
El 23 de noviembre se llegó a un acuerdo entre los cancilleres de las cinco potencias que ocupan un sillón permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, más Alemania que no tiene ese lugar por razones obvias tras la II Guerra Mundial, con el canciller iraní Javad Zarif.
Este final feliz ocurrió en Ginebra, donde hubo tres intentos anteriores desde que en junio pasado fue elegido presidente el clérigo Hassan Rohani. Este había planteado posiciones más flexibles, pero sin renunciamientos a principios, tratando de congeniar con esa media docena de países.
El ayatolá Ali Khamenei, máximo referente de la República Islámica, había autorizado avanzar en ese intento. Eso sí, había fijado «líneas rojas» que Zarif y los negociadores no podían traspasar. Irán no iba a renunciar, y no renunció, a su legítimo derecho a enriquecer uranio en su programa nuclear, orientado a la producción de energía y la fabricación de medicamentos.
Después de un larguísimo «tire y afloja» entre las dos partes -se puede tomar sólo en su último tramo, desde junio de este año, o bien desde las primeras sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU en 2006- se suscribió algo que dejó medianamente contentos a todos. A todos menos a Israel.
El convenio abarca seis meses, lapso durante el cual las partes verán si se verifican las condiciones pactadas. En tal caso, se negociarán otros objetivos más ambiciosos para un período más prolongado.
La administración Rohani se compromete a que su enriquecimiento de uranio no supere el 5 por ciento y a que no aumentará sus actuales reservas de uranio al 3,5 por ciento, en tanto consumirá como combustible los 200 kilos que tiene de stock al 20 por ciento. Tales rangos son muy inferiores al uranio enriquecido al 90 por ciento que se requiere para fabricar una bomba nuclear. Rohani y su antecesor Mahmud Ahmadinejad siempre negaron que ese fuera su objetivo.
Las autoridades persas también acordaron que entrara en impasse su central atómica de agua pesada de Arak, que tiene capacidad para procesar plutonio, otro material sensible por su posible empleo con fines armamentísticos.
Hasta allí las concesiones hechas por el canciller Zarif. Otra de las condiciones, como las autorizaciones para que las delegaciones de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) pudieran inspeccionar in situ los reactores, ya habían sido dispuestas con anterioridad. A mediados de noviembre, el representante de la Energía Atómica de Irán y ex canciller Ali Akbar Salehi, había firmado esa autorización en Teherán con el director general de la entidad, Yukiya Amano.
Dignidad iraní
Hasta aquí las obligaciones de la parte persa. El convenio amagó arruinarse a mediados de mes por nuevas imposiciones que portaba el secretario de Estado John Kerry y fueron rechazados por Zarif y los cancilleres de Rusia y China.
Ahora cabe puntualizar las cosas que tuvo que resignar el cuarteto imperial (EE UU, Reino Unido, Francia y Alemania). En primer término se obligó a no poder imponer a Irán nuevas sanciones durante este semestre y mientras está en vigencia el convenio. En segundo lugar, debieron levantar el embargo que habían impuesto sobre fondos iraníes depositados en bancos estadounidenses y europeos, por ventas petroleras. Según el vocero del gobierno de Rohani, Mohamad Baqer Nobajt, esos fondos fueron liberados y alcanzan en bancos de EE UU la suma de 8.000 millones de dólares. Según el funcionario, ya el 25/11 «los activos ya están disponibles y por el momento la República Islámica no convertirá toda la suma en moneda local iraní, el rial».
La tercera medida favorable al país tercermundista es que las grandes potencias deberán levantar las sanciones contra las exportaciones petroleras y petroquímicas, de oro y metales preciosos y la industria automotriz, así como con las importaciones de partes para la aviación comercial.
El primero que tuvo que empezar a cumplir con su parte fue Washington, pero también la Unión Europea tomó compromisos. Su alta comisionada en Relaciones Exteriores, Catherine Ashton, pidió tiempo hasta diciembre para decidirlo junto con los cancilleres, donde llamativamente el mayor «halcón» fue hasta ahora el «socialista», Laurent Fabius.
Irán sufrió mucho con el embargo (no tanto como Cuba, que soporta un duro bloqueo norteamericano desde 1962). La dignidad persa tuvo su recompensa, pues además del levantamiento de sanciones, la recuperación de sus fondos embargados y la mayor exportación petrolera, lo firmado dejó a salvo lo sustancial de su programa nuclear. Se legitimó su derecho a enriquecer uranio hasta el 5 por ciento y a que funcionen legal y reconocidamente sus centrales nucleares de Arak y Natanz.
Agridulce para Obama
El acuerdo semestral obtenido tiene un sabor agridulce para el estadounidense. La parte edulcorada tiene que ver con que su delegado Kerry se atribuye el éxito de haber puesto la barrera del 5 por ciento para el enriquecimiento de uranio iraní. «Para explicarlo en forma sencilla, se cortaron los caminos más probables que Irán podría seguir hasta desarrollar una bomba», dijo Obama desde Washington. Esta reflexión suena muy cínica en labios de quien porta un maletín nuclear con el control sobre varias miles de ojivas nucleares alojadas en arsenales, viajando en submarinos y otros barcos de guerra, o bajo las alas de aviones bombarderos.
En una coyuntura donde el presidente se rompió algunos dientes en la crisis de Siria, donde su proyecto de agresión se topó con la negativa rusa y china, además de la fuerza en contra que supusieron Irán y muchos otros países del mundo, aquél estaba necesitado de una iniciativa que terminara bien. Todo le salía mal, afuera de sus fronteras pero también adentro, como con el shutdown o cierre del gobierno federal por falta de presupuesto 2014 y de elevación del tope de endeudamiento.
Al mismo tiempo, lo suscripto en Ginebra tiene facetas adversas para la Casa Blanca. La Rusia de Vladimir Putin y el canciller Serguei Lavrov, aparecen ante la opinión pública mundial como mucho más partícipes de la operación que Obama-Kerry.
Irán deja a salvo su programa nuclear con fines pacíficos, con enriquecimiento de uranio y funcionamiento de sus centrales nucleares, lo que se vuelve como bumerán y pega en el Salón Oval. ¿Tantas sanciones y demonización de Teherán para que al final quede en pie ese programa?
Hay que anotar que dentro de EE UU hay una extrema derecha republicana y con poder incluso en el partido demócrata, que estaba en contra de un diálogo con el país islámico. Esa gente cree en el diálogo de los misiles y drones, y pondrá en tela de juicio lo negociado en Suiza. Hasta puede acusarlo a Obama de pusilánime con Irán y de haber aliviado la situación de asedio que vivía ese país y también Siria. Es que ahora se distiende relativamente más el panorama para el presidente Bashar al Assad.
Desubicados sionistas
El alivio mundial y clima de medida alegría por los anuncios desde Ginebra tuvieron una excepción que confirma la regla: Israel. Su premier Benjamin Netanyahu calificó el hecho como «un error histórico». Según este enemigo de la paz mundial, la comunidad internacional «está cediendo demasiado a Teherán, que conservará la capacidad de producir un arma nuclear y amenazar a Israel».
El líder del Likud, de extrema derecha, aclaró que no se siente obligado a respetar lo firmado por el 5+1, con lo que dejó una puerta entreabierta a bombardear las centrales iraníes, como hizo Israel contra Irak y más recientemente contra instalaciones sirias no nucleares.
Cómo será de desubicada la postura del jefe de gobierno israelita, que varios analistas más sensatos publicaron en Israel artículos advirtiendo que de esa manera se socavaba la única alianza estratégica del sionismo. Si Netanyahu serrucha esa rama norteamericana donde reposa, podría caerse del árbol y quebrarse varios huesos…
Un diario tan poco afecto a la revolución islámica, como Clarín, tituló: «Satisfacción y cautela tras el histórico acuerdo con Irán» (25/11). Esto es un termómetro que marca el nivel de aislamiento y enajenación del régimen sionista.
Dicho divorcio de la realidad afecta a los sionistas, incluso los que tienen los pies en Buenos Aires y el corazón en Tel Aviv: la embajada de Israel, las cúpulas de la AMIA y la DAIA, el fiscal Alberto Nisman, la Cámara de Comercio Argentino-Israelí, los periodistas Carlos Pagni, Eduardo van der Kooy, Joaquín Morales Solá y Pepe Eliaschev, etc. Este lobby estuvo todo el año planteando el rechazo al Memorando de Entendimiento de Argentina con Irán. Una de las piezas más claras de esa campaña fue el reciente editorial de «La Nación» (21/11) titulado: «La inconstitucionalidad del acuerdo con Irán».
Dos días más tarde las potencias firmaron la tregua con Irán, entre aquéllas las mismas con las que sintonizan los sectores pro sionistas de Argentina. ¿O será que éstos tienen más coincidencias con los neonazis Netanyahu y el canciller Avigdor Lieberman, que con sus admirados Obama, Cameron, Merkel y Hollande?
Fuente original: http://www.laarena.com.ar/