El premio Nobel de la Paz 2010 ha sido otorgado al disidente chino Liu Xiaobo, que en diciembre cumplirá el primero de los once años de prisión a los que fue condenado por «subversión del poder del Estado». El presidente del Comité Nobel, Thorbjoern Jagland, no defraudó las expectativas que levantó horas antes de que […]
El premio Nobel de la Paz 2010 ha sido otorgado al disidente chino Liu Xiaobo, que en diciembre cumplirá el primero de los once años de prisión a los que fue condenado por «subversión del poder del Estado».
El presidente del Comité Nobel, Thorbjoern Jagland, no defraudó las expectativas que levantó horas antes de que se conociera al galardonado cuando avanzó a la prensa que el premio de esta edición iba a ser, «sin ninguna duda», controvertido. «Lo comprobarán cuando oigan el nombre del galardonado», señaló enigmático a la prensa el portavoz del comité, muy criticado en la pasada edición al haber otorgado el premio a Barack Obama, presidente estadounidense recién llegado entonces a la Casa Blanca.
Deshojada la margarita, Jagland justificó la elección al asegurar que habiéndose China convertido «en la segunda economía mundial», «ser una potencia conlleva responsabilidades».
Ocurre que hay controversias y controversias. Sobre todo por el destinatario del mensaje. No es lo mismo que le den el galardón al presidente de la primera potencia, económica y militar mundial, con toda su carga de responsabilidad añadida, o que se lo otorgen a uno de los disidentes más famosos de un país, dando una sonora bofetada a su Gobierno.
El Gobierno de Beijing, que con un Liu que sonaba fuerte en las quinielas ya había advertido previamente que lo consideraría un «gesto no amistoso» por parte de Noruega, ha montado en cólera. Cabría preguntarse, en este sentido, cuál hubiera sido la reacción de Washington si, en vez de Obama, el galardonado hubiera sido el dirigente indio encarcelado de por vida Leonard Peltier.
«Liu Xiaobo es un criminal condenado por el sistema judicial chino porque ha violado la legislación china», señaló el Ministerio de Exteriores chino. «Otorgar el premio Nobel de la Paz a semejante persona es totalmente contrario a este galardón y constituye una perversión», insistió el Ejecutivo de Beijing.
El precedente del Dalai Lama
La atribución del Nobel de la Paz en 1989 al Dalai Lama, líder espiritual tibetano, encendió entonces los ánimos de China.
Antiguo dirigente del movimiento que desembocó en la insurrección de Tiannanmen en 1989, Liu Xiaobo, profesor de literatura de 54 años de edad, fue condenado el 25 de diciembre de 2009 a once años de cárcel. Liu fue uno de los 300 firmantes de la Carta 08, un manifiesto que reclama una «China democrática», según los criterios occidentales.
Este manifiesto sigue el modelo de la Carta 77 por la «democratización» de la Checoslovaquia comunista firmado en 1977 por un grupo de intelectuales, entre ellos Vaclav Havel. Este otrora disidente y luego presidente checo ha sido este año el gran valedor de la candidatura de Liu.
En 1989, de vuelta de EEUU, donde dio clases en la Columbia Univerity de Nueva York, participó en una huelga de hambre junto con otros intelectuales disidentes durante las protestas de Tiannanmen. «Preferimos tener diez diablos que se controlan entre ellos que un ángel con el poder absoluto», aseguraron, criticando incluso a grupos de estudiantes por querer ir más allá de las consignas de una protesta pacífica.
Tras intentar mediar con el Ejército para impedir un desenlace sangriento, fue encarcelado durante año y medio sin haber sido condenado en firme.
Entre 1996 y 1999 fue enviado a un campo de reeducación «por el trabajo» tras haber insistido en reclamar una reforma política y la puesta en libertad de todos los prisioneros tras Tiannanmen.
En una entrevista publicada el año pasado, poco antes de ser condenado, Liu mostró su esperanza en que, siquiera lentamente, se vayan instaurando los cambios que él y otros disidentes como él defienden.
El presidente del Comité Nobel señaló que «con la pena que le fue impuesta, Liu se ha convertido en el principal símbolo de esos esfuerzos», sentenció. El momento elegido no es casual. Se cumplen dos años desde los juegos olímpicos de Beijing. Tanto en aquel marco como desde entonces, ONG occidentales se han mostrado insatisfechas por lo que consideran insuficientes avances de China en materia de derechos humanos.
Protesta formal
El Ministerio chino de Exteriores insistió ayer en que la concesión «dañará las relaciones bilaterales con Noruega». Ambos países están cerrando las negociaciones de un acuerdo de libre comercio, el primero que firmaría un país europeo con el gigante asiático. Los cinco miembros del Comité Nobel son designados por el Parlamento noruego.
Ello no impidió al Gobierno de Oslo felicitar al laureado. El primer ministro, Jens Stoltenberg, minimizó la advertencia china. «Nuestros intercambios vienen de lejos y son permanentes (…) La discusión sobre los derechos humanos forma parte de ellos». Por de pronto, el Gobierno chino convocó ayer al embajador noruego en Beijing para mostrarle «el descontento y la protesta» por el otorgamiento del galardón. En Oslo, el embajador chino pidió ser recibido por el ministro noruego de Exteriores para trasladarle el mismo mensaje.
Los expertos dan por hecho que el acuerdo de libre comercio se resentirá. Los intercambios entre Noruega, rica en materias primeras, y China, la mayor fábrica del mundo, son prósperos. China era en agosto el tercer suministrador de Noruega y ocupaba el puesto número 11 en las exportaciones noruegas.
«Su estrategia será posiblemente la de castigar a Noruega para dar ejemplo, asegura Kristian Berg Harpviken, director del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (Prio). «Noruega es un pequeño país a ojos de Beijing, pero las sanciones tendrán un gran efecto disuasorio» para otros países, augura.
Junto con la disidente birmana Aung San Suu Kyi en 1991 y el pacifista alemán Carl von Ossietzky en 1935, Liu es el tercer Premio Nobel de la Paz distinguido mientras está preso.
Jagland aseguró que no sabe quien irá a Oslo a recibir el galardón, una medalla, un diploma y un cheque por valor de 10 millones de coronas (un millón de euros) el próximo 10 de diciembre. «No lo sabemos todavía, pero no es una cosa que tenemos en cuenta cuando decidimos a quién dar el premio», recordó el presidente del comité.
La esposa del galardonado, Liu Xia, se mostró encantada y exigió la puesta en libertad de su marido. Pese a que uno de sus abogados, Mo Shaoping, había asegurado que ni el galardonado ni su esposa sabían nada de la concesión, Liu Xia aseguró que varios policías le comunicaron que le iban a llevar a la provincia de Liaoning (nordeste), donde está prisionero su marido, para que le transmita la noticia.
El Estado francés, Alemania y Suecia exigieron la puesta en libertad del galardonado. Tanto la Comisión de Bruselas como la ONU se felicitaron por la decisión, al igual que Amnistía Internacional, la asociación Human Rights Watch y Reporteros Sin Fronteras (RSF).