El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su homólogo chino, Hu Jintao, se reunieron ayer, por primera vez, en Londres, en vísperas de la celebración de la cumbre del G-20 en la capital británica. Una primera ocasión para medir fuerzas entre una potencia en declive, más económico que militar, y una potencia emergente que […]
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su homólogo chino, Hu Jintao, se reunieron ayer, por primera vez, en Londres, en vísperas de la celebración de la cumbre del G-20 en la capital británica. Una primera ocasión para medir fuerzas entre una potencia en declive, más económico que militar, y una potencia emergente que reivindica su posición en el mundo.
El entusiasmo que la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca despertó en Europa y otras partes del mundo no ha sido compartido por China. El Gobierno de Beijing ha esgrimido públicamente su satisfacción por el nivel de relación con la Administración Bush, al estimar que el ex presidente reconocía, de facto, el lugar que China reivindica en la escena internacional.
La percepción china de que algo ha cambiado no sólo tiene que ver con las percepciones, aunque estas también cuentan. Obama busca desprenderse del lastre de conflictos (mundo árabe, Rusia…) acumulados durante la era Bush, lo que podría dejar en evidencia el por muchos anunciado choque de trenes entre ambos gigantes del Pacífico.
Y es que el encuentro de ayer en Londres llega precedido de escaramuzas entre ambos países. Hace un mes, sus marinas se vieron enzarzadas en una disputa en el estratégico Mar de China. Estos días el Pentágono ha denunciado la «amenaza» del rearme del imperio del centro, a lo que Beijing ha respondido recordando que el presupuesto militar de EEUU sigue siendo 10 veces superior al suyo.
La crisis global y su impacto en ambas potencias se ha convertido en terreno de juego de esta pugna. El Banco Central chino ha evocado la posibilidad de reemplazar al dólar como moneda de reserva internacional, una «sugerencia» que ha sido recibida con alarma en Washington.
En la misma línea, el primer ministro chino, Wen Jiabao, mostró la inquietud de Beijing por la «seguridad» de las inversiones chinas en los bonos del tesoro estadounidense. China es el primer financiador de la ingente deuda pública de EEUU, seguido de lejos por Japón.
La crisis global, que ha dañado seriamente las expectativas económicas en EEUU, está sirviendo para reforzar la posición del gigante chino. Los expertos señalan que la solidez de su sistema bancario y el hecho de que disponga de ingentes cantidades de dinero en metálico le está permitiendo llevar adelante un plan de estímulo económico que sitúa, cada vez más, en el centro de la escena.
Nueva era
Ralph Cossa, experto en el Pacífico del Center for Strategic and International Studies, constata que «China está diciendo a EEUU que el mundo ya no gira en torno a Washington y que una nueva era ha comenzado».
Las críticas recientes de Obama a la gestión de los derechos humanos en China y a la cuestión tibetana son, sin duda, otro punto de fricción, pero Cossa anticipa que ambas partes no tienen interés en profundizar en el diferendo. «China quiere ser considerada de igual a igual por EEUU y como un socio importante, por lo que no tiene nada que ganar enemistándose con Obama», afirma.
Lo que no impedirá fricciones. Beijing no oculta su desconfianza hacia la pulsión proteccionista que se entrevé en los discursos del inquilino de la Casa Blanca. «Con Bush, los chinos sabían a quién tenían enfrente -señala Nina Hachigian, del Center for American Progress-. Están intentando entender de qué va la Administración Obama».
El giro en la percepción del cambio climático tampoco ayuda a la confianza de los chinos, que temen que EEUU de Obama, el primer emisor mundial de gas de efecto invernadero, pueda intentar arrastrar a compromisos a los países emergentes y crecientemente contaminantes.
Los presidentes de EEUU, Barack Obama, y Rusia Dmitri Medvedev, comenzaron ayer con buen pie su nueva relación al anunciar, tras su primera reunión, un acuerdo para reabrir conversaciones sobre el armamento nuclear para firmar un nuevo tratado antes de que expire en diciembre el actual Tratado para la Reducción y Limitación de Armas Ofensivas Estratégicas (START), al tiempo que expresaron su intención de colaborar en «seguridad internacional y estabilidad estratégica».
El acuerdo futuro buscará niveles de reducción armamentística menores que el actual Tratado de Moscú sobre Reducción de Armamento Estratégico Ofensivo de 2002, e impondrá medidas de verificación.
Pese a la euforia por el anuncio, el Gobierno de EEUU tuvo buen cuidado en atemperar las expeculativas. Sostiene que llegar a un acuerdo no será «ni fácil ni simple» y admite que «hemos perdido la práctica» de negociar acuerdo de armamento con Rusia.
Ambos mandatarios instaron a Irán a que «restablezca la confianza internacional» en su programa nuclear» y expresaron su apoyo a que se reinice el diálogo para la desnuclearización de la península coreana..